Si Estados Unidos tiene a Sarah Palin e Inglaterra a Margaret Tatcher, Colombia tiene a Blanquita. ¿Cómo definir a Blanquita sino como la representante por excelencia de la sociedad moderna colombiana? Blanquita, la mujer de piel oscura, nariz ancha y curvilínea, perfecto eufemismo para no decir gorda. Desde 1986, Blanquita fue lanzada al estrellato colombiano con la propaganda televisiva del producto hecho con hipoclorito de sodio que, paradójicamente, deja blanco cualquier color. Blanquita aparece en la etiqueta, es el recuerdo que tenemos los colombianos para ver la contradicción de una sociedad afectada por un cinismo escueto que se disfraza de publicidad.
No puedo imaginar cómo los creativos de JGB, marca que registra Límpido, el producto que Blanquita representa, eligieron a un personaje de color para volverlo icono de la blancura prístina ¿Por qué una persona afrodescendiente es el modelo de una sumisa y nunca ilustrada empleada de servicio? Además, está la ironía del blanqueamiento que el producto conlleva: al final terminamos con una amarga sorpresa, porque el color nos lleva a crear argumentos para estereotipar lo supuestamente normal. Argumentos para hacer jocosa la paradoja que existe entre una persona de color que casualmente es la imagen de un producto que acentúa la blancura.
Después de ver de manera objetiva la situación -tanto como mi bagaje me lo permita- me encuentro ante una mala broma. Cuando Blanquita dice: ‘’la ropa Blanquita / blanquita como yo’’ se llega a la conclusión de que sólo en un imaginario donde puede funcionar un chiste así, es donde más se encuentra el punto de partida para establecer límites entre lo aceptable y lo periférico. No quiero decir que los publicistas deliberadamente encontraron una premisa así para discriminar, pero en una sociedad con raíces tradicionales tan profundas para encontrar una broma en el color y el ‘’no color’’, se revela el enunciado de que cuando una persona es diferente a mi es anormal.
Por eso, cuando me propusieron escoger una personaje que representase con su imagen a Colombia escogí a Blanquita, porque de alguna manera es la fiel representante de cómo una sociedad tercermundista puede ser autoconsciente de una paradoja que ha marcado una triste historia en el progreso del país, protegiendo por encima de todo la publicidad que nos impulsa a entender una broma cruel, porque no sabemos cómo entender la frase “y la ropa blanquita como yo’’: si con una B mayúscula que hace referencia a un nombre propio, o una b minúscula, con la cual podamos entender una mala paradoja, en donde Blanquita no tiene nada de blanco, y sin embargo seguimos riéndonos.
Un ja, ja, ja para esa hipérbole tan desgraciada que se basa en el color, y un ¡salud! para seguir esperando el ladrillazo final que otorgue a Colombia un ícono mucho más sórdido que Blanquita.
Como colombiano, opino que Blanquita es el fiel reflejo de la tolerancia colombiana, la tolerancia que se aplica a la fuerza, que por cierto no tiene nada de tolerancia, y es la muestra palmante de la intolerancia. Como televidente si no soy de raza negra, la propaganda me cae en gracia, y si lo soy, también ¿por qué? porque ya muchos se acostumbraron a luchar contra el ultraconservadurismo del país, contra ese personaje extraño que encarnamos todos los colombianos y se burla de los negros, encontrándolo como algo gracioso; y señala a los homosexuales, pero diciendo a pulmón entero que lo que se necesita es tolerancia, y vaya que sí se necesita tolerancia, pero la clave de todo esto, está en el respeto, es simple: respeto a la diferencia, respeto a las nuevas ideas, a aquellas que valoran a cada quien como ser humano sin importar sus cualidades, a esas ideas que no permiten que nos riamos ridículamente de individuos como Blanquita, totalmente y tontamente convencidos de que somos tolerantes.
Pues ahora que viene a colación este tema, justamente entre @choktm y yo estábamos preguntándonos qué personaje sería quien representa a la mujer mexicana, y en realidad tenemos varios ejemplos: viene a cuento la típica trenzuda moreno-blancuzca (con “z”, ¿eh?) sonriente llamada “La china poblana” cual pareja ideal de (cualquier) mexicano charro y macho por definición. Sonriente, trenzuda, de ojos negros, labios rojos, coqueta posteriormente abnegada, suena como la imagen que por mucho tiempo la ha representado. Lo malo es que dejamos atrás a otros íconos femeninos que, gracias a la expansión del cine mexicano en los años 40, se conocieron en toda Latinoamérica, como la prostituta “Santa” (interpretada por Esther Fernández en la versión sonora) y después al mismo personaje con circunstancias intercambiables como “La mujer del puerto”, o Marga López en “Salón México”, o Ninón Sevilla aunque era cubana de origen pero vendiendo caro su amor “Aventurera”. Mujeres “fuera de la sociedad decente”, para acabar pronto. El común denominador de ellas fue haber sido engañadas/conducidas “al vicio” para sobrevivir, pues el constructo de su condición de mujer mexicana era ser abnegada por amor y religión, que se encontró también representado en el mismo cine mexicano: la campesina fiel y enamorada pero puesta en duda de su honor en “Allá en el Rancho Grande”, o María Félix como la hija de hacendado que termina “Enamorada” de un jefe revolucionario (y años después su carácter férreo la llevó a interpretar “La cucaracha”). Gloria Marín y Blanca Estela Pavón fueron las primeras grandes abnegadas del Cine Méxicano, al lado de su Jorge Negrete o Pedro Infante, como les tocara. De ahí “La chorreada” de “Nosotros los Pobres” se hizo emblemática por lo mismo, pero no tanto “La Tostada” y “La Guayaba” por muy simpáticas que fueran.
Entonces, me atrevo a decir que la “La china poblana” tomó varias formas en las posteriores ficciones mexicanas que saltaban de la literatura o nacían directamente en los libretos de cine, y pocos reparamos que Sara García fue la Abuelita más emblemática (la mujer abnegada se convertía en la férrea defensora institucional de los valores familiares). Solamente se iba actualizando hasta que, efectivamente, surgió “Borola” de la mano de Sergio Vargas en la Familia Burrón, pero era menos “chorriada” que la “Chorreada”. O derivó en La India María, cuya solidez como personaje atravesó casi 30 años de cine mexicano y dejó más huella en el cine popular que los grandes tótems de Dolores del Río (La Perla, María Candelaria, La otra) y María Félix (Bugambilia, Tizoc, etc) interpretaron como mujeres mexicanas.
cabe recordar que la gran mayoría, fueron construídas desde la perspectiva masculina, y las mujeres se interpretaban a partir de allí, aunque La India María, como el CINE DE AUTOR que es, supo mantener una constante.
La televisión cincuentera/sesentera trajo también el formato idealde mujer mexicana abnegada con cuento de hadas atravesada pero requetesufrido, y la comedia puso a Doña Florinda como posterior contemporánea y casi vecina de “Borola”.
Me podría seguir de largo con Camelia La Texana, Lola La Trailera, la misma Carmen Salinas interpretando variantes de sí misma (y la que mejor dice las peladeces de sus personajes), pero hay algo en el que puedo poner un hincapié: México, 1986, comerciales. ¿Resultado? Mar Castro interpretando a la “Chiquitibum” para el comercial de carta Blanca dentro del Mundial de futbol del mismo año. fenómeno publicitario apoyado en el morbo, la cerveza, el balonpié y que le dio una corta fama artística a Mar Castro.
¿Ahora representa a la mujer mexicana los personajitos de comerciales? Como en el caso de la Blanquita colombiana, ella representa muchas cosas, voluntarias e involuntarias. Refleja a quien construye esta imagen de la mujer. En adelante, el depauperado cine mexicano ya no pudo seguir reforzando esa imagen, y viene la televisión y la publicidad a abundar una imagen de Mujer moderna.
En estos días, María Novaro recibió un reconocimiento en España por su trayectoria como cineasta y sus películas (Lola, Danzón, Sin dejar huella, El jardín del edén, Las buenas hierbas) (http://www.noticine.com/iberoamerica/36-iberoamerica/15306-maria-novaro-reconocida-en-espana-como-qla-mas-exitosa-del-cine-mexicanoq.html) en donde la representación femenina es diferente a todos los que mencioné antes. Marisa Sistach, Busi Cortés, entre otras tantas llegando hasta Elisa Miller, nos pueden hablar de otra forma de representar a la mujer mexicana que… pues que aun no ha sido tan icónica como para mencionarlos y discutir al respecto.
