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“El asunto no es crear miedo o paranoia, pero debemos estar preparados”. Esa idea fue repetida a finales de julio en diversas reuniones de cualquier ministerio y/o sistema organizado vinculado al gobierno nacional venezolano. La mayoría de los funcionarios públicos la escucharon y debatieron.

Era el ego herido y la lección aprendida de los que se vieron desorganizados durante el golpe de estado de abril del 2002, que duró pocas horas. La experiencia marcó al oficialismo. Ocho años después, el conflicto colombo-venezolano más grave de los últimos cien años levantaba todas las sospechas y alarmas por su condición inédita.

En Venezuela ya no es sencillo ridiculizar las teorías conspirativas políticas. Esta coyuntura y sus otrora inverosímiles situaciones han logrado que las coincidencias sean cada vez menos creíbles. El gobierno venezolano y un importante sector de la población expresan diariamente su certeza de que las sietes bases militares estadounidenses en Colombia, la movilización militar estadounidense en Costa Rica, la crisis económica y energética intensificada por el desastre de BP en el Golfo de México y los escenarios bélicos en Irán, entre otros, no son hechos aislados. Tienen argumentos y antecedentes históricos a su favor. Es por eso que la movida de Álvaro Uribe, a días de culminar su presidencia, de nuevamente acusar al gobierno venezolano de proteger grupos guerrilleros irregulares, fue interpretada en su peor escenario, como el primer paso en una escalada violenta que tendría como finalidad una intervención colombo-estadounidense a Venezuela. Un golpe letal a la izquierda latinoamericana con intervencionismo estadounidense en busca de petróleo. A eso se sumaba el gravísimo antecedente de las incursiones armadas del gobierno colombiano en suelos extranjeros. El secuestro de Rodrigo Granda en Venezuela en 2005 y el asesinato de Raúl Reyes en suelo ecuatoriano en el 2008. Fueron dos incursiones ilegales armadas en nombre del Plan Colombia, que violaron la soberanía de dos países y que iniciaron graves crisis diplomáticas.

La ofensiva colombiana se inició con un comunicado del embajador de Colombia ante la Organización de Estados Americanos, Luis Alfonso Hoyos: “Ha quedado confirmada la solicitud que Colombia le hizo a la OEA. El próximo 22 de julio, jueves, a las 10:00 de la mañana, tenemos una sesión extraordinaria del Consejo Permanente, para poder presentar el caso de la presencia de grupos narcoterroristas en territorio venezolano, que afectan la seguridad nacional de Colombia”. El carácter de urgencia, según el propio Hoyos, fue consecuencia de no haber obtenido respuesta alguna del gobierno venezolano y de terceros involucrados a las repetidas denuncias sobre el hecho.

Ese 22 de julio, Hoyos inició su enérgica y reiterativa intervención. La denuncia principal fue la supuesta existencia de cuatro campamentos de las FARC asentados cómodamente en territorio venezolano, a 23 km de la frontera colombiana, en donde Iván Márquez, y otros líderes FARC estarían presentes. Para ello se valió de imágenes de Google Map, pero exclusivamente para señalar las coordenadas, ya que las imágenes no mostraban evidencia. Adicionalmente, fotos y vídeos de presuntos guerrilleros caminando y conviviendo en su campamento, comiendo cochino y tomando cerveza en una playa, entre otros, fueron presentados como pruebas de su presencia impune y facilitada en Venezuela. La mayoría de los videos y las fotos, según Hoyos, fueron extraídos de la computadora portátil de Raúl Reyes (la cual, desde la incursión armada ilegal a Ecuador, se ha convertido en una fuente inagotable de presuntas pruebas) y de información suministrada por algunos desmovilizados.

Paralelamente, la acción del gobierno venezolano ante el hecho sorprendió a los que estaban seguros que habría censura y/o ocultamiento oficial: los medios de comunicación afectos al gobierno (Telesur, Venezolana de Televisión) transmitieron en pleno la reunión.

Tras algo más de una hora, Las conclusiones de Hoyos fueron unas coordenadas geográficas, una acusación sin pruebas contundentes y un enérgico ultimátum basado en “el que no la debe no la teme”.

El gran problema con las acusaciones es que eran casi idénticas a las que el gobierno colombiano hizo en enero del 2005. En aquel momento el ejército venezolano realizó una incursión de 11 días a las coordenadas señaladas y, tras levantar un informe descriptivo de las zonas y no conseguir nada, decidió desestimar la situación.

