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Para Ana, Ernesto, Carol, Raúl, Ariel, Diego, José… por la Centroamérica que somos y no la que nos quieren hacer creer.

El sol es inclemente. El sol es inclemente y yo no quiero estar aquí. De todos los lugares en los que una podría estar parada un 15 de septiembre el peor debe ser éste:  en la calle, en tacones y sin comer, bajo el sol de las diez de la mañana y viendo pasar frente a mí el desfile militar en honor a la independencia patria. He quedado atrapada en él al salir de una entrevista laboral y ante las calles bloqueadas no puedo hacer más que esperar a que termine esto.  Militares celebrando la independecia de un país centroamericano. La ironía no podría ser mayor.

La historia es la misma en todos los países de Centroamérica excepto en uno, muy al sur de donde estoy. Guatemaltecos, hondureños y  nicaragüenses viven hoy la misma parafernalia que yo, que estoy en El Salvador: aviones maniobrando, soldados que caminan con sus uniformes de gala y los ojos muertos. “Los guardianes de la patria, señoras y señores”. La gente aplaude. Yo, que soy una hija de la guerra a quien entrenaron para no creer en las versiones oficiales de nada, no puedo hacer más que pensar en Ana y en cómo vivirá la independencia Costa Rica.

Ana es una bióloga costarricense que conocí en Guatemala mientras asistíamos a un taller de activismo digital. Al entrar a la habitación que compartíamos y empezar a fraternizar, la primera pregunta suya fue “nosotros tenemos un problema de seguridad que está creciendo ¿A ustedes les funcionan los militares para eso?”. Había tanta inocencia en su pregunta que no pude hacer más que estallar en risa. La Costa Rica que se precia de no tener ejército, pensé siempre, enceguece ante cómo ese hecho ha marcado la percepción que el resto de Centroamérica tiene de ellos, quizá por sentir que el no haber sido severamente reprimidos institucionalmente les priva del dolor colectivo que es común a quienes tenemos una bandera azul y vivimos en este istmo.

Centroamérica no es lo mismo que América Central. El primero es un concepto político usado para refererise a los pueblos adscritos a la Capitanía general de Guatemala: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. América Central, por otra parte, es un concepto geográfico que sí incluye a Belice y Panamá.  Istmo definido fuertemente por su posición geográfica, uno podría pensar que estos territorios están destinados a estar juntos, cual romance de telenovela barata. Compartimos fiesta patria, somos economías monoexportadoras agrícolas, mestizos y ultranacionalistas ¿Qué puede salir mal? Todo lo que pueda imaginarse.

La integración centroamericana es el concepto fallido más consistente del continente:  desde la gesta independencista criolla, la gestión de nuestros países ha estado subyugada a intereses económicos desiguales y egoísmos burgueses aliados solo circunstancialmente entre sí para preservar sus intereses. Independizados en 1821, los cinco pueblos de la Capitanía instituyen la República Federal de Centroamérica, cuya disolución inicia en 1838.  Le siguen la Confederación de Centroamérica (1843), disuelta debido a guerras internas entre Honduras y Nicaragua. El único momento de verdadera unidad se dio en 1857, cuando los efectivos militares de todos los países se unen en Nicaragua para luchar contra las fuerzas de William Walker, político y filibustero estadounidense  que llegó incluso a ser juramentado presidente de Nicaragua en 1856 (después de varios intentos más de Walker por controlar Centroamérica, fue fusilado en Honduras en 1860). Desde entonces y en todas las esferas socioeconómicas concebibles, la Centroamérica unida se ha dedicado a fracasar.

Como buen pueblo colonial que somos, el salvadoreño entiende a Centroamérica así: Guatemala es el vecino buena gente cuyas inditas  nos venden dulces y cobijas. Honduras es un invasor que nos robó tierras; Nicaragua es el hermano del alma, igual de vapuleado que nosotros (aunque esto puede ser una percepción exclusiva de la izquierda, debido a la innegable hermandad entre sus movimentos armados) y Costa Rica… es… “la Suiza centroamericana”, sin ejército, xenofóbica y altanera. ¿El Salvador qué es, en este escenario? El Salvador es sacro y puro, autor del primer movimiento independencista del istmo. Pueblo abnegado y trabajador y humilde ¡Que viva El Salvador! Eso enseñan los libros y, si salgo a la calle y pregunto, eso me dicen que es mi país. No sé si reír o llorar.

