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Se filmaba El atentado, película de Jorge Fons (Rojo amanecer, El callejón de los milagros), de reciente estreno. El filme cuenta un momento poco conocido de la historia de México: el atentado que sufrió el dictador Porfirio Díaz, en 1897, en plena gloria de su poder. La película está basada en la novela de Álvaro Uribe, Expediente del atentado (2008), mosaico de documentos y voces que narran el frustrado magnicidio con versiones oscuras, contradictorias y censuradas, como suele ocurrir con la realidad política mexicana. Encontré al novelista Uribe en el set de filmación, impresionado de ver cómo se traducía en escenario y personajes lo que años antes imaginó. A partir de ahí se dio la siguiente charla:

¿Qué ocurre cuando un escritor ve en actores y locaciones lo que antes solamente imaginó en su cabeza, como lenguaje?

A estas alturas estoy maravillado, se volvió una cosa adictiva. Voy a la locación casi todos los días y no puedo creer que estos personajes se volvieran reales. Ahora, también debo decir que esta novela tiene una base histórica y muchos personajes no los inventé. Incluso en lo físico hay datos de ellos, entonces ya los tenía visualizados al escribir la novela.

Expediente del atentado de pronto parecería una novela non fiction

Juega a ser un documento, la constitución de un expediente previo a la novela, para eso inventé muchos documentos entre cartas, actas, notas de periódico, fragmentos de diario. ¿Cómo trasladas eso a lo visual? La solución fácil hubiera sido reproducir voces, pero eso sería una película aburridísima. Entonces tuvieron que traicionar a la novela para respetarla: pasar a hechos visuales lo que era documento. Cuando vi el primer guión no lo podía creer, pero después de pensarlo, creo que traducen perfectamente los documentos. Al final hasta di sugerencias y se aceptaron, como un personaje secundario en la novela, pero clave para las decisiones de los personajes, que sugerí que creciera. Y ahora, ver a los personajes encarnados, tiene algo de milagroso. Quizá se pierde esa libertad del lector de crear libremente a los personajes, pero esa pérdida literaria es la ganancia del cine: tener una realidad que de ninguna manera te dan los personajes más bien fantasmagóricos de la literatura. Para mí ha sido importante que la haga Jorge Fons.

¿En qué se distinguen la película de Jorge Fons de la novela de Álvaro Uribe?

Lo más obvio es que se trata de una película de época, mientras yo no quise hacer una novela histórica tradicional. Yo combatí todas las tentaciones de hacer grandes descripciones de México y los personajes. Una novela histórica tradicional hubiera descrito los árboles del Zócalo, “y atravesaron el hermoso jardín que había entonces”, pero yo me negué a hacer estas cosas de turismo literario. No describí, por ejemplo, que todo mundo usaba sombrero, porque en esa época a nadie se le ocurría decir eso, para ellos era obvio; el cine no podía hacer eso, no trata de lo invisible, sino de lo visible. Entonces, el proyecto de Fons es una reconstrucción de época, como sólo puede hacerlo el cine. Es más, yo diría que gracias la televisión y el cine nos ahorra a los escritores estar describiendo cosas, porque todo mundo ya las vio. Luego también está el trasfondo histórico: yo doy cosas por sentadas, los personajes no critican directamente el régimen de Porfirio Díaz porque esas cosas no se podían decir. En la apuesta de los guionistas sí existe ese trasfondo, gente asustada o pobre, todo eso lo está haciendo Fons.

¿Por qué tu interés en la época?

En 1994 me tocó dirigir una colección de Conaculta, “Memorias mexicanas”, que publica toda clase de escritos memoriosos: correspondencias, diarios, memorias, cualquier documento autobiográfico. Ahí empezó mi relación con Gamboa, pues mi primer encargo fue editar su diario. Yo conocía de Gamboa lo que todo mundo conoce, pero leyendo su diario y buscando prólogos para los libros tuve que relacionarme con historiadores y me fascinó la época, entre otras cosas porque somos un reflejo bastante cercano. En el Porfiriato la literatura de la época era buenísima y había una intensidad cultural envidiable. También, muchas cosas de la vida política y social la Revolución no las borró, más bien las adaptó y las despersonalizó, pero muchas de las cosas horrendas que le criticamos al PRI, Díaz las inventó. Muchas de las cosas que ahora nos quejamos, que si los periodistas se venden para favorecer a alguien políticamente, que si los jueces esperan comunicaciones de qué hacer, que si la policía es corrupta, sucede en mi novela y en México seguimos viviéndolo. Entonces me pareció fascinante esta época, tan rica culturalmente, pero al mismo tiempo defectuosa y premonitoria. Entonces me fui interesando, sobre todo en la figura de Gamboa, quien me parece uno de los personajes clave para entender la época.

¿Qué complicaciones hay en hacer una novela que además debe respetar lo histórico?

