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17 periodistas de la #RedLATAM de Jóvenes Periodistas recibimos un correo el 8 de marzo en el que se nos avisaba que habíamos sido seleccionados para investigar sobre casos de Iglesias LGBTIQ+ dentro del catolicismo/cristianismo en Latinoamérica. 


Por: Marisol Ciriano Herrera y Alonso Martínez Sequeira

 

Las segundas oportunidades no siempre suceden, pero cuando se dan generalmente buscamos corregir errores del pasado y sacarle el máximo provecho. Algo así nos sucedió con el reportaje “Cruces de arcoíris: El cristianismo LGBTIQ+ que resiste en América Latina y el Caribe”.  

17 periodistas de la #RedLATAM de Jóvenes Periodistas recibimos un correo el 8 de marzo en el que se nos avisaba que habíamos sido seleccionados para investigar sobre casos de Iglesias LGBTIQ+ dentro del catolicismo/cristianismo en Latinoamérica. 

Felicidad, miedo, ansiedad, dudas y muchas expectativas invadieron nuestros cuerpos en ese inicio. Sin embargo, las ganas de hacer periodismo colaborativo entre profesionales de 12 países diferentes eran más grandes y prometedoras. 

Teníamos que responder cuál era la situación de estas iglesias en la región, cuántas había, cómo surgieron, cuáles son sus retos. Un tema que, sentíamos, aún no había sido muy explorado.

Para dar un contexto: en una región donde un gran porcentaje de las personas profesan alguna variante del cristianismo, apenas diez países han reconocido el matrimonio igualitario. Parte del rechazo que impide el avance de estos derechos en otros países proviene de sectores cristianos en los que persiste la idea de que la homosexualidad y otras formas de identidad u orientación no heterosexual es algo a cambiar, un “pecado” del que arrepentirse. 

“Me recuerdo arrodillado, llorando, pidiéndole a Dios que me cambiara”, nos contó el pastor argentino David de Jesús Pascual, de la Iglesia Pentecostal de Tigre, en Buenos Aires. El rechazo de su iglesia llevó a David a “divorciarse” de la religión. Tiempo después, en una marcha del orgullo LGBTI+, alguien le dijo: “Dios sabe que eres gay y te ama igual”. Fue el camino para volver a sentirse aceptado y no discriminado dentro de su fe. 

Como su historia, encontramos otras más. Y justamente eso fue lo que quisimos contar: la relación de las personas LGBTIQ+ con su espiritualidad y sus iglesias. 

Excesiva horizontalidad 

La búsqueda por una participación y un poder de decisión igualitario fue una de las prioridades del grupo desde el momento en que entablamos conversación. Nadie quería pasar por encima de nadie.

Pero, ¿qué pasó? No lo logramos. Al no fijar líderes o encargados de proyectos, el punto de partida se volvió muy, muy lento. Había una idea de qué queríamos hacer y quién haría qué, pero aún así no quedaba del todo claro cómo lo lograríamos. A falta de pocos días para la primera entrega, pactada para el 18 de abril, la mayoría de los integrantes nos habíamos dedicado a reportear sin pensar en formatos ni estrategias de difusión.

El resultado no fue el mejor. “Creemos que el material que tienen se podría mejorar y reformular en una segunda entrega”, fue el mensaje del equipo de Distintas Latitudes cuando les entregamos el producto inicial. “¿Aceptan participar de nuevo?”.

Va que va. Luego de una pequeña junta en la que nos sinceramos sobre los tiempos reales de cada integrante (otro obstáculo que vimos al trabajar la primera entrega), este equipo multinacional de periodistas decidió tomar la segunda oportunidad.

A la segunda va la vencida

La segunda entrega nos dejó un mejor sabor de boca. El tomar esa nueva oportunidad nos hizo reflexionar sobre las cosas que no salieron como nos hubiera gustado en la primera, como la división del trabajo, el establecer formatos y estrategias, e incluso el hecho de tener más claro qué queríamos entregar como producto final.  

Esta vez hubo más organización, en gran medida por la guía del equipo de Distintas Latitudes. Decidimos salir adelante y aprovechar mejor las fortalezas de cada persona del equipo.

Una vez entregado, nos dimos cuenta de que en muchos tramos del proceso nos faltó sincerarnos entre nosotros mismos con respecto a qué podíamos hacer y qué no. Además, el equipo editorial de Distintas Latitudes nos hizo ver la gran base de datos que creamos pero no supimos aprovechar. 

Persistir 

Con sus altas y sus bajas, hay algo en lo que estuvimos de acuerdo desde un principio: la importancia de contar las historias de las personas LGBTIQ+ con respeto y mostrar que, aunque el rechazo muchas veces es la regla, sí hay excepciones; lo que significa que se puede llevar la fe con independencia de quién sea uno.  

También para algunos integrantes este proceso significó replantearse algunas ideas preconcebidas sobre la religión y las iglesias. 

Dentro del grupo y de nuestro proceso, nos quedó claro que aunque hay que tener empatía, también debemos saber ser líderes y tomar las riendas en caso de que otra persona las haya tenido que soltar. Que hay que hablar con honestidad sobre lo que podemos aportar en tiempo y recursos y aprender a confiar en nuestros equipos. 

Y que, aunque a veces parezca que las cosas no son como las pensamos, que sentimos que fallamos o que hay algo mal en lo que hacemos, pueden llegar las segundas oportunidades. Y entonces hay que tomarlas. 

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Diseño de portada: Rocío Rojas
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