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Hace tiempo publiqué en Twitter el video de la canción “El pibe de mi barrio” de los colombianos Doctor Krápula (abajo el video), a lo que un amigo comentó algo como “nada mal, pero ¿por qué todos los grupos latinoamericanos tienen que sonar argentinos?”. Ahora que tengo la oportunidad de hablar sobre el Rock en América Latina comparto algunas ideas al respecto. 

La identidad sonora latinoamericana

¿Qué hace al Rock latinoamericano “latinoamericano”? Se sabe de la historia compartida en Latinoamérica como legado de la Colonia; esto se puede confirmar al visitar cualquier país de la región e identificar tradiciones, costumbres, valores y hábitos similares, ocasionando que las formas de interpretación del entorno sean relativamente homogéneas. En cuanto a la inserción del Rock en Latinoamérica, la historia tiene también elementos en común a partir de las formas de resistencia o aceptación que éste sufrió mediante represiones por parte del gobierno, demonizaciones intelectuales u ostracismo social (Pacini Hernández, 2004). Sin embargo, a casi seis décadas de haberse insertado en la memoria cultural latinoamericana, actualmente el Rock es reconocido como una forma legítima de música popular, que incluso ha sido incorporada a discursos nacionales. Sin embargo, antes de hablar de un Rock latinoamericano es importante comprender que éste fue primero incorporado a los discursos musicales de cada país, permitiendo que se hablara de un Rock “nacional” tras superar los prejuicios de ser una “encarnación del imperialismo estadounidense” o ser una “amenaza para los valores y tradiciones de la región”. Respecto de su aceptación, Deborah Pacini Hernández plantea que quienes incorporaron el Rock como forma de expresión local generaron diálogos entre las tradiciones musicales previas mediante 3 estrategias:

–         usar español o portugués en lugar de inglés.

–         incorporar modismos juveniles, reflejando la diversificación de los orígenes de clase de los músicos.

–         escribir letras con tópicos locales, reflejando preocupaciones netamente latinoamericanas.

Estos fenómenos permitieron, como alguna vez declararía Jaime López, la folklorización del Rock, por lo que a finales de los setenta y durante la década de los ochenta se empezó a hablar de un rock “en tu idioma”, un rock “nacional” o un rock “argentino”, “mexicano”, chileno”, etc. Sin embargo, la noción de “Rock latinoamericano” va más allá de que los músicos de la región hicieran Rock, ya que no todo el Rock de Latinoamérica es “latinoamericano”. Hablamos de la idea de un “rock mestizo” que surgió en los noventa a partir de una serie de coyunturas históricas, geopolíticas, mediáticas y de revisionismos culturales vinculados a la celebración del 5º centenario del “encuentro de dos mundos” y a la reivindicación de la influencia negra o “tercera raíz” en la región.

El Rock “mestizo”

Toda música es “mestiza”, es decir, proviene de una fusión étnica y cultural. Sin embargo, la noción de mestizaje musical remite generalmente a lo que es conocido como “World Music”, contrastando con la idea de que en realidad toda música popular consiste en “la hibridación de tradiciones, estilos e influencias musicales” (Shuker, 2005:205). Así mismo, en Latinoamérica la noción de mestizaje musical implica una tradición de políticas y estrategias nacionalistas, indigenistas y mestizófilas por parte de las elites e intelectuales como legado de los movimientos independentistas y nacionalistas de los últimos dos siglos.

Para facilitar la comprensión de lo que podemos entender como un “Rock mestizo” es importante hacer referencia a lo que Georgina Born ha denominado “comunidades musicalmente imaginadas”, las cuales mantienen como punto de cohesión un gusto musical compartido. Estas comunidades pueden interpretarse como etnias en tanto que una etnia se basa “en el sentido de continuidad, de recuerdo compartido y destino colectivo; es decir, que sus fundamentos son las líneas de afinidad cultural encarnadas en mitos, recuerdos, símbolos y valores característicos conservados por una unidad cultural de población” (Smith, 1997:26). Es así que al hablar de metaleros, reggaetoneros, punketos o jazzeros existe una afinidad cultural y elementos simbólicos de cohesión, además del continuo desarrollo de mitos colectivos y diversas estrategias de legitimación. Lo mismo ha ocurrido para el caso de la “música mestiza latinoamericana”, la cual abarca desde las exploraciones nacionalistas de finales del siglo XIX, hasta la mediatización de músicas “latinas” combinadas con Rock o Electrónica de finales del siglo XX.

Durante las décadas de los ochenta y noventa surgieron una serie de conjuntos musicales en diversas partes del mundo que empezaron a ser etiquetados bajo el término paraguas de “música mestiza” por incorporar en sus composiciones tropos latinoamericanos (estilos musicales surgidos en la región, temáticas locales y otro tipo de imaginarios). Es así que lo que actualmente conocemos como “música mestiza” es aquella que combina tradiciones musicales “occidentales” (Rock, Punk, Hip Hop, Electrónica, etc.), con elementos afrocaribeños e indígenas, ya sea en el sonido, las letras o elementos visuales (para un listado de estos conjuntos recomiendo visitar “Radio Chango”).

