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Durante la última década las principales ciudades de Latinoamérica han sido escenario de manifestaciones musicales masivas inspiradas en los grandes festivales norteamericanos y europeos.

La ciudad de México, Río de Janeiro, Bogotá y Buenos Aires comparten identidades cosmopolitas que integran expresiones artísticas diversas impulsadas por los avances en la tecnología y las comunicaciones.  Los jóvenes, los principales usuarios de las nuevas tecnologías, son los mayores consumidores del mercado cultural global que se desarrolla en internet, alterando las estrategias de distribución de la industria musical y el consumo de ésta en los mercados locales.

Si bien, en un principio, algunos de los festivales de rock latinoamericanos pretendían conservar una identidad musical exclusiva en razón de pertenencia territorial, poco a poco se han comenzado a abrir espacios a artistas extra-regionales frente al crecimiento del subsector de la industria musical en vivo.  Los conciertos y festivales llegaron para quedarse y cada vez es más probable que podamos disfrutar de una presentación en vivo de nuestro artista favorito.

IMPACTO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS EN LA INDUSTRIA MUSICAL EN VIVO.

Para entender el discurso de la globalización, es necesario entender el contexto de apertura comercial y desregularización de los mercados desde el cual cobró fuerza. A partir de los años ochenta, la llamada globalización se anunció como un proceso ineludible de homogeneización de los mercados internacionales por medio de la intensificación de los flujos económicos, comerciales y financieros.  Así, la globalización -más que un fenómeno neutral surgido del avance en las comunicaciones y transporte-, se dio a partir de un discurso dominante de inserción de los valores occidentales, particularmente, del modelo neoliberal. Lo cierto es que, más allá del carácter ideológico del discurso de la globalización, nos encontramos frente a un proceso de reducción e inmediatez del espacio y tiempo potenciado por los medios electrónicos de comunicación y por el desarrollo de medios de transporte cada vez más rápidos y eficientes.

El internet ha sido una herramienta indispensable en la movilidad virtual de las ideas y de la producción intelectual de manera gratuita de artistas, investigadores y todo tipo de creadores independientes y no independientes. Como plataforma de lanzamiento para dar a conocer el material musical, internet se ha convertido en el espacio donde los músicos que no cuentan con el soporte mercadotécnico y publicitario de los medios tradicionales, comienzan a disputar la popularidad de los productos prefabricados en mercados cada vez más internacionalizados.

Las descargas de música digital gratuita (legal e ilegal) han provocado cambios importantes en los patrones de consumo y comercialización de la música con implicaciones importantes en la industria musical y sus diferentes subsectores. A la vez que las ventas físicas de los componentes musicales ha experimentado un desplome en la última década, el crecimiento del subsector de la industria musical en vivo ha crecido e incluso ha comenzado a registrar mayores ganancias que el subsector de la grabación (que incluye la venta física y digital de la música) en algunos países.

Analizando a grandes rasgos algunos datos de la industria de la música a nivel mundial, no sorprende el aumento en la oferta de festivales musicales y la demanda de éstos por parte de un mercado que es impulsado por el sector de la población que hace más uso del internet. Se estima que la descarga anual supera los 43 millones de millones de canciones a nivel mundial (95%  descargadas ilegalmente) y, a pesar de la crisis mundial, la industria de la música digital tuvo un aumento del 6% en 2010, alcanzando un valor en ventas de 4.6 millones de millones de dólares[1]. En un estudio realizado por Laing (2006), el subsector de la música en vivo tuvo un valor de 20 millones de millones de dólares para 2006, lo que incluye la venta de boletos, mercancía promocional y publicidad de patrocinadores, así como el pago de derechos que se realizan a los gobiernos locales.  Las ciudades sede de los festivales y conciertos no sólo se benefician por los impuestos adquiridos de los organizadores, sino también de la derrama económica del llamado turismo musical nacional e internacional, asociando estos eventos a la imagen de las metrópolis. Los artistas, por su parte, obtienen ingresos adicionales que compensan las externalidades de las descargas gratuitas en internet.

