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En un arrebato de nostalgia y escepticismo, dice mi amigo Emilio de Antuñano, en un texto en este mismo número, que el futbol no sirve para explicar nada más allá del futbol. No sé si tiene razón. Sospecho que, como todo en las ciencias sociales, depende. Quizá lo primero de lo que dependa sea el lugar en el que esté uno. Mi amigo Emilio, que está en Chicago, probablemente no lo experimente así, pero yo, que estoy en México, y que nací en el país del futbol, definitivamente lo veo de otra manera.

Mi infancia creció junto al dúo goleador de Bebeto y Romário, junto a los ángulos espeluznantes de Roberto Carlos, los pases maravillosos de Cafú y Dunga, y las atajadas sufridas de Taffarel. Todos seguían una suerte de estrellato e inmortalidad que había coronado Edson Arantes do Nascimento, Pelé, tras una carrera exitosa que lo llenó de fama y fortuna y que dio a Brasil una prominencia distinta en el escenario internacional.

Cuando vine al mundo, Pelé ya era una estrella consagrada. Hacía algunos años se había retirado del futbol profesional, con tres trofeos mundiales, más de mil goles anotados en partidos oficiales y el título de Atleta del Siglo. Ya era una leyenda, un ícono nacional, un referente obligado para un deporte que él mismo había glorificado como algo profundamente brasileño. Pelé no era sólo un hombre que jugaba con un balón, era también una representación social, un objeto que ligaba la idea de “futbol” con la de “Brasil”, la de “inclusión nacional” y la de “modernidad”, por ejemplo. Quizá desde entonces -desde la emblemática construcción de la figura “Pelé”- el futbol y la idea de lo brasileño han ido estrechamente de la mano.

Mi conjetura es que en la figura de Pelé emergió una representación social escasamente articulada en el espacio público brasileño: el lugar que la raza y la clase ocupan en la identidad nacional. Mucho se ha escrito sobre la negritud como estructura social en Brasil y sobre las ideas de nación y patria que se han forjado con la bandera de la fusión de las razas. No puedo reproducirlo todo aquí, pero basta para decir que hay una literatura al respecto, una discusión histórica, antropológica y sociológica sobre el tema. El futbol no escapa al fenómeno. Futbolistas negros siempre los hubo, y muy buenos: Leônidas da Silva había cosechado buena fama en Brasil, lo mismo que Eusebio da Silva Ferreira, en Portugal, por ejemplo, pero ninguno había logrado la destreza y el éxito de Edson Arantes do Nascimento.

Esto, desde mi punto de vista, ha tenido por consecuencia que en Brasil el futbol se construya como un espacio de dilución y redefinición de diferencias sociales. Este deporte ha servido para articular la identidad de lo negro y lo marginal en una idea más amplia de país, de las posibilidades de representación social. En Brasil, los chicos de favela viven despojados de educación, trabajo y oportunidades, pero han adquirido un lugar -histórico, tradicional y privilegiado- en la cancha de futbol. Junto al balón, las disparidades de raza y clase pierden lugar: el color de piel y el estrato socioeconómico se disuelven en un juego en el que el cuerpo, el desempeño deportivo y la relación con la naturaleza se posicionan como características privilegiadas de Brasil y lo brasileño. La idea de la democracia racial tan discutida en este país desde la primera mitad del siglo XX adquiere una realidad material en el futbol. La diversidad racial y social se acomoda en la cancha, y las diferencias en la distribución de oportunidades, derechos y capital se matizan, como si el futbol operara como una suerte de mecanismo de equilibrio social.

Este juego ha funcionado también como una bandera de modernidad, pues Brasil ha  logrado una inserción en el escenario internacional alrededor del futbol, y ha construido la relación entre futbol- cuerpos- naturaleza- y tropicalidad como algo particular, que conserva las bondades de las tradiciones, pero que también tiende un puente hacia el futuro, el desarrollo y la sustentabilidad.

A su modo, el futbol reconcilia -sin resolver- grandes fisuras de raza, clase e historia que dividen profundamente a la sociedad brasileña. Así, los futbolistas han tomado un papel de autoridad que pocos sectores gozan en Brasil. Protagonizan campañas publicitarias, programas televisivos, puestos administrativos, posiciones gubernamentales y carreras políticas ascendentes. Romario, por ejemplo, es diputado federal y Bebeto es diputado regional, ambos electos en Río de Janeiro. Otros futbolistas también han disputado cargos de elección. Entre ellos, el ex portero Joao Leite, que hizo parte de la selección brasileña en los años ochenta; Danrlei, que ganó la Copa Libertadores en 1995; y Vampeta, campeón en el Mundial de 2002. También figura Roberto Dinamite, ex integrante de la selección nacional y del Vasco da Gama (que preside actualmente) y que ya había sido electo como diputado a la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro.[1]

Algo de los vínculos entre nación, modernidad, inclusión y democracia se reflejó en la emblemática relación que Pelé sostuvo con Xuxa, la famosa estrella de televisión, durante seis años. No fue sólo un noviazgo entre dos grandes personalidades públicas, sino una representación de la unión entre lo blanco y lo negro, lo “africano” y lo “europeo”, que caracterizan el discurso de armonía social y racial del país. La chica rubia, de ojos claros, con el futbolista negro, leyenda internacional, sintetizaban dos de las grandes raíces de la sociedad brasileña, en una mezcla particularmente amorosa que no había logrado ningún otro país en el mundo: ninguna de las colonias africanas, mucho menos Sudáfrica, o incluso Estados Unidos.

