En 2015, El Salvador le arrebató a Honduras el poco codiciado récord mundial de homicidios (para un país que no está oficialmente en guerra), y en 2016 la nación salvadoreña tuvo un arranque sangriento.
Sin embargo, desde abril se ha evidenciado una tendencia a la baja en estas cifras mortales. En marzo se registraron 611 homicidios y en junio 331, una reducción de 50% en comparación con el mismo mes del año anterior.
Homicidios dolosos en El Salvador en 2016 |
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Marzo |
Abril | Mayo | Junio |
611 | 353 | 351 |
331 |
El gobierno (irónicamente, del partido exguerrillero y de izquierda, Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, FMLN) atribuye la disminución a su nueva “cruzada” contra las pandillas, una escalada represiva y el aislamiento de los jefes de las organizaciones criminales en una cárcel de máxima seguridad. Por su parte, las pandillas dicen que se debe a una orden que dieron a sus estructuras, como una muestra de control sobre sus miembros.
Justamente en marzo, las tres pandillas más importantes del país, Mara Salvatrucha (MS-13), Barrio 18 Revolucionarios y Barrio 18 Sureños aparentemente difundieron un mensaje en video en el cual aseguran hacer a un lado sus diferencias, y cesar los homicidios, para demostrarle al gobierno que no se necesitaban más medidas de seguridad. No obstante, las autoridades mantuvieron su estrategia de reforzar la represión.
“La reducción de homicidios obedece a la efectividad de los planes de la Policía y a las medidas del Gobierno, especialmente en penales”, dijo el director de la Policía Nacional de El Salvador, Howard Cotto.
Para el periodista Carlos Martínez, quien se especializa en la temática de las pandillas en el periódico digital salvadoreño El Faro, la reducción en los homicidios no se debe exclusivamente ni al gobierno ni a las organizaciones criminales, sino a una combinación de factores.
“A finales de marzo se unieron dos cosas. Por un lado, el gobierno anunciaba una serie de medidas extraordinarias en contra de la delincuencia que inauguraba un mayor control y rigidez al interior de los centros penitenciarios, es decir, los internos pasan 24 horas dentro de sus celdas, no hay permiso para visitas, no hay posibilidades de comunicación, la señal está bloqueada dentro de los centros penales, y otra serie de medidas que en suma lo que hacen es relajar los controles alrededor del ejercicio de la violencia de cuerpos de seguridad pública”, dijo Martínez a Distintas Latitudes.
“Pero simultáneamente, las pandillas anunciaron que reanudaban el acuerdo de paz entre ellas, que se traduce en la práctica a que las pandillas ya no intentan avanzar o controlar el territorio que controlan las otras, ya no hacen incursiones delictivas en los espacios de las otras organizaciones criminales, y además esto se terminó traduciendo en una especie de comité o de espacio de coordinación entre las tres estructuras”, agregó.
En este sentido, Martínez considera que no es posible desligar las dos variables, y como ocurrieron al mismo tiempo tampoco es posible decir cuál tuvo mayor efecto. Tanto las acciones del gobierno, como las decisiones de las pandillas estarían detrás de esta reducción en las cifras de homicidios.
A pesar de esto, la reducción –que no puede llamarse de logro, pues la tasa de homicidios de El Salvador sigue entre las más altas del mundo- descansa sobre una base frágil, por lo que se teme que no dure mucho tiempo.
“Los pilares son débiles, pues dependen de la decisión de organizaciones criminales y de políticas de Estado que no son sostenibles. No se puede mantener cárceles con cerca de 300% de hacinamiento en las condiciones actuales. Tampoco es posible permitir que la policía se convierta también en grupos de exterminio y que utilice la fuerza mortal más allá de lo necesario sin que la policía se termine pudriendo por dentro y convirtiéndose en otro cuerpo criminal”, dijo el periodista.
Así las cosas, una cifra que de primera entrada podría parecer como el inicio de un cambio positivo, en realidad se sostiene en un contexto complejo, en el que los especialistas no vislumbran una salida a la situación de violencia que vive el país.
Sin mejoras en las condiciones de vida de la población y la creación de nuevas oportunidades, y con una respuesta estatal que pareciera centrarse solamente en la represión, El Salvador sigue inmerso en un conflicto que ha dejado miles de muertos y desplazados y una sociedad dividida.