LOS FESTIVALES DE ROCK EN AMÉRICA LATINA

En la última década, los jóvenes de América Latina han presenciado un aumento considerable del número de eventos masivos con carteles que en otros años hubiese sido casi imposible imaginar. Anteriores generaciones que radicaban en la región tuvieron pocas oportunidades de asistir a festivales y conciertos debido a la estigmatización y a la represión de las expresiones musicales que eran utilizadas como un vehículo de demanda hacia los gobiernos autoritarios. Durante los sesenta y setenta, las reuniones juveniles eran celosamente vigiladas por temor a la desestabilización que se había presentado con las protestas estudiantiles. Festivales como el de Avándaro en México y el de Piedras Rojas en Chile emularon la experiencia de Woodstock en Estados Unidos; en el caso del primero, las crónicas del evento fueron censuradas por largo tiempo por el gobierno[2].

Los comienzos de los eventos masivos de rock coincidieron con la apertura económica y la democratización de los países latinoamericanos. Para el caso de México, esta etapa fue inaugurada en los años ochenta por Queen (1981) y Rod Stewart (1989), mientras que Brasil realizaba la primera edición de Rock in Rio –el más importante de la región- en 1985, con la participación de AC/DC, Kiss, Yes, Scorpions, George Benson y Queen, entre otros. Éste se convirtió en el mayor festival pagado a nivel mundial, con la asistencia de 1 millón 380 mil personas. Es, finalmente, en la década de los noventa y principios del nuevo milenio cuando los principales festivales  de la región son creados y adquieren continuidad.

Haciendo una breve revisión, encontramos tres diferentes tipos de eventos de rock que pueden clasificarse dependiendo del nivel de participación en la organización y patrocinio de a) el sector privado (por posicionamiento de marcas comerciales), b) el gobierno (por medio de las instituciones culturales y otros órganos) y c) la sociedad civil (por medio de organizaciones independientes de carácter artístico y cultural y otros).

Los eventos masivos con mayor éxito son aquellos que son organizados por el sector privado y su objetivo es esencialmente económico por medio de la venta de boletos cuyo precio varía de los 35 hasta los 300 dólares, dependiendo del lugar y duración del evento y los músicos invitados. Ejemplos del primer tipo de festivales son el Corona Music Fest que se realiza en la ciudad de México desde 2005 o el Pepsi Music Fest (anteriormente Quilmes Rock creado en 2003) de Buenos Aires, Argentina. Estos festivales son los de más reciente creación y han tenido la participación de músicos con gran proyección internacional de diversos subgéneros. Uno de los eventos musicales más representativos que surgió con una bandera de fuerte identidad regional para el impulso del rock en español frente al dominio anglosajón dentro de este género es el Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino de la Ciudad de México, organizado por OCESA, una de las empresas de entretenimiento más grandes de la región[3]. Sin embargo, desde su primera edición en 1998, se han incorporado músicos de distintos géneros e idiomas extra-regionales con la intención de atraer a un mayor número de asistentes.

Los festivales cuya participación mayoritaria proviene del gobierno y la sociedad civil tienen objetivos de promoción artística y cultural y convivencia ciudadana con la apertura de espacios a bandas locales poco conocidas. Un ejemplo de este tipo lo constituye el Festival Rock al Parque, que se inserta dentro del esquema de actividades de Festivales al Parque del gobierno de Colombia, declarado patrimonio de Bogotá, siendo el evento gratuito al aire libre más grande e importante de América Latina.

Otra de las características de los festivales musicales han sido la exportación y la importación de los mismos aprovechando su éxito, haciendo una marca de sus nombres.  Fuera de Brasil, Rock in Rio ha sido realizado en Portugal (Lisboa) y España (Madrid); de México, el Festival Vive Latino tuvo una edición en Santiago de Chile. Del mismo modo, festivales americanos y europeos han sido traídos a la región: Creamfields de Reino Unido, denominado como un festival de música electrónica (aunque han presentado músicos de distintos géneros), se ha realizado en ocho ciudades de 6 países de América Latina desde el 2001 y, recientemente, uno de los más importantes eventos de rock estadounidense, el Festival Lolapalooza (organizado por Perry Farrell, vocalista de Jane’s Addiction), fue realizado en Chile y en abril de este año se llevará a cabo la edición brasileña en São Paulo.

Finalmente, un interesante esquema en la realización de eventos de rock de corte independiente y de lógica cooperativa por medio de la constitución de redes de productores, lo constituye el Festival Grito Rock, que inició como un proyecto limitado a Brasil y que actualmente representa el mayor festival integrado en red del continente americano. Aprovechando la facilidad del intercambio de información, el festival ha logrado reunir a 130 ciudades de Centro y Sudamérica, del cual habrá que estar pendientes.