Tras la intervención de Hoyos y el casi automático anuncio de Chávez de la ruptura de relaciones, dos visiones generales del hecho empezaron a crearse. La primera, basada en el presunto distanciamiento entre Uribe y Santos y la utilización de un “refrito” para intentar influir en la política exterior del nuevo gobierno colombiano.

“Analistas y expertos han calificado las supuestas revelaciones del gobierno colombiano como un refrito inoportuno, que no contienen información nueva y que llegan en un mal momento” afirmó la revista Semana, antes de describir las posibles razones del distanciamiento. Éste se habría iniciado con los nombramientos de algunos personajes en cargos claves del nuevo gobierno, muchos de ellos fuertemente críticos de Uribe, incluyendo a Maria Holguín (canciller), Juan Echeverry (Hacienda), Carlos Rodado (Minas) y sobretodo a Juan Camilo Restrepo (Agricultura). A eso se le agregaba el llamado a la unidad de Santos (que incluyó un acercamiento con el excandidato del Polo Democrático, Gustavo Petro) y la invitación formal del presidente electo a Rafael Correa y a Hugo Chávez al acto de toma de posesión.

La segunda visión, la de los que no creen mucho en el distanciamiento Santos-Uribe, incluye un respaldo a la oposición política venezolana de cara a las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre, un relanzamiento de la imagen del nuevo presidente colombiano y, sobretodo, el ocultamiento de un descubrimiento macabro. Y es que mientras Hoyos hacia sus acusaciones, obteniendo la total atención mediática de la región, en el pueblo de La Macarena, en la región del Meta, una comisión integrada por 10 dirigentes sindicales y más de 15 delegados y diplomáticos internacionales, certificaban la existencia de la fosa común más grande de la historia reciente en Latinoamérica, con más de dos mil cadáveres. Como coincidencia, sabiendo que ese 22 de julio se haría la inspección a la fosa, el gobierno colombiano logró, tras una solicitud de emergencia, la reunión en la OEA ese mismo día.

El hallazgo debería haber tenido una repercusión de grandes proporciones. Una fosa común con victimas de años recientes, con el ejército colombiano como el ejecutor y con las denuncias de los vecinos de la localidad, que afirmaban que los cadáveres no pertenecían a guerrillero caídos en combates, sino a trabajadores y líderes sociales de la zona. Nuevamente el escándalo de los “falsos positivos” (civiles inocentes asesinados y marcados como “guerrilleros”, posible consecuencia del sistema de  recompensas de las Fuerzas Armadas Colombianas por cadáver guerrillero) cobraba legitimidad.        Éste escándalo salpicaba más a Santos que al saliente Uribe porque, tal como afirmó el escritor Sinar Alvarado de la web Prodavinci, “si Santos se ufana de sus éxitos como ministro de Defensa, también debería cargar con los crímenes que se cometieron durante su gestión”.  Efectivamente, la notoriedad y atención mediática la obtuvo el conflicto diplomático entre Chávez y Uribe. Esta estrategia, iniciada con la intervención de Hoyos en la OEA, le aportó además polémica a la matriz de opinión y punta de lanza de la campaña electoral de la oposición venezolana, rumbo a las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre: la inseguridad y violencia fomentadas por el chavismo. Hoyos, alejándose del tema, dedicó varios minutos de su exposición al problema de la inseguridad en Venezuela.

Diferentes organismos y medios de comunicación nacionales e internacionales parecieron haberse alineado para ignorar el caso de La Macarena y enfocarse exclusivamente en Venezuela. El caso más notorio fue el de CNN en español, que le dedicó seis días seguidos, con coberturas de cuatro horas en el prime time, al documental “Los Guardianes de Chávez”, de David Beriain y Jon Sistiaga, que, más allá de haber sido fácilmente desmontado, fue descrito por uno de sus  creadores como “un poco de exageración europea”. La premisa del material era la existencia de una relación entre Chávez y diversos grupos irregulares violentos. Durante esos días, la mención a La Macarena fue nula. La mención a Colombia más notable durante la programación fueron las abundantes publicidades de www.colombia.travel. Cabe destacar, además, que justo después de la reunión Santos-Chávez y el reestablecimiento de las relaciones el 10 de agosto, CNN ignoró toda mención a las guerrillas colombianas en el documental, y los análisis fueron dirigidos exclusivamente a la inseguridad en Venezuela.

