Desde el año 2006 en que Ollanta Humala -hombre de izquierda- casi gana las elecciones presidenciales peruanas, el futuro siempre fue su problema. Ya en abril del 2011, luego de haber pasado a la segunda vuelta por la presidencia junto a Keiko Fujimori, Ollanta tuvo que ir definiendo con claridad hasta dónde estaría realmente dispuesto a ceder. Hoy, ya como Presidente de la República, ha nombrado a los miembros del Consejo de Ministros de su gobierno, y se elucubra qué tanto ha cedido: para algunos mucho y para otros sólo lo suficiente como para poder calmar a los representantes del statu quo económico que andaban espantados.
Ya desde los anteriores gobiernos -de Alberto Fujimori, Alejandro Toledo y del saliente Alan García- se ha recurrido a la fórmula del “gabinete de consenso”, que ha funcionado más bien como un neutralizante social frente a la débil institucionalidad de los partidos políticos peruanos. ¿Por qué en el caso de Ollanta Humala habría de ser diferente? Ahora más que nunca un gobierno plural se hacía una necesidad pero, como en toda negociación, había que establecer hasta dónde ceder y demarcar el límite a partir del cual se podría desnaturalizar la esencia de su propuesta de gobierno.
Digamos que el límite de Humala se encuentra fijado no en su Plan de Gobierno original, sino en la denominada Hoja de Ruta que fue presentada para ganar la Segunda Vuelta electoral en junio último. Para llevar a cabo las propuestas de la Hoja de Ruta, la principal necesidad fue identificar a los técnicos que llevarían a cabo tales proyectos, de los cuales carece el Partido Gana Perú (el partido de Humala), de ahí la necesidad de aliarse con el partido del ex Presidente Alejandro Toledo, que cuenta con la experiencia de gobierno.
Esta sociedad de partidos que se ha denominado “Acuerdo de Gobernabilidad” le ha permitido al Presidente Humala nombrar finalmente a los miembros del primer Consejo de Ministros de su gobierno que ha empezado el 28 de julio pasado. Al respecto, hay quienes consideran una buena señal para la continuidad del crecimiento económico y la estabilidad de las reglas del modelo económico neoliberal haber nombrado como sucesor del Ministro de Economía y Finanzas saliente al viceministro de éste, el ortodoxo Luis Miguel Castilla Rubio; sin embargo, podría resultar contradictorio cuando, al mismo tiempo, se ha nombrado en el mismo Consejo a otros de línea económica opuesta como son: José Luis Silva Martinot en el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, Miguel Zazzali en Agricultura, Carlos Herrera Descalzi en Energía y Minas, Ricardo Giesecke Sara-Lafosse en Ambiente, Aida García Naranjo en el Ministerio de la Mujer o el propio Kurt Burneo Farfán en el Ministerio de la Producción. Quizá por esto Humala, consciente de que con estos nombramientos se necesitaría de un alto nivel de diálogo y concertación al interior del propio Consejo, nombró como Presidente del mismo a Salomón Lerner Ghitis, cuya capacidad dialogante, de convocatoria y de mediación es reconocida por la gran mayoría. Bajo esta premisa, las peleas al interior del gabinete (que de hecho las habrá) podrían estar bajo control en estos primeros meses; sin embargo, ¿qué hay de las embestidas externas por parte de la oposición?
Como se sabe, casi todos los recientemente nombrados ministros son técnicos con muy poca o nula experiencia política. La oposición lo sabe y estando ávida de pretextos para criticar al nuevo gobierno aprovechará este factor de debilidad. Lo acabamos de ver este 28 de julio en el reciente acto de juramentación del Presidente Humala en el Congreso. Aún con la presencia de dignatarios extranjeros invitados, la oposición arremetió a gritos contra Humala, interrumpiendo el discurso presidencial, negándose incluso a reconocerlo hasta el extremo de llamarlo presidente de facto y dictador. Con una oposición como ésta, encabezada por el grupo fujimontesinista que apostó todo a la candidatura de Keiko Fujimori, se necesitará más que la Presidencia del Congreso y el apoyo del partido del ex Presidente Alejandro Toledo para mantener la gobernabilidad.
Las expectativas sobre este nuevo gobierno que inicia en Perú pesan demasiado. De ahí los importantes anuncios que ha planteado el Presidente Humala en su Primer Discurso, contextualizando algunas de sus promesas de campaña. Su éxito será el éxito de los peruanos, pero las jugadas exigen mucha destreza y habilidad política. Como en el ajedrez, las piezas ya están puestas sobre el tablero y no está permitido patearlo e inventarse otro, mucho menos “refundar la República” y menos aún permitir que la alternativa que adopte la oposición sea la de Marcus Iunius Brutus, el traidor asesino de Julio Cesar. Esta oposición deberá tener claro que apenas se inicia un gobierno que mayoritariamente elegimos hasta el 28 de julio del 2016.
Ollanta inicia con muchas promesas a cuesta que será prácticamente imposible cumplir. Los peruanos todos quedaremos satisfechos con que no haya una caída económica de envergadura, se mantengan más o menos los niveles de crecimiento y el porcentaje de pobres descienda un poco. Creo que eso es lo único a lo que humanamente puede aspirar. Pero sí, la gobernabilidad quizá sea más complicado de lograr que mantener el crecimiento económico.