Vanessa E. Rebollar Viana*
Desde que el 25 de enero se realizó la primera movilización por motivo de la Copa, la prensa internacional ha llamado la atención sobre lo que sucede en Brasil y también expresado su preocupación por el desarrollo del evento deportivo. Estas protestas no obstante han sido comparadas (y mantienen una ligación con) las exitosas protestas del año pasado que lograron detener el aumento a las tarifas del transporte público, tienen ciertas diferencias respecto a sus actores y objetivos. En este sentido surgen algunas preguntas que pueden ser lanzadas: ¿Cuál es el contexto dentro del cual han surgido las protestas? y ¿Quiénes son los actores y sus demandas y cómo se han logrado articular los intereses de los diversos sectores de la población? Así, en un primer momento hablaré de las coordenadas social, política y económica que pueden explicar o dar sentido al surgimiento de las movilizaciones, para posteriormente, señalar las particularidades de la actual protesta.
A groso modo, estas son las coordenadas para para entender al Brasil antes de la Copa:
-Coordenada social. Desde el inicio del nuevo milenio, Brasil ha presenciado una importante transformación social con la incorporación de 40 millones de personas a la llamada “nueva clase media”. Para algunos especialistas, las protestas son consecuencia de una población más educada y políticamente más asertiva. Además, el sector joven de esta parte de la población se vale del uso de las redes sociales como medio para expresar y coordinarse para exigir sus derechos y exponer sus demandas. El éxito de las protestas del 2013 en el país se debió en gran parte a las convocatorias que se hicieron desde Facebook y Twitter (Brasil es el segundo país con mayor número de usuarios de ambas redes, solo por detrás de Estados Unidos). A pesar de este logro, también quedan aspectos negativos que no han sido resueltos como la violencia y la exclusión que aún sufre una buena parte de la población. Estos fenómenos han tenido sus propias expresiones sociales en los violentos choques entre los habitantes de las favelas y la polícia en el marco de los programas de pacificación, además de los llamados “rolezinhos”.
-Coordenada política. En octubre de este año, se celebran elecciones de representantes de nivel local y federal, entre ellas -la más importante-, la de quien encabezará el poder ejecutivo. El desarrollo de las protestas del 2013 expuso las debilidades del gobierno y aunque las actuales movilizaciones no son tan significativas como aquellas, también han tenido impacto en la aprobación de la actual gestión. A pesar de esto, Dilma Rousseff mantiene una ventaja en la intención de voto respecto de sus adversarios, por lo que su reelección es altamente probable. Para el gobierno, el pesimismo que existe alrededor de la Copa corresponde a un intento de politizar el evento en un año político clave.
-Coordenada económica. Desde que fue incluido dentro del grupo BRIC, las expectativas para el desarrollo del país fueron altas y poco a poco han ido disminuyendo al grado de caer en un pesimismo que no necesariamente se corresponde con la realidad. Particularmente, el escenario negativo que se dibuja es debido al modesto crecimiento del PIB y de la inflación. Brasil estuvo entre las economías latinoamericanas que sortearon de manera ejemplar la crisis financiera del 2008, donde decreció apenas 0.3% del PIB en el 2009 y al año siguiente obtuvo un crecimiento del 7.5%, según datos del Banco Mundial. En lo que va del gobierno de Rousseff la nota más alta de crecimiento corresponde a aquella del año 2011 con 2.7%. Por otro lado, el promedio de inflación media anual durante los años de gobierno de Rousseff es ligeramente más alto que en ambos mandatos de Da Silva (6,5% frente a 5,8%). Con todo esto, son mayores los aspectos positivos que pueden señalarse: un crecimiento considerable de la inversión extranjera, del PIB per cápita anual, de las exportaciones; así como la baja de la tasa del desempleo y de la pobreza.
A estas coordenadas debemos añadir un factor que las toca transversalmente: la corrupción. Brasil se encuentra en el lugar 72 de 177 del ranking mundial del índice de percepción de corrupción elaborado por Transparencia Internacional con 43 puntos de 100. Este nivel de percepción corresponde a lo que podría calificarse como un país “medianamente” corrupto (comparandolo con otros países de la región que tienen un índice alto, como México, o muy alto, como Venezuela). El tema ha adquirido particular relevancia debido a dos asuntos en los que el gobierno ha estado involucrado. El primero de ellos, el famoso mensalão que está especialmente ligado a personajes del Partido dos Trabalhadores y, el segundo, la compra por parte de Petrobrás (mientras Rousseff presidía su Consejo de Administración) de una refinería en Estados Unidos por un valor mucho más elevado del que se debió pagar y que resultó en un daño financiero para la empresa. Las recientes protestas también han abordado este tema, considerando el reajuste para los gastos de la Copa que realizó el gobierno, equivalente a 9 veces más del desembolso que se estimó inicialmente, un total 25,6 mil millones de reales, de los cuales 83,6% son recursos públicos. La mala planeación en las obras aumenta el pesimismo en la opinión de los brasileños cuando se dice que el país no está preparado para recibir la Copa.