Si Santos necesitaba, además, deslastrarse de su imagen guerrerista y obtener mayor aceptación, ésta fue su oportunidad. Su encuentro con Chávez arrojó resultados inmediatos: según un estudio realizado por el Centro Nacional de Consultoría (Colombia), Santos salía reforzado y registraba, a dos semanas de su toma de posesión, 84% de aprobación. Además, 85% consideraba positiva la reunión con Chávez.

Uno de los pilares de campaña electoral de Santos fue el reestablecimiento de las relaciones económicas con Venezuela, deterioradas desde meses atrás. Según el economista Víctor Álvarez, el impacto más fuerte había sido para Colombia, que colocaba cerca de 6 mil millones de dólares anuales en exportaciones de sus productos hacia Venezuela, lo cual se traducía en numerosas fuentes de empleo para los colombianos. La crisis diplomática fue la excusa perfecta para el “borrón y cuenta nueva” con el gobierno de Chávez.         El gobierno venezolano también salió ganando. Ahora, en pleno año electoral, puede afrontar las elecciones parlamentarias sin una crisis diplomática internacional. Además, una relación sana con Colombia es un paso importante para julio de 2011, fecha de la constitución efectiva del Consejo de Estados Latino Americanos y del Caribe (CELAC), instancia que tiene como intención reemplazar paulatinamente a la OEA.

Sin embargo, la tensión seguirá estando allí. Chávez no olvidará que Santos celebró el golpe de estado que lo derrocó brevemente. Tampoco olvidará las siete bases militares, las cuales, aunque inconstitucionales, no serán la última movida del Plan Colombia. Santos, por su parte, tampoco olvidará los adjetivos propinados por su homólogo venezolano, ni la ligera reivindicación que Chávez ha hecho de las FARC, al no aceptar calificarlas como “terroristas” sino como grupo beligerante.    “Mi relación con Uribe siempre fue tormentosa (…) espero que el presidente electo (Santos) contribuya a que no ocurran cosas más graves” afirmó Chávez el día de la ruptura de relaciones, acompañado del aparentemente descontextualizado futbolista Diego Armando Maradona, que curiosamente andaba de visita en Venezuela.

El Pibe, polémica figura sudamericana, dinamitando el protocolo y la diplomacia, y haciendo lo que ningún periodista oficialista se había atrevido a hacer, le hizo la pregunta que aún hoy todos (por muchas “coincidencias” que enlacemos) nos hacemos y que determinará si el choque ideológico colombo-venezolano, iniciado desde los años de Santander y Bolívar, seguirá traduciéndose en corto y mediano plazo, en congelamientos y amenazas diplomáticas: “Presidente, ¿Santos no es del camino de Uribe?”

Gregory David Escobar

Caraquista, caraqueño e izquierdoso. Licenciado en Comunicación Social por la Universidad de Los Andes, Venezuela.

4 Comments

  • Rodgrigo Onofre dice:

    Creo que es evidente que este artículo está demasiado cargado hacia Chávez y lo pinta como si él fuera sólo un receptor de malos tratos por parte de Uribe y Colombia. Poco o nada de dice de los exabruptos continuos que ha tenido el presidente venezolano contra nuestro ex-presidente, que como quiera que sea merece un mínimo de respeto. Sería muy interesante saber la opinión del autor sobre estas cuestiones, si realmente cree que Chávez no tuvo interés en dañar la relación con Uribe más de la cuenta, si realmente cree o creyó posible la posibilidad de una invasión gringa-colombiana. Para mí son patrañas, inventos del mismo gobierno para justificar su lenguaje guerrerista, de odio y sembrar miedo en la población venezolana. Por último, también sería bueno conocer qué piensa el autor sobre Santos y sus actuales políticas hacia Venezuela. Saludos.

  • Pajaritu dice:

    Es una posición interesante, donde debo decir que disfruté de la forma como se encuentra escrito el artículo. Sin embargo, estoy de acuerdo con Rodrigo. A mi forma de verlo, el autor parecía estar en un afán de desahogo de sus opiniones sobre Santos y no de sus políticas. Particularmente me llamó la atención el tema de las presuntas cortinas de humo mediáticas. Para nadie es un secreto que existen, y que no son más que un viejo truco que usan todos los políticos, incluyendo a Chávez, en cuyo caso se usan “a-lo-presidente”, ¿o no? Y así como le dije a alguien, considero que atacar a un político por el uso de los medios para hacer política… es como criticar a un adolescente por el exceso de hormonas. Sin embargo es un escrito interesante, pero es evidente la falta de fundamentos para ciertas críticas.

