[Este texto será respondido en unos días por Juan Pablo Figueroa, (@La_desdemona) periodista chileno. A partir de este número, la sección “Conversación en la Catedral” tendrá un tema mensual que será desarrollado y trabajado por dos o más autores en forma de “respuestas” consecutivas]
Vivimos en un mundo en el que las buenas noticias son tan escasas, que cuando nos enteramos de una lo que menos queremos es que alguien la arruine. Sobre todo si se trata de una historia esperanzadora, si tiene algo de poético y de aleccionador. Nosotros, en el fondo tan cristianos, nos emocionamos pensando en la historia de Lázaro, en la posibilidad del renacimiento, de la nueva vida, del que se había perdido y es hallado. Así que quizás por eso la historia del rescate de los mineros chilenos fue tan poderosa emocional y mediáticamente. Por eso seguimos las más de 24 horas de transmisión, y nos permitimos ser sensibleros y sacar la caja de kleenex ante un acontecimiento de semejante magnitud.
Evidentemente, no pretendo arruinar una historia así (tarea por otro lado imposible), así que desde ahora advierto que este artículo no es sobre el hecho como tal, más bien es a partir de éste que presento unas breves reflexiones sobre las implicaciones políticas del manejo discursivo posterior al rescate.
Politización
Sebastián Piñera llegó a la presidencia chilena en marzo del 2010, siendo el primer candidato de derecha desde 1958 en ocupar tal cargo a través de elecciones democráticas. En los pocos meses que llevaba de gobernar, su popularidad había permanecido en alrededor del 50% de aprobación: después del rescate de los mineros se elevó hasta un 65%.
El interés en el asunto mostrado por el mandatario y su decisión de impulsar las correspondientes labores de rescate redituaron en una extraordinaria exposición mediática y aprobación pública en su país y en el extranjero.
En términos del juego político, esto sería una especie de ganancia justa que, dicho sea de paso, incisiva y dolorosamente nos muestra a los mexicanos que también entre la derecha hay diferencias importantes cuando se trata de tomar decisiones de emergencia, como atestigua el caso de los 65 mineros muertos en 2006 en Pasta de Conchos y la muy cuestionada actitud del gobierno mexicano ante tal suceso.
Sin embargo, la (políticamente) correcta actitud mostrada durante la tragedia ha dado pie a un desplazamiento discursivo en el que Piñera ya no es sólo el presidente que protege la vida de sus ciudadanos: es, además, el presidente para quien la clase trabajadora súbitamente se ha convertido en prioridad (y por ello ha prometido una serie de reformas a la legislación laboral).
En este tenor, el rescate de los mineros no es sólo un afortunado evento de elemental justicia social; Piñera ha pretendido convertirlo en un parteaguas en la historia del país, de forma tal que “Chile será recordado y reconocido no por Pinochet, sino como un ejemplo de unidad, liderazgo, coraje, fe y éxito”. Y así, el mandatario visita Europa repartiendo piedras de la mina San José (!!) como evidencia tangible de su compromiso, como amuleto de su éxito político.
Desdibujamiento de fronteras ideológicas
Estas actitudes sin duda contribuyen a aumentar el capital político de Piñera y de la derecha chilena. Sin embargo, la disputa no se limita a lo meramente electoral ni a los datos de aprobación pública: el manejo discursivo del rescate de los mineros chilenos se inscribe en un debate mucho más complejo y definitorio del futuro político de América Latina.
Se trata – ni más ni menos- de la pretendida anulación de lo propiamente político, de la idea de que las ideologías globales han perdido su vigencia al ser reemplazadas por la colaboración de tecnócratas, y de que el consenso puede alcanzarse a través de una negociación más o menos neutral entre diversos intereses.
Una afirmación como la hecha por el presidente chileno de que el rescate de los 33 mineros no sólo significó un renacimiento para ellos, sino, además, “un renacimiento del espíritu de unidad, fuerza, fe y esperanza de Chile” borra de tajo las persistentes desigualdades de la población chilena y deslegitima de entrada cualquier discurso de lucha política, porque “lo de hoy” en el pueblo chileno es la unidad y la hermandad provenientes del milagro ocurrido en la mina.
Por otro lado, la incorporación de la defensa de los intereses de la clase trabajadora en el discurso del presidente también es un gesto significativo de la aparente maleabilidad (¿o manipulación?) de las causas políticas tradicionales: un presidente de derecha afirma que “creará una cultura de respeto hacia los trabajadores” y que “nunca más permitirá que en Chile se trabaje en condiciones tan inseguras y tan inhumanas como en la mina de San José”. No deja de ser elocuente el hecho de que tal prioridad sea reciente en la agenda del presidente, y sea además el resultado de un hecho límite. Pero tampoco deja de ser elocuente que esas condiciones tan inseguras y tan inhumanas que Piñera pretende modificar hayan sido pasadas por alto por los anteriores gobiernos federales, provenientes de una supuesta ideología de izquierda.
