La práctica del futbol entre niñas, jóvenes y adultas se plantea como actividad lúdica, recreativa y competitiva con cada vez mayor presencia, tanto en clubes como en escuelas; sin duda se ha ganado terreno en este espacio estereotípicamente considerado como masculino, pero el ingreso de las mujeres a este ámbito ha sido un camino lleno de dificultades, casi siempre relacionadas con la concepción del deporte en el imaginario colectivo que relaciona ciertas prácticas deportivas distintivas entre uno y otro género.
El futbol es un espacio de socialización con una fuerte presencia masculina; incluso presupone en sus reglas de juego ciertas características socialmente atribuibles a ellos, como son la superioridad, el ejercicio del poder y la violencia como forma de dominio sobre otros varones y sobre las mujeres, junto a un temor irascible por parecer menos hombre o ser relacionado con lo femenino o con lo homosexual.
El deporte de contacto es lo que a ellos corresponde, del que ellas han sido excluidas desde una perspectiva patriarcal que asigna y restringe lugares a hombres y mujeres, cuyo antagonismo al mismo tiempo inicia el proceso de construcción del individuo una vez que se sabe su sexo y, dependiendo de éste, existen expectativas socialmente diferenciadas entre géneros.
Pese a que esto hoy día se ha trasformado, a la par del ingreso de las mujeres a ámbitos antes vedados, no deja de permear los imaginarios colectivos que se inscriben en el inconciente como una huella difícil de borrar (Bourdieu, 2010).
Si bien en Inglaterra, Estados Unidos o Alemania el futbol ha tenido mayor apertura para las mujeres, en México se ha avanzado a paso lento y, mientras no se mencionen las diferencias en el tratamiento de la información, apoyo económico, difusión y enseñanza con respecto a su similar varonil, puede ser incluso un avance reversible.
La experiencia la tenemos. En 1971 se celebró en la Ciudad de México la segunda justa mundialista femenil sin validez oficial por FIFA, en la que la selección mexicana sacó el resultado ante Argentina, Inglaterra e Italia y enfrentó en la final a Dinamarca, donde perdió y resultó subcampeona. La competencia acaparó las miradas de la afición pero, a falta de liderazgo y organización, el futbol femenil perdió público.
Luego de cuarenta años, el Tri femenil compite no solo por igualar la popularidad y estatuto de su similar varonil, sino también por eliminar las etiquetas de este deporte –conocido como “el juego del hombre”– que prescriben el futbol como una alternativa recreativa para ellas. Tarea nada fácil, puesto que para revertir esta tendencia se debe demostrar que también es una experiencia de trabajo en equipo, de integración, pero sobre todo es una profesión a la que ellas acceden y que aspira a ser igualmente remunerada.
La selección femenil ha calificado a juegos olímpicos y campeonatos mundiales de selecciones menores y selección mayor; en Alemania 2010 la Sub-20 clasificó a cuartos de final como primera de su grupo. Y aun cuando su última participación en el Mundial Femenil Alemania 2011 fue breve luego de ser eliminadas en la fase de grupos, su desempeño mereció buenas críticas por la prensa internacional.
El regreso a casa significó un duro golpe al ánimo de las jugadoras, pero no mengua sus ganas de seguir trabajando hasta lograr el resultado. Maribel Domínguez, delantera y máxima goleadora, expresó con voz entrecortada luego que Nueva Zelanda les empatara: “les pedimos una disculpa porque no pudimos lograr el triunfo que tanto queríamos, pero bueno, yo creo que más adelante podemos darle esa satisfacción a toda esa gente”.
Compromiso, pasión y avances en el terreno de juego que no se reflejan en el empuje y el apoyo económico por parte de quienes gobiernan el futbol en México. En los hechos, su trabajo parece ser sólo mérito o fracaso de ellas, pues aunado al bajo presupuesto destinado y los sueldos por de bajo de cualquier futbolista de la liga varonil, en el discurso de los medios, como el de su propio director técnico, Leonardo Cuéllar, se da a entender que su participación es tan sólo una concesión de género.