  • reindertot dice:

    Sobre el tema se puede opinar casi infinitamente. El texto es un humilde y enmarcado intento por acercarnos a las posibles intencionalidades de Uribe de realizar nuevamente la vieja denuncia del nexo FARC-Chavez, a pocos dias de la toma de posesión de Santos.

    Una aclaratoria desde ya: no creo en la objetividad. No pido disculpas si eso está plasmado en el texto, pues es imposible, por muy autocrítico que uno logre llegar a ser, que la subjetividad se cuele. En todo caso, no subestimo de entrada a ningún lector y no intento confundirlo o engañarlo con mentiras. De todas maneras, dudo que escaseen textos que denigren casi compulsivamente a Chavez. Éste, simplemente, no es uno de esos.

    No tengo una medición exacta de quien insultó o vejó mas al otro. Si es una medición oral por cantidad de insultos, creo casi sin duda que Chavez fue un mayor “insultador”. Sin embargo, no creo que eso sea la única manera de ofender a alguien. Lo que si podría casi afirmar es que la mayoría de los problemas coyunturales graves directos se iniciaron por decisiones uribistas, que en todo caso no alertaron sólo a Venezuela, sino a la mayoría de los países de la región. Personalmente yo sigo prefiriendo a un Chavez bocón (que ciertamente lo es, y lo he criticado infinidad de veces) a un Uribe “educado” y diplomático pero que en la practica es realmente guerrerista e intervencionista (demostrado con los casos Granda y sobretodo Reyes) en el nombre de la “guerra al terrorismo”. Ambos tuvieron una relación tormentosa y casi esquizoide. Aquí en Venezuela se bromea con los continuos abrazos, insultos y “jaladitas de bolas” de ambos.

    ¿Que si yo creí en la posibilidad real de una intervención militar gringa-colombiana? Realmente no. Y me atrevo a decir que la mayoria de los venezolanos tampoco. Pero si estaba convencido de que era un escenario y que la situación era tensa y que sí se pudo haber llegado a enfrentamientos calientes en la frontera. Por eso señalaba en el artículo como era el ego herido del oficialismo duro venezolano, cuando los capturaron con los pantalones abajos, cuando el golpe de estado del 2002 (el cual fue celebrado por Santos) el que alertaba el peor escenario posible. SI estoy convencido de la inherencia estadounidense en las políticas latinoamericanas y, concretamente, en la política venezolana. Sobre los nexos concretos hay muchas pruebas y casos comprobados. Basta leer a Eva Golinger para hacerse una idea. Así que es ingenuo no ver hacia Estados Unidos cuando un evento como el sorpresivo refrito de Uribe hace aparición. Las invasiones son cada vez menos militares, y mas bien económicas e ideológicas.

    Chavez gana mas con Colombia como aliada, y esa es la fase por la que actualmente atraviesa con Santos. Santos, que no es ningún ingenuo, también sabe que Colombia, aunque al parecer ideológicamente algo distanciada y aislada de la mayoría de los otros países de la región, gana mas estando en sintonía. El esfuerzo ha sido de ambas partes. Yo celebro eso. No creo que Chavez gane mucho “creando” enemigos internacionales (nacionalmente, es otro asunto), la necesidad casi obsesiva por restablecer los lazos con Colombia, de cara a las elecciones parlamentarias, es un ejemplo de eso. Su retórica confrontativa y coloquial, sin embargo, si sataniza a sus oponentes mas vistosos. Eso no es un secreto. Es una practica lamentable casi inevitable en una coyuntura fuerte. Con o sin eufemismos. Que lo digan tambien los mas férreos opositores a Uribe, que han sido injustamente tildados de “terroristas”.

    Con el tema de las “cortinas de humo”, siento que es una falacia aceptar el no criticarlas sólo porque “así son los políticos”. Sí, uno sabe que existen, y sí, uno tiende a detectarlas y encogerse de hombros. Pero siento que hay algunas que sencillamente no deben ser ignoradas. La fosa La Macarena es un caso gravísimo que no tuvo casi atención mediática. Y lo mínimo que puedo hacer es hablar sobre ella, cuando se me exhorta sobre mi opinión del escándalo Uribe-Chavez. Aunque los contextos son muy diferentes, intento imaginar un descubrimiento similar, pero en Venezuela. La atención mediática sobre ese tema aún hoy estaría activísima.

    Agradezco que le hayan echado un ojo a mi texto, y más agradezco el aporte de ambos. Lamento no haber cumplido con algunas de sus expectativas, pero se también que eso es imposible de lograr.

    Saludos desde Caracas.

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