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Cuando la crisis financiera de 2008 se mostró en todo su apogeo, Hugo Chávez no dejó de lanzar declaraciones airosas. En una de ellas, anunció que “si la Revolución Bolivariana de Venezuela no hubiera llegado, los países de América Latina estarían ahogándonos en el fondo de la más grande crisis económica. Pero no será así, porque mientras en EE.UU la gente se queda sin empleo, aquí el desempleo disminuye cada vez más”.

Y remató con una de las ventajas que, según él, Venezuela tiene en el escenario internacional: “tenemos una arquitectura financiera mundial estable. Nuestro capital proviene de la recuperación de la venta del petróleo que era robada anteriormente por [otros] Gobiernos, nosotros hemos levantado la economía nacional y nuestro propio sistema de finanzas interno, externo y mundial”.[1]

Las declaraciones de Chávez tendrían sentido si al conjunto de Latinoamérica le sustrajéramos Venezuela y Haití. Hoy, a poco más de dos años de iniciada la crisis, Venezuela no ha podido recuperarse de la caída consecutiva de su PIB: de -3.3% en 2009 y de -1.9% en 2010. En la región, ha quedado entre los dos países rezagados (junto a Haití), pues no ha podido participar del crecimiento de 6% que ha logrado Latinoamérica en su conjunto, y ha quedado como el único país petrolero en recesión.

En contra de la solidez financiera de la que se jactaba Chávez, la inflación en Venezuela no ha dejado de subir. En 2008 alcanzó 30%, y a pesar de que bajó a 25% en 2009, el año pasado la cifra volvió a crecer, conservándose como la más alta en la región por quinto año consecutivo. Hoy, Venezuela sufre una inflación promedio de alrededor de 27%, y la proporción es aún mayor en algunos productos, como los alimentos. Las medidas tomadas en 2002 –establecimiento de precios fijos por debajo de los costos de producción– han provocado la escasez de alimentos y han generado un mercado negro en el que se comercian productos básicos por hasta tres veces su precio señalado. Chávez ha respondido con ataques a algunas empresas privadas: ha expropiado y nacionalizado, y eso le ha privado de un aliado importante para combatir la crisis, la inflación y repuntar el gasto privado.[2]

Con lo que Chávez no contaba –además de su poca astucia– era con la caída en el precio del barril de petróleo. De los poco más de 130 dólares en que cotizaba en julio 2008, el barril pasó a costar menos de 40 en diciembre de ese mismo año, y sólo logró rebasar ligeramente los 80 en abril y diciembre de 2010.[3] El gobierno, por tanto, tuvo que recurrir al aumento de impuestos y al endeudamiento público. Más de 60 por ciento del presupuesto gubernamental se financia con la renta petrolera, y para subsanar, aunque sea en parte, la reducción en el gasto público, el gobierno venezolano aprobó en 2008 un aumento del IVA de 9 a 12% y autorizó una deuda pública casi tres veces mayor a la aprobada originalmente. A su vez, la caída de la producción nacional ha incrementando la dependencia de los mercados internacionales. Según datos de Milenio, “en 2008 se destinaron 50 mil millones de dólares —más del total de la venta petrolera a Estados Unidos— a la compra de alimentos, electrodomésticos y armas”.[4]

Colombia cuenta una historia distinta. Su economía salió relativamente bien librada de la crisis global, pues creció 0,8% en 2009, mientras que el PIB mundial y el de América Latina se contrajeron 0,6 y 1,7 por ciento, respectivamente. Según analistas, la actividad económica colombiana ha estado impulsada por la demanda interna, por el consumo privado en particular. El sector exportador, por su parte, ha logrado repuntar desde el año pasado, debido una mejora en la demanda externa, a la diversificación de socios comerciales, a una menor apreciación del peso, y a un incremento de los términos de intercambio.[5] Pero la recuperación es precaria, pues el impulso está concentrado en tres productos, cuyos precios pueden desestabilizarse rápidamente: el petróleo, el carbón y el ferroníquel. Ochenta por ciento del aumento de las exportaciones colombianas se concentraron, precisamente, en el petróleo. El incremento, además, obedeció a un mejor precio y no a una mayor cantidad: 6 de cada 7 dólares adicionales se explican por esta situación.[6]

La recuperación, entonces, permanece como un escenario prometido. El gobierno ha tenido que recortar gastos, y eso repercutirá en el PIB con una caída de alrededor de 0.8 %, pues el consumo gubernamental representa entre 18 y 19% de la producción económica. El desempleo, además, sigue por encima del 10 %, y en algunas ciudades supera 20%. Es el caso de Cúcuta, la quinta ciudad más importante del país, cuya economía está íntimamente vinculada con Venezuela.

La crisis de la economía venezolana y los disgustos personales de Chávez privaron a Colombia de 1 punto porcentual en su PIB en 2010 y de alrededor de 300 mil empleos directos en la pequeña y mediana empresa.[7] Y es que en agosto de 2009 ambos países rompieron relaciones políticas y comerciales por diferencias de opinión respecto a la posición del gobierno venezolano frente a las FARC y a la conveniencia de que Colombia firmase un acuerdo militar con Estados Unidos. Desde entonces, Colombia ha sufrido mermas económicas por la ruptura de los vínculos comerciales, sobre todo en las zonas fronterizas, de la que Cúcuta forma parte esencial. Ante el escenario de desaceleración, Chávez ha aceptado negociar nuevos acuerdos y acercamientos con el (nuevo) gobierno de Santos. La zona fronteriza, una franja muy dinámica en intercambios comerciales, migratorios y laborales, es un punto de encuentro económicamente muy provechoso para Colombia tanto como para Venezuela.

Si bien la interdependencia de ambas economías ha sido clave en la dinámica económica de la región, Colombia ha sabido sortear los obstáculos mejor de lo que ha podido hacer Venezuela. Sin embargo, mientras sus estrategias sigan enfocadas en el comercio del petróleo y derivados, la recuperación y el crecimiento seguirán siendo, para ambas, una promesa muy inestable.


[3] Los datos son de U.S. Energy Information Administration. Véase un comparativo internacional, con disponibilidad de datos históricos en http://tonto.eia.doe.gov/dnav/pet/pet_pri_wco_k_w.htm

[6] La nota es de Mauricio Galindo, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-7019787

22 de enero de 2010.

Natalia Rivera Hoyos

Licenciatura en Política y Administración Pública por El Colegio de México. De padres colombianos, nació en São Paulo, Brasil, pero desde pequeña viajó a México. Aquí vive y de aquí es. Desde su fundación es consejera editorial de Distintas Latitudes. Huraña, pero de risa fácil.

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