Se le ha llamado farsa y teatro electoral. Y este 6 de noviembre se consumó un triunfo en las urnas que no fue sorpresa para nadie: Daniel Ortega se reeligió como presidente de Nicaragua, por tercer período consecutivo. Pero eso no es todo: esta vez su esposa, Rosario Murillo, lo acompaña como vicepresidenta. Datos preliminares indicarían que el Frente Sandinista se llevó 72% de los votos, con 98% de las mesas electorales contabilizadas.
La jornada se caracterizó por una muy baja participación por parte de la ciudadanía (el Consejo Superior Electoral afirma que la participación fue de 65%, mientras que la oposición y medios señalan que la abstención rondó el 70%), además de reportes de acoso e intimidación a votantes. De acuerdo con Wilfredo Miranda, periodista de Confidencial e integrante de la segunda generación de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas, el sentimiento era que no valía la pena salir a votar, pues ya todo estaba decidido.
“La baja participación en las elecciones de Nicaragua son producto del descrédito del Poder Electoral y la falta de una competencia real, debido a que Daniel Ortega ilegalizó a la oposición reunida en la Coalición Nacional por la Democracia. Ortega participa en unas elecciones con candidatos comparsas. La verdadera competencia la tuvo contra la abstención, que el Poder Electoral disimuló con la reducción del padrón electoral en más de un millón de votantes”, dijo Miranda a Distintas Latitudes.
“Personalmente, creo que votar no sirve de nada. Desde 2008 los nicaragüenses hemos perdido ese derecho con los sucesivos fraudes electorales denunciados. Ni siquiera podemos marcar nulo la boleta, porque no tenemos la certeza de si son contados como tal. El gobierno ha desplegado a todos sus partidarios para acarrear personas a las urnas, pero los reportes obtenidos en todo el país muestran una apatía bastante fuerte”, agregó.
La hijastra de Ortega e hija de Rosario Murillo, Zoilamérica Ortega, radicada en Costa Rica, también se ha pronunciado sobre este proceso, y ha dicho que se trata de un teatro electoral.
“La candidatura en dúo de la pareja presidencial, como se le llama en Nicaragua, tiene que ver con la imposibilidad de confiar en alguien más, de encontrar a la persona perfecta que llegue a tener ese nivel de complicidad y de anuencia a favorecer todo el nivel de encubrimiento que hay en Nicaragua”, dijo Ortega Murillo.
Esta situación ha generado alarma por la evidente concentración de poder en la familia Ortega-Murillo, y la posibilidad de “herencia” de la presidencia, con lo cual estaría consolidando una verdadera dinastía política. Sin embargo, ¿qué significa este resultado para el vecindario inmediato de Nicaragua (Centroamérica), y en general para América Latina?
La respuesta tiene diferentes facetas.
Concentración de poder y alianzas oscuras
De acuerdo con el analista político costarricense, Vladimir de la Cruz, las elecciones de Nicaragua evidencian una política continuista del partido de Daniel Ortega, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en condiciones cualitativamente nuevas, por cuanto ahora su esposa, Rosario Murillo, es vicepresidenta con posibilidad de llegar a ejercer la presidencia efectiva en el próximo período, debido a que Ortega padece problemas cardiacos y una enfermedad no divulgada.
“De hecho, ella (Rosario Murillo) venía ejerciendo todos los poderes públicos en Nicaragua. La influencia de ella desde hace muchos meses era evidente. Controla, por su importancia y su influencia, también los otros poderes públicos, como el poder electoral y parte de la Asamblea Nacional. Incluso es una vocera oficial del gobierno en casi todos los aspectos de la vida nacional nicaragüense”, dijo de la Cruz a Distintas Latitudes.
Es por esto que al “sandinismo” actual en Nicaragua se le ha llegado a comparar con el régimen dinástico de los Somoza, en tanto en estas circunstancias, por el tiempo que lleva en el poder Ortega, como por la posibilidad de herencia del poder, y por la influencia también de su familia en la vida económica de Nicaragua. El régimen ejerce en este momento control no solo en los órganos del Estado, sino también en sectores económicos que han sido tradicionalmente opositores.