Los estilos musicales son formas de expresión inspiradas en metalenguajes sonoros constituidos a partir de las formas de hablar, paisajes sonoros y demás expresiones sonoro-musicales de cada cultura. Si bien las culturas absorben influencias exteriores y revigorizan sus prácticas interiores “con diversos grados de profundidad, dando cierta continuidad a las tradiciones locales y demarcando los límites que definen lo propio y lo ajeno, lo de unos y lo de otros” (Recasens, 2010:15), en el caso del Rock latinoamericano podemos afirmar que éste muestra vínculos con las prácticas, tradiciones e ideales de lo que se ha constituido como culturalmente latinoamericano, diluyendo las fronteras entre los distintos tipos de Rock nacionales. Es así que no todo Rock hecho en Latinoamérica es Rock “latinoamericano”, de la misma forma que no todo Rock hecho en México es “mexicano”. Esta identidad sonora “mestiza” ha permitido que conjuntos musicales disímiles puedan ser contemplados bajo un mismo estilo: ya sea que hablemos de los puertorriqueños Puya, los argentinos Todos Tus Muertos, los franceses Mano Negra, los mexicanos Café Tacvba o los colombianos Aterciopelados, lo musicalmente latino se constituyó como una “identidad nube” donde los músicos pueden coquetear con elementos sonoros latinos.

Identidad y música: el legado de lo “latino” en el Rock

La delimitación de esta identidad ha sido el resultado de constantes procesos de autodefinición, que en Latinoamérica se constituyeron a partir de movimientos folkloristas y mestizófilos a lo largo de dos siglos y procesos de heterodefinición, es decir, la forma como actores “externos” a lo latino han definido qué es lo que se puede considerar “latino” (el cine de Hollywood desde mediados del siglo XX, los movimientos musicales de Europa y Estados Unidos que voltearon a Latinoamérica durante los ochenta y noventa, y las exportaciones musicales fomentadas por disqueras como Real World Records, Luaka Bop y Putumayo World Music). Indudablemente lo anterior tiene que ver con una romantización de lo indígena como emblema de la autenticidad popular para validar discursos de identidad nacional. Sin embargo, regresando a la pregunta de ¿qué hace al Rock latinoamericano “latinoamericano”?, tómese el caso de Calle 13, conjunto puertorriqueño cuya propuesta ha sido muy bien recibida por los distintos públicos en Latinoamérica a partir de la afinidad y empatía con las temáticas y sonoridades “latinas”: pobreza, migración, tradición, espiritualidad, represión, naturaleza, picardía, dignidad, fiesta. Algunos podrían reaccionar argumentando que Calle 13 no es “Rock”, pero ¿realmente qué es Rock?, diversos autores han concluido que el Rock no es sólo en un estilo musical, sino que contempla una serie de valores y actitudes específicas de los entornos urbanos y abarca estilos musicales como el Punk, el Jazz, el Hip Hop, el Metal, la Electrónica y el Reggaetón.

En este sentido, el legado del “Rock Latinoamericano” radica en conjuntar y reivindicar los esfuerzos musicales en distintas latitudes de Latinoamérica, a la vez que abrió las fronteras sonoras a músicos de países “no latinoamericanos” que encontraron en lo “latino” una afinidad simbólica. Por esta razón podemos hablar del Rock latinoamericano como un territorio sónicamente imaginado que puede ser apropiado por músicos de diversas partes del mundo, ya sea mediante la instrumentación, la lírica o el imaginario visual de lo que Alison Greene ha denominado como la “trans-nación latina imaginaria”.

¿Por qué todo conjunto de Rock latinoamericano suena a Rock argentino? Porque varios argentinos suenan a “latinoamericanos”, a lo que podría agregar que la música de Doctor Krápula puede remitir a la de brasileños, mexicanos, alemanes, chilenos o franceses. Lo importante es contemplar que los territorios sonoros no tienen los mismos límites que los territorios nacionales, por lo se puede afirmar que si bien el Rock surgió en Estados Unidos, no todo Rock es estadounidense, así como el Pasito Duranguense no se creó en Durango, sino en Estados Unidos: los estilos musicales y las identidades sonoras no están necesariamente ligados.

Finalmente, “la historia de Latinoamérica es contada a través de la música: fuertes sentimientos de nostalgia y afecto, baladas de líderes y héroes, comentarios acerca de eventos actuales y reclamos contra la injusticia, además de la comunicación con espíritus, deidades y ancestros” (Schechter, 1999:2), algo que sin duda ha perpetuado el ahora legitimado Rock “latinoamericano”.

 

Pacini Hernández, D., Héctor Fernández L’Hoeste & Eric Zolov (Ed.). (2004). Rockin’ Las Americas: The Global Politics of Rock in Latin/o America. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press.

Recasens, A. (Ed.). (2010). A tres bandas. Mestizaje, sincretismo e hibridación en el espacio sonoro iberoamericano. Madrid: Akal.

Schechter, J. M. (Ed.). (1999). Music in Latin American Culture. Regional Traditions. California: Schirmer Thomson Learning.

Shuker, R. (2005). Popular Music. The Key Concepts (2nd. ed.). New York: Routledge.

Smith, A. (1997). La identidad nacional. Madrid: Trama.

 

Julián Woodside

Julián Woodside (Ciudad de México, 1982). Licenciado en Comunicación Social y maestro en Historia; se ha especializado en temas de semiótica, memoria, identidad, música, cine y diseño sonoro, además de dedicarse a la docencia, la investigación académica, el periodismo y a la consultoría para publicidad y estudios de mercado.

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