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Un poco de historia nunca cae mal

Latinoamérica posee una gama  extensa de sonidos, de tendencias musicales, de cultura sonora. Desde Tijuana hasta la Patagonia abundan las formas, los estilos, las interpretaciones, los sonidos; con cada uno de ellos se vislumbra una interpretación de la vida, una asociación interminable entre el sujeto que escucha y la onda sonora que se manifiesta.

Los latinos hemos generado muestras musicales propias, asociamos nuestros entornos y los volvemos tangibles y simbólicos a través de distintos ritmos. Latinoamérica le ha dado al mundo sonidos tan emblemáticos como la samba, la cumbia, el son, la salsa, el reggae, el danzón, la chicha y el ska. Sin embargo, también hemos adaptado uno de los ritmos más significativos del siglo XX: el rock

El rock nació en Estados Unidos como una representación del mestizaje cultural: la cultura de sobrevivencia de los afroamericanos, la rebeldía de los blancos hijos de la gran represión y las condiciones sociales de cambio de la posguerra impulsaron la cultura musical que marcaría tendencia en las décadas posteriores. Nacía el rock and roll; se levantaba la cultura rebelde, de protesta, de reclamos y de darle presencia a los jóvenes y hacerlos partícipes de algo.

Mientras eso sucedía en Estados Unidos, en Latinoamérica empiezan a surgir pequeños movimientos, auspiciados por el mass media,  que buscan emular parte del discurso “rockero” norteamericano. En México se importó todo un modelo y se suavizó en las voces de Angélica María, Alberto Vázquez, Cesar Costa y Enrique Guzmán. En Sudamérica, el rock empezó a tomar dos vertientes: una más ligada al subterráneo como Los Saicos de Perú y otra, mucho más ligada a la estética norteamericana, como Sandro en Argentina.

Con el paso de los años y con la expansión musical que gracias a The Beatles se dio en el mundo, el rock latinoamericano fue tomando forma. La llegada de las dictaduras militares fue una pausa para el desarrollo de la mentalidad protestante del rock. A pesar del clima de represión, la actitud simbólica del rock tomó otras formas en las voces de Chico Buarque, Violeta Parra y Víctor Jara en Chile.

En toda la región, la represión provocó que se fueran generando los míticos “hoyos funkies” donde empezaron a surgir agrupaciones legendarias y la música se pasaba de uno en uno, cual producto prohibido y reprimido. El rock se volvió subterráneo, las juventudes de los sesentas y los setentas tenían que ver de lejos los grandes movimientos musicales que venían de Inglaterra y Estados Unidos; adiós al punk, adiós al metal, adiós al progresivo. La modernidad musical venía suavizada con la balada y los grandes dramones musicales.

Ante este clima, la juventud latina encontró formas de escape, los grupos musicales comenzaron a importar los movimientos culturales anglosajones; iniciaba el mestizaje musical. Con la llegada de los años ochenta y de la instauración de la televisión como el medio masivo por excelencia, el movimiento de rock en español tomaría fuerza. La semilla que plantaran las voces de Charlie García y Three souls in my mind; las guitarras de los Dug Dugs y Los Lobos; la fuerza de Vox Dei y Álvaro Peña, florecería en esta década.

El surgimiento del movimiento del “Rock en tu idioma” trajo consigo la masificación del rock latinoamericano, surgieron Soda Stereo, Caifanes, Enanitos Verdes, Miguel Mateos, Paralamas, Ekhymosis. Las grandes disqueras pusieron sus ojos —y temibles garras—sobre las agrupaciones latinoamericanas. Surgía un mercado musical, un proyecto que explotar y vender. La actitud e ideología del rock se diluía con el poder de las grandes corporaciones: el rock murió en los ochentas, pero dejó un legado que provocó su posterior resurgimiento.