Cuando la reportera de Televisa deportes le preguntó a Cuéllar sobre la derrota, éste dijo sentirse “triste por ellas porque estuvieron a unos segundos de hacer historia; de ganar un partido en la copa del mundo, creo que se lo merecían”; en contraste con las declaraciones por cuerpo técnico y jugadores hombres que siempre hablan de “nosotros”, más tarde, en conferencia de prensa en la Ciudad de México, el técnico cambió el “merecían” por el “fuimos” y “vamos”, pero dijo luego “es un equipo joven que se le escapan ciertas cositas, pero va a mejorar de estas experiencias”.
De ninguna manera se desmerece el trabajo logrado por Cuéllar en trece años, desde que tomó las riendas de la escuadra femenil en 1998. Después de 12 años calificó nuevamente al Mundial. El trabajo diario es patente, pero el hecho de referirse a ellas como si no representaran a nadie más que a ellas mismas, nos habla de exclusión; aun cuando las futbolistas no reclaman más que seguir jugando e incluso Dinora Garza, mediocampista, ha expresado para los medios: “estamos aquí por amor al arte”, frase que habla de compromiso y pasión por un deporte del que se ha segregado al género femenino.
Tiempos extra (ordinarios)
Dado que prevalece la arenga de que el deporte de contacto es para ellos por cuestiones biológicas (y se deja de lado al aspecto cultural), el futbol femenino profesional obtiene menos dividendos en la competencia no sólo deportiva, sino también mercantil, que se refleja en los tiempos de transmisión dedicados a éste en radio y televisión, y en el espacio destinado a su información en la prensa escrita.
Como ejemplo, el Noticiario Televisa Deportes, transmitido de lunes a viernes. Luego del estelar de Joaquín López Dóriga, el tiempo destinado a la difusión de la participación del Tri femenil fue mucho menor en comparación con el que se le dio al Mundial Sub-17 y a la Copa América. Siete días antes de que empezara el Mundial, no hubo información previa al respecto en este noticiario; fue hasta su arribo a la ciudad de Wolfsburgo, Alemania, el 23 de junio, que se mencionó la participación de las mexicanas; en la nota se aclaró que fue el único medio mexicano (junto al alcalde de la ciudad) que recibió a la Selección.
En la presentación de la nota de Gabriela Fernández, enviada a tierras teutonas, el comentarista dijo que era “tan importante la cobertura de la primera Selección como la de la femenil, que también tiene justa mundialista”. Pese a lo dicho, el hecho de calificar como “primera” al Tri varonil otorga privilegios.
En nueve días de transmisión del programa –del 23 de junio, a partir de la mención de la participación de la Selección, al 5 de julio, cuando fue eliminada–, que duró en total 129.30 minutos al aire, se le destinaron 16.53 minutos de cobertura al Tri femenil, frente a 23.16 de la selección sub-17 y 32.36 al conjunto que participa en la Copa América, a quienes también se les dio 1.18 y 14.48 en notas de color, respectivamente; ahí, ninguna para las mexicanas.
Información referente a los estadios en donde se llevarían a cabo los encuentros de la Selección Mayor ha sido muy común en transmisiones dedicadas a la Copa América, con datos históricos de las ciudades, de encuentros anteriores con los equipos por enfrentar, historias de hombres aficionados en Argentina y del futbol como religión.
Así, entre ambos conjuntos varoniles acumularon 71.20 minutos, 41.16 se destinó a otra información deportiva como box, tenis, inserciones pagadas y plática entre comentaristas (hombres en su totalidad) con modelos (mujeres en su totalidad). Otro ejemplo: una nota previa al encuentro de las mexicanas contra las niponas fue de duración similar a la retransmisión de una entrevista realizada por otra televisora a Salvador Cabañas sobre su incidente en enero de 2010: 1.37 minutos para ellas y 1.34 para él el 30 de junio. Para los casos de la Sub-17 y la Copa América, se realizaron enlaces en vivo con los reporteros de la fuente y enviados, no así para la cobertura femenil, puesto que las notas transmitidas estaban previamente grabadas por Gaby Fernández, y el alusivo “Verano verde”, fue básicamente para nombrar los encuentros varoniles.
Vemos entonces cómo los medios de comunicación cumplen con la distribución de los imaginarios sociales. Además, pese a que en el dicho se predique una equidad entre selecciones, en los hechos dista de serlo. Esta comparación en tiempo de transmisión entre las escuadras femenil y varonil de una de las televisoras con mayor público –Televisa–, dueña también de dos equipos en primera división y uno en segunda, es sólo una muestra. La información periodística sobre futbol es un reservorio de pautas y discursos que, si bien no producen, sí reproducen y refuerzan un imaginario colectivo como una marca identitaria que tiene un impacto en la mentalidad y accionar de la sociedad (una de sus múltiples funciones en la vida diaria).
