Nuestra escuela habrá de ser una escuela para todos los mexicanos. Una escuela amplia y activa, en que las labores de la enseñanza no se posterguen a fines políticos indebidos…
Jaime Torres Bodet
Transitar por las calles del centro de la Ciudad de México se ha convertido en un pasatiempo. En sus históricas avenidas, el tedioso ejercicio burocrático diario parece desdibujarse, incluso olvidarse. Abundan monumentos que han marcado a generaciones y que despiertan, en muchos, sentimientos nacionalistas. El placer por caminar la ciudad, me llevó al recién remozado Monumento a la Revolución. Aquél, que hubiese sido el Palacio Legislativo de Porfirio Díaz, quedó consagrado a la memoria de quienes lo combatieron, para después articular un proyecto de Estado, que estuvo vigente la mayor parte del siglo pasado.
Lo imponente del monumento hace que el transeúnte no repare en todos los elementos que integran la Plaza de la República. Alrededor del monumento se encuentran la sede del Instituto de Seguridad Social y Servicios para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) y de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Todos estos pilares sobre los que se organizó y sostuvo el régimen que imperó en México hasta finales del siglo XX.
La disposición de estos edificios me advirtió sobre algunos aspectos que me inquietan en torno a la política educativa del país. El origen de estas reflexiones no era azaroso. En los días previos a este paseo, autoridades educativas habían concretado importantes reformas como el acuerdo para reformar los lineamientos de carrera magisterial[1], además, estaba cercana publicación de los resultados de la prueba ENLACE 2011[2]. Sin embargo, estos temas fueron opacados por los escándalos políticos en los que se involucraron personajes cercanos al Gobierno Federal. Entre los protagonistas de tales sucesos se encontraba la presidenta vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo Morales. La otrora aliada de las administraciones del partido en el poder se había vuelto contra un antiguo colaborador suyo, Miguel Ángel Yunes. La maestra, en un irreconocible, por no decir cínico, llamado a la legalidad, pidió auditar al ISSSTE debido a supuestas irregularidades durante la gestión de su antiguo allegado. Los medios dedicaron páginas y horas de tiempo aire para concluir lo mismo de siempre: es hora de romper con los arreglos corporativos entre el SNTE y el gobierno; dar un nuevo rumbo a la educación nacional.
Lastimosos escándalos que afectaban la imagen de un gremio constructor del proyecto postrevolucionario como había sido el magisterio. Desgraciadamente, esta imagen de lo que era el docente y la educación pública se ha desdibujado; los últimos veinte años han demostrado que más allá de perseguir fines pedagógicos y cívicos, la educación se ha convertido en un espacio de rebatingas políticas. Recordé el cuestionado triunfo electoral de Carlos Salinas en las elecciones presidenciales de 1988. En ese momento, el PRI se empeñó en asegurar lealtades de los diferentes sectores sociales. Dispuesto a evitar que otro líder sindical apoyase a la oposición[3], Salinas ordenó al entonces regente del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís, que operase la caída del dirigente del SNTE, Carlos Jonguitud Barrios, para que en su lugar quedara una antigua colaboradora del maestro potosino. Elba Esther Gordillo no dudó en abandonar a su mentor para apoyar el proyecto modernizador de Salinas y convertirse en la nueva dirigente del gremio magisterial.
Al poco tiempo de ocupar la dirigencia nacional del SNTE (abril de 1989), Gordillo firmó el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (1992). En él quedaba vertido el proyecto salinista de educación. Los servicios educativos quedaron descentralizados y ahora serían los estados los responsables de la provisión de los servicios educativos, así como del pago a los docentes. El Ejecutivo Federal conservaba las facultades normativas del sistema educativo, destacando la definición de planes y programas de estudio, la planeación y evaluación del sistema, entre otras cosas. Por su parte, el SNTE quedaba consolidado como el único interlocutor entre los maestros y el gobierno.
