Skip to main content

Fátima vive en el Estado de México y al enterarse de su embarazo tomó la decisión de abortar. No quiso viajar a la Ciudad de México, el sitio más cercano para recibir un aborto legal así que optó por un aborto seguro en casa, donde recibió acompañamiento de una colectiva. Aunque mantiene en secreto su decisión, por temor a que la juzguen, no se arrepiente. Esta es su historia. 


 

Texto: Astrid  Rivera y Perla Miranda
Foto: Perla Miranda

Tengo derecho a no ser madre. Tengo derecho a serlo. 
Tengo derecho a equivocarme. Tengo derecho de oponerme al azar.
No soy un recipiente obligado a dar vida. No soy un útero. Soy.
Fuego Verde. Escritoras argentinas

 

Fátima aún tiene miedo. Protege su secreto con celosía. En un inicio su mayor tormento era pensar que podía ir a la cárcel, pero el temor de que su familia se entere de su decisión todavía la persigue.

Aún se le quiebra la voz cuando recuerda cómo fueron aquellos días, al rememorar todos esos pensamientos que rondaban su mente y que se debatían en su interior. Tapa su rostro con las manos, y comienza su relato.

Hace un año, en pleno confinamiento por la pandemia de covid-19, Fátima tuvo un retraso en su periodo. Un ultrasonido confirmó sus sospechas, tenía casi doce semanas de gestación. El temor se apoderó de ella cuando el médico que la había revisado lanzó la frase: “Nos vemos dentro de un mes para seguir con tu embarazo”.

La idea de que el médico pudiera dar con ella la llenaba de miedo, pero no tanto como el que su familia se enterara de su decisión y emprendiera alguna acción legal en su contra. 

Fátima vive al norte del Estado de México, entidad de México donde el aborto sólo es legal bajo cuatro causales: violación, riesgo para la vida de la mujer, malformaciones congénitas graves e imprudencial. De lo contrario la mujer puede enfrentar una pena de hasta ocho años de prisión y de 50 a 400 días de multa, de acuerdo con el Código Penal del Estado de México.

Levanta las manos y las lleva a su cabello cuando argumenta sus razones que la llevaron a abortar. La incertidumbre sobre su futuro, los planes por concretar, la situación económica, su hijo de ocho años, daban vueltas en su mente. Sabía que no quería ser madre de nuevo, que quería terminar sus estudios y alcanzar sus metas, pero también la atemorizaba pensar la reacción de su familia o que alguien la denunciara y terminara en la cárcel.

“Soy madre de un niño, tengo un hijo de ocho años, ha sido muy difícil por la situación económica. Pensaba: voy a tener otro hijo. ¿Qué voy a hacer? Quiero terminar de estudiar la licenciatura, quiero hacer otras cosas, no me veo con otro hijo. Sí sentí temor, no me gustaría estar presa, por mi hijo, porque es un derecho de las mujeres, es mi decisión.  Es mi cuerpo y yo decido qué es lo que hago con él y hasta hoy no me arrepiento”.

El miedo a que algo saliera mal, no sólo por su salud, sino que alguien se enterara y la denunciara no fue la única idea que la invadió aquellos días. Recorrer más de 130 kilómetros para llegar a la Ciudad de México  una de las tres entidades de México donde el aborto está despenalizado hasta las 12 semanas no era una opción para ella, temía que surgiera alguna complicación y tuviera que hospitalizarse, donde podría contagiarse de covid-19.

“Me dio bastante miedo porque dije, si algo se complica no quiero ir a un hospital, no quiero estar en contacto con mucha gente y pueda contagiarme, precisamente por eso no acudí a la Ciudad de México a una clínica y fue que decidí hacerlo en casa”.

Pese al temor, Fátima se informó sobre el aborto con misoprostol. Con su pareja, convencidos de no estar listos para ser padres, tomaron la decisión de abortar. Se convirtió en un secreto entre ambos, que no dijeron a sus amigos y mucho menos a sus familias, por el temor de ser juzgados.

“Decidimos hacer un aborto casero y pues obviamente solamente quedó entre nosotros dos, no le comentamos a ningún familiar, a ningún amigo, por el estigma social y la discriminación que hay hacia la mujer cuando decide abortar y no faltan las palabras peyorativas de: ‘cierra las patas’, ‘para qué coges’ o ‘mejor cuídate’, o ‘quítenle la matriz’. No me quise ver envuelta en esa situación, entonces hasta hoy lo mantenemos en secreto”.

