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“… democracia pasiva… autoaplicada sin razonamiento… con el agravante de que frecuentemente procederemos como si viviéramos en una democracia efectiva, actuando con la libertad que esto significa, y cuando tal hacemos, recibimos una discreta llamada de atención que nos pone a dudar de la Carta Fundamental de la República.”

Yolanda Oreamuno, 1938

Cuando me disponía a viajar a Costa Rica, después de un año ausente, mis amigos costarricenses me hicieron una advertencia: “aquí las cosas están diferentes, vas a sentir algo feo”. Y eso “algo feo”, lo definían como un creciente clima de autoritarismo e intolerancia. Sin embargo, pensaba yo, estas dos características no han estado ausentes en la historia costarricense, es más, pareciera que éstas han sido parte del núcleo central de la “idiosincrasia tica”. La Costa Rica “blanca, pacífica, iguali – tica” ha formado parte de un imaginario construido desde el mismo comienzo de la nación, que se basó en el desprecio al “otro”, principalmente el desprecio por nuestros vecinos de Centroamérica, posición de la que ciertos sectores de la población todavía parecen sentirse bastante orgullosos. De acuerdo a Sandoval García (2002: 109), a través de los siglos XIX  y XX, las representaciones de nacionalidad, se han concentrado en subrayar el carácter “único” de Costa Rica[1], caracterizado por valores políticos como “democracia”, “paz” e “igualdad social”. Aunado a lo anterior, alrededor de la figura costarricense se han anclado atributos étnicos que identifican a la nación como la más “blanca”[2] de Centroamérica y la que “mejor” español habla de la región.

Este “mito democrático” se ha materializado en diversos rasgos, que se han modificado a su vez históricamente. El primero de ellos, era la noción de “democracia rural”, aquella donde se instala la imagen del “labriego sencillo” que compartía su pobreza y su esfuerzo con el resto de la población. Esta imagen del “igualitico” servirá de plataforma para luego sustentar la noción de democracia: una nación en la cual todos son iguales porque se tiene derecho al voto. Un segundo rasgo que proviene de esta narrativa, es el aislamiento. Pareciera ser que Costa Rica se desarrolló en una región “ajena”, en un lugar que “no le correspondía”. Centroamérica se utilizó como marco de referencia para marcar al “otro”, a ese otro negativo con el cual se comparaban los aciertos y desaciertos. A este rasgo se le suma, el del pacifismo, que si bien fue formulado desde épocas tempranas, adquiere mayor connotación posterior a la abolición del ejército. Finalmente, otro rasgo que adquiere relevancia es la educación: la idea de un pueblo racional que ha sabido planificar su futuro para evitar caer en los conflictos de los demás países de la región. Por consiguiente, ser costarricense implica ser democrático, con todas las implicaciones que esto contiene, entre ellas, la imposibilidad de integrar hechos que contradigan o pongan en duda tal representación (Solís Avendaño, 2006: 57).

Ahora bien, volviendo a la advertencia realizada, recordaba una serie de acontecimientos recientes que me daban una pista acerca de qué querían decir mis amigos, como lo fue la aparición en medios de comunicación de un memorándum[3] firmado por el vicepresidente de turno y un diputado oficialista (Kevin Casas y Fernando Sánchez respectivamente), en el cual se dictaba una serie de medidas basadas en el miedo y la coerción, que tenían por objetivo obtener votos para garantizar un resultado positivo en el referéndum acerca de la conveniencia de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y República Dominicana (DR – CAFTA). Recordaba la tendencia autoritaria de la élite política, comandada desde hace años por Oscar Arias Sánchez y Rodrigo Arias Sánchez, que ha tenido por consecuencia sonados casos de corrupción asociados a concesiones de carreteras[4], proyectos turísticos con graves daños ambientales[5] y una minería a cielo abierto declarada de “interés nacional”[6], entre otros. Me preguntaba cómo, a pesar de lo anterior, un sector de la población otorgó un voto de confianza a este orden de las cosas en las elecciones de este año, donde Laura Chinchilla, protegida de los Arias, queda presidenta, ha asumido posiciones conservadoras anti – matrimonio homosexual y anti – aborto y envió al olvido un proyecto de ley que pretendía, en definitiva, establecer el Estado Laico. Finalmente, recordaba imágenes del permiso otorgado por la Asamblea Legislativa para la entrada de 13 000 militares estadounidenses al territorio nacional en 46 buques artillados, que estarían exentos de cualquier tipo de responsabilidad penal y civil por sus acciones[7].