REFERENCIAS

 

Agustín, José (2007), La contracultura en México, Editorial de Bolsillo, México.

International Federation of the Phonographic Industry (2011), IFPI Digital Music Report 2011, United Kingdom. Disponible en <http://www.ifpi.org/content/library/DMR2011.pdf>

Laing, David (2006), World Music and the Global Music Industry: Flows, Corporations and Networks, Institute of Popular Music, University of Liverpool.

Festival Grito Rock 2012. El mayor festival integrado del mundo. http://gritorock.com.br/

 

 


[1]International Federation of the Phonographic Industry (2011),  IFPI Digital Music Report 2011, United Kingdom.

[2] José Agustín señala que hubo un distanciamiento relativo de la conciencia política colectiva representada por la izquierda joven y el festival de Avándaro que en un inicio fue concebido más como un negocio y un movimiento estratégico político organizado por personajes propios del régimen autoritario mexicano.  La coincidencia finalmente estuvo en el gusto por el rock y las canciones que fueron adoptadas como himnos de protesta, aunque escritores de renombre como Carlos Monsiváis lo calificó -en una carta publicada el 26 de septiembre de 1971 en el periódico mexicano Excélsior- como “uno de los grandes momentos del colonialismo mental en el Tercer Mundo”, que Agustín revindica como una “significativa manifestación de contracultura mexicanísima” con repercusiones políticas que, debido a su éxito, fue descalificado por algunos intelectuales y recriminado por el gobierno.  Agustín, José (2007), La contracultura en México, Editorial de Bolsillo, México.

 

[3] OCESA es una subsidiaria del grupo empresarial CIE, especializada en la organización de eventos a gran escala, operadora de inmuebles como el Foro Sol y cuenta con convenios de colaboración con la empresa Ticket Master. La mayoría de los conciertos realizados en México, son llevados a cabo de forma casi monopólica por ésta.

Vanessa Eloisa Rebollar Viana

Licenciada en Relaciones Internacionales por la UNAM. Maestra en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México. Especialista en temas de integración económica y potencias medias con especial enfoque en Brasil.

2 Comments

  • Diego Macías dice:

    Es interesantísimo notar cómo, en efecto, los conciertos (masivos o no) se han convertido en la mejor fuente de ingreso de las bandas, en especial las de Rock.

    Con la venta de música “en físico” por los suelos y el ascenso, como bien dices, de la música digitalizada, los conciertos se han convertido en la gallina de los huevos de oro.Tengo la sospecha de que Latinoamérica, fanática como es para otras cosas (fútbol, religión…), es un público cautivo muy jugoso para los conciertos.No en vano cuando los Rolling Stones tocaron en México en 2006 ¡ofrecieron el concierto más caro de la gira! Con boletos que sobrepasaban los 325 dólares, el concierto de la Ciudad de México fue más caro que el de Oslo, Las Vegas o Nueva York, ciudades carísimas. Hay una emoción impresionante que se desata con los conciertos: las filas de fanáticos esperando (a veces días enteros) a que salgan los boletos a la venta, la muchedumbre arremolinada desde varias horas antes del concierto en la pista o en las gradas, la voraz compra-venta de todo tipo de artículos relacionados con el grupo… el concierto es catarsis, es casi identidad colectiva. Por él se paga lo que sea y se hacen todos los sacrificios. 
    Y el rock es emblemático porque ha sido un género musical extremadamente favorecido por este negocio tan provechoso, cuando uno podría pensar que, en el origen, el rock se trataba mucho más de pasar un buen rato con una cerveza en la mano en algún bar subterráneo, pagando poco y disfrutando mucho.

  • Denisse dice:

    Todo es un conjunto y al final todos salen beneficiados de esto, fanáticos felices de ver a sus bandas, ciudades donde ingresan dinero por impuestos y consecuentemente mayor turismo, seria maravilloso que los países pequeños como Ecuador, fomenten mas conciertos, festivales. 
    No debemos culpar a la falta de estructura, los jóvenes estamos dispuestos a pagar por un boleto y mejor si ese dinero se queda en mi país. 

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