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No le pidas al hambriento que no se coma el último faisán del planeta

Por Alex Schonenberg

Hablar de resolver la crisis ambiental en países en vías de desarrollo, como El Salvador y Honduras, es como hablar de invertir $5,000 en exterminar cucarachas en el rancho de una familia que se está muriendo de hambre. Tanto la crisis ambiental como la plaga de insectos son problemas serios que demandan una eventual solución, pero que al ser comparados con otros problemas existentes, palidecen en los peldaños medianeros de las prioridades. Los gobiernos de los países pobres y violentos de Centro América se ven obligados a destinar la mayoría de sus recursos a solventar problemas como el hambre, la pobreza, la delincuencia y la falta de educación antes de mirar hacia los efectos negativos del cambio climático, la deforestación, la extinción de la fauna y el efecto invernadero.

En El Salvador, por ejemplo, mientras el Gobierno Central, comandado por el nuevo presidente de izquierda Mauricio Funes, lanza una batalla frontal contra el crimen organizado, la corrupción, y el déficit fiscal, el Ministerio de Medio Ambiente desempeña un papel muy pobre y secundario a través de seudo-campañas como la de limpieza del Lago de Ilopango (en el marco de las actividades conmemorativas al Día Mundial del Medio Ambiente), o la de mitigación de riesgo en la zona del Volcán de San Salvador (la cual consistió en una única reunión para “concientizar”). Además, Mauricio Funes se vería muy irresponsable y cínico si reforzara el presupuesto del Ministerio de Medio Ambiente cuando acaba de despedir a casi un centenar de empleados públicos por falta de fondos.

En Honduras, con la crisis política actual y los ojos del mundo puestos en ella, sería una pérdida de tiempo intentar convencer a la población sobre la importancia de rescatar el Lago de Yojoa de la contaminación, o de tratar de establecer un cambio cultural con el objetivo de que los hondureños tiren menos basura a las calles. Es evidente que la prioridad de este pequeño país centroamericano es rescatar su Estado de Derecho, antes de sembrar árboles o salvar los arrecifes de coral de sus playas caribeñas.

Pareciera que en estos países, con tantos problemas sociales, políticos y económicos, uno tras otro como ejércitos interminables, los problemas ambientales fulguraran siempre en segundo plano. ¿Cómo podríamos entonces vencer esta barrera de prioridades? La solución podría estar en la “industrialización del medio ambiente.”

En el libro Naked Economics, de Charles Wheelan leí que la mejor manera para acabar con la caza furtiva de los rinocerontes salvajes en África podría ser a través de la creación de granjas legales de rinocerontes en las cuales se criaran estos animales, desde la óptica empresarial, para cortarles los cuernos y comercialarlos. De esta manera, los dueños de las granjas velarían para que la población de rinocerontes creciera año con año, porque sólo así podrían incrementar sus ganancias.

Si aplicáramos este concepto para resolver algunos de los problemas ambientales en países como El Salvador y Honduras, tendríamos que hablar de concesionar algunos recursos naturales, como lagos, volcanes y bosques, a inversionistas privados, permitiéndoles sacar beneficio ecónomico de su explotación turística a cambio de su conservación ecológica y ambiental. Bajo esta estrategia; sin embargo, se reduciría el número de los zoológicos estatales, las playas y lagunas públicas, y los prados abiertos para el descanso y el amor salvaje entre las amapolas. A cambio recibiríamos animales viviendo en mejores condiciones, playas y lagunas más limpias y con mejores servicios, y praderas de vegetación más exhuberante y fauna más llamativa.

La contaminación por basura y gases tóxicos requeriría otro tipo de medidas, como impuestos más fuertes y sanciones judiciales. Pero de lo que sí estoy seguro es que todas esas campañas de concientización, o las de limpieza de ríos y lagos en países pobres, son una pérdida de tiempo y de valiosos recursos que podrían ser destinados a resolver los problemas más dolorosos y tangibles, como el hambre, la pobreza extrema y la delincuencia descontrolada.No le pidas al hambriento que no se coma al último faisán del planeta.

La tarea salvadoreña frente a la crisis ambiental

por Ricardo Pereira de blogotepeque.com
La apuesta al mejoramiento de la educación e inserción de temáticas sobre nuestros recursos naturales, así como las directrices de su conservación  y su desarrollo sería un buen  comienzo para alcanzar a ver resultados a corto, mediano y largo plazo.

Las nuevas generaciones necesitan crear verdaderos hábitos de conservación ambiental y tener en cuenta que a medida que los recursos naturales se acaban, sus espectativas de salud y de alimentación, de viviendas y de trabajo disminuyen. Es primordial contar con personal docente calificado y capacitado tal y como lo contemplan los objetivos del Plan de Educación 2021. El Ministerio de Educación necesita apostar en su propio personal en coordinación con otras Instituciones de Educación Superior y ONG´s. Un ejemplo claro de ello lo desarrolla una universidad especializada en pedagogía en la ciudad capitalina de San Salvador donde desde hace poco más de un año forma jóvenes talentosos en el área de Ciencia, Salud y Medio Ambiente.  Para ello se tiene presente que la formación dentro de los salones de clase no basta. Para que los estudiantes puedan crear aprendizaje significativo es necesario el trabajo se lleve de la mano con la comunidad.
Las administraciones presentes y venideras deben apostarle a la “reinvención del país” tal y como señala el mandatario Funes. No solamente con campañas de limpieza aisladas y patrocinadas por un puñado de empresas privadas. Esto como un primer paso para comenzar así a crear un cambio cultural.
La tarea de una historia ambiental salvadoreña y latinoamericana tendría que consistir en facilitar el desarrollo de nuestra capacidad para trabajar con el mundo, solucionando los problemas que plantea la crisis desde nuestra misma cotidianidad, tan fácil como iniciar un programa de reciclaje en la escuela y en la casa, la protección áreas verdes y ¿por qué no? hasta la creación de huertos escolares y caseros.
No pretendo restarle méritos a las eternas problemáticas latinoamericana, pero es desde los cimientos que debe iniciarse este cambio cultural. De no hacerlo ahora, la crisis ambiental será con mayor certeza otro de los grande problemas que nos aquejen como latinoamericanos.

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