El resurgimiento del “rock” latinoamericano

Dicen los que saben que la historia tiende a repetirse; tras la sobreexplotación de los ochentas el rock latino volvió a quedar endeble. Algunas agrupaciones lograrían pasar a la historia, muchas otras sólo ayudaron a sembrar la actualidad musical que hoy escuchamos.

En nuestra región continental surgió algo maravilloso: podemos hablar del rock como género musical, pero también podemos hablar del rock como una actitud. El rock no sólo es la forma, también es el fondo; la música va más allá de la fronteras puritanas que encasillan las notas musicales.

El mestizaje musical se ha hecho presente, la semilla importada desde Estados Unidos floreció en las tierras del sur del continente; la flor cambió y se enriqueció. La música combinó las guitarras con las jaranas, el folclor latino se apoderó del género musical y lo hizo nuestro: le dio cara y cuerpo latino, le dio forma y sonido, un nuevo génesis se vislumbraba.

Las fusiones musicales empezaron a tener éxito, tanto a nivel comercial como a nivel creativo: Café Tacvba conquistó el continente con una mezcla de ritmos folclóricos; Illya Kuryaki and The Valderramas levantaba el puño a ritmo del hip hop mestizo sudamericano; Aterciopelados rescataba la canción de protesta en un nuevo contexto globalizado; Los Fabulosos Cadillacs ponían nuevamente los oídos de todo el continente en Argentina. Todos eran parte del nuevo rock latinoamericano.

El “rock” latinoamericano hoy

En pleno siglo XXI, la avanzada musical vino otra vez desde Inglaterra, la camada de agrupaciones “indies” nos enseñaron que la música también era autogestiva. Muchos grupos decidieron aventurarse hacia el movimiento de “hágalo usted mismo”; el resultado ha sido sorprendente y alentador: empezamos a vislumbrar un cambio generacional en el movimiento musical latinoamericano.

En México, la situación musical es de bonanza: tenemos festivales, público y agrupaciones en cantidad. Poco a poco agrupaciones como Zoé, Chikita Violenta, Austin TV, Panteón Rococó, Kinky y Nortec Collective: Bostich + Fussible, han hecho el relevo generacional y se convirtieron en los nuevos estandartes del rock nacional.

Nuestro país se ha vuelto una centralita de difusión de propuestas musicales, un polo donde los músicos latinoamericanos buscan un espacio, con un público vasto y en su idioma. México hoy representa el mejor mercado para el rock latino, muestra de ello es el Festival Vive Latino que, tras 12 ediciones, se ha consolidado como el lugar ideal para recibir y exponer propuestas musicales de toda Latinoamérica.

Un caso especial se vive en Chile, en los últimos diez años ha surgido una generación de músicos que están haciendo muy bien su labor. Los músicos chilenos se encuentran en una época de bonanza: Javiera Mena, Francisca Valenzuela, Lucybell, Pedro Piedra, Perrosky, Los Bunkers, Fernando Milagros, Gepe, Astro, Dënver, y la lista puede continuar. Sin duda Chile se ha vuelto un polo artístico y en la actualidad son el gran importador de propuestas musicales independientes del continente.

El otrora gran vanguardista del rock latino, Argentina, se encuentra en una fase de renovación. Los grandes monstruos argentinos se encuentran en receso y dan paso a la consolidación de otros tantos: Bersuit se provocó un revulsivo y empieza una nueva historia sin la voz de Gustavo Cordera; Los Auténticos Decadentes celebran 25 años de vida y se convierten en la punta de lanza de la nueva generación de músicos argentos; Kapanga y Los Caligaris levantan la mano para marcar una historia propia en la grandeza musical de Argentina.

La música independiente argentina se encuentra preparando el paso para una nueva generación de artistas, aquellos que regresarán, en algún momento, el geocentro del rock latinoamericano al sur del continente. .

