(Este texto ha sido publicado en el Blog de la redacción de Nexos, en donde Marta Lamas responderá al mismo en breve)
Tengo en mis manos el número de abril de la revista Nexos, una de las publicaciones más influyentes en el debate de las ideas en México hoy en día. El número lo compré tarde, casi acabando el mes, y lo hice porque el texto de Maite Azuela, “Tacones en bicicleta”, lo había estado discutiendo con mi novia a lo largo de algunos días y quise tenerlo impreso. Este artículo me llamó mucho la atención por dos cosas: 1) por la forma anecdótica como inicia y se desarrolla la mayor parte del texto, y 2) porque contrario a lo que pensé inicialmente, el artículo no tocaba ninguna cuestión de ciclismo o movilidad urbana. El título sirve más bien como metáfora a la reflexión final que Maite quiere lanzar: la importancia de dotar de seguridad social a las trabajadoras domésticas mientras no se avance en una reforma laboral en este sentido.
Dice Maite:
“Insisto en que a la par de abrir espacios que garanticen justicia de género habremos de trabajar la justicia entre el género. Tendríamos que analizar si no somos mujeres que construyen relaciones de sumisión con las trabajadoras del hogar. No hay modo de que la cadena de la bicicleta gire si no pedaleamos de ambos lados”. Y culmina: “A veces se requiere llevar una bici doble para que la que tiene más fuerza vaya impulsando a la que no la tiene”.
El artículo y la reflexión final me parecen pertinentes en el contexto del debate de la reforma laboral, sin embargo, desde que lo leí por primera vez, algo no me cuadró del todo: era muy poco espacio para un tema que podría ocupar páginas enteras, se daban pocos datos y, encima, gran parte del texto se iba en descripciones de la infancia de la autora. ¿Por qué?
La respuesta cayó hasta que tuve el ejemplar físico conmigo y fue entonces que entendí por qué de tanto testimonio personal antes de la reflexión social. La portada de la edición de abril tiene como título “Sólo mujeres” y su principal atractivo es mostrar los nombres de una veintena de féminas, entre escritoras, politólogas, científicas, artistas y demás. Al ver la portada queda clara la idea de que el número les pertenece a ellas.[1] Sin embargo, al leer la breve editorial de Marta Lamas, la coordinadora del tema de portada, mi sorpresa fue mayúscula. Vamos por partes.
El inicio del debate
Nexos no publicó una edición sobre mujeres sólo porque un día así se les ocurrió, eso seguro. El 26 de septiembre de 2010, Fernando Escalante publicó en La Razón un artículo titulado “Extraños números” donde hacía notar la gran ausencia de plumas femeninas en dos de las revistas de la “intelligentsia” mexicana más importantes: Letras Libres y Nexos. Días después, Héctor Aguilar Camín, director de Nexos, respondió al texto de Escalante argumentando que, en efecto, existía un sesgo masculino, pero se trataba de un sesgo inconsciente, no deliberado, y mostraba cómo otras publicaciones alrededor del mundo también lo padecían. Culminaba con una especie de mea culpa.
“Vaya en descargo de estas revistas lo que sucede en otras partes. […] Tomo un ejemplar de The New Republic. Hay en su índice 14 artículos, dos de mujeres. Tomo The New Yorker: tiene 37 colaboradores, entre artículos e ilustraciones. Sólo seis mujeres. Mal de muchos consuelo de misóginos. Lo que quiero decir como director de Nexos es que tomo nota de la numeralia de Escalante. Por lo que a mí toca: touché, querido Fernando. Nos estamos perdiendo en Nexos un territorio enorme de la inteligencia nacional.”
Luis Gonzalez de Alba, escritor mexicano, también entró al debate unos días después intentando refutar las preocupaciones de Escalante con argumentos culturales y hasta biológicos que, en resumidas cuentas, terminaban diciendo que “hay actividades y espacios para hombres y otros para mujeres, como las publicaciones”. (Acá puede leerse la incisiva respuesta de la escritora Gabriela Damián al texto de González de Alba).
El debate epistolar, al menos en medios impresos o electrónicos, se terminó en octubre del 2010. Nexos, Letras Libres y demás revistas siguieron publicando con los mismos extraños números de siempre.
“Sólo mujeres”
Entiendo la necesidad e incluso la importancia de lo políticamente correcto. Entiendo que Héctor Aguilar Camín haya querido subsanar la carencia de mujeres en su revista otorgándoles un número especial (aún cuando la medida me parece ya, en sí misma, discutible). Entiendo finalmente que es su revista y que está en todo su derecho de llevarla como mejor le venga en gana. Sin embargo, lo que no entiendo es la justificación editorial, y menos aún la fórmula para incentivar a estas veintitrés mujeres a escribir en el mencionado número.