Es importante señalar que la propuesta inicial, elaborada por el equipo del entonces secretario de Educación Pública, Manuel Bartlett, buscaba, además de descentralizar los servicios educativos, restar presencia al SNTE dentro de la estructura administrativa de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y del sistema educativo. Reacia a aceptar tales propósitos, Gordillo aprovechó sus redes dentro del PRI y su peso político electoral para desarrollar su propia propuesta. Con miras a las elecciones de 1994, Salinas ordenó a Bartlett colaborar con el sindicato en el diseño de una nueva reforma. Ante el escaso avance en las negociaciones, el secretario sería sustituido por Ernesto Zedillo, con quien finalmente se lograrían los acuerdos con el SNTE. Una victoria determinante para Gordillo, pues toda reforma educativa tendría que pasar por ella. Con las concesiones, el gobierno reconocía el poder de la maestra y su importancia para comicios posteriores. El SNTE probaría, en años siguientes, ser una estructura paralela de gobierno con enorme poder político, económico y electoral, dejando atrás cualquier intento auténtico de reforma modernizadora.
Mientras seguía caminando por aquel espacio consagrado a la Revolución volvía cuestionarme al observar el edificio de la CNOP, cuya dirigencia estuvo también a cargo de Gordillo, como “agradecimiento” de Ernesto Zedillo por haberlo apoyado en las elecciones presidenciales de 1994. El poder de Gordillo se fortaleció con el consentimiento y la tibieza del presidente Zedillo. La ambición de la maestra pronto probó ser indistinta a las ideologías y colores partidistas, haciendo de la indiferencia a los principios y amor al poder los sellos distintivos de Gordillo Morales.
Con el régimen priista debilitado por las crisis sociales y económicas, la lideresa sindical comenzó a operar tanto con el PRI como con el PAN. Aún siendo miembro activo del Revolucionario Institucional, Gordillo se acercó a Acción Nacional –tradicional partido opositor desde la derecha– y a su entonces candidato a la presidencia, Vicente Fox mediante Jorge Castañeda. Movimientos comprometedores que le valdrían enemigos en el PRI pero que no le impidieron aumentar sus redes. Con la victoria de Fox, la maestra obtendría más cotos de poder. El ISSSTE fue concedido a la lideresa sindical, a quien le interesaba disponer fácilmente de los recursos por concepto de pensiones y de fideicomisos administrados por este instituto.
Alejando la mirada de la sede del ISSSTE pensé: el PRI le había dado a Elba Esther los medios, redes, espacios y recursos; los gobiernos del PAN pactaron más cotos de poder. Tibieza, falta de cautela, compromisos en los que el interés auténtico por la educación nuevamente era subordinado a intereses político-electorales y gremiales; compromisos y alianzas en donde se llama a la calidad y equidad en la educación, al tiempo que se consolida la penetración sindical en la SEP. 2006 fue otro año electoral, otra elección de cesiones y claudicaciones educativas. La mujer que había empezado siendo maestra en su natal Chiapas, había sido ya delegada en el Distrito Federal, dirigente de la CNOP, secretaria general del PRI en 2002 y coordinadora de los diputados priistas en julio de 2003. Sin embargo, probaría ser determinante para el triunfo de Vicente Fox y Felipe Calderón. Su posterior expulsión del PRI en julio de 2006 por su apoyo al PAN no le restó poder ni influencia. La maestra operaba ya bajo otra gama de colores y, además, tenía bajo su poder al Partido Nueva Alianza, creado a partir de la Asociación Ciudadana del Magisterio y de Conciencia Política, agrupación de ex alumnos del Instituto Tecnológico Autónomo de México. Este nuevo partido aumentaría la capacidad de negociación de Gordillo, mostrando, tanto al PRI como al PAN, que no dependía de ellos para tener presencia en el gobierno.
Mi malestar se incrementó al recordar las recientes columnas que Gordillo publica en el periódico El Universal; me incorporé y me dispuse a regresar a la oficina. Al llegar a este punto de mi reflexión, la Plaza de la República me había traído más frustraciones que relajación. Supuestamente, las columnas demuestran el interés real de la maestra Gordillo por temas estrictamente educativos. La realidad es que se tratan de un escaparate político, de elementos de agenda educativa que ahora ella establece y que los próximos candidatos para las elecciones de 2012 debieran considerar. Sus párrafos se distinguen por su olvido histórico. Gordillo ahora presenta a la federalización educativa de 1992—en la que ella fue pieza clave— como un proceso inacabado cuando no un fracaso en materia educativa. Su agenda política es clara: con presencia en cada una de las secretarias e institutos de educación pública de los estados, la maestra está lista para proponer la cesión de facultades normativas en educación a las entidades. Llama a destinar más recursos a los estados, a volver a las escuelas el centro de la política educativa otorgándoles mayor autonomía en el manejo de su presupuesto, olvidándose que en México existen tres órdenes de gobierno—federal, estatal y municipal. La lideresa sindical busca adelgazar más la figura de la SEP, “liberarla” de prerrogativas buscando una “justa” distribución de la labor educativa. Propone la maestra construir un nuevo proyecto de Estado, con una educación más descentralizada, astutamente, sin que ello implique una reorganización del Sindicato. Frente a una SEP más “liberada de cargas” el SNTE seguirá siendo una estructural nacional, jerárquica y centralizada.