En otras regiones de Latinoamérica también se están gestando movimientos de rock independiente de gran interés. Venezuela levantó la mano con Los Amigos Invisibles, una avalancha de funk folclórico que ha logrado internacionalizarse; Los Telecaster siguen siendo la una de las agrupaciones de rock más interesantes de la región y Los Mentas completan la avanzada de agrupaciones de este país.

Ecuador nos heredó a Eljuri, una mujer con el temple suficiente para elevar un solo de guitarra hasta el mismo cielo. Colombia es la casa de Dr. Krapula y Bomba Estéreo, ambas propuestas muy interesantes del nuevo sonido latinoamericano. Uruguay pone a El Cuarteto de Nos y No te va a gustar como los nuevos representantes de la escena independiente nacional. Paraguay tiene en Kchiporros a los elegidos para llevar la bandera del movimiento urbano, música que refleja lo que ocurre en las calles y que da esperanza y genera conciencia en sus escuchas.

Un caso muy particular viene desde Puerto Rico: Calle 13. La agrupación de música urbana se ha convertido en los nuevos abanderados de las causas sociales del continente. En su música buscan generar diferenciadores que hagan un poco de conciencia de lo que pasa en toda la región. Sin duda, son hoy la agrupación estandarte de la región; su voz tiene alcance mediático y no tienen miedo de defender el orgullo latinoamericano en cualquier lugar que se presentan.

¿Y cuándo el futuro nos alcance?

Si volteamos a nuestro alrededor, encontraremos en el rock latinoamericano nuevas formas, nuevas maneras, nuevos conceptos; sin embargo mantienen el mismo fondo: la rebeldía, la protesta y la inclusión. Hoy el “rock” ha mutado, se ha fusionado con la sangre latina. Podemos hablar de una actitud “rockera”, de una ideología común entre estilos, pero también podemos hablar de una comunión cultural que se está dando en nuestra región.

El día de hoy encontramos una amplia gama de proyectos musicales originarios de Latinoamérica; la independencia es la nueva panacea de la región. Los países sudamericanos viven una bonanza artística, México posee las mejores plataformas para la proyección y la venia musical regional parece estar en su mejor momento.

Las propuestas de calidad empiezan a ser más numerosas, los millones de jóvenes están esperando por escucharlos; solo esperamos que esa actitud y dinamismo del rock latino siga presente, perpetuo. Que crezca, que cambie, que continúe vivo; que las manifestaciones musicales no paren, el rock es un sueño que poco a poco se vuelve realidad. ¡Despiértame cuando pase el temblor!

Gus Galván

Nació en 1981 en la Ciudad de México. P.T. en Informática y estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UNAM. Editor del portal de difusión independiente Sindicatodelsonido.com Director de Noname Agency, agencia de difusión en medios del talento hispanoamericano. Jurado de los premios IMAS desde el 2009. Melómano y blogger empedernido.

2 Comments

  • Anónimo dice:

    “En Sudamérica, el rock empezó a tomar dos vertientes: una más ligada al subterráneo como Los Saicos de Perú y otra…”
    ¿A qué vertiente “subterránea” te refieres?

    Mi vieja me hablaba de ese grupo, me cuenta anécdotas de cómo de jovencita tomaba el tranvía y se iba a una estación de radio del centro de Lima con su hermano menor a verlos tocar ahí (sin contar las veces que por ahí los pudo ver en alguna matinal). Por eso me interesa que precises ese asunto, porque no veo como que muy subte la difusión que tuvo la banda en la época. No como la que se conoció luego.

    Saicos no fue un grupo “renegado” en su tiempo ni mucho menos. Hay cierta aura de malditismo asociada a ellos, pero creo que es más por una cuestión de mitificación (y de tener una referencia nacional en la escena rockera mundial) más que un hecho real.

    Saludos.

  • Bruno Bergomi dice:

    Tienes razón, Saicos y Yorks eran grupos, así como el solista Jean Paul el Troglodita, con una “coreografía rebelde”  pero en realidad parte del movimiento de la Nueva Ola, bastante zanahoria

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