Al final, este manejo político posterior al rescate de los mineros es el reflejo de un proceso que está ocurriendo desde hace tiempo en Chile y en la mayor parte del territorio latinoamericano: un desdibujamiento de fronteras ideológicas que coloca como ganador indiscutible al “centro radical”.
La política: ¿el arte de lo posible o de lo imposible?
En esa especie de caleidoscopio social que es twitter – formado por innumerables espejitos de colores – de vez en cuando se pueden adivinar también figuras de lo político. La transmisión del rescate de los mineros fue una ocasión perfecta para ello. Hubo un tweet (retuiteado por ahí varias veces) que ejemplifica perfectamente la idea del centro radical: @xxx: ¿Se acuerdan cuando Piñera era “malo” por ser “de derecha”?
El abierto cuestionamiento e ironía sobre las categorías de derecha/izquierda revela una visión de la política ya no centrada en una supuestamente anacrónica lucha ideológica, sino en datos objetivos, concretos, medibles y cuantificables: poco importa si el gato es negro o blanco, con tal de que cace ratones.
Si la política es “el arte de lo posible”, las buenas ideas serán entonces aquellas que funcionan. Lo que se oculta desde esta perspectiva es que ese funcionamiento aparentemente desenraizado ideológicamente, está más que enraizado en un sistema capitalista que determina las fronteras de lo que puede funcionar y lo que no.
En este sentido, quisiera retomar a Zizek, quien afirma que, por el contrario “el verdadero acto político no es simplemente cualquier cosa que funcione en el contexto de las relaciones existentes, sino precisamente aquello que modifica el contexto que determina el funcionamiento de las cosas (…) la verdadera política es el arte de lo imposible, es cambiar los parámetros de lo que se considera ‘posible’ en la constelación existente en el momento” (2008: 32).
Comentario final: el proletariado se convierte en rockstar
Los 33 mineros han recibido hasta ahora un equivalente a 38mil dólares en donaciones tan extravagantes como viajes turísticos a Grecia, Jamaica, Israel, lentes de marcas reconocidas, Ipods, etcétera. El capitalismo premia a los mineros (que difícilmente con su salario podrían pagarse vacaciones en Tel Aviv) convirtiéndolos en la imagen del consenso (nada de marchas sindicales por aquí) y de la política efectiva y de resultados (nada de “debates estériles” por aquí).
Este final sería completamente feliz si no fuera porque…. no es el final. El rescate de los mineros es un episodio aislado y límite, una viñeta de las condiciones laborales y del clima político de la región. Para que los trabajadores efectivamente mejoren sus condiciones de vida en un plazo y unos términos de alcance más duradero hace falta un largo camino de reflexión y lucha, que bien podría empezar con la repolitización de la política.
Bibliografía
Radio Santa Fe, 14 de octubre de 2010. “Piñera se compromete con los trabajadores en la defensa de sus derechos” (http://www.radiosantafe.com/2010/10/14/pinera-se-compromete-con-los-trabajadores-en-la-defensa-de-sus-derechos/)
WSJ Americas, 14 de octubre de 2010. “El capitalismo salvó a los mineros” (http://online.wsj.com/article/SB128708550741447203.html?mod=WSJS_inicio_RightTopCarousel_1)
Portal Beto Campos, 16 de octubre de 2010. “Rescate de mineros aumenta popularidad del presidente Piñera a 65%” (http://betocammpos.over-blog.com/article-rescate-de-mineros-aumenta-popularidad-del-presidente-pi-era-a-65-59039043.html)
Diario El Informador, 19 de octubre de 2010 “Los 33 mineros rescatados reciben casi cuatro años de salario”
Zizek Slavoj, 2008. En defensa de la intolerancia. Editorial Sequitur, Madrid.
Mis amigos dicen mucho que les gustaría que “los políticos” se pusieran de acuerdo para “el bien del país”. En mi opinión, y desde siempre, el problema ha sido nuestras visiones encontradas de ese “bien del país”.
Y aunque definir el “bien del país” como una gran alianza liberal buenaondita genera los suficientes consensos y ha mejorado la calidad de vida de varios países; en la medida en que los éxitos del que muy atinadamente llamas “centro radical” ridiculizan y quitan relevancia a las voces disidentes, esas alianzas liberales se quedan sin contrapesos que discutan y traten de corregir sus peores excesos, o de incluir a los incómodos que inevitablemente dejan fuera.
Y eso me suena francamente tétrico.