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Nicole Becker tiene 19 años y estudia Derecho en la Universidad de Buenos Aires. En febrero de 2019, junto a sus compañerxs del secundario, fundó Jóvenes por el Clima, una organización argentina inspirada en el movimiento internacional Fridays For Future que está sentando un precedente histórico en el país. 


 

El año pasado, Jóvenes por el clima -una organización argentina inspirada en el movimiento internacional Fridays For Future- convocó a una movilización a la que asistieron más de 15 mil personas. En aquella ocasión, la consigna fue “No a la venta de Costa Salguero”. El principal objetivo era evitar que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires privatizara varias hectáreas públicas cercanas al río, una de las fuentes de agua dulce más importantes del país.   

Aquella fue una de las primeras ocasiones en las que una consigna ambiental relacionada a un espacio urbano se volvió masiva en la Ciudad de Buenos Aires. En Argentina, el 92.5% de la población total está concentrada en espacios urbanos, por lo que incluir la problemática ambiental en la agenda pública, sobre todo cuando concierne a las ciudades, es un desafío. En el imaginario colectivo, el cambio climático es sinónimo de desmontes, extinción sistemática de especies o las consecuencias del agronegocio(1)

La marcha de 2020 de Jóvenes por el clima sentó un precedente histórico en el que el rol de la juventud fue fundamental. Mientras tanto, los medios de comunicación masivos se preguntaban quién era la chica de no más de 20 años que en todas las movilizaciones de la agrupación agarraba un megáfono y, con sus palabras, era capaz de convencer a miles de oyentes de que la crisis climática debía ser  una prioridad en la agenda política. 

Nicole Becker tiene 19 años y estudia Derecho en la Universidad de Buenos Aires. En febrero de 2019, junto a sus compañerxs del secundario, fundó Jóvenes por el Clima.  En pocos días, comenzará a conducir -junto a otros referentes de la lucha climática- el programa de radio Permitido pisar el pasto. Mientras busca un lugar cómodo para sentarse en medio del Parque Centenario -uno de los pocos espacios verdes de la Capital Federal- comenta que en los últimos días trató de escuchar la mayor cantidad posible de notas realizadas a Greta Thunberg, ya que ella será la primera entrevistada en el programa y quiere preparar preguntas que valgan la pena. 

Además, Nicole tiene un talento enorme para la comunicación. En las charlas que da, destaca por su claridad y elocuencia, la misma que muestra a la hora de responder cada pregunta.   

En una entrevista con Redacción señalaste la importancia de transicionar de manera urgente a energías más renovables ¿Qué actores impiden esta transformación en América Latina?

Uno de los mayores problemas que trae la crisis climática es que se trata de replantearse todo en cuanto a formas de consumo y producción. El área que más gases de efecto invernadero genera -y, por lo tanto, una de las responsables de la crisis- es la del sector energético. Las petroleras son quienes impiden la transformación a energías más renovables. 

Exigir ese cambio implica decirle al famoso 1%, dueño del 50% de la riqueza mundial, que tiene que cambiar la manera de hacer ese negocio que durante tanto tiempo les hizo ganar millones. Jóvenes por el clima es un grupo de gente cuyo mensaje es: “bueno, si querés seguir haciendo tu negocio, tiene que ser de una forma distinta y sin poner en riesgo el futuro de toda una generación”.

La transición energética tiene que ser justa e incluir a los trabajadores de por medio. No me sirve una transición que deje sin empleo a cien personas, sino que debe ser sinónimo de la creación de nuevos puestos de trabajo. Si hoy en día un país o una empresa quiere estar a la vanguardia, eso significa apostar por energías renovables. La época del petróleo ya pasó. Más allá del costo ambiental, tampoco le quedan demasiados años porque se está por acabar. Además, todo el mundo está girando hacia otras energías. Ese es el futuro. 

¿Qué estrategias crees que hay que tomar desde la militancia a la hora de enfrentar a los grandes grupos de poder que dificultan la aplicación de políticas ambientales? 

