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La muerte tiene una ventaja que es al mismo tiempo lo contrario: fija a las personas en el tiempo, en los diferentes tiempos en que esa persona estuvo en nosotros, con nosotros, en nuestra memoria, en nuestros deseos de que las cosas fueran de cierto modo, o que no fueran en absoluto.

-Rafael Menjívar Ochoa en “Algo sobre la muerte de Rafael Menjívar”[1]

“La solemnidad evita que uno vea al muerto de frente”, continúa Rafael Menjívar Ochoa en su ensayo sobre la muerte de su padre -quien fuera uno de los economistas  más importantes de El Salvador. Esa frase se me fija en la mente.  No soy de esas personas que piensan que los muertos viven. Rafael Menjívar Ochoa está muerto, me digo desde la distancia. Está muerto desde el 27 de abril de este año y sin embargo uno espera quizá que esa muerte sea una de las tantas muertes de sus novelas.

“Tenía una relación pasional con la muerte”, explica Miguel Huezo Mixco, otro escritor salvadoreño y que junto a Rafael Menjívar Ochoa, Jacinta Escudos y Horacio Castellanos Moya, son siempre mencionados como parte de la generación del cinismo o del descontento en la literatura salvadoreña. “No es la muerte la gran perseguidora, sino más bien es Rafael quien ha venido persiguiéndola a ella, como uno de aquellos detectives que merodean en sus cuentos y novelas”, continúa Huezo Mixco, en la nota sobre una nueva publicación del libro Un mundo en el que cielo cae y cae, nunca antes publicado en El Salvador.[2]

Pareciera que esta complicidad con la muerte ha hecho que ésta aparezca inocua para un escritor que deja más de quince títulos publicados, participaciones en antologías y una senda obra periodística. A este legado podemos añadir a los más de 30 participantes que acumuló el Taller Literario “La Casa del Escritor” que Rafael fundó en 2001, jóvenes a los que nos heredó un poco de su meticulosidad y compromiso por la excelencia, lo cual se ha traducido en publicaciones, participaciones en festivales y antologías diversas.

Rafael Menjívar Ochoa fue un salvadoreño que había vivido en México 23 años. Poco le importaban las fronteras. El contexto no es lo que hacía la literatura. Para Rafael “La autoestima literaria suele ser proporcional al tamaño del país, y El Salvador es un país pequeño”[3]. Siempre hablaba de salir del radio del país, dejar “la municipalidad”.

“Rafael lo dice bastante bien: un escritor que nació en una aldea (que la aldea se llame San Salvador, México o Francia) tiene dos posibilidades: o bien escribir para entretener a los aldeanos, o bien hacer literatura universal. Rafael decidió hacer literatura universal” me  explica Thierry.

Esto coincide con la capacidad de desdibujar los espacios más que especificarlos, aunque mantiene en su obra un predominio de la urbanidad. “Incluso hay novelas en las que ni siquiera nombra la ciudad. Se llama ‘la ciudad’, o se llama ‘el puerto’ y uno reconoce Acapulco, pero nada más”, añade Davo.

Lo mismo pasa con los personajes, de los cuales la mayor parte son anónimos. Muchos tienen un adjetivo más que un nombre: “el Loco”, “el Ciego” o, una letra, como “R.”, uno de mis personajes favoritos en Trece:

R. pensaba todo el tiempo en la muerte, o eso quería aparentar. Siempre hablaba de su último día, de su último acto, de su último pensamiento. Todo lo que decía tenía que ver con su muerte.

Moriría a los 23 años. Desde que era niña, decía, decidió morir a los 23, cuando fuera más fuerte, más joven, más fresca.

Personajes desesperados y muchas veces obsesionados por la muerte: suicidas, homicidas. “Sus personajes caminan por la vida como extranjeros” – dice Thierry – “vendrían siendo como hijos o sobrinos o nietos de ‘El Extranjero’ [de Albert Camus]”.

La obra de Rafael no sólo es universal por su técnica, sino por su temática: la muerte, la locura, la traición. “Si tomamos el ejemplo de Instrucciones para vivir sin piel, aunque el tema tiene que ver con la traición y el conflicto armado en El Salvador, cualquier francés puede entender de qué se trata porque nos tocó vivir algo parecido durante la segunda guerra mundial y la ocupación alemana”, me contesta Thierry sobre la pertinencia de la obra en su país.