Sin embargo, lo más grave que pensaba era que esta serie de recuerdos no se detenían con las acciones de las cúpulas políticas. Más preocupante inclusive, era pensar en la tendencia autoritaria inscrita en el interior de la sociedad costarricense, que se expresa en la intolerancia hacia cualquier pensamiento diferente o que critique este orden de las cosas, que inmediatamente se etiqueta a quienes lo ejercen como comunistas o “chancletudos”[8]; que juzga y condena cualquier tipo de sexualidad alternativa y que, finalmente, es profundamente xenofóbica.[9] Esto se expresa a partir de la emergencia de grupos que desaprueban públicamente cualquier acción de protesta por parte de sectores estudiantes o sindicales[10] y que aprueban la represión policial como parte de un ejercicio democrático[11], así como grupos que impulsan iniciativas como la consulta vía referéndum acerca de la unión civil entre personas homosexuales[12]. Estas tendencias inclusive aparecen de forma repetida en los informes del Latinobarómetro: en el informe del 2010 se muestra que el 47% de los costarricenses está a favor de pasar por encima de las leyes, el Congreso y las instituciones para resolver alguna situación difícil.[13]

¿Entonces qué es eso “feo” de lo que hablaban mis amigos? Si ya la mayoría de cosas que yo recordaba o que me había enterado me parecían suficientemente alarmantes, ¿que había o estaba sucediendo para instalar un clima de descontento entre algunas personas?

Dar cuenta de esto implica ir despacio y a la letra. Si bien, como mencioné al principio, el autoritarismo y la intolerancia no han sido rasgos ajenos a la construcción del costarricense, parece que en los últimos años, y de forma más agravada durante los últimos meses, estos rasgos han perdido su latencia. Es decir, lo que se observa en el país es el resultado de décadas de ataques del Gobierno en contra de cualquier cuestionamiento, en conjunción con una sociedad altamente conservadora que ahora encuentra “justificaciones y razones” válidas para ir captando cada vez más simpatizantes. De esta forma, cada vez más personas apoyan acciones autoritarias del Gobierno en contra de movimientos sociales, apoya el cierre de fronteras, y lo que es más preocupante, desea un gobierno de mano dura, entre otros. Pareciera que cada vez somos menos los que pensamos en una sociedad horizontal y con oportunidades amplias para todos, los que pensamos en una resolución pacífica de los conflictos.

Ahora, la pregunta obligada que deviene de ese supuesto “carácter” pacífico de los costarricenses, es: ¿como puede estar sucediendo esto? La respuesta devela qué querían decir mis amigos con esa sensación “fea” que sienten en el aire. Ahora es más evidente que nunca que el supuesto pacifismo tico era la cara de una moneda que del otro lado escondía altos niveles de intolerancia, desprecio, racismo, xenofobia y discriminación a lo diferente. Esto es lo que parece haber “explotado” en los últimos meses: se ha hecho evidente aquello que hasta unos años parecía estar latente en la sociedad costarricense.

Lo “feo” no sería nada más que la emergencia de lo siniestro en términos freudianos. Si recordamos ese pequeño artículo de Freud de 1919[14] lo siniestro no es aquello desconocido o ajeno al sujeto, sino aquello que es tan familiar que resulta terrorífico. Y eso es lo que está emergiendo en la sociedad costarricense. Pareciera que aquello que había permanecido tan escondido, tan respetuoso de lo políticamente correcto y de las buenas costumbres, se ha desplazado por un pacifismo que ahora, bajo el argumento de defender el orden de las cosas, acepta el uso de la violencia y de la represión como herramientas válidas.

En mi regreso a México, encuentro que esta situación se agrava todavía más, motivada por un seudoconflicto nacionalista provocado por las cúpulas políticas de Costa Rica y Nicaragua. Como reacción a esto, surgen sectores de la población que parecen sacados de las peores versiones del totalitarismo nacionalsocialista, del fascismo italiano o de las dictaduras latinoamericanas de la década de 1970, que incitan y llaman a las armas con la misma facilidad con la que habla de futbol. Se convoca a “limpiar” al país de migrantes “indeseables”, que solamente “manchan” la sangre pura española, de la cual se consideran herederos.[15] Pero ahí no termina. Esto desgraciadamente se pone peor, en tanto esta posición encuentra eco en los principales medios de comunicación, que ahora llaman a poner “la bandera en cada casa costarricense”, como una forma de demostrar nuestro orgullo nacional frente a las otras naciones.

Lo doloroso de escribir estas líneas es saber que esto puede ser la crónica de un autoritarismo anunciado. La semana pasada, ya se dio un paso más evidente hacia esta dirección: se lanzó una bomba molotov en contra de la embajada de Nicaragua.[16] Si ahora son los migrantes, que históricamente han sido objeto de repudio y discriminación en suelo tico, mañana se convocará a las armas y se lanzarán molotov para librarnos de “chancletudos”, comunistas transnochados, anarquistas, homosexuales, transexuales, o cualquier cosa que atente contra esta imagen idílica del país pacífico. Es decir, lo que hace unos años eran manifestaciones de algunos grupos radicales de extrema derecha, ahora parecen ser parte de un amplio porcentaje de la población. Se están creando las precondiciones para una sociedad que mire con benevolencia y apoye propuestas de corte más autoritarias.

Así es como se puede definir la advertencia de mis amigos. Lo “feo” en esta situación, es observar como nunca fuimos esa nación idílica que los libros de texto y los medios de comunicación nacionales e internacionales quisieron vender, nunca fuimos un país tolerante y amistoso hacia el extranjero (claro está, si son estadounidenses o europeos ahí nadie habla de “defender” la soberanía), no protegemos al ambiente, simplemente lucramos con él.

Esto es lo “feo”: la “Suiza Centroamericana” finalmente se sacó la careta y está mostrando su verdadero rostro.

Referencias bibliográficas

Freud, S. (1919). Lo ominoso. Standard Edition. Versión digital.

Sandoval García, C. (2002/2008). Otros amenazantes. Los nicaragüenses y la formación de identidades nacionales en Costa Rica. Costa Rica: Editorial UCR.

Solís Avendaño, M. (2006). La institucionalidad ajena. Los años cuarenta y el fin de siglo. Costa Rica: Editorial UCR.


[1] Felipe Molina en su libro Bosquejo de la República de Costa Rica, escrito en 1851 afirma: “Costa Rica – argumentó Molina – tenía una población “blanca” y trabajadora, la cual vivía aislada como resultado de las características geográficas del país.” (Sandoval García, 2002: 115).

[2] Esta percepción de ser la nación más blanca de Centroamérica, impulsó inclusive proyectos “higiénicos” estatales. Por ejemplo, en 1916 se publica el Libro Azul, producción destinada a atraer inmigrantes europeos (migración deseada), en la cual se define al costarricense de esta forma: “En todas partes se verá el tipo puro de la raza céltica – ibero, raza pensadora y fuerte, que ha sido la principal creadora de la actual civilización en el mundo.” (Sandoval García, 2002: 149). Por otro lado, la migración indeseada estaba asociada con la población china, árabe, turca, siria, armenia y gitana, cuya entrada a Costa Rica fue prohibida en 1897. A nivel interno también existía una discriminación por el color de la piel, ejemplo de lo anterior es la prohibición que hizo el Congreso en 1934 de que los afrocaribeñas fueran contratados en el pacifico (Sandoval García, 2002: 150).

[3] http://www.semanario.ucr.ac.cr/index.php/mainmenu-suplementos/mainmenu-malacrianza/705-indignacion.html

[4] http://www.larepublica.net/app/cms/www/index.php?pk_articulo=40705

[5] http://www.elpais.cr/articulos.php?id=36289

[6] http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=96895

[7] http://www.elpais.cr/articulos.php?id=27925

[8] http://reydelpokercr.blogspot.com/2010/04/que-es-un-chancletudo.html

[9] http://alainet.org/active/42286

[10] http://www.facebook.com/nomaschancletudos?v=wall

[11] http://www.facebook.com/yoquieroretenes?ref=mf

[12]http://es.wikipedia.org/wiki/Refer%C3%A9ndum_sobre_la_Ley_de_Uniones_Civiles_en_Costa_Rica_de_2010

[13] http://www.nacion.com/2010-12-04/ElPais/NotasSecundarias/ElPais2611398.aspx

[14] Freud, S. (1919). Lo ominoso. Standard Edition. Versión digital.

[15] http://www.facebook.com/pages/Movimiento-Costa-Rica-Libre/109570435728694. Este movimiento se desarrolló durante la década de 1960 y adquirió mayor preponderancia en la escena política nacional en la década de 1980. Mayor información en http://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_Costa_Rica_Libre

[16] http://mexico.cnn.com/mundo/2010/11/13/lanzan-un-explosivo-a-la-embajada-de-nicaragua-en-costa-rica


Laura Alvarez Garro

Mcs. Laura Álvarez Garro Doctorante en Filosofía Política, UAM – I. [email protected]