Nexos se ha reconocido, entre otras cosas, por tomar mes a mes un aspecto, tema o problema nacional o internacional y darle un profundo tratamiento multidisciplinario: los homicidios en México, las clases medias, las crisis económicas y financieras, los enfrentamientos de los partidos políticos, etc. Curiosamente, en el número de abril parece que el problema a debatir no es otra cosa sino “mujeres”. No es algo más específico como “la ley de interrupción legal del embarazo a cuatro años de distancia”, ni “feminicidios”, tampoco el mencionado tema de “trabajadoras del hogar”, ni siquiera “avances y retrocesos de género en México”. No, es “mujeres” y los textos que se han pedido no son los convencionales artículos de fondo, sino ensayos anecdóticos o testimoniales sobre lo bueno, malo o regular de “ser mujer”. No miento, y porque me parece que dice mucho (tanto por lo que se expresa explícitamente como por lo que se omite), transcribo la mini editorial firmada por Marta Lamas, en su condición de coordinadora de esta edición:
“Héctor Aguilar Camín me hizo la invitación a coordinar un tema de portada con textos escritos exclusivamente por mujeres. […] La idea fue que escribieran dos cuartillas (800 palabras) sobre algún aspecto de su experiencia. A modo de dispositivos de reflexión, les formulamos las siguientes preguntas:
¿Qué te gusta o disgusta de las mujeres y de los hombres? ¿Qué odias del machismo o del feminismo? ¿Ser mujer te ha dañado o favorecido en tu vida profesional, política, amistosa, amorosa? ¿Qué “caída de veinte” sobre el hecho de ser mujer recuerdas con agrado o desagrado? ¿Qué es lo que más te pesa o lo que más disfrutas de tu condición de mujer?
Casi nadie atendió el guión sugerido, y qué bueno, porque no buscábamos respuestas a un cuestionario, sino una reflexión plural en primera persona. La variedad de voces y respuestas están a la vista. Hablan aquí varias escritoras, dos historiadoras, dos investigadoras, una filósofa, una política, una líder feminista, una activista ciudadana, una publicista, una actriz, una show-woman, una bióloga, una socióloga, una periodista y una antropóloga. […] Agradezco la invitación de Nexos y la respuesta de mujeres a las que quiero y admiro.”
800 palabras, dos cuartillas para algunas de las mejores mentes de la intelectualidad, la ciencia, la política y las artes en México con el objetivo de hacerlas responder preguntas que perfectamente podríamos encontrar en la revista Cosmopolitan. Importa y dice mucho la editorial en cuestión, porque quien la redacta es una de las feministas más visibles en México y no la jefa editorial de la revista Tú. Importa y llama muchísimo la atención porque las excelentes plumas agrupadas en esta edición están ahí no tanto para compartir sus investigaciones o reflexiones sobre temas de relevancia nacional (como sucedería en una edición convencional), sino que fueron convocadas sola y exclusivamente por su condición de mujeres públicas, para contar anécdotas de mujeres.
Seamos justos: no todos los textos son sólo anecdóticos, pero hay que decirlo: la mayoría de los “ensayos” terminan siendo una gran enumeración de lugares comunes (“nosotras las mujeres amamos más, nos entregamos más”, textos de Cecilia Suárez, Denise Dresser) ; anécdotas y testimonios (textos de Elena Poniatowska, Graciela Martínez, Ana María Olabuenaga, Mónica Lavín…); juegos de palabras y preguntas al aire (“¿qué es ser Mujer en el México de hoy?, ¿en cuál México?, ¿el México bronco?, ¿liberal?, ¿sensual?, ¿amable?”, textos de Gabriela Warkentin, Sandra Lorenzano).
No faltan los textos, por supuesto, que critican la “libertad sexual femenina” o la falta de ella (Ana Francis Mor, ¿Por qué no hay cuartos oscuros para lesbianas?), ni los que se quejan de los hombres, ya sea en las figuras de los abuelos, padres o esposos (Graciela Martínez, La liberadora libertad de esclavizarse). Son menos los que se atreven a formular una reflexión sobre problemas más específicos de género en México: las trabajadoras del hogar (Maite Azuela), las dificultades reales para desarrollar una carrera científica en este país (Rosaura Ruíz).
Algunos dirán, quizá con razón, que este mosaico de voces y testimonios es rico en sí mismo, porque nos permite conocer a los seres humanos detrás de los nombres famosos, títulos universitarios o perfiles públicos. Sin embargo, no deja de parecerme extraño que si la apuesta es por la equidad y por el reconocimiento de la valía de estas escritoras, ¿por qué no tomar la decisión de incluirlas de cajón en la revista, que es sin duda uno de los espacios públicos más importantes de discusión de ideas?, ¿por qué no establecer más ediciones donde participen hombres y mujeres que aborden desde su trayectoria o conocimiento un problema de género en particular? Y me queda una duda, quizá un tanto más personal, ¿qué pensarán las veintitrés escritoras de esta edición?
