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Por Marco Bravo

Era una mañana especial. Por lo menos para mí. La noche anterior, contra viento y marea, había logrado cumplir uno de mis sueños, ver a Radiohead en vivo. Por este lado del mundo es difícil cumplir este tipo de sueños. Un concierto redondo, parejo y lleno de matices que recorrieron la historia de mi vida de principio a fin. Por eso no era de extrañarse que me despertara con una gran sonrisa en el rostro y una gran satisfacción en el alma. Misión cumplida.

Salí con rumbo desconocido (por el momento, porque sabía que mi destino era Valparaíso), Massive Attack en mis oídos y en la calle un escenario funesto pero pintoresco: varias farmacias rayadas con alusivos en contra del robo y la sinverguenzura. Algo típico (pensé) por el momento de crisis que se vive en el país, pero algo existía más allá. Claro, mi poca afición a la televisión me había traicionado. Me detengo en un restaurante de poca monta para observar el reporte de las noticias, que en ese momento transmitían algo que para mi era impensable y aborrecible, pero no extraño. Ya nada extraña en este país corrupto. Las tres principales cadenas de farmacias en Chile se encontraban en un escándalo por  colusión en alza de precios de alrededor de 300 medicamentos. Colusión. Palabra de moda en Chile este ultimo periodo.

Con el correr de los días surgieron mas datos sobre tal magno escándalo. El caso de la colusión de las tres cadenas farmacéuticas más grandes del país (Farmacias Ahumada, Salcobrand y Cruz Verde) que en conjunto mantienen el 92,1% del mercado del medicamento en Chile, representa, sin duda, uno de los más grandes golpes del descaro en este país. Además, algunos de los sobreprecios encontrados superaban el 3000% en comparación con otros medicamentos de referencia, lo que hacia de esto una cueva de lobos. Pero esto aun estaba lejos de concluir.

Con el correr de las semanas surge a la luz pública un nuevo dato. El candidato presidencial de la derecha en Chile, Sebastián Piñera, poseía acciones dentro de este oligopolio. Piñera es el candidato de Renovación Nacional (partido de derecha que alberga a los remanentes políticos socialmente aceptados de la dictadura de Pinochet, junto a la UDI) para las elecciones presidenciales de este año. Posee un vasto imperio comercial y de acciones que incluye el canal de TV Chilevisión, aerolíneas LAN Chile, Club Deportivo Colo-Colo, centro comercial Parque Arauco y es dueño de una gran parte de la Isla de Chiloe, en el sur de Chile, entre otros negocios involucrados a su persona. Además, este auto referido “servidor público por vocación”, estuvo involucrado en actos de colusión  cuando era presidente de LAN, donde tuvo que pagar una millonaria multa y estuvo en la mira publica por utilización de información privilegiada para comprar acciones dentro de la misma empresa, donde recibió el oprobio por parte de sus detractores y la gente en general. Plato repetido.

Días más tarde, disuelto en una de esas tantas calles de Valparaíso, me entero por una televisión apostada en un bar que el fallo en contra de esta cadena farmacéutica resultaba en una indemnización por un millón de dólares. Prácticamente nada. Nada para ellas. Además, esta mafia buscaba un mecanismo para la devolución de dinero a los consumidores por los sobre precios cobrados. ¿Cómo sigue el descaro y la risa en nuestra propia cara?

Esta decisión generó la molestia de usuarios y consumidores, que veían con estupor el robo y la codicia reducida a tan ínfima cantidad de dinero y la impotencia de no influir en tan grosera decisión. Los chilenos afectados con los sobreprecios vieron con conformismo ante sus ojos la decisión de devolver los dineros, pero bajo muchas condiciones que la misma empresa regularía con el correr de los días.

Muchas medidas se intentaron levantar contra estas farmacias por parte de concientes  grupos minoritarios. Desde aumentar los rayados en cada farmacia, marchas por la ciudad y un llamado a boicot el pasado 7 de abril, Día Internacional de la Salud, para que ningún chileno comprara en estas cadenas. Nada de esto sucedió. Poco a poco la noticia comenzó a declinar, hasta el extremo de la burla en algunos programas. Ya se habla en algunos medios de la cifra del desempleo en Santiago, el súper clásico del fútbol o la farándula. Todo volvía en aparente calma; acá no ha sucedido nada y todos a sus vidas paralelas de encierro y ahogo individualista. Olvido.

Esto me lleva a pensar en la fragilidad de depender de un oligopolio, el cual rápidamente se puede transformar en un monopolio. Esto no solo se ve en las farmacias, sino que en los supermercados, telecomunicaciones, agua potable, electricidad y varios insumos básicos y de segunda necesidad dentro de nuestra vida diaria. Tampoco puede ser posible que un candidato a la presidencia, que posee extensos poderes económicos, lucre con la salud de las personas participando en una sincronizada alza de precios en medicamentos como anticonceptivos o diabéticos. Un candidato cristiano, intachable y respetable para los ojos de la prensa, coludida también en su persona, que intenta una limpieza de imagen a costa de intereses económicos antes de las elecciones de diciembre. Todo lo corrupto de su persona se borra como la goma al garabato.

Mi pueblo sigue dormido, pero quizás no tanto como antes. Como cada día, camino por estos cerros presos del tiempo y  la nostalgia, tratando de encontrar una explicación a tal magna crisis. No económica, sino mental y de dignidad. De dignidad humana. Aun veo compañeros de universidad compartiendo el mismo plato con dos o más; veo ollas comunes en las calles, familias sin trabajo, sin comer. Parches del gobierno para apalear la crisis de forma momentánea, pero no a largo plazo. Una de las economías más sólidas de Latinoamérica presa de su propia miseria. Y nosotros, presos del miedo a perder nuestros trabajos si se alza la voz.

Como dijo Einstein en algún momento de su vida “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”. Este pueblo guerrero como su sangre ancestral, sigue aletargado por tal cantidad de basura programática en la televisión; burdos programas de espectáculo y de humor, donde su único fin es hacernos olvidar la crisis con malas repeticiones de artistas básicos sin análisis propio y pasar por alto que existen caraduras al poder que dominan de forma abierta nuestra capacidad de inocencia social. Inocencia que solo se demuestra día a día, acto tras acto. A este, mi país, le falta abrir los ojos y despertar de tan mala pesadilla, y ver, de una vez por todas, que no estamos diseñados para seguir, sino para pensar de forma autónoma y actuar. Riendo como hienas esperamos ser comidos por bestias sedientas de carne fresca. Un escenario macabro nos envuelve, y nosotros, sentados, esperando. La ley del más rico nos parece natural y se nos olvida que existe la masa, la gran minoría, que puede actuar organizada y crear algo nuevo y bello para si mismos.

Y Einstein una vez mas en mi cabeza: “la verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.”

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