Sus diferencias con la actual administración panista, a la que ha sangrado por donde ha podido, le ha valido el reacercamiento con el partido que la vio crecer. Ahora que el panorama electoral parece estar en contra del PAN, Gordillo posiblemente abandonará al blanquiazul para regresar a la vieja estructura de poder que el actual presidente nacional del PRI y ahijado político de la maestra, Humberto Moreira, promete reedificar. A esta posición se ha sumado el virtual candidato del Revolucionario Institucional a la presidencia, Enrique Peña Nieto. El PRI parece estar dispuesto a aceptar a la otrora traidora si ello les significa el suficiente apoyo para recuperar la silla presidencial. Gordillo Morales ha declarado públicamente que no se avergüenza de haber hecho alianzas políticas con el presidente Calderón; “ella hace política”, sentenció tajantemente, afirmación con un dejo de sinceridad. En mi opinión, la vergüenza debiera ser más de aquellos que han permitido que la educación sea utilizada por Gordillo como una moneda de cambio.
Abandoné entonces la Plaza de la República. Había dedicado muchas reflexiones y tiempo a los viejos cotos de poder que rodean a la plaza, alguna vez ocupados por Gordillo y/o sus colaboradores. Al mirar por última vez el Monumento a la Revolución pensé en el escenario político electoral que parece avecinarse en 2012: regresarán las prácticas corporativas; la maestra será nuevamente recibida con los brazos abiertos por el grupo de Moreira y Peña Nieto al cual no le importa el cómo sino el qué: el poder por el poder. Dejé atrás el lugar con una última pregunta ¿En dónde quedó el proyecto postrevolucionario y lo que este representó para le educación pública de este país?
[1] El programa de Carrera Magisterial (CM) se implementó en 1993 como parte del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB) para coadyuvar a elevar la calidad de la educación mediante el reconocimiento y apoyo a los docentes, revalorizar la profesión docente y proveer de incentivos económicos para un mejor desempeño del magisterio. Comprende un sistema de promoción horizontal en el que los docentes participan de forma voluntaria e individual, tienen la posibilidad de incorporarse o promoverse si cubren con los requisitos y se evalúan conforme a lo indicado en los lineamientos normativos.
[2] Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares. Prueba estandarizada que se lleva a cabo año con año en México. La Evaluación censal mide el aprendizaje de los alumnos de educación básica y media superior en español y matemáticas. Para ENLACE educación básica—alumnos de tercero a sexto de primaria y los tres grados de secundaria—la evaluación también incluye una asignatura adicional como Historia o Geografía.
[3] El líder del sindicato petrolero Joaquín Hernández Galicia había apoyado al candidato de izquierda Cuauhtémoc Cárdenas.
Buena crónica, mi querido Jorge. Esperamos seguir leyendo tus reflexiones sobre el sistema educativo mexicano en los próximos números. Siempre se habla de la necesidad imperiosa de una reforma educativa, una alianza por la modernización educativa (fundamentalmente en la educación básica) y también siempre salen a relucir los bajos resultados que obtienen los estudiantes mexicanos en pruebas como ENLACE o PISA, sin embargo, me pregunto a bote pronto si no sería factible que el gobierno federal fijara más su atención en fortalecer la educación media superior y superior, espacios donde aparentemente hay menos fricciones políticas con monstruos como el SNTE y en donde el poder de éste es bastante reducido. Entiendo que el argumento no es sencillo, pero me parece que el poder de Elba Esther (y del SNTE) en ocasiones es artificialmente grande, precisamente porque durante más de 20 años los gobernantes han aceptado ceder cada vez más ante ella en temas y espacios que distan de tener relación directa con la educación del país. Si la mirada y el esfuerzo se centraran en otros actores y en otros componentes del sistema educativo mexicano, pienso de pronto, el poder de negociación de Elba podría verse severamente cuestionado desde el sindicato y desde el gobierno.