No sé a ustedes, pero a mí el número me quedó a deber enormemente.
[1] Lo cual no es enteramente cierto. Contando a las veintitrés escritoras para la sección especial de ensayos, el número entero lo componen cincuenta y tres autores y autoras. Veintisiete son hombres. Más aún: la nueva sección “Informe Nexos”, que refleja análisis y opiniones de personalidades destacadas sobre la banca en México, todos son hombres.Por Jordy Meléndez Yúdico
Internacionalista por El Colegio de México. Director de la revista digital Distintas Latitudes
Te digo, es como si hicieran un número donde escriban los chaparros sobre qué es ser chaparro o los morenos sobre su vida desde la ‘morenez’ o los obesos… en fin, una bizarra forma ‘ejercer’ la equidad. Habiendo tantos enfoques que se pudieron haber abordado, como los que mencionas. Quizá sólo la intención es buena, pero no siempre la intención es lo único que cuenta.
Y si uno es poco inteligente, o un poco malintencionado, podría incluso afirmar “por eso no tienen más espacios, porque son malísimas” (ok, no todas, pero si hay dos tres de esos ensayos que son una mala broma). Si yo fuera escritora, la pasaría muy mal si mi trabajo se calificara como “literatura femenina” en vez de “literatura”.
Veo que el debate se ha pasado por acá, así que copio aquí también mi comentario
Primero quiero decir que me parece un comentario pertinente, esperaba no ser la única que al terminar el artículo de Poniatowska se quedó con cara de ‘y eso qué?’. Sin embargo, creo que hay dos líneas distintas entremezcladas a lo largo de tu comentario que valdría la pena explicitar y analizar por separado.
La primera es sobre lo ‘políticamente correcto’: dedicar un número a las mujeres, que sin embargo son consideradas como tales y no como filósofas, escritoras, etc., y que además no altera de forma radical la política interna de la publicación. Algo así como las ‘cuotas de género’: una acción hecha para subsanar omisiones pasadas, pero que no altera lo esencial de la política (no la hace más incluyente ni menos androcéntrica por el hecho de que haya diputadas y senadoras que tienen que llegar dos horas antes al congreso para que las peinen y las maquillen). En eso estoy enteramente de acuerdo contigo: las acciones afirmativas no bastan. Pueden ser útiles para visibilizar a las mujeres, y también para tomar postura públicamente en el tema de la equidad (a mí me importa: ergo, les dedico un número) aunque eso no signifique un avance sustantivo en su posición.
La segunda línea que veo ahí medio confusa es sobre las participaciones en sí: ¿qué chiste tiene que me cuenten sus ‘cosas de mujeres’? Ahí debo recordarle que las feministas desde hace añísimos hemos estado repitiendo una consigna clave: lo personal es político. Importa, claro, que una filósofa me cuente su experiencia como filósofa mujer y no sólo como filósofa porque la neutralidad no existe. Porque en esas 800 palabras (que sí, pueden quedar a deber) todas ellas coinciden en una ‘conciencia de mujer’. Pues nosotras no podemos ignorar nuestra experiencia de género – los varones tampoco, dirá usted, pero entonces yo responderé que ustedes sí que pueden porque han sido conceptualizados como el ‘ser humano’ universal y neutro – . Esas anécdotas o reflexiones, pese a lo breve, son valiosas mucho más allá de “conocer a los seres humanos detrás de los nombres famosos”, importan porque al discutirse públicamente las vivencias de un grupo de mujeres que han destacado en ciertos ámbitos públicos, se va conformando una experiencia colectiva femenina. Ojalá también feminista.
Y además debo añadir, claro, que usted está pidiendo que sea de facto una conciencia feminista. Usted y muchos. Que por qué no discuten sobre el aborto, que por qué no ligan esas experiencias femeninas con la desigualdad, que por qué no hacen un análisis teórico del concepto de ‘mujer’, que por qué repiten los estereotipos. Otra vez, no hay que confundirse. En primer lugar, eso es cosa de las participantes, no del ejercicio editorial. Si ellas deciden escribir que ‘las mujeres amamos demasiado’ es su asunto, y poco o nada tiene que ver con el hecho de que el editor haya querido dedicar el número a las féminas, y que una de las más destacadas feministas de AL haya sugerido algunas preguntas relativas a la ‘autoconciencia’ de las mujeres. Se trata de un grupo de mujeres, a las que exigirles que se salgan de los parámetros o de los estereotipos es exigirles una conciencia feminista, que no todas comparten o asumen, y que no tendría por qué ser así. Es algo injusto, creo, criticar los textos por eso.
En resumen, no es un número feminista, es un número sobre mujeres. No le pidamos más de lo que se propuso ser.