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Não vai ter Copa
Este es el lema de las protestas contra la Copa que dieron inicio el 25 de enero. La frase surgió a raíz del manifiesto “Se não tiver direitos, não vai ter Copa” lanzado el 10 de diciembre del 2013 (Día Internacional de los Derechos Humanos), en el cual se señalan los excesivos gastos que el gobierno ha realizado en la preparación del evento y la relegación de la satisfacción de temas prioritarios (salud, educación, vivienda, transporte, etc.) para la población. Inicialmente, el manifiesto fue firmado por cinco movimientos sociales que tienen distintas reivindicaciones: El Movimiento Passe Livre, el Forum Popular de Salud del Estado de São Paulo, el Colectivo Autónomo de los Trabajadores Sociales y el Comité Contra el Genocidio de la Población Negra.
Sin embargo, la organización colectiva popular en torno a los dos mayores eventos deportivos que albergará Brasil, viene desde antes cuando se formalizó la Articulación Nacional de los Comités Populares de la Copa (ANCOP) en 2011. Los Comités Populares Locales que existen en cada una de las ciudades sede de la Copa y de las próximas Olimpiadas están conformados por distintos actores de la sociedad civil, como es el caso del Movimiento Passe Livre, responsable por las movilizaciones de junio del 2013 y del manifiesto del 10 de diciembre. La ANCOP, a su vez, lanzó el Manifiesto 15M, declarando el 15 de mayo del 2014 como el “Día internacional de las luchas contra la Copa”, llevando a cabo diversas movilizaciones en el país. Las pautas del 15M abarcan un gran número de temas que exponen los efectos negativos de la Copa: la condena en los intentos de criminalización de la protesta a través de leyes; la desmilitarización de la polícía; oportunidades laborales a trabajadores informales; solución al despojo en la vivienda por la especulación y fin de la limpieza social en la ciudades sede; seguridad para evitar el turismo sexual y el fortalecimiento de los derechos de grupos vulnerables; inversión en transporte público; ingreso popular a los eventos y respeto a las formas culturales de los aficionados brasileños; auditoría popular a las obras realizadas; y la democratización de los medios de comunicación.
Estas pautas reflejan el carácter heterogéneo de todos aquellos actores que, principalmente, pueden ser identificados dentro del espectro ideológico de izquierda. Esto mismo ha sido extrapolado a las protestas: existen posiciones moderadas y radicales con distintos objetivos, en los que no todos los manifestastes están de acuerdo incluso con el sentido del lema de las protestas. Mientras que para unos refiere a un grito de batalla de orden simbólico cuya única intención es acompañar a las movilizaciones que visibilizan la critica de los supuestos beneficios de la Copa, para otros, constituye una posibilidad real, “una demostración de la fuerza del pueblo y una derrota para el gobierno”.
La última y más importante protesta realizada en São Paulo (22 de mayo), reunió a unas 15 mil personas, cifra que no representa ni la mitad de asistentes (65 mil personas) de aquella que se realizó el 18 de junio del 2013. A diferencia de las actuales protestas, donde la articulación proviene esencialmente de demandas afines a la izquierda política y sectores populares, en las del año pasado, hubo también participación de personas que normalmente han estado en contra del gobierno petista.
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Pero si va a haber…
Brasil puede dar lecciones dentro y fuera del estadio. A raíz de las protestas, la población ha sido más conciente y crítica de la gestión del gobierno de izquierda, que si bien ha avanzado en unos aspectos, en otros aún ha quedado a deber y esto será reflejado tanto en las calles como en las urnas. No obstante la crítica compartida acerca de cómo el gobierno ha (mal) planeado el evento, existe ahora una campaña en las redes para mostrar los aspectos positivos de Brasil, su cultura y su gente. Después de todo, es un pueblo apasionado por este deporte: Brasil es y seguirá siendo el país del fútbol. En un país donde existen más de 300 millones de personas devotas al fútbol (siguiendo las palabras de Eduardo Galeano), la colección de sus ídolos y santos tienen un éxito rotundo entre personas de cualquier edad, sexo y estrato social que se reúnen para intercambiar sus figurinhas del Album da Copa.
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*Internacionalista. Maestra en Ciencias Sociales por la FLACSO México. Estudiante de doctorado de la UNAM. Twitter: @vane_rv