En internet Fátima encontró colectivas de acompañamiento, fue así como se animó a contactar a Marías Acompañantes, Aborto Seguro Estado de México, una colectiva que no sólo la acompañó durante todo el proceso, sino que le brindó la confianza que no encontró ni en su familia, ni en sus amistades.

“El acompañamiento de las chicas fue muy seguro, la verdad es que todo el tiempo me estuvieron monitoreando, yo me sentí muy tranquila, fue un poco doloroso, pero ellas todo el tiempo me estaban preguntando qué había pasado, cómo iba el proceso con la primera ingesta, estaban pendientes porque cuando llegaba el momento de hacer la ingesta de las otras tabletas ellas me hablaban y me decían: ‘¿Fati ya estás lista, cómo estás?’.  Entonces me decían que me tranquilizara, que venía la siguiente ingesta. Fue muy seguro y, la verdad,  les agradezco muchísimo el acompañamiento que me dieron”.

Pese al acompañamiento Fátima sintió miedo durante el proceso, la frase del médico que le realizó el ultrasonido: “Nos vemos dentro de un mes para seguir con tu embarazo”, no dejaba de retumbarle y generarle temor de que fuera a buscarla y supiera que abortó.

“Me entró un poco de temor con el ginecólogo, obvio ese embarazo no iba a seguir y yo no iba a ir, pero sí me preocupó porque quedé registrada en su base de datos, que hubiese un problema legal y yo pudiera quedar presa”.

Para Fátima la criminalización del aborto va más allá de estar en la cárcel, también incluye los juicios que las personas emiten sobre su decisión, el sentirse señalada por haber decidido sobre su cuerpo y vivir con el temor constante de que su familia se entere, puesto que es muy conservadora.

“Sí nos criminalizarían a mí y a mi pareja por atentar con la vida, que para ellos es de un ser humano. Yo creo que sí nos reclamarían, porque nos han insistido que como pareja y, como vivimos juntos, que ya es momento de tener hijos. Sí sería un aspecto muy negativo para ellos, y creo que las consecuencias tal vez no sean muy fatales, pero sí sería como deslindarse, como sentimentalmente de ellos y que a mí me vean como una asesina, nos criminalizarían como asesinos”.

Los señalamientos no sólo vienen de la familia, sino también de personas que consideraba amistades. Cuando Fátima intentó desahogarse con una amiga, ésta la juzgó.

“Me arrepiento de haberle platicado, en ese entonces éramos súper amigas y le platiqué esta cuestión, entonces me apoyó y todo, pero después tuvimos un conflicto y si trató de hacerme sentir mal por haber abortado, incluso hasta me denigró como mujer y digo, bueno, yo creo que estaba enojada y por eso lo dijo. Hasta la fecha no nos hablamos”.

Recuerda que cuando fue madre hace ocho años no estaba informada sobre el aborto, sólo sabía que era ilegal y su familia influyó para que lo tuviera; a la distancia ve que esa elección no fue del todo suya, por eso cuando se enteró que estaba embarazada se informó y tomó en sus manos el decidir sobre su cuerpo, sobre su futuro, sobre sí misma.

“Sentí mucho temor, pero ahora siento una gran satisfacción por las cosas que estoy haciendo, porque me dieron ganas de seguir creando varias cosas”.

Aunque la han juzgado, Fátima también ha encontrado la empatía y se dio cuenta de que abortar es un secreto que muchas de sus conocidas han guardado.

“Se lo conté a mis amigas más cercanas, entonces me enteré que dos de ellas se realizaron un aborto y fue un desahogo compartirnos esto y contarnos las experiencias, creo que fue muy satisfactorio y para las dos saber que no somos las únicas y que existen hermanas que lo hacen y no por eso debemos ser criminalizadas ni juzgadas y entre nosotras mismas existe la sororidad y el apoyo”.

El temor de que su familia se entere aún persigue a Fátima; sin embargo levanta la voz y con firmeza se asume satisfecha con su decisión y alienta a otras jóvenes en la misma situación a continuar con lo que han decidido, pues son ellas a las únicas a las que les corresponde elegir sobre su propio cuerpo.

“Tú eres la única que puede decidir sobre tu cuerpo, tú eres la que toma esas decisiones y pues tranquilas, el miedo se va, siempre superamos esos temores, siempre llega un momento de paz, cuando pasa la tormenta. Estuve muy segura de lo que hice”.

***

Esta investigación fue apoyada por la iniciativa Reproductive Health, Rights, and Justice in the Americas, de la International Women’s Media Foundation’s. 

 

Deja un comentario