En honor a la justicia haré el ejercicio de decir cómo ve Centroamérica a El Salvador: trabajadores, pero cargados de hijos; ladrones, mareros y prostitutas. Por supuesto que yo nunca he robado a nadie ni me he prostituido, pero si le pregunto a alguien dentro del istmo qué es una mujer salvadoreña, seguro que responde eso. Así, sin más. En Guatemala, cuando entré a mi habitación en el hotel en el que se efectuó el taller y noté el acento tico de mi compañera de habitación, dije “ay, es tica”. Sin conocerla.  Xenofóbica y alzada y creída simplemente por ser tica. Y entonces capté, en total ejercicio de autocrítica, que el nacionalismo contra el que tanto despotrico está vivito y coleando dentro de mí.

Los gobiernos centroamericanos han sido siempre ultranacionalistas. Es la manera más fácil de consolidar seudo identidades nacionales en territorios tan pequeños y con historia en común que data de siglos; de lograr que los pueblos identifiquen la amenaza en el foráneo antes que el problema con el compatriota. Esto lo supieron bien las clases dominantes, tanto que lograron –y logran- trabajar proyectos políticos paralelos mientras protegían –y protegen- vorazmente sus mercados de los aliados políticos que eran –y son- a su vez contrapartes económicas. El paralelismo es tan evidente que en Guatemala hay partidos políticos con proyectos y ¡nombres! idénticos a la derecha disidente de El Salvador[i]. Lo cierto es que esto nuestros pueblos no lo saben y nos enfocamos en la amenaza del extranjero. Nacionalismo puro.

Este ultranacionalismo que borda en xenofobia opera en espectros amplios, desde el sutil consejo salvadoreño: “no vayás a Guatemala por tierra ¡te van a asaltar!” hasta el rapero nicaragüense que canta ♫ Bumbumbumbum, fuck you, Costa Rica/ Bumbumbumbum, ¡el Río San Juan es nica!♫[ii]. Mientras esto sucede en nuestras sociedades, cada quince de septiembre los escolares de nuestros países salen a las calles en desfiles que conmemoran nuestra “libertad”, ondeando cinco banderas azules que significan lo mismo pero con distinto acento. El contraste es chocante. No es de extrañar, entonces, que la integración centroamericana, un concepto meramente económico, falle estrepitosamente al no responder ni abordar las profundas grietas que dividen a nuestras “hermanas repúblicas”.

Todos los proyectos de integración comercial del siglo XX fallaron en un punto común: no abordaron la característica principal de las economías de nuestros países: producción primaria y monoexportación agrícola. El Mercado Común Centroamericano[iii] pretendía ser reformista: fue diseñado para aumentar y racionalizar la producción industrial, una reforma agraria y tributaria y alguna redistribución paulatina de la riqueza. El objetivo tácito era lograr abandonar la homogeneidad de los mercados para volverlos complementarios, pero los enclaves económicos existentes fueron inflexibles y las burguesías tenían demasiados problemas sociales con qué lidiar: huelgas en Honduras, Guatemala y El Salvador habrían de marcar la década de los sesenta. El conflicto limítrofe entre Honduras y El Salvador que desataría en conflicto armado en 1969, aunado a la Revolución Sandinista nicaragüense en 1979 y los conflictos internos guatemalteco y salvadoreño habrían de truncar el proyecto común mercantil.

Cuando se habla de unión centroamericana, usualmente se hace en el triángulo norte: micro-región que comprende a Guatemala, El Salvador y Honduras. Son estos países los que han perseverado más en esta idea. Nicaragua se adhiere a tal punto que estos cuatro países mantienen un régimen de fronteras abiertas[iv], del cual no participa Costa Rica. Esto nos resulta inaudito “¡¿Por qué necesitamos visa para entrar a Costa Rica?! ¡¿Qué creen que somos?!” dijeron amigos míos que asistieron al concierto de Iron Maiden en San José. Curiosamente, los ticos saben cómo son percibidos por el resto de la región. Los ticos activistas con quienes entablé amistad no cesaron en disculparse por el comportamiento de sus compatriotas. La verdad es que la región considera a Costa Rica ajena de los problemas que al resto nos son comunes, cuando esto no podría estar más lejano de la verdad.

