Por Miriam Matus (@MatusOnTuits)
–¿En México existirá el racismo? –Preguntó nuestra maestra de primaria. Todos contestamos que “no” al unísono –convencidísimos–, y ella concordó satisfecha. A nuestros escasos 10 años de vida asociábamos el tema con una ficción que sucedía sólo en las historias del cine, como una mala jugada que le tocaba tolerar –únicamente– a los afroamericanos que veíamos en las películas gringas, pero que afortunadamente estaba cerca de desaparecer, porque, según Hollywood, su comunidad cada vez se mostraba más tolerante, y dejaba incorporarse a casi todos al sueño americano. Además, en ese entonces la ingenuidad nos ayudaba a ignorar muchísimas cosas, sobretodo porque con la pregunta de la maestra pasamos por alto el hostigante bulling que se fletaba Edna todos los días, una niña morena, de estatura baja, nariz aguileña y cara redonda. Ella, relegada simplemente por sus rasgos, su físico autóctono, como el de la mayoría de los latinoamericanos, estaba totalmente fuera de los cánones de belleza paradigmáticos. Más allá de los salones de clase, es evidente que en nuestras sociedades siguen imperando los ideales de belleza occidentales, en donde se ha implantado al prototipo europeo como el estándar; una medida colonizadora que aún persiste, y que nos ha hecho creer que la belleza es una cualidad inherente a la raza blanca. Formas de insertar está idea las ha habido muchas, y, aunque –por hablar de orígenes– podríamos enfocarnos en el mito fundacional en México (Quetzalcoatl y demás), me interesa, más bien, desglosar al cine tradicional y comercial (principalmente al Hollywoodense) como uno de los dispositivos que mayor entrada e influencia estética han tenido en el mundo entero, incluyendo a Latinoamérica. Sus contenidos se encuentran embalados y camuflados como mero entretenimiento, se proclaman como no-políticos y así ondean una falsa bandera de neutralidad, que les abre el paso ante todo tipo de receptores. Es importante parafrasear a Antonio Méndez Rubio para entender que proclamarse como discurso no ideológico es una invitación a no ocuparse de la ideología en lo absoluto, de asumir y de normalizar los mensajes, para consumirlos así como vienen: Hollywood ha fungido como la vaselina perfecta, que permite la fácil entrada de las doctrinas del frente conservador, no sólo por ser “inocentemente entretenido”, sino, también, por la difusión masiva que lo caracteriza; de este modo, ha ampliado los alcances de un racismo que hoy en día ya es más cultural que biologista, de ahí que con hablar de raza blanca nos refiramos a mucho más que a un color de piel; la blanquitud implica todo un contenido ideológico que se ha asumido como dominante. Este tipo de cine tradicional (que no sólo radica en Hollywood, sino en otras productoras internacionales), le ha adjudicado a los personajes blancos roles específicos que le otorgan un poder simbólico, cuyas características específicas legitiman su hegemonía; piense usted en James Bond (de EON productions) y en la admiración que tantos le profesan: se trata de una representación monolítica de las expectativas del éxito contemporáneo, una figura que involuntariamente fortalece el insuperable mito del apoteósico Quetzalcóatl; ¡vamos!, las cosas no han cambiado tanto desde entonces, al fin de cuentas son un par de fantasías caucásicas: hombres prototípicos, llenos de conocimiento y habilidad. Para muchos, manifestaciones del siguiente paso de la evolución humana.
Tampoco podemos responsabilizar del todo a las historias que los plantean como aventureros que dominan las más enrevesadas hazañas (tipo Ethan Hunt en Misión Imposible o Indiana Jones); esta fascinación por los individuos que parecen salir de los cuadros de Rossetti, existe también gracias a las múltiples cintas en las que representan a los héroes paternales, a las princesas, a las hadas y a las madres bondadosas. Los blancos son muchas veces portadores de sabiduría y verdad, pero, principalmente, son los protagonistas: los ojos a partir de los cuales se nos cuentan las historias, la perspectiva universal de lo que acontece y a los que la luz principal del escenario ha de seguir toda la obra… Esta idea de la luz es más literal de lo que parece; ya Richard Dyer ha estudiado los procesos de iluminación cinematográfica, de los que se ha valido la fotografía para connotar un halo de pureza en los intérpretes. Visualmente podremos relacionarlos con figuras divinas, sus rostros irradian luz, como el de Ingrid Bergman en Casablanca: se trata de imágenes angelicales y espectrales como los de la iconografía cristiana, que podrán consolidarlos como una suerte de semidioses dignos del imperio, mientras los Otros serán –con suerte– secundarios, o –siguiendo con la tradición– parte de una folclórica y plana escenografía. La construcción de este Otro se ha dado, en parte, con las cintas que dibujan los viajes de muchos de los protagonistas a los lugares del oriente, aquellos sitios misteriosos y lejanos, en donde, en repetidas ocasiones y por utópica naturaleza, los nativos habrán de adaptarse al visitante hablando su lengua; como si se tratase de una colonia que vive supeditada al colonizador, o como si la historia de Robinson Crusoe y de Viernes se convirtiese en norma, y los lugareños se sometieran –con toda la disposición del mundo– al egocéntrico visitante.
