Cuando Claude Lévi-Strauss visitó São Paulo en 1935, escribió –en lo que después se publicaría como uno de los grandes libros de antropología del siglo veinte, Tristes Trópicos–, que “los habitantes de São Paulo se enorgullecían de que en su ciudad se construyera, como término medio, una casa por hora. […] Hasta parece que si se acude en taxi a una cita fijada con algunas semanas de anticipación, puede ocurrir que uno se adelante al barrio por un día.”[1] Sigue en lo cierto, pues circular por São Paulo es una experiencia en saturación: visual, auditiva, olfativa, táctil. Alberga once millones de habitantes en 1,500 km2. Es la ciudad más poblada de Brasil y la más poblada, también, del hemisferio austral. Desde finales del siglo diecinueve –impulsada por la economía del café– hasta finales del veinte –apoyada en la industrialización y en el desarrollo de servicios–, la ciudad creció sin mayor planeación. Se construyeron edificios, casas, centros de comercio y vialidades por doquier. São Paulo, desde entonces, se constituyó como un lugar de contrastes y encuentros, uniones y exclusiones.
Urbanismo y orden social
La dinámica económica de la ciudad, como la de tantas otras urbes, gira alrededor de una estructura productiva que engloba varios de los municipios vecinos, para formar, en conjunto, la Gran São Paulo. A partir de la política de sustitución de importaciones tras la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo industrial de Brasil se concentró en esta ciudad. En los alrededores se erigió un conjunto de empresas textiles, papeleras, farmacéuticas, químicas, de alimentos, de construcción, etc., que configuraron la dinámica económica de la región. Con la entrada de capital extranjero a finales de los ochenta, se establecieron también las grandes ensambladoras de automóviles europeos, asiáticos y estadounidense que proveen al mercado sudamericano. Esta configuración productiva generaría la división social que toda economía capitalista produce (y a riesgo de sonar demasiado marxista): por un lado, el que es dueño del capital, y por otro, el que tiene que vender su trabajo. La división, por supuesto, se reflejó y se reprodujo en la distribución del espacio urbano, y produjo un orden social propio de las desigualdades económicas.
São Paulo quedó distribuida, en un esquema muy simplista, en dos porciones: la zona de la urbe original, que concentra el centro financiero, el centro comercial, las viviendas antiguamente aristócratas y nuevas viviendas de clase media; y otra, la periferia, que concentra las clases trabajadoras y obreros calificados. Esta distribución geográfica fue fundamental para la concentración de intereses y para la creación de liderazgos políticos que debilitarían el régimen militar desde 1978. En esta zona industrial, la zona ABCD (porque se forma por siete municipios cuyos representantes principales son Santo André, São Bernardo do Campo, São Caetano do Sul, y Diadema), Luis Inácio Lula da Silva ganó sus primeras batallas sindicales a finales de los años setenta, y simbolizó, desde entonces, la fuerza de los sindicatos brasileños en la lucha por el respeto a los derechos laborales y por la democracia.
Pero del esquema simplista, hay que transitar a una realidad compleja, pues la caída del poder adquisitivo a principios de la década de los setenta (una de las razones por la que los trabajadores de la zona ABCD se irían a huelga pocos años después) y la deficiencia de los programas de vivienda popular provocaron que la pobreza urbana se exacerbase y que la dinámica económica no fuese suficiente para absorber los flujos migratorios que provenían de las zonas rurales. Entre 1973 y 1987, por ejemplo, el número de habitantes en favelas aumentó en más de mil por ciento, cuando pasó de 71,840 a 1,901,892.[2] Según datos del municipio de São Paulo, actualmente la ciudad cuenta con 1863 favelas, de distintos tamaños, distribuidas en toda la ciudad, con concentraciones que varían entre sub-prefecturas. Véanse los mapas.
En la zona sur se concentra más de 50 por ciento de las favelas de la ciudad (la zona que colinda, por supuesto, con la ABCD), y en la sub-prefectura de Campo Limpo, a su vez, se encuentra cerca del 25 por ciento. La favela más grande del municipio, Heliópolis, con cerca de 90 mil habitantes, está en la sub-prefectura de Ipiranga.