Las notas sobre futbol estimulan la imaginación social y los imaginarios estimulan la información. Las palabras edifican una realidad y la lucha por nombrarla implica la imposición de categorías y conceptos que legitiman prácticas, echando luz sobre ciertos aspectos y a su vez ensombreciendo otros, lo que reviste al mundo de un carácter preformativo (Bourdieu, 2007), la labor de los medios de comunicación conlleva esta responsabilidad.
Al final de juego
Las bases están sentadas para el futbol femenil en nuestro país, pero falta llegar a niveles más altos, tanto en popularidad como en victorias, profesionalismo y remuneración económica en este deporte que trastoca sentimientos. Estas emociones son del talle de cualquier institución, pero incluso se puede cambiar de partido político, de religión, de matrimonio, de nacionalidad, de nombre y apellido e incluso de sexo; pero difícilmente de camiseta. Y esto es igual tanto para hombres como para mujeres.
Lo importante es poner un cerco al sexismo en el deporte, empezando por el lenguaje empleado en las narraciones, crónicas y entrevistas, cuyas frases evidencian un género masculino que excluye a las mujeres del terreno de juego. Desde referirse a ellas como “el extremo derecho” (Teresa Noyola), o “posición arquero” (Éricka Noyola), o realizar encuestas para saber quiénes son las jugadoras más guapas, hasta desconocer su participación y los logros obtenidos en doce años si consideramos el aval FIFA otorgado en 1999 para la rama femenil (1929, para la varonil).
Desde los estudios de género se dice que la diferencia cultural entre los sexos depende de la sociedad y del momento histórico, dos elementos que confieren privilegios y dictan inclusiones, exclusiones, segregaciones y discriminaciones a cada uno de ellos en determinados espacio. Condiciones la mayor de las veces ubicadas en el plano del inconsciente, lo que no es cosa menor, dado que mientras permanezcan en este punto se invisibilizan y es más difícil librar una batalla contra las ataduras de las expectativas diferentes de hombres y mujeres.
No cabe duda que hombres y mujeres somos diferentes biológica y socialmente, sin embargo ocupamos un espacio que bien puede ser compartido y no privativo de uno u otro sexo.
Bibliografía
Bourdieu, Pierre (2010), La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 159 pp.
Bourdieu, Pierre (2007), Sobre la televisión, Barcelona, Anagrama, 93 pp.
Kaufman, Michael, 1995, “Los hombres, el feminismo y las experiencia contradictorias del poder entre los hombres”, en Arango Luz y Viveros, Mara (compiladoras), Género e identidad, ensayos sobre lo femenino y lo masculino, Bogotá, Tercer Mundo 1995, 123-146 pp.
Mañeru, Ana (1999), “Nombrar en femenino y en masculino”, en Lomas, Carlos (editor), ¿Iguales o diferentes? Género, diferencia sexual, lenguaje y educación, Barcelona, Paidós, 157-170 pp.
Hace unos pocos años Televisa puso a narrar partidos a Gaby Fernández, locutora mencionada en este artículo, y a Geo González, ambas reporteras de la estación. Lo hicieron en partidos amistosos previos al inicio de la temporada. Fue una buena experiencia, sin embargo, con el tiempo han vuelto a reportar y comentar desde la cancha, incluso se ha agregado a Karina Herrera. Creo que aún no hay la suficiente confianza para otorgarles espacios “importantes” cuando otras mujeres como Adriana Monsalve en ESPN han demostrado un excelente uso del lenguaje, incluso mejor que mucho narradores (caso extremo y penoso el de Luis García) hombres dando un toque realmente interesante a los partidos, algo que muchos aficionados ya pedimos. En Italia es común que el partido de las 15 horas transmitido por la RAI lo haga una mujer cuyo nombre no recuerdo.
Ahora, convendría analizar el desempeño futbolístico de las mujeres el cual está relacionado sin duda, con el poco apoyo que reciben. Aún falta depurar la técnica y eso sólo va a ocurrir cuando una liga competitiva y profesional tenga lugar en México, donde, irónicamente, la afición femenina crece en cada temporada (nada más hay que ver a la gran barra femenina de los Pumas).