Una ciudad tomada por mujeres. Durante el fin de semana del 8, 9 y 10 de octubre, Rosario (Argentina) estaba distinta. 70.000 mujeres protagonizaron el 31 Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) de Argentina tomando las calles, las plazas y parques, las escuelas y universidades. Un encuentro que alcanzó los diarios y portales digitales por la represión que ejerció la policía contra las manifestantes durante la marcha del domingo a la noche. Con gases lacrimógenos y balas de goma empañaron la fiesta que recorrió 45 cuadras, y dejaron varios heridos.
Según la agencia de noticias Telam, fue en la Catedral de Rosario donde un grupo de religiosos se encontraba rezando y la policía federal preparada. Allí algunas “mujeres se desprendieron de la marcha” y “se registró un enfrentamiento”.
[Más información sobre la represión de la policía del colectivo Ni Una Menos en “Fueron las balas, no las tetas”]Pero la mayoría de los diarios y portales se olvidaron de contar que el ENM es un encuentro “único, autoconvocado, horizontal, federal, autofinanciado, plural y democrático”, repiten las organizadoras. Que llevó casi un año organizarlo y reunió a mujeres de todas las provincias argentinas, y de países de la región. En los tres días se desarrollaron unos 69 talleres, que se subdividieron en más de 300 espacios de discusión porque no había lugar para albergar a tantas participantes; y más de 140 actividades culturales en 48 puntos de encuentro dispersos por la ciudad.
El ENM fue arrollador, y por momentos, caótico: ¿Cómo organizar la preocupación, intereses, disidencias y conflictos de 70.000 mujeres que conviven en una sociedad que las excluye cada día? El ENM fue amor, abrazos y alegría en cada momento en el que te dabas cuenta que no estás sola. El ENM fue diversidad, sin duda: intercambiaron las campesinas, las indígenas, las afro, las trans, las de la ciudad, las del campo, las jóvenes, las viejas, las madres, las lesbianas, las hetero.
El ENM fue ruido y resistencia, música y baile, política y militancia, disfrute y goce. Fue salirse de la zona de confort, de marchar hasta no sentir los pies, de ser libres. De cuestionarse y cuestionarnos. Respetarnos. De discutir largo y tendido, de compartir unos mates, de enojarnos y sonrojarnos. De fortalecer vínculos, y crear nuevas amistades. Fue feminismo y revolución.
Las temáticas de los talleres eran tan variadas como sus participantes: feminismos y activismos; maternidad y familia; sexualidad y relaciones de pareja; lesbianismo y personas transgénero, transexuales y travestis; trabajo sexual y prostitución; trata de personas; derechos sexuales y reproductivos; aborto; violencia, abuso y acoso sexual; los cuidados y el trabajo doméstico; mujeres campesinas y rurales; mujeres afrodescendientes; feminización de la pobreza; entre otras. Con las salas desbordadas se discutió de forma horizontal, por eso solo había moderadoras, no panelistas o especialistas que dirigieran el debate.
Pero fueron transversales a todo el ENM temas como el acoso callejero, las activistas presas, la urgente despenalización del aborto, los feminicidios y travesticidios, el repudio a todo tipo de represión y violencia machista, y el rechazo a las iglesias y al sistemas patriarcal y heteronormativo. En fin, la revolución feminista.
Tras el 31 ENM, cada una de las 70.000 mujeres se encuentra procesando y reflexionando lo sucedido. Todo lo que interiorizó, aprendió, cuestionó y fortaleció, para transmitirlo con sus colectivos de militancia, con el partido político, o con sus familiares y amistades. Germinando nuevas semillas de resistencia y de lucha. Lo cierto es que ninguna de las 70.000 es la misma y eso tiene un efecto multiplicador.