Ojalá los siguientes comentarios sean más precisos y podamos definir a los personajes femeninos más representativos de la ficción.
La cocaína, como gestora de ficción. Ya la literatura se llenó de lo que hace la coca, la mafia, cómo se cultiva, se transporta, se vende, se mata por ella, etc. La televisión, el imaginario colectivo, todo está empolvado de cocaína. Y sí, es “blanquita” y entre más blanquita, más excelente.
Que artículo tan inasible. Parece en ocasiones burlarse del personaje que quiere caracterizar.
Querida Valentina,
Leo tu artículo, y me parece, como a Ray_Barreto, un texto inasible. Por momentos no sé, en verdad, de qué trata. Además de claridad, creo que falta contexto. Hace falta saber algo más sobre esta tal Blanquita y sobre por qué te parece relevante como caracterización colombiana. Colombia tiene población negra, pero en menor proporción que otros países latinoamericanos, y es, además, una población geográficamente más concentrada (en el Valle, en el Cauca, en Caldas, en Cundinamarca, hay cientos de empleadas blancas, de rasgos finos, incluso de ojos claros). Da la impresión de que tu crítica se dirige más a un asunto de ética liberal que a uno de identidad colombiana. Sí: está “mal” poner a un personaje negro para caracterizar un oficio generalmente despreciado, pero ¿cómo se relaciona eso con las mujeres colombianas, con el género en América Latina?
Quedo con la impresión de que usaste a Blanquita como ejemplo de algo más, algo diferente. Si es el caso, sería útil que fuese explícito. Si no es el caso, sería útil también que explicaras por qué alguien que lee el texto como yo está en un error.
Gracias por tu participación en este proyecto. Gracias por las ideas y el debate.
Muchos saludos,
Natalia RH
Querida Natalia,
Celebro que Ray_barreto y tú utilicen no cualquier adjetivo sino inasible, para calificar mi crítica, un adjetivo que ha llevado a tantos escritores a ser lo que son hoy. No deteniéndome en esto, entro a discutir contigo dos cosas que me parecen primordiales:
La primera, es que tengo que disentir contigo al decir que uno de los errores del escrito es hablar en torno a una persona afrodescendiente puesto que aunque existen en Colombia, su presencia es, digamos, muy poca. Pues bien, coincido en eso contigo, que la comunidad afrodescendiente no es muy grande en Colombia, teniendo en cuenta que ha sido diezmada por el conflicto violento que se presentan en zonas típicas de esta colonia que se te olvido nombrar como el caribe y pacifico colombiano, en departamentos como el Chocó y Bolívar. Una vez más, el conflicto ha ido obligando al pueblo afrocolombiano a asentarse de forma definitiva en concentraciones urbanas importantes como Bogotá y Medellín. De todos modos, su presencia es, digamsolo así, una nimiedad en mí escrito, guiándolo todo al argumento de cómo los medios han sido de alguna manera u otra gestores de las mismas políticas raciales conservadoras y también como han construido la percepción que las personas de las ciudades que tenemos acceso a estos productos, tenemos de los afrodescendientes. Siendo una minoría, como lo has dicho, son vulnerables, no en vano en 1986 cuando fue producido el comercial, la constitución no reconocía a estas comunidades en sus leyes, sino sólo hasta 1991 se incluyeron estas poblaciones en la carta constitucional.
La segunda, es más personal, creo que el estilo es el propio para denunciar algo tan común en un colombiano que ha tenido acceso a los medios de comunicación. La paradoja existe, y existe todavía como lo demuestra la foto en el artículo, en donde B/blanquita sigue siendo ese icono y nadie se atreve a rebatirlo. Hoy año 2011 en donde la segregación racial ya nos parece un tema de la colonia, sigue el chiste decorando las botellas de Límpido. Si no estás de acuerdo, es totalmente aceptable, pero es más que obvio que hay algo turbio en esa publicidad…
Salud!
Palabras más, palabras menos. Nos enfrentamos a un estereotipo bastante antiguo y común. El de la Mammy. Pueden encontrarlo por Internet. Se trata de la mujer negra grande que hace de empleada doméstica. ¿No les suena? Este estereotipo perpetua la imagen de poder colonial y del negro sumiso, obediente y feliz.