Mientras más grande sea el movimiento ambiental, menos desapercibidos van a pasar los reclamos frente a los grupos de poder. La evidencia es clara: desde el 2019 hasta la actualidad, el crecimiento del movimiento fue enorme. Antes, no se hablaba del tema en la escuela, ni en los medios de comunicación y de golpe está mucho más presente. Algo similar ocurrió con el feminismo. En principio se le restaba importancia hasta que se hizo tan grande que a los políticos y las corporaciones -a la sociedad en general- no les quedó otra que tomar en serio los reclamos. Si no, te quedás afuera de todo. 

Nicole Becker: la joven ambientalista que prioriza la crisis climática en Argentina

Nicole Becker, una de las fundadoras de la organización argentina Jóvenes por el clima.

En la actualidad, todavía hay medios que hablan del ambientalismo “de cartón” o minimizan la lucha relacionada con la problemática ambiental ¿Por qué se suele asociar a la perspectiva ecológica como un discurso propio de las clases acomodadas? 

Hay varias razones. En primer lugar, quienes representaban al movimiento solían ser personas de 35 años, acomodadas, blancas, provenientes del norte global y con una perspectiva distinta. Sin embargo, no eran los únicos. Los pueblos originarios estuvieron siempre presentes, y  hubo grandes luchadoras en América Latina, como Berta Cáceres. Lo que ocurrió -y hoy sigue pasando- es que se suele escuchar más a los activistas provenientes del Norte global. 

El movimiento actual plantea la necesidad de cambiar la representación. En ese sentido, el feminismo es un pilar central dentro del ambientalismo. Es muy curioso el hecho de que la mayoría de los movimientos climáticos alrededor del mundo estén liderados por mujeres. No digo que no haya hombres, pero siempre hay por lo menos una mujer con mucha presencia. 

Nuestra generación nació con el feminismo a flor de piel, y después nos encontramos con el ambientalismo. Algo similar ocurre con el Black Lives Matter. Hay un montón de gente racializada que está al frente de las organizaciones y eso también es una forma de combatir las otras injusticias. 

En “Manifiesto de un feminismo para el 99%”, la filósofa Nancy Fraser plantea que uno de los riesgos del feminismo masivo es el de ser cooptado por el neoliberalismo ¿Existe este riesgo en el caso del ambientalismo?

Sí. El término “greenwashing” se refiere a eso mismo. Una buena traducción sería “lavada de cara ambiental”. Un ejemplo muy común son los productos que llevan la etiqueta de “sustentable” o utilizan envases verdes. Algo similar ocurre con la palabra “orgánico”. Son estrategias que se utilizan para que el cerebro asocie a la empresa con el cuidado del ambiente. 

Hay un problema y es que la gente se lo cree y hay que estar atento a eso. Por otro lado, también podría considerarse que el hecho de que pase es positivo porque significa que las personas están entendiendo que algo hay que modificar. Muchas empresas lo hacen por puro marketing y nuestro rol es marcar eso. También quiere decir que les estamos dando miedo. 

Durante el 2019 se quemaron miles de hectáreas en el Amazonas. Uno de los mayores problemas fue que, a pesar de la presión internacional, Bolsonaro se negaba a intervenir. ¿Qué respuesta se puede dar frente a esos casos en los que el gobierno de turno hace oídos sordos ante los reclamos de los grupos ambientalistas? 

No hay que perdonarlos. La juventud se va a acordar toda su vida de los presidentes que no hicieron nada por el ambiente. También implica que a la hora de votar a un candidato, le exijamos que represente los intereses de la juventud, y eso incluye la cuestión ambiental. El movimiento climático de Brasil odia con toda su vida a las personas como Bolsonaro. Te aseguro que en la próxima elección le van a hacer la vida imposible como para que no lo reelijan. El presidente de Brasil, junto con Donald Trump, forman parte de un grupo al que no le importa que la gente se movilice en su contra. Son situaciones extremas y, en todo caso, se trata de militar para que gane otra persona.    

Desde Jóvenes por el clima creemos que no hay salida de la crisis climática con un gobierno de derecha. El planteo ambiental no se limita a la reducción de gases de efecto invernadero, sino que, además, se trata de luchar contra todas las otras injusticias. No se puede solucionar la crisis climática sin arreglar todo lo demás. 

Hay muchas organizaciones que piensan que lo ambiental no es político. Pero lo ambiental es súper político, no desde la lógica partidaria, sino a partir de la idea de transformar la realidad. Eso va de la mano de la lucha por un mundo socialmente más justo y ambientalmente más sostenible. Más allá de eso, estoy convencida de que lo ambiental tiene que estar en la agenda política. En paralelo, la juventud demanda una nueva forma de hacer política que sea más transparente. Los cambios tienen que suceder hoy, no mañana. Se trata de comprender eso.  

Según un informe elaborado por Global Witness, Colombia tiene el récord de líderes ambientales asesinados a nivel internacional. ¿Por qué creés que esta situación no ocurre con tanta frecuencia en Argentina?

Latinoamérica es la región más peligrosa para ser líder ambiental. Brasil y Colombia están a la cabeza. Por un lado, Colombia tiene una gran crisis política, y si bien hubo mejoras a partir del último pacto que hicieron, sigue habiendo un clima de guerra civil muy fuerte. En Fridays for future tenemos un grupo en el que la mayoría somos de países del sur global. Hace un mes nos enteramos que a una compañera de India la habían detenido de manera ilegal y estuvo presa por tres semanas por haber hecho una carpeta de Drive con información sobre cómo hacer para movilizarse. 

Una persona fue a la cárcel de manera ilegal y con una violación plena de los derechos humanos por hacer lo mismo que yo hago todos los días. Por suerte ya salió, pero de por medio está la impotencia de no poder hacer nada. Conocemos su caso porque tiene soporte internacional, pero si le hubiese pasado a alguien que no dispone de esos contactos, la noticia se queda en India y no le importa a nadie. 

En el caso de Argentina, el riesgo no está tan presente para los activistas jóvenes, sino que se ven mucho más afectados los pueblos originarios o la gente que se encuentra en una situación de vulnerabilidad. Tengo menos probabilidades de que me detengan en relación a una persona con menos privilegios. Creo que en Argentina la violencia se hace presente cuando se trata de gente que se para frente a un desmonte. Son situaciones que no ocurren en las grandes ciudades, y acá tendemos a pensar que sólo importa lo que ocurre en la Capital Federal.

Todavía existe la idea de que el reclamo en torno a la crisis climática es algo de niños inocentes. Lo único que estamos diciendo es que queremos un futuro -que en realidad es el presente- y para eso tenemos que ir en contra de los grandes grupos como las petroleras. Aún no se hace esa conexión, entonces eso nos pone en una situación de menos riesgo. Por otro lado, contamos con un Estado con el que podemos estar más o menos de acuerdo, pero se trata de un contexto democrático en el que yo no tengo miedo de hacer una propuesta. Algo que para mí es súpernormal en otros países no lo es.   

Nicole Becker: la joven ambientalista que prioriza la crisis climática en Argentina

Nicole Becker, una de las fundadoras de la organización argentina Jóvenes por el clima.

¿Qué implica concebir la cuestión ambiental como un problema transversal a otras desigualdades?

Muchas veces la crisis climática se representa a través de la imagen de un oso polar muerto de hambre en la Antártida, y se menciona como algo que va a ocurrir de acá a mil años. En realidad, el problema está a la vuelta de la esquina. En Argentina tenemos el privilegio de que la problemática ambiental parezca lejana, sin embargo, hay un montón de gente para la cual ya forma parte de la cotidianidad. 

Creo que es fundamental abordar el problema a partir de una historia. En vez de citar números, es mucho más potente que yo hable sobre mi amiga Mitzi, que vive en Filipinas y a causa de un huracán no pudo contactarse con nadie durante una semana. Es necesario ponerle una cara a la crisis climática porque eso permite generar una conexión con los derechos humanos. 

En una charla que diste en 2019, mencionaste el caso de Tuvalu. El país insular, ubicado en Oceanía, va a ser el primero en desaparecer producto de la subida del nivel del mar. ¿Cuáles considerás que van a ser las consecuencias a nivel social de este tipo de situaciones?

Hace poco se empezó a utilizar el término “refugiados climáticos” para referirse a casos como el de las personas que viven en la Isla Tuvalu. La gente que reside allí va a tener que irse a otro lugar de forma obligada. Cabe preguntarse qué va a pasar con ellos en caso de que quieran migrar a Europa, y si los van a recibir. En la charla utilicé ese ejemplo, pero en Argentina las personas que perdieron sus casas en la Patagonia producto de los incendios masivos también son -hasta un punto- refugiados climáticos. 

Todavía no está muy claro a qué se le puede llamar refugiado climático y a qué no, aún se está delimitando. Es una categoría que se puede aplicar a un montón de situaciones. En grandes términos se trata del hecho de que haya poblaciones que tengan que desplazarse de su hogar (hay un estudio que afirma que el 80% son mujeres), perder su casa, e irse a otro lugar donde no saben si los van a recibir debido a situaciones ambientales. Eso va a traer aparejada una crisis política importante.       

Muchos activistas consideran que comer productos derivados de animales, o el especismo, es un problema indisociable en la lucha ambiental. ¿Cuál es tu postura frente a esto?

Concurso con el veganismo. Sin embargo, creo que hay muchos errores por parte de la militancia. Me parece que a veces se les escapa que no todo el mundo puede elegir la alimentación, no por la plata -es mentira eso de que la comida vegana sale más cara que la carne- sino porque el privilegio reside en entender cómo tener una dieta balanceada sin comer productos provenientes de animales. 

Para eso hay que tener acceso a un nutricionista. También es más fácil desde la perspectiva de las grandes urbes, porque en Capital hay opciones para comprar comida vegana, pero en el medio del campo no ocurre lo mismo. A veces pienso que la militancia por el veganismo no tiene en cuenta la parte social. Quizás sería mejor si el mensaje se abordara desde el lado de que la reducción del consumo de carne tiene que estar sí o sí presente a nivel climático. Eso es mucho más fuerte que decir: “no como animales porque son seres vivientes, por eso no deberían comer animales, y si vos lo hacés sos una forra”. 

A mí también me angustia la situación de los animales, pero no a todo el mundo le ocurre así, y marcándolo de manera constante no convencés a nadie. También es importante entender que no cambiar la alimentación es algo que cuesta, y que está bien que sea ahí porque parte del planteo en torno a la crisis climática se trata de comprender que tiene que haber una transformación cultural. 

En este momento estás cursando la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires. ¿Qué carrera hubieses seguido de no ser esa? 

En principio, había arrancado con Psicología y después me cambié a Derecho. Me gusta mucho entender cómo funciona el cerebro y la toma de decisiones. Sobre todo, me llama la atención la neurociencia. Cuando empecé con Jóvenes por el Clima, me di cuenta de que no me veía ejerciendo psicología. No quiero ser abogada para hacer litigio, pero me interesa contar con más herramientas -las del derecho internacional y la rama de derechos humanos- para seguir haciendo lo que hago. 

Lo más importante en mi vida tiene que ver con las cosas que aprendo en la militancia. También me importa mucho la comunicación ambiental y, en ese sentido, el programa de radio en el que estoy trabajando es una oportunidad para hacer lo que me gusta.  

¿Qué serie o película le recomendarías a una persona que tiene que sobrevivir a una cuarentena?

Me gusta mucho ver series y estoy en medio de una crisis. Mi preferida es Jane the Virgin. Evangelizo a las personas para que la vean, porque la descripción que tiene no engancha ni en pedo y es la mejor serie del mundo. También disfruté mucho Borgen

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(1) Se trata de situaciones con un nivel de gravedad enorme -sólo en los últimos 12 años, se perdieron más de 12,8 millones de hectáreas de bosques nativos- pero es importante comprender que no es necesario viajar 200 km para encontrarse con casos de depredación del ambiente. 


Ilustración de portada: Rocío Rojas.
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Es periodista y fotógrafa freelance. Comenzó a trabajar a los 16 en una editorial. Su trabajo consistía en entregar libros y recorrer librerías. Ya no trabaja en “Del Dock”, pero mantiene la costumbre de estar todo el día en la calle con algún libro en la mochila. Colabora de manera frecuente con El cohete a la Luna, El grito del Sur y Sudestada donde escribe sobre economía popular, género, migración, derechos humanos y ambiente. También realizó algunas coberturas fotográficas para Infobae. Es egresada de la carrera de periodismo general (TEA), aunque la mayoría de las cosas importantes las aprendió durante las tomas de colegio. Actualmente, cursa la licenciatura de antropología social (UNSAM) y la maestría de periodismo documental (UNTREF).

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