Para Edu Barreto, la poesía tiene que vengarse de todo lo que no podemos solucionar en la realidad. Es académico, docente, diseñador gráfico, militante por los derechos LGBTIQ+ y poeta gay. Su prosa poética es una confesión de amor, un manifiesto de la vulnerabilidad y el dolor. En Primera Piedra, el texto rompe contra un cuerpo como las olas y se inunda de memoria.
Hablar del agua en un país sin salida al mar es una postura política. Así como hablar de la homosexualidad y de todo lo que es negado en Paraguay. La voz poética de Edu Barreto bucea por las aguas de su historia y la de tantxs otrxs. Como en el poema Asunción es un hombre con quien me acosté, cuando desarma el discurso patriótico de la Fundación de Asunción.
“Ya estaba cansado de que cada 15 de agosto digan: Asunción, madre de ciudades; Asunción, la cuna de la conquista; Asunción, la mar en coche. Y no, Asunción es un tipo que se acostó conmigo y me puso contra una pared y me amenazó con un cuchillo. Hay tantas Asunciones como ciudades hay, porque no vivimos solo en una subjetividad, sino que vivimos en temporalidades distintas”, dice Edu Barreto.
Edu, que nació en 1978, creció en la Asunción de Stroessner. Lo criaron su mamá, su tía y su abuela, a quienes llama “las guardianas del fuego”, porque se reunían a conversar en guaraní alrededor de las ollas, mientras cocinaban. De chico, cuando su mamá salía a trabajar le dejaba plata para comprar libros. Mucho más tarde, Edu se dio cuenta de que terminaba leyendo todos los libros que diseñaba.
Es diseñador gráfico y docente en la Facultad de Diseño y Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción (FADA-UNA). La publicación en 2019 de su primer libro, Primera Piedra, poesía gay bajo el agua, fue la sedimentación de un proceso que inició con la partida de su madre.
-¿Segura no tenés frío? Te puedo traer un chalcito -dice, dejando el mate y las medialunas sobre la mesa. La radio está puesta y es como si todo a su alrededor tuviera el trazo fino de un dibujante.
Es domingo y su casa huele a viento. La entrevista se desenvuelve en su terraza durante el Día Internacional de la Poesía y es como si el cielo lo supiera. Edu tiene puesta una remera con un dibujo del Quijote que dice: “Para viajar basta existir”. Está todo listo: dos sillas de cable, una mesita con el mantel puesto. En el cuarto piso del microcentro, somos una ventana más.
Para Edu Barreto, la poesía tiene que vengarse de todo lo que no podemos solucionar en la realidad. Foto: Alejandro Balcázar
Clarice Lispector dice que escribir es como “lanzar una piedra a lo hondo de un pozo”. ¿Vos cómo comenzaste a escribir?
Al acto de escribir yo entro a hacer una especie de duelo cuando fallece mi mamá. El título de Primera Piedra nace de lo que tenía a mano de mi educación bíblica judeocristiana. Después, por suerte, vi la verdadera luz y encontré aspectos muy interesantes del antiguo y nuevo testamento. Los otros dos libros que alguna vez lanzaré también se apropian de puntos que a mí me parecen muy interesantes de la Biblia.
Por más que la gente me diga que soy un sacrílego, para mí es como que me apropio del signo. No como una forma de burla, sino que me volví una caja de resonancia de esa información que me llegaba. Desde muy chico fui muy visual, a los tres años empecé a dibujar en la tierra. Primera Piedra viene cuando yo digo: “ah, mirá, este va a ser mi lugar desde donde voy a re-simbolizar”. Después me empiezo a encontrar con otras personas que hablan de piedras: Clarice Lispector, Claudia Masin, Fabio Morábito.
El rol del agua en tu obra es muy importante, ¿qué lugar ocupa para vos?
Mi mamá falleció en noviembre del 2005 y yo conocí el mar en enero del 2006, en Florianópolis. Al mirar el mar me sentí desbordado, porque me di cuenta de lo poca cosa que somos en medio de todo esto, y me puse a llorar. Fue como el primer gesto que me causó esa inmensidad.
Me hubiera sentado a escribir, a cantar, pero lo primero que me surgió fue el llanto. Y venía de todo el tiempo que estuve con mi mamá. Yo la cuidé por 14 años y, por momentos, fue el duelo y, por momentos, fue la liberación de decir: “ahora voy a comenzar mi vida”. En el sentido de que ya no está en función de alguien que me demandaba cuidados. Esa sensación de llanto yo siempre la pongo en el mismo nivel que el dibujo en los niños pequeños.
¿Qué características crees que debería reunir una persona considerada poeta?
A mí me gusta mucho que uno se defina a partir de una acción de decir: “yo escribo poesía”. Me parece que eso es más sincero que decir: “yo soy poeta”, porque lo asocio más a que “estudié diseño, soy licenciado en diseño”. Yo escribo poesía o lo que creo que es poesía hasta un momento en que entro en comunión con otres. Pienso mucho a la poesía, primero, como una puerta, y, después, como un puente que te lleva a otro lugar, a otras personas. Y me parece que eso es lo más interesante de empatizar con la otra persona que no está encontrando esas palabras: que se apropie de lo que vos proponés.