Thierry lo caracteriza como un investigador de literatura experimental -en su sentido más literal: “en una mesa redonda durante su vuelta en Francia en 2007, explicó que sus personajes eran como ratoncitos en un laberinto” y yo iría un poco más: sus lectores también lo somos un poco.

Un juego interesantísimo fue la creación del personaje J.M. Basil, multicitado en los epígrafes de sus obras. Esto llevó a algunos análisis académicos sobre la relación de Rafael con el personaje, que incluso sugirieron algún vínculo amoroso. Sobre el suceso explicó con su sentido del humor “ ‘J.M.’ viene porque mi hermano se llama Juan Mauricio y mi tío Juan Manuel. ‘Basil’ porque me gusta la comida italiana, y una buena salsa italiana sin albahaca es casi inconcebible”.[4]

No sólo necesitaba escribir y jugar, también lo disfrutaba mucho, sobre todo que fuera con una pluma fuente y en un cuaderno muy bonito. Se dedicó a la narrativa, en particular al género negro. Aunque eso no le impidió escribir poesía en más de alguna ocasión, aunque él opinaba que lo suyo era la novela “Es lo mío. Prefiero no dispersar esfuerzos y hacer algo bien que tener credencial de narrador, poeta, cuentista y lo que sea (los domingos se hace sopa de patas y los sábados se compone música incidental, honorarios según cantidad de compases)”.[5]

La obra de Rafael se ve en conjunto, un conjunto con ciclos según Thierry, y dentro del cual no puede encontrarse “la” obra representativa, pues siempre intentaba superarse en técnica en cada uno de sus trabajos.

Rafael Menjívar Ochoa está muerto. Y quiero verlo de frente, sin la solemnidad de su muerte. Habría que juzgarlo universalmente. No juzgar su producción como la obra literaria de un muerto, sino como obra literaria, sin apellidos. Esa literatura tan universal a la que no importa el tiempo ni lo efímero de la existencia humana de su autor. Y en efecto, Rafael ha trascendido su muerte.

 

Más sobre Rafael Menjívar Ochoa

Su blog personal: http://rmenjivar.blogspot.com/

Su blog literario: http://lamanchaenlapared.blogspot.com

Puede descargarse una parte del libro “Un cielo en el que mundo cae y cae”, de la Colección Revuelta, acá: http://www.ccespanasv.org/publicaciones-revuelta.php

“Fuerza Rafa”, comunidad de amigos que recoge fondos para sufragar sus gastos médicos y funerarios http://www.facebook.com/pages/Fuerza-Rafa/

Antigua página web del Taller literario “La Casa del Escritor” http://www.casadelescritor.org/

Algunos poemas: http://www.artepoetica.net/Rafael_M.pdf

Le agradezco mucho a Thierry Davo su colaboración al responder tan elocuentemente las preguntas que no fueron elocuentemente elaboradas.

 

Imágenes

Rafa_texto. Tomada de su blog personal. Es una corrección de su novela “Cualquier forma de morir”.

Rafa_Melanie. Foto tomada por Mélanie Morand.


[1] http://lamanchaenlapared.blogspot.com/2005/08/algo-sobre-la-muerte-de-rafael-menjvar.html

[2] http://www.laprensagrafica.com/opinion/editorial/184755-la-muerte-y-rafael-menjivar-ochoa.html

[3] http://lamanchaenlapared.blogspot.com/2007/04/borges-plagia-menen-desleal.html

[4] http://rmenjivar.blogspot.com/2006/06/jm-basil.html

[5] http://rmenjivar.blogspot.com/2006/11/la-mujer-esqueleto.html

 

Ana Escoto

1984. San Salvador. Estudios de posgrado en población en FLACSO y El Colegio de México. Se dedica también a la narrativa breve y a la poesía.

One Comment

  • Arta Sanchez dice:

     Excelentemente escrito, y comparto el sentimiento de hacer a un lado la solemnidad… por lo visto abril se llevó excelentes escritores, de esos que no se quedan para beneplácito de la aldea… sino universales.

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