De la Cruz señala que, por negocios con el Estado, con el gobierno y con la familia Ortega un sector importante de empresarios está de acuerdo en el continuismo político de él, y la Iglesia católica, que había sido tradicionalmente opositora a Ortega desde los 80, hoy día es una aliada. El FSLN nada tiene que ver con el origen revolucionario de esa organización en los años 70 y todavía durante la década de los 80.
Nicaragua militarizada
Militarmente, Nicaragua se ha venido desarrollando como una potencia centroamericana, según el análisis de Vladimir de la Cruz, quien considera que este país tiene el ejército más desarrollado de Centroamérica.
“La adquisición reciente de armamento ruso hace que tengan hoy una pequeña potencia militar en Centroamérica que afecta la situación política de la región, aunque no de una manera amenazante. No hay, en perspectiva, un conflicto importante entre Nicaragua y Costa Rica que tenga que resolverse por las armas. Cualquier conflicto que nosotros tengamos con ellos se resolverá finalmente en el plano de los tribunales internacionales, salvo que hubiese una ocupación militar de Nicaragua en nuestro territorio (Costa Rica), o de una manera torpe y absurda se le ocurriera invadir Guanacaste”, dijo de la Cruz.
“El armamentismo de Nicaragua, en términos de aviones, de buques, de tanques, lo han venido justificando en la lucha contra el narcotráfico, y eso calza con las políticas de Estados Unidos. Aunque pareciera que eso es nada más la careta de ese proceso de militarismo exacerbado”, agregó.
Migración
En materia de migración, de la Cruz opina que Nicaragua mantendrá los mismos los mismos flujos migratorios hacia Costa Rica que se tienen hasta hoy, salvo que haya un mayor deterioro económico y de pobreza real y efectiva en el país, que conduzca a que familias se desplacen.
En este sentido, los principales flujos migratorios desde Nicaragua se dan hacia Costa Rica, una parte, y otra hacia El Salvador, donde la economía está dolarizada.
Nicaragua y el ALBA
De la Cruz también se refirió a la relación entre Nicaragua y el grupo ALBA, que a nivel regional está técnicamente debilitado. Venezuela, particularmente, por su crisis económica, política y social, no puede dar las ayudas que le ha dado a Nicaragua anteriormente.
“Hoy es un grupo totalmente debilitado, y en una encrucijada de debilitamiento político regional suramericano, por los cambios políticos que se han dado en Argentina y en Brasil, principalmente, y en Paraguay también, y hasta con el gobierno socialista del Frente Amplio en Uruguay”, señaló el analista.
En este sentido, el escenario está cambiando mucho para Nicaragua. La crisis energética mundial, en términos de la caída de precios del petróleo no favorece al país. Las inversiones chinas en Nicaragua no se están desarrollando con la fuerza que se pensaba que se iban a desarrollar; ni siquiera con la creación de una refinería, como estuvo pensado en esa zona.
Nicaragua y las elecciones en Estados Unidos
En relación con Estados Unidos, que pronto tendrá un proceso electoral (este martes 8 de noviembre), Nicaragua también tendría circunstancias débiles. Sin importar si gana Donald Trump o Hillary Clinton, de la Cruz considera que Estados Unidos no debe ver con buenos ojos la presencia rusa ni china en Nicaragua, aunque no sea una presencia militar que afecte geopolíticamente los intereses de Estados Unidos.
“En el campo militar, la presencia rusa en Nicaragua, no les debe gustar a los Estados Unidos. La presencia económica de China tampoco. Sin embargo, el mismo Trump recientemente ha dado declaraciones de respetar los procesos políticos internos de cada país, de no meterse en los asuntos internos de otros países”, puntualizó.
En general el panorama que se esboza entre Nicaragua y el resto de Centroamérica y América Latina con la continuidad de Daniel Ortega no pareciera implicar grandes cambios, sino una profundización de tendencias que se han venido dando hasta ahora en el régimen, con un escenario regional e internacional menos favorable para el otrora revolucionario e izquierdista gobierno nicaragüense.