El crecimiento económico, por tanto, ha engendrado esa disparidad que tanto ha ocupado la cabeza de críticos, estudiosos y analistas: la idea de que el desarrollo conlleva el sub-desarrollo mismo. En ese sentido, São Paulo es una experiencia en saturación visual: por aquí un edificio alto de oficinas, por allá un cerro plagado de casas de cartón; en medio, quizá, una gran avenida, y al centro el rio Tietê, uno de los afluentes del Paraná que, hoy día, es uno de los depósitos de aguas negras de la ciudad. La escena es realmente exagerada: centenares de autos, decenas de edificios, casitas al punto del derrumbe y un olor a caño insoportable. Lévi-Strauss no alcanzó a ver ese monumento del urbanismo acelerado de América Latina: el río Tietê, una cloaca a cielo abierto, que ha protagonizado mitos urbanos y habitado la imaginación de todo paulistano. Ahí han vivido, según las historias más espeluznantes, enormes cocodrilos, monstruos innombrables y han muerto incontables citadinos. El gobierno de la ciudad ha tenido que perseguir grupos de capibaras e implementar, desde los noventa, varios programas de rescate ambiental.
Ese contraste caracteriza São Paulo: la Avenida Paulista por un lado, el río Tietê por otro, la élite empresarial del país y los habitantes de la favela Heliópolis. Todos juntos y revueltos, en el mismo espacio, en los mismos momentos.
Distribución geográfica y representación política
No sorprende, entonces, que São Paulo juegue, en la estructura política brasileña, un papel esencial. Ahí construyó Lula su carrera política y ahí, también, hizo lo mismo José Serra. El discurso de la izquierda resuena, porque tiene mucho sentido en esa configuración espacial. La desigualdad se vive, en todo momento, ante los ojos y el oído, pero también se experimenta la promesa del desarrollo, del crecimiento económico y del ascenso social. En ese sentido, ningún partido gana, definitivamente, la ciudad. Desafortunadamente, todavía no hay datos consolidados para estas últimas elecciones, pero en el proceso electoral de 2006, los paulistanos prefirieron, tanto en la primera como en la segunda vuelta, a Alckmin sobre Lula, por alrededor de medio millón de votos (en segunda vuelta), en un padrón de 8 millones de votantes.[3] Es muy probable que la relación para este año no varíe de manera significativa. Lo que importa, finalmente, son los significados que la distribución geográfica de la ciudad imprime en el discurso de los partidos. Hay algo fundamental que, sobre la redistribución económica y la política social, se ve en São Paulo. Y la manera en la que “se habla” la política en Brasil refleja, a su vez, las configuraciones urbanas (y rurales) y sus órdenes sociales.
[1] Tristes trópicos, trad. de Noelia Bastard, Barcelona, Paidós, 1988 (1955), p. 98
[2] Véanse las estadísticas que ofrece el gobierno del municipio de São Paulo en http://atlasambiental.prefeitura.sp.gov.br/pagina.php?id=28
[3] Los datos se pueden consultar en el Instituto Brasileiro de Geografía e Estatística: http://www.ibge.gov.br/cidadesat/topwindow.htm?1
Muy buena la revista pero… ¿a ustedes les parece que esto es una crónica o un testimonio? Para eso tendría que haber al menos un tono en primera persona y no éste que se presenta de artículo periodístico. Los leí el número pasado y creo que me gustaba más la idea de la crónica. En fin, como sea, buen artículo y felicidades por el nuevo número.
Hola Natalia! me gustó tu artículo, me parece bueno y muy bien armado.
El tema está muy interesante…
Saludos nos vemos pronto!
Joe
Hola
Esta muy interesante la entrada.
Mi comentario/reflexión -sólo por curiosidad-, va relacionado con el diseño espacial. El primer emplazamiento de Sao Paulo inicia bajo el esquema teórico de ser una ciudad radial, en los 40´s. Se recomienda este esquema de diseño para una mejor conectividad (la conectividad esta ligada a la renta del suelo, accesibilidad de equipamientos, servicios, etc.) y dirige las vías de comunicación a un centro geográfico definido. En el artículo se mencionan los problemas urbanos típicos de las megalópolis (tráfico, aglomeración, centralización, etc.). Y Sao Paulo es famoso por sus avenidas rebasadas por el tránsito… entonces:
¿Puede Sao Paulo, continuar con el esquema teórico -e iniciado- de emplazamiento radial? O, ¿Es Sao Paulo una evidencia que cuestiona el esquema de diseño radial?
¿No se le dio continuidad a la traza y por eso es poco funcional?
¿La traza principal, influye en la dificultad de descentralizar o son otros factores?
Felicidades por el artículo.
N.I.