Hacer periodismo nunca ha sido fácil, menos cuando es colaborativo y transnacional. Dos integrantes de la sexta generación de la #RedLATAM de Jóvenes Periodistas profundizan en el tras-bambalinas del proceso de producción de la investigación Malfluencers.
Por: Andrea Fajardo y Carlos Raúl Kestler
Producir periodismo colaborativo y transnacional es casi como cocinar un plato en un restaurante con demanda alta. Participan muchísimas personas en la elaboración del producto final. Varias manos, con habilidades diferentes, buscan satisfacer a quien recibirá en su mesa (o en su aparato digital, radio, televisión o diario impreso) el trabajo terminado.
En la esfera culinaria son imprescindibles cocineros de distintos tipos. Están quienes preparan los ingredientes, los que alistan el bocadillo, quienes acomodan los alimentos en el plato y los que lo entregan al comensal. La misma lógica prevalece en el periodismo. Hay reporteras y reporteros que entrevistan a fuentes personales, otros que recaban información documental, verificadores de datos, comunicadores que producen material audiovisual y, finalmente, quienes se encargan de pensar cómo difundir el contenido en las redes sociales.
La #RedLATAM de Jóvenes Periodistas nos regaló la oportunidad de colaborar con colegas de varios países latinoamericanos para hacer periodismo. Durante cinco semanas, entre marzo y abril de 2022, fuimos parte de una cocina integrada por 17 chefs con distintas vivencias, visiones, formación y fortalezas. Nuestra misión: contarle al continente algo interesante sobre influencers que desafían la ley. Fue un reto que asumimos con temor y entusiasmo al mismo tiempo, pues para la mayoría fue nuestra primera experiencia colectiva.
Malfuencers es una investigación regional hecha exclusivamente para Instagram, en la que presentamos el estado general de las regulaciones para influencers en América Latina, el impacto del contenido de las personas creadoras en las redes sociales y qué sucede cuando, a través de sus plataformas, cometen faltas o delitos. El resultado fue una serie de 12 contenidos (entre infografías, imágenes y videos explicativos) que se pueden consultar en la cuenta @malfluencers_.
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¿Cómo nos organizamos?
En una cocina no todas las personas pueden hacer de todo. La primera misión que completamos como periodistas fue dividir atribuciones dentro del equipo. Nos separamos en dos grupos: uno de investigación, encargado de reportear con fuentes personales y documentales, y otro de creatividad, responsable de crear los contenidos digitales con base en la información hallada.
La entrada a un grupo dependía de los intereses de cada persona. Por ejemplo, si alguien expresaba que le gusta más editar videos que leer regulaciones, formaba parte del team de creatividad.
Solo el segundo equipo se dividió en subcomités: coordinación, diseño, video y difusión. Los miembros trabajaron sobre tablas para organizar las propuestas de los contenidos, que se concretaron a medida que se recibía la información.
¿Qué obstáculos tuvimos y cómo los resolvimos?
Si vemos hacia atrás, la organización amplia y poco específica del equipo de investigación nos llevó a toparnos con el primer reto: consensuar el enfoque del reportaje. Todas y todos presentamos ideas distintas de qué temas debía incluir el trabajo y qué debía dejar por fuera.
La raíz de la dificultad para conciliar quizás fue que nunca sistematizamos todos los hallazgos en una base de datos. Desconocíamos a cabalidad qué material recopilamos en conjunto, por lo que intentamos tirar la soga para nuestro lado. En otras palabras, las personas que investigamos fuimos cocineras y cocineros que intentaron acomodar a su manera los alimentos en el plato.
La solución para estas discusiones fue la empatía. ¿Por qué solo una persona tendría la verdad absoluta de qué se debería hacer con el reportaje y otra no? Intentamos alejarnos de la imposición de ideas y escuchamos perspectivas ajenas con atención y mente abierta. Tomó varias reuniones digitales, pero lo logramos. La clave fue hacer una pausa y darnos cuenta de que dos (o más) cabezas piensan mejor que una.
Ahora, por la naturaleza del tema, desde el equipo de creatividad quisimos explorar un formato diferente a lo tradicional para dar salida a la investigación. Al principio tuvimos dos ideas locas (casi sueños guajiros*): habilitar un micrositio que simulara una cuenta de Instagram o producir una serie de videos de un personaje influencer que explicara los temas. El reto fue elegir cuál formato ante la premura del tiempo.
En la discusión, le dimos lugar a una ocurrencia: ¿es posible que una cuenta real de Instagram sea un reportaje? Vimos que esta opción nos evitaba consumir demasiados días en materializar nuestros sueños guajiros y nos permitía cumplir el cronograma de entrega. Al final de cuentas, nos decantamos por esta alternativa.
Sobrepasamos la indecisión luego de entender que a veces es mejor priorizar la optimización de los recursos disponibles para llegar a tiempo. ¿Quién sabe si nuestro deseo de crear un personaje o un sitio web nos hubiera impedido finalizar el reportaje dentro del plazo establecido? No todas las ideas locas deben ejecutarse siempre. Y eso no significa que no se pueda ser innovador: basta trabajar con lo que se tiene y potenciarlo al máximo.
¿Qué aprendimos y qué pudimos hacer mejor?
Aventurarse en experiencias nuevas siempre deja aprendizajes valiosos. Desde nuestra experiencia, destacamos cuatro principales:
- La organización es clave en el periodismo colaborativo. Puede ahorrar muchos dolores de cabeza y vuelve más eficiente el proceso para que un platillo llegue a una mesa.
- La empatía entre periodistas salva. Es necesario entender y aceptar que nuestros colegas hacen un trabajo valioso que puede aportar al colectivo. Sin eso, estamos perdidos. ¡Ah! Tampoco viene mal ajustar los horarios de las juntas para que puedan participar quienes viven al otro lado del planeta.
- Hay que trabajar con lo que se tiene. No porque no nos atrevamos a soñar, sino porque a veces los sueños nos dejan en nubes que nos complican aterrizar.
- El periodismo en nuevos formatos es posible. Cada vez que se cuenta una historia en un formato distinto a lo tradicional (como una cuenta de Instagram) se apela a una potencial audiencia nueva. Eso, al final de cuentas, es lo que queremos las y los periodistas.
Aunque nos costó arrancar, el reportaje llenó nuestras expectativas. Pudimos mejorar nuestra organización y manejo de los tiempos desde el inicio, pero con la información profunda de la cuadrilla de investigación y el lenguaje común del team creativo, logramos un contenido de calidad. Bueno, al menos a nosotros y nosotras nos gustó mucho el platillo final.
¿Con qué iniciamos este reto transnacional? Una cocina diversa y talentosa, pero algo desordenada y caótica. ¿Con qué terminamos? Un equipo que se atrevió a hacer periodismo colaborativo.
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* Sueño guajiro: Se refiere a cuando un sueño es poco probable o irrealizable.
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Diseño de portada: Alma Ríos