Dentro de los argumentos en este tipo de cine, las mujeres u hombres cuyo físico queda fuera del prototipo de la blanquitud, en ocasiones su rol no trasciende de lo exótico o de lo coleccionable, son una estampilla más, algo que –si se es lo suficientemente atrevido– debe experimentarse al menos una vez en la vida; pero eso sí, ellos (los árabes, los latinos, los asiáticos…); difícilmente, permanecerán de la mano del protagonista hasta el final, hasta ese momento en el que la película cierra con la leyenda: and they lived happily ever alter… ¡Jamás! Para estos asuntos será mejor quedarse con alguien de la misma raza, que no genere ruido en las reuniones familiares, siempre tan al servicio de la moral Hollywoodense. Habrá quien diga que la cosa no puede estar tan cerrada, si ya personas como Halle Berry (o Magaly Solier o Catalina Sandino, por hablar del cine latinoamericano) se han incorporado a los parámetros de belleza, pero, ¿no se trata de una occidentalización de la diferencia? Sus facciones no distan mucho de las que hemos visto en el cine clásico: son casi blancas, con un color de piel un poco más obscuro y sí, con discretos rasgos que sugieren –apenas– una raza distinta. Se trata de una analogía de las políticas de occidente, y de como incorpora a los Otros: con la condición de que adapten sus rasgos individuales al hegemónico, a un estilo de vida y a una misma estructura moral y de pensamiento. Lamentablemente, esta situación se viene replicando en producciones locales desde hace ya muchas décadas, con figuras que se asemejan a los parámetros estéticos del prototipo dominante; para esto podemos recordar a Rita Macedo, que si bien interpretaba los roles “del pueblo”, su físico fomentaba la aspiración a la blanquitud; lo mismo con María Félix o Pedro Infante, versiones mexicanas que no subvierten en lo absoluto a las figuras del deseo tradicional. Esta situación no ha sufrido cambios relevantes, y hoy en día actrices como Ana de la Reguera siguen siendo consideradas “las mexicanas más guapas”, aunque, honestamente, no se vean tan mexicanas, o bien, sean la minoría latina que más se acerca al esquema europeo.
Después de esto no sugiero que seamos totalmente intolerantes ante la producción audiovisual, principalmente porque no todos sus contenidos mantienen una misma estructura y puede haber propuestas que planteen otro tipo de belleza; pero tampoco sería justo ignorar que sí se trata de una tendencia –que no es que siempre se construya con perversas intenciones de dominación–, pero, simplemente, que sí reproduce y legitima un mismo y único discurso. Es importante que la cinematografía nos deje ver otras historias, en las que se disocie la idea rol=fenotipo, para romper con estereotipos raciales y deshacer esa ilusión cinematográfica, que tantas veces nos sugiere que lo válido es lo que se encuentra en foco, y que el resto son sólo sombras que habrá que dejar fuera.
Gracias por desarrollar completamente el cliché de lo que significa ser latino. Que bueno que tú también mantengas y promuevas la idea de que los blancos no son latinos o que los latinos no son blancos. Sin embargo, creo que tu análisis es una replica de un cliché sin informació de respaldo. Qué porcentaje de las películas grabadas en un año tienen las características que dices. ¿No será más bien que esperas que el cine que tú estas viendo tenga características del cine que no ves? Ve alrededor, el cine de hollywood claro que es blanco, ¿donde se produce? Respuesta, en un país mayoritariamente blanco. Busca en el cine de Bollywood, en el cine asiático, como ejemplos. Tu profecía se ajusta a un nuevo arquetipo de colonialismo mal diseñado analíticamente.Ahorranos el tiempo y metete a un debate serio de lo que implica el racismo en algún lugar, salte del lugar común tan sencillo y superficial.
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–Gracias por tu comentario. Me imagino sabrás que cuando nos
gusta el cine, lo más difundido llega a considerarse tan trillado que uno
empieza a buscar otro tipo de manifestaciones audiovisuales y se encuentra con
historias distintas. En mi caso, por gusto y profesión veo constantemente ese
otro cine del que tu hablas, en donde se cuentan otras historias (Hablando de
cuestiones anticolonialistas te recomiendo El río solía
ser hombre de Jan Zabeil, que subvierte precisamente
esta idea de rol=fenotipo y rompe con el imaginario romántico y folclórico que
se ha construido de África). Hablo de este cine, porque precisamente su
popularidad hace que funcione como línea rectora de los cánones de belleza en
nuestro contexto, que por ser tan visto funciona como parámetro que, aunque no
lo creas, aún siendo tan cliché, muchísima gente lo reproduce y muy poca se lo
cuestiona; de poco me serviría ser esnob y criticar la nueva película de
Nadine Labaki: "¿A dónde vamos
ahora?" y cuestionar los roles otorgados a los géneros, o, justo,
analizar porque una de las protagonistas que más se asemejan al prototipo de la
blanquitud es la que representa a la "guapa del pueblo"; o como dices
tú, hablar del cine de Bollywood, que me imagino (si ya lo has visto) te
has dado cuenta de como legitiman a los mismos "guapos" que nos ha
inculcado el cine norteamericano; es inclusive cómico como los galanes
literalmente son los más blancos, te sugirero 3 idiots de Rajkumar Hirani, o, por aquello que comentas del
tiempo, puedes ahorrarte las 3 horas y ver este video del Indian Robot
Endhiran http://www.youtube.com/watch?v=7yBnl_krN_U (min 5:25) para que veas
quienes son las chicas guapas por acá también. ¿Excepciones? Hay millones,
claro que existe cine que cuestiona o se mofa de esta situación (Diviértete con
El crimen ferpecto de Álex de la
iglesia), pero es necesario hablar de los dispositivos hegemónicos de estos
paradigmas. Estos lugares comunes funcionan para comunicarnos con más personas,
para establecer un diálogo con quienes, a diferencia de ti, aún no les parecía
tan obvio. Tal vez tú buscabas un texto más focalizado, pero bien, no todos los
textos son construídos con la visión que nos interesa. Nadie pone en duda
que el cine de Hollywood está hecho por blancos, y por
ende sus personajes tienen estas características, pero mira que bien los
imitamos y los legitimamos en producciones nacionales. Existe otro cine (y
podríamos escribir una lista infinita de ejemplos), pero es necesario darle
foco a las películas que más permean en nuestra cultura. Es peligroso asumir
que un tema "sencillo y superficial" como el cine más popular, con
sus mensajes hegemónicos, no tiene que ser ventilado para comprender el
racismo que existe actualmente. Ya habrá tiempo para escribir desde otras
perspectivas, o focalizarnos en otras partes, pero por ahora me parecería absurdo y pretencioso asumir que tocar el tema está de más. ¡Saludos!
Hola MASC
Gracias por tu comentario. Me imagino sabrás que cuando nos
gusta el cine, lo más difundido llega a considerarse tan trillado que uno
empieza a buscar otro tipo de manifestaciones audiovisuales y se encuentra con
historias distintas. En mi caso, por gusto y profesión veo constantemente ese
otro cine del que tu hablas, en donde se cuentan otras historias (Hablando de
cuestiones anticolonialistas te recomiendo El río solía
ser hombre de Jan Zabeil, que subvierte precisamente
esta idea de rol=fenotipo y rompe con el imaginario romántico y folclórico que
se ha construido de África). Hablo de este cine, porque precisamente su
popularidad hace que funcione como línea rectora de los cánones de belleza en
nuestro contexto, que por ser tan visto funciona como parámetro que, aunque no
lo creas, aún siendo tan cliché, muchísima gente lo reproduce y muy poca se lo
cuestiona; de poco me serviría ser esnob y criticar la nueva película de
Nadine Labaki: “¿A dónde vamos
ahora?” y cuestionar los roles otorgados a los géneros, o, justo,
analizar porque una de las protagonistas que más se asemejan al prototipo de la
blanquitud es la que representa a la “guapa del pueblo”; o como dices
tú, hablar del cine de Bollywood, que me imagino (si ya lo has visto) te
has dado cuenta de como legitiman a los mismos “guapos” que nos ha
inculcado el cine norteamericano; es inclusive cómico como los galanes
literalmente son los más blancos, te sugirero 3 idiots de Rajkumar Hirani, o, por aquello que comentas del
tiempo, puedes ahorrarte las 3 horas y ver este video del Indian Robot
Endhiran http://www.youtube.com/watch?v=7yBnl_krN_U (min 5:25) para que veas
quienes son las chicas guapas por acá también. ¿Excepciones? Hay millones,
claro que existe cine que cuestiona o se mofa de esta situación (Diviértete con
El crimen ferpecto de Álex de la
iglesia), pero es necesario hablar de los dispositivos hegemónicos de estos
paradigmas. Estos lugares comunes funcionan para comunicarnos con más personas,
para establecer un diálogo con quienes, a diferencia de ti, aún no les parecía
tan obvio. Tal vez tú buscabas un texto más focalizado, pero bien, no todos los
textos son construídos con la visión que nos interesa. Nadie pone en duda
que el cine de Hollywood está hecho por blancos, y por
ende sus personajes tienen estas características, pero mira que bien los
imitamos y los legitimamos en producciones nacionales. Existe otro cine
(y
podríamos escribir una lista infinita de ejemplos), pero es necesario
darle
foco a las películas que más permean en nuestra cultura. Es peligroso
asumir
que un tema “sencillo y superficial” como el cine más popular, con
sus mensajes hegemónicos, no tiene que ser ventilado para comprender el
racismo que existe actualmente. Ya habrá tiempo para escribir desde
otras
perspectivas, o focalizarnos en otras partes, pero por ahora me
parecería absurdo y pretencioso asumir que tocar el tema está de más.
¡Saludos!