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Perú puede ser nombrado el país de las paradojas políticas. Hace exactamente tres meses, todas las encuestas en Perú mostraban al ex presidente Alejandro Toledo como el candidato de mayor fuerza para pasar a la segunda vuelta de la elección presidencial, la cual podría ganar en estos comicios posteriores. Atrás de Toledo se disputaban el codiciado segundo puesto Keiko Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori, actualmente encarcelado por crímenes de lesa humanidad, y Luis Castañeda,  ex acalde de Lima y recientemente acusado de actos de corrupción en su gobierno y en su partido. Atrás, muy atrás, aparecía Ollanta Humala, ex militar nacionalista que estuvo a punto de ganar la presidencia de Perú en 2006. Analistas políticos de toda índole asumían que la candidatura de Humala, que para el bimestre enero-febrero no superaba 9% de la intención de voto a nivel nacional, era inviable dadas sus posiciones proteccionistas que chocaban directamente con las estrategias de libre comercio y libre empresa que ha seguido el Perú  los últimos 8 años y que han sido tan bien vistas por los organismos financieros internacionales.

Politólogos y encuestadores de Perú decían sin chistar: “esta elección no será entre ideologías, sino entre personalidades, nadie pondrá en riesgo nuestra estabilidad económica”. Y parecía un argumento medianamente lógico: a pesar de sus múltiples escándalos políticos, Perú puede presumir que es el único país de América Latina que siguió creciendo incluso durante la crisis económica y financiera de 2008-2009, manteniendo durante más de un lustro un crecimiento económico sostenido. Sin embargo, en Perú las paradojas están a la orden del día y para muestra un botón: a pesar del buen rendimiento de la economía, el presidente Alán García deja la presidencia con un nivel de aprobación de apenas 8%, el más bajo de todos los mandatarios de la región.

Con esto en mente, debería ser menos sorprendente conocer los resultados de la primera vuelta de la elección presidencial, pero el ejercicio no es fácil.  Ollanta Humala no sólo entró de lleno a la segunda vuelta electoral (que se desarrollará el próximo 5 de junio), sino que lo hizo como candidato puntero (31.3%), dejando a una distancia considerable, casi diez puntos, a su más cercana competidora: Keiko Fujimori (23%). El ex presidente Toledo, a su vez, se desplomó a la cuarta posición (15%) después de un par de semanas donde sus críticas hacia Humala y Fujimori parecieron demasiado virulentas, siendo incluso superado por el que fuera su ministro de economía, Pedro Pablo Kuczynski (19.3%).

¿Cómo explicar estos resultados? En primer lugar debe mencionarse que el crecimiento económico que ha vivido Perú no se ha traducido en una elevación real de la calidad de vida de la mayoría de los peruanos. Es cierto que se han recortado las cifras de pobreza, pero lo que indican los comicios del domingo pasado es que esas cifras son insuficientes, que una gran cantidad de peruanos está desvinculada de ese progreso urbano.

Más aún, más de la tercera parte de la población continúa padeciendo alarmantes niveles de pobreza extrema. Esto puede decir, entre otras cosas, que una parte de los votantes peruanos vio con recelo la continuidad de las políticas liberales desarrolladas lo mismo por Alberto Fujimori, Alejandro Toledo y Alán García, políticas macroeconómicas que agradan a los grandes inversores externos pero que no se traducen en beneficios concretos para la economía real de la mayoría de las personas del Perú.

Como quiera que sea, no deja de ser relevante que el mismo Ollanta ha aceptado moderar el discurso radical que tuvo en 2006 con el afán de parecer más un reformista socialdemócrata que un revolucionario bolivariano y tranquilizar a los grandes capitales que invierten en Perú. El camino a la presidencia se volverá, se quiera o no, un referéndum a favor o en contra del político nacionalista, a quien la derecha peruana insiste en comparar con Hugo Chávez, entre otras cosas, por mantener como propuesta llamar a una Asamblea Constituyente y darle a Perú una nueva Carta Magna que permita tener instrumentos más claros para combatir la desigualdad.

La explicación del apoyo a Keiko Fujimori es medianamente más compleja: sus propuestas económicas se inscriben en lo más granado del neoliberalismo pero van acompañadas de expresiones propias del populismo de derecha, condescendiente con los sectores más pobres. Durante su campaña también destacó por mantener una posición de mano firme contra la delincuencia. De cualquier forma, los principales activos y pasivos políticos de Keiko provienen de la misma persona: su padre. En esta primera vuelta, el principal respaldo que tuvo la hija del ex presidente se dio en sectores populares, regiones rurales y en los alrededores de Lima, donde el régimen de su padre fue generoso con su política clientelar, pero es altamente impopular en los estratos más ricos y más educados del país, los mismos que recuerdan con terror la política de mano dura, los crímenes y las desapariciones de la administración Fujimori.

Así pues, la primera vuelta logró movilizar a los sectores populares en dos opciones claramente alejadas del centro político, ambas con tendencias al populismo económico, uno de izquierda y otro de derecha, que paradójicamente se tocan en algunos aspectos sociales (tanto Humala como Fujimori rechazan tajantemente las uniones entre homosexuales y la interrupción del embarazo).

Debe agregarse, además, que la elección de los parlamentarios peruanos (concurrente a la primera vuelta presidencial) ya ha mostrado el panorama político que tendrá que enfrentar el próximo presidente peruano. El Congreso se dividirá en 6 grupos políticos ninguno del cual tendrá los votos necesarios para acercarse siquiera a la mayoría simple. Forzosamente se tendrán que construir coaliciones parlamentarias o sufrir el inmovilismo político.

Algunos guiños políticos en este sentido ya han comenzado a darse: Pedro Pablo Kuczynski ha insinuado que su apoyo irá con Keiko Fujimori y, por paradójico que parezca, el partido del ex presidente Toledo ha comenzado a analizar la posibilidad de apoyar la candidatura de Humala. La primera vuelta presidencial ha reflejado, además, la poca institucionalización de la vida política en el país andino, donde son los personajes, y no los partidos y mucho menos sus ideologías o propuestas de gobierno, los que mueven los rechazos y los apoyos de los candidatos (un ejemplo dramático: el partido en el poder, el APRA, logró conservar solamente 4 de los 130 parlamentarios que tenía en el Congreso Nacional). Lo decíamos ya, la historia política reciente del Perú es una constante contradicción. Todo pronóstico que se haga ahora sobre la segunda vuelta no sólo sería inapropiado, sino que seguramente sería incorrecto. La moneda está en el aire.

 

mm

1986. Internacionalista por El Colegio de México. Me gustan los tequeños venezolanos y el sancocho colombiano. Director de Distintas Latitudes. @Jordy_MY

One Comment

  • El voto por Gana Perú de Ollanta Humala fue dado por aquellas personas a quienes la riqueza nunca les llegó durante los últimos gobiernos. Tal como se comentaba en las redes sociales, fue el voto de los ignorados.

    La desesperanza por tener que elegir al ‘mal menor’ puede sentirse en Perú. El temor a que Ollanta Humala, a pesar de haber ‘moderado’ su plan de gobierno, sea el próximo presidente no es infundado. Los peruanos rechazan el estilo chavista; sin embargo, ¿cómo hacerles entender a aquellos que apenas tienen para comer?

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