El noviazgo entre “La reina de los chiquitos” y “El rey del futbol” constituía, por tanto, una representación pública de que las diferencias sociales en el país no eran objeto de conflicto, sino de buena relación, de armonía y amor. Si la estructura social producía diferencias y segregación, el futbol las revertía, y los futbolistas eran, precisamente, prueba irrefutable de ello.

Quizá mi amigo Emilio tiene razón: el futbol no explica gran cosa, pero creo, sin embargo, que ayuda a entender mucho de lo que sucede a su alrededor. No funciona como una estructura argumentativa, sino como un lente multicolor que revela figuras sorprendentes y relaciones que ningún otro aspecto puede producir. Bien vale pensarlo; nada se pierde con proponerlo.

 

Natalia Rivera Hoyos

Licenciatura en Política y Administración Pública por El Colegio de México. De padres colombianos, nació en São Paulo, Brasil, pero desde pequeña viajó a México. Aquí vive y de aquí es. Desde su fundación es consejera editorial de Distintas Latitudes. Huraña, pero de risa fácil.

6 Comments

  • Maria Luisa Aispuru dice:

    Cada número pienso que difícilmente podría encontrar un mejor artículo que alguno que me gustó de la edición anterior. Y siempre sucede lo contrario. Gran texto, muy original el planteamiento y muy buena lectura de lo que el futbol puede significar. Como bien dices, depende siempre del contexto, del espacio donde uno esté situado. Me encantó. 

  • Natalia RH dice:

    Querida Maria Luisa,
    Muchas gracias por leer el texto y por tomarte el tiempo de dejar un comentario. 
    También me sucede algo parecido: cada número me sorprende la calidad de nuestros lectores, la imaginación y la pericia de nuestros colaboradores, y el compromiso de los que participan en este espacio. Gracias por ser parte de la revista. Es un honor tenerte por aquí. 
    Muchos saludos!

  • Luis Gabriel Urquieta dice:

    Sería interesante saber qué pasó después con la relación Xuxa- Pelé, creo que no acabaron muy bien. Pero es una buena reflexión sobre la inclusión social, que sin duda no se queda en Brasil, sino también en la relación deportiva África- Europa, o en los Estados Unidos con la figura de Jordan en el basquetball.
    Saludos!

  • Pablo Moreno dice:

    Me parece muy interesante el artículo y la visión de la relación de Pelé
    y Xuxa pero creo que faltó irse más atrás, a la Copa del Mundo de Francia 1938
    cuando, entre grandes regionalismos existentes y la necesidad de construir una
    identidad nacional, el gobierno junto con la Federación Brasileña crearon la
    Campaña del sello postal en la cual los aficionados no sólo apoyaban moral sino
    que también materialmente a el equipo nacional de modo que todo el país se
    involucrase y se sintiese responsable de su nación representada a través del
    futbol.

    El 6
    de abril de 1938 el diario de Sao Paulo decía: “la campaña del sello postal
    tuvo un singular éxito y está agotada la emisión de 100,000 sellos postales.
    Con esta campaña los aficionados pueden interesarse directamente por el viaje
    de nuestra selección, porque adquiriendo un sello el hincha hace su apuesta
    para ir también a la copa del mundo. Los que adquirieron el sello no solo
    colaboraron patrióticamente con la participación de Brasil
    en la tercera copa del mundo, sino que se convirtieron al mismo tiempo en
    candidatos a un lugar en la delegación por 500 reales”. Simbólicamente se reforzó la idea de que
    aquello no era un simple torneo deportivo sino una muestra de Brasil a partir
    del futbol

     

     

  • Natalia RH dice:

    Hola Pablo,
    Gracias por tu lectura y por haber regresado a dejar el comentario. En realidad, desconocía lo que me dices. Me parece un dato relevante, quizá porque revela que Pelé fue una figura construida sobre otras bases, similares, pero anteriores. E importante también porque describe un intento deliberado por parte del Estado de vincular el futbol con su idea de nación. Te agradezco mucho que hayas dejado el comentario. Espero volver a tenerte por aquí.
    Muchos saludos! 

  • Natalia RH dice:

    Urquieta querido,
    Es un honor volver a encontrarme un comentario tuyo. Gracias por darte la vuelta otra vez. Veo que andas pendiente de los temas de Brasil. Se agradece cualquier recomendación de lectura o reflexión!

    Es curioso que me hayas puesto este comentario: justamente no pude saber cómo acabó la relación. También quedé con la espinita de la duda, porque da la impresión -como dices- de que Pelé y Xuxa no terminaron en buenos términos. Tendría que darme una zambullida en aquellas famosas revistas de chismes del mundo del espectáculo, que tanto éxito han tenido en Brasil (como en cualquier otro país).

    Gracias de nuevo. Abraçao também, cara!  

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