En el taller aprendí más sobre Costa Rica que sobre activismo digital. Fueron días de vivir en una burbuja en la que veinticinco centroamericanos llegaban a sus mesas de trabajo directo a leer sus periódicos. Estábamos bajo amenaza de huracán, que podría forzarnos a quedarnos en Guatemala unos días extra, así que aparte de nuestras noticias, nos interesaban las guatemaltecas. En algún momento una nica me preguntó: “¿De dónde es Prensa Libre?”. Al decirle que era un periódico guatemalteco, ella replicó “Ahora la duda es, ¿Qué tan confiable es?”. Reímos todos, reconociendo nuestra desconfianza común de la palabra de los medios de comunicación. Fueron también días de reconocernos en nuestros países malogrados, de nuestra historia tergiversada a favor de a quien le convenía en algún momento.

Es difícil, extremadamente difícil concebir una verdadera y completa integración centroamericana. En la actualidad ésta es un concepto romanceado e idealizado por las izquierdas, vuelto inoperable por las derechas que afirman perseguirlo por fines económicos. Sin embargo, el comercio libre de arancel, las tasas igualitarias y los requisitos legales para estandarizar la operativización de nuestros mercados no podría antojarse más lejano. Esa Centroamérica unida no va a concretarse en ningún plazo mediato. No obstante, tras convivir y militar y reflexionar con ticos, nicas, catrachos y chapines, no puedo hacer otra cosa más que concebir y predicar que la Centroamérica que nosotros queremos existe, está unida y no hará otra cosa más que crecer. Advertidos quedan.

 


[i] Véase Gran Alianza Nacional “GANA” Guatemala < http://www.gana.com.gt/main.php> y Gran Alianza por la Unidad Nacional “GANA” El Salvador < http://www.gana.org.sv/>

[ii] McPuppet, “El Río San Juan es nica” < http://www.youtube.com/watch?v=IAn34uEPY84>

[iv] Acta del acuerdo CA-4 disponible en el sito web del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) <http://www.sica.int/busqueda/busqueda_archivo.aspx?Archivo=acta_1333_1_03062005.pdf>

 

Material consultado:

 

  • Cáceres, M (1985) “Nacimiento y crisis de la integración centroamericana”. Optando al grado de licenciado en Ciencias Políticas. UCA, San Salvador.

 

 

Virginia Lemus

El Salvador, 1987. Estudiante de Derecho en la Universidad Centroamericana y Política Latinoamericana en FLACSO-El Salvador.

4 Comments

  • José Manuel Guevara Vela dice:

    Creo que tienes razón, con el estado actual de las cosas la unión centroamericana es algo que se antoja más que lejano. ¿Qué incentivos tendrían las clases dominantes para perder el poder que tienen? Costa Rica va muy aparte vendiéndole el alma a los chinos.

    Saludos.

  • Luis Gabriel Urquieta dice:

    Muy buen artículo Virigina, espero que algun día que vaya a Salvador tenga la oportunidad de charlar contigo.

  • oswos dice:

    Curiosamente mi hijita de 8 anhos ha estado leyendo Historia de El Salvador, desde las mencionada Capitanía de Guatemala. Las luchas de los criollos y sus alianzas convenientes para evitar los impuestos… ha sido un día interesante de historia centroaméricana. Buen artículo, me gusta por cómo mostras en casos concretos los grandes prejuicios que nos mueven unos contra otros, cuando somos parte de la misma “delgada cintura” de América

  • Anónimo dice:

    ¿Cuántas veces se puede escribir nuestra en un artículo? La que dice en su blog que es un diccionario ambulante, ¿y hace este mamarracho? Siga escribiendo en boliqueso mejor.

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