En mi caso fue azaroso. El primer libro que escribí sobre el tema fue Recordatorio de Federico Gamboa. Es una pequeña biografía literaria de un personaje que tiene muchos claroscuros. Haciendo ese trabajo encontré su página del 16 de septiembre de 1897, donde dice que hubo un atentado contra Porfirio Díaz. Yo me quedé asombrado, cómo era posible que no lo supiera, porque para entonces ya conocía la época, y bueno, la razón más obvia era que el atentado falló; si el atentado hubiera tenido éxito todos nos habríamos enterado e incluso ni siquiera hubiera habido Revolución. Yo le daba vueltas a la posibilidad de escribir una novela sobre esto pero no encontraba la forma; supongo que para todos los escritores el tema es menos importante que la manera de contarlo, para que tenga la huella personal del escritor. Hasta que a principios de 2004, al acabar mi novela anterior, El taller del tiempo, releí mis notas, Gamboa mencionaba el atentado en media página de su diario, de hecho solamente hay seis menciones de él en su diario, y de repente me di cuenta que el atentado era un gran tema por todos sus cabos sueltos: nadie sabe nada de Arnulfo Arroyo, luego se suicidó el capitán de policía Eduardo Velásquez y se creó una historia donde todo mundo desaparecía. Entonces entendí cuál era el problema narrativo a resolver: no era sólo el atentado, sino el hecho de que el escritor más importante de la época, Federico Gamboa, tuviera el tema y no lo aprovechara. Él no escribió sobre el atentado y descubrí que eso debía contar yo: la novela del escritor que no escribe la novela. A través de él se iba haciendo un mosaico narrativo de novela policíaca, pero cuando se da cuenta a dónde lo llevará descubre que es un nivel demasiado alto y deja de escribir..

Y actúa como un personaje de su época, un porfirista mesurado…

Gamboa era diplomático de carrera e incluso llegó a ser secretario de Relaciones Exteriores, entonces sí está dentro de su mentalidad cuidarse; no lo falseo al ponerlo a tomar notas y darse cuenta al final que esto podría llevarlo muy lejos, que hay altos personajes del régimen involucrados en un complot contra Porfirio Díaz y mejor decide no escribirla. Y tú como lector, solamente tienes el proyecto de esa novela. Traté de que los personajes narraran la historia, hay como quince voces distintas entre documentos, declaraciones ante jueces, recortes de periódicos, cartas, pedazos de diarios; es el mosaico que constituye el expediente de FG, quizá con la intención de escribir una novela, y al final se acobarda, aunque acusarlo de cobarde quizá sea exagerado, pero sí era convenenciero: alguien que se fijaba mucho en las apariencias y en su propia carrera política.

Bajo el pretexto del Bicentenario y el Centenario se está rodando esta película, ¿vale la pena hablar más de los “villanos” que de los “héroes”, como ocurre en El atentado?

Creo que son importantes: muchos reflexionan nuestro pasado a partir de Villa, Carranza, Zapata, pero también es importante que alguien estudie contra qué se hizo la Revolución, o no la entiendes. Las revoluciones las hacen personas nacidas y criadas durante el antiguo régimen; hasta Lázaro Cárdenas, el más joven, se crió en escuelas porfiristas, y hay adultos, como Carranza, que fue senador porfirista; era gente marcada por la época. No se entiende qué hicieron y cómo pensaron si no entiendes la época. No es que un atentado contra Porfirio Díaz sea un antecedente directo de Zapata, pero muestra que trece años antes de la Revolución ya había un caldo de cultivo de donde surgió la Revolución. Creo que es bueno, como parte de la reflexión, entender los claroscuros de la época.

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Ciudad de México, 1972. Ha colaborado como escritor freelance en distintas publicaciones mexicanas de turismo, cultura y cine. En los noventa editó la revista Papel de literatura del INBA. Escribe guiones de comedias románticas. Participa en Distintas Latitudes porque quiere conocer Lima, Montevideo y Barranquilla.

3 Comments

  • Rebeca Santos dice:

    La entrevista le hace honor al escritor, lástima que la película no le ayuda ni al novelista ni al director. Me gustó la novela, vomité la película.

  • Juan Carlos García dice:

    De acuerdo totalmente con Rebeca. Dicen que esta peli es la más cara en la historia del cine nacional. Si eso es cierto, creo que alguien se clavó mucho dinero. La película no es mala por la trama nada más, sino por las actuaciones, los sets, prácticamente todo. pero si es interesante ver que quería lograr el autor con su novela. seguro, si hubiera leido la entrevista antes de ver la peli otra cosa hubiera sido.

  • Luis Urquieta dice:

    El atentado es la película más mala de la década. Fons (director) y Vicente Leñero (guionista) deberían retirarse. Es infame que una pelícual tan pero tan mala se haya aprobado en Fidecine.

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