Esa forma de lo poético lo atraviesa a otro. ¿Por qué no ocurre eso con un contrato de auto? Porque no está el giro, no están las figuras literarias, no están un montón de herramientas que hacen que la poesía se sostenga por sí misma. En la poesía vos condensás para, con poco, decir mucho y saber hasta dónde contar para que el lector haga su trabajo después.
Entonces, ¿la poesía tiene que doler? ¿Siempre, a veces? ¿Cuándo?
Yo creo que la poesía tiene que vengar. Me gusta este concepto que tomé de Liz Haedo, una gran amiga. Ella decía que en lo que escribimos tenemos que vengar lo que no podemos solucionar en la realidad. Esto de tomar una poética de una venganza, y no en la confrontación, sino en la retirada.
Jota Mombaça (escritora y artista de performance brasileña) decía que lo que proponen las artes visuales en este mundo de tantos fascismos es que nosotros también podemos crear en la huida. No es necesario poner el cuerpo todo el tiempo, porque no hay cuerpo que resista tanta violencia. La huida también es un lugar de entenderse como una valentía, porque en el momento en que vos decís: “hasta acá yo puedo”, te estás resguardando y ese resguardo es, también, un acto de valentía.
Barreto es académico, docente, diseñador gráfico, militante por los derechos LGBTIQ+ y poeta gay. Foto: Alejandro Balcázar
¿Por qué “poesía gay bajo el agua”?
La cuestión de la poesía gay tenía que ver con mi lugar de enunciación, un lugar que recibe varias críticas. Hay todo un debate sobre utilizar etiquetas. Después de charlarlo con Giselle Caputo (escritora y editora), nos pareció bien ponerlo. La idea es que la gente se conecte y entienda que la disidencia sexual no es un adjetivo que viene del polvo cósmico. Me gusta la cuestión que subyaga, que esté como debajo. Que cuando uno mete la mano, de pronto se deforma por el paso del agua. Y entender también que esas palabras vienen de procesos en los que se deformaron cosas y después se volvieron otras.
Hay autores latinoamericanos que usan palabras más explícitas. Este libro, para mí, fue esa veladura, el no decir todo. A mí me gusta mucho que el poema se termine de escribir cuando la persona lo lee y que se cierre en el otro. Es como una pista, y me gusta que dispare para cualquier mapa del tesoro que uno quiera.
¿La literatura LGBT es algo que surge de vivir en los márgenes?
Me gusta la idea de los márgenes. De hecho, tengo un poema en ese libro que se llama Marginal, porque creo que estos tiempos son de plantar bandera. Yo lo veo como una revancha, una venganza de tantos años de poesía hétero. Basta. Acá también me parece acertado lo de los márgenes, por más que hayan existido esas luciérnagas como Lorca y un montón de gente que se adelantaron a su época y tomaron la palabra como esa trinchera, pero desde un lugar combativo de resistencia. Es como decir: estas son otras formas de querer, otras formas en las que nosotros nos afectamos sexual y afectivamente, son otras cosmovisiones.
¿Considerás que la poesía es política?
Cuando recién se lanzó Primera Piedra dije que el amor y la poesía son políticos. Entonces, desde ese lugar, desde esa afección de los chicos que pasaron por mi cuerpo, por mi cama, yo siempre trataba de preguntar y conocer algo de ese otro. Siempre había juegos eróticos y siempre me quedaba con que eran hijos únicos, o cuidaban a sus madres, o eran explotados laboralmente.
De hecho, en la pandemia escribí un textito para un fanzine que se llama Maricones del mundo uníos y escupíos, que se lanzó en Santiago de Chile. Y ahí me di cuenta de cómo esa afectación sexual no es nomás una cuestión del ámbito de lo porno o de que me quiero calentar y no tengo con quién en pandemia, sino qué hay detrás de esa persona que viene a intercambiar el cuerpo unos minutos. Para mí, es como que uno se acuesta con toda la historia de él.
¿Crees que existe un clóset de la poesía gay?
Voy a ser muy binario con lo que te voy a decir, pero lo que veo y me pasó es que muchos chicos que tienen algún interés por lo homosexual solo se limitan a la narrativa. Incluso ya tuve esta discusión con algunos amigos o conocidos argentinos que están en la literatura y después de discusiones arduas, de pichado (molesto luego de que le hagan un chiste), decía que le dejamos la narrativa a los héteros, que la poesía siempre va a ser de la disidencia, porque ellos no se permiten sentir. Gracias a la narrativa también te podés esconder y yo creo en un texto sin maquillaje, porque si no, no.
Si tuvieras la posibilidad de elegir tres reformas políticas específicas o políticas públicas en favor de la población LGBT, ¿cuáles elegirías?
La reforma agraria. La tierra tiene que ser de quien la trabaja, a partir de ahí todo viene en cascada. Educación en derechos, dejar de satanizar la palabra género y tantas otras cosas. En cuanto a salud, lo sexual y reproductivo me parece importante, porque no podemