Kuña Poty, en Ciudad del Este, Paraguay, y el Movimiento SOMOS en Mérida, Venezuela, son dos colectivos feministas que, a través de su labor comunitaria, instalan disidencias y demandas universales de las mujeres desde una perspectiva local. Su trabajo nos inspira a preguntarnos cómo surgen y se organizan aquellos colectivos feministas que se encuentran por fuera de las capitales de sus países, donde trabajar en pos de los derechos de las mujeres a veces trae consigo burlas, exclusión y amenazas.
Este contenido es parte de #InteriorLATAM, un proyecto para contar historias y crear conversaciones más allá de las grandes ciudades de nuestra región. Suscríbete a nuestro newsletter mensual.
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El pasado 8 de marzo, en el marco del Día Internacional de la Mujer, Astrid Martínez invitó a varias amigas a marchar por las calles de su ciudad, en el municipio de Oteapan, al sur de Veracruz, en México. Ninguna la siguió, pero aún así la joven salió a hacerlo sola.
Algo parecido sucedió en San José, al centro este de Entre Ríos, en Argentina. Dos amigas convocaron a una maratón de lectura feminista a la que sólo asistieron sus mamás, quienes ya sospechaban lo que iba a ocurrir.
Ese mismo día, cerca de 20 mil mujeres se concentraron en las inmediaciones de El Zócalo, en Ciudad de México, para protestar contra los feminicidios. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en el país se registran 10 casos por día.
Mientras, cientos de mujeres se reunieron en las inmediaciones del Congreso de la Nación Argentina, en Buenos Aires, también para exigir respuesta ante los 59 feminicidios ocurridos en lo que va de 2021, según cifras del Observatorio Lucía Pérez.
El movimiento feminista en América Latina y el Caribe teje redes e instala demandas comunes relacionadas a problemáticas que no conocen de fronteras. Sin embargo, éstas adoptan sus propias formas en cada territorio. En las aldeas, pueblos y ciudades fuera de las grandes capitales, el “Ni Una Menos” no luce como en televisión: ruidoso, colorido y convocante. Aún así, hay colectivos que trabajan para visibilizar la violencia de género en sus territorios.
Kuña Poty, en Ciudad del Este, Paraguay, y el Movimiento SOMOS, en Mérida, Venezuela, son dos de ellos. A través de su labor comunitaria, ambos colectivos instalan disidencias y demandas universales de las mujeres, siempre desde una perspectiva local.
Pero, ¿cómo surgen y se organizan aquellos colectivos feministas que se encuentran fuera de las capitales de sus países, donde trabajar en pos de los derechos de las mujeres muchas veces trae consigo burlas, hostigamiento, exclusión e, incluso, amenazas? ¿Qué conecta a las mujeres de Ciudad del Este con las de Mérida? ¿Cuáles son sus demandas respecto a la violencia de género a nivel local? ¿Cómo responden sus sociedades ante su labor como colectivos feministas?
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Sofía Masi Verón (32) es Comunicadora Social y una referente del colectivo feminista Kuña Poty, asentado en Ciudad del Este, en Alto Paraná, en Paraguay. Con 304 mil 282 habitantes, esta es la segunda localidad más poblada del país. Su capital, además, es la ciudad más grande dentro de la región denominada como la Triple Frontera.
Para Sofía, militar el feminismo es una acción de riesgo que a veces implica no conseguir trabajo. “Kuña Poty surge a partir del primer Paro Internacional de Mujeres, el 8 de marzo de 2017, en donde se materializa el encuentro de un grupo de WhatsApp de mujeres indignadas con la situación del acoso callejero”, cuenta en una conversación vía Zoom.
Actualmente, el colectivo está integrado por entre 20 y 25 personas, aunque Sofía recuerda que en sus inicios no superaban las cinco mujeres. Aún así, con el paso del tiempo fueron sumándose cada vez más chicas: “Una a una, primero éramos 10, luego 15 y así”, dice.
Durante estos cinco años, han logrado “instalar demandas, que se hable de lo que no se habla: del acoso, del feminicidio, de las responsabilidades que tienen las autoridades frente a la Ley de Protección Integral a las Mujeres (Nº 5777/16)”.
Respecto a las demandas del movimiento de mujeres a nivel regional, reconoce que hay algunas de las que todavía prefieren no hablar. Como, por ejemplo, el aborto: “Somos una organización pequeña. Sabemos que si salimos con esa demanda ahora nos van a criminalizar, nos van a estigmatizar, nos van a anular la voz”, explica con tono determinante.
En contraposición, lo que hacen desde Kuña Poty es construir base social, ganar la empatía de la sociedad y trabajar en pos de demandas locales. Por ejemplo: uno de los desafíos del colectivo a futuro es crear su propia red de profesionales con perspectiva de género.
“Necesitamos fortalecer ese acompañamiento que damos a mujeres en situación de violencia que no encuentran respuestas en el Estado”, dice Sofía. “En ese sentido, una de nuestras principales demandas es un albergue para mujeres en situación de violencia de género”.
Militar el feminismo más allá de las grandes capitales no es fácil. Las mujeres que conforman este grupo sienten que en fechas como el 8 de marzo encuentran un respaldo de colectivos y organizaciones grandes. Sin embargo, el reto para ellas es trascender más allá de esas fechas.
“Nuestra tarea es más de contención, acompañamiento, de promoción y denuncia a través de redes sociales y acciones puntuales, como intervenciones urbanas y artísticas, campañas de información y charlas”, finaliza Sofía con emoción por todo lo construido.
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Desde la ventana de La Rama Dorada, un café librería ubicado en la ciudad de Mérida, al Noroeste de Venezuela, a 6 mil kilómetros de distancia de Ciudad del Este, se puede apreciar la Sierra Nevada, una cadena montañosa que conforma la Cordillera de los Andes. Allí se encuentra Ivannova Armas, lideresa feminista del Movimiento SOMOS, un espacio que, desde sus inicios en 2016, aspira a la articulación de propuestas y acciones que mejoren y posibiliten el desarrollo de la comunidad LGBTTTI en Mérida.
El trabajo de este colectivo se centra en la monitorización de denuncias sobre vulneración de derechos a personas LGBTTI, la formación y capacitación para poblaciones diversas, el activismo por la reivindicación de sus derechos y la investigación socioacadémica.
No obstante, actualmente lo que más moviliza al movimiento es la visibilización y erradicación de la violencia contra las mujeres lesbianas, bi, trans e intersexuales. Por eso, y para dar respuesta a situaciones de violencia aún impunes, ofrecen grupos de apoyo.
Sobre los logros más significativos del colectivo en estos seis años de trabajo, Ivannova Armas cuenta. “Lo más trascendental fue impulsar una campaña de adhesión de firmas para lograr modificar el código civil, que establecía que el matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer, y que pase a ser matrimonio entre personas”.
Como último hito, el Movimiento SOMOS registra la marcha del último 8 de marzo. La jornada contó con la participación de 200 personas que reflexionaron sobre la violencia de género. En lo que va del año, Mérida reporta tres feminicidios aún impunes.
“Nuestras líneas de acción son muy específicas y se enfocan en realidades muy particulares. Pero lo más valioso que tenemos es que somos un movimiento que no pertenece a ningún partido político ni filiación religiosa”, comenta Ivannova Armas.
En cuanto a la respuesta de la sociedad ante su trabajo, confiesa que hay más resistencia debido a su enfoque sobre la población LGBTTTI. Pero aún así, comenta, han conquistado espacios, debates y derechos para la ciudadanía de Mérida.
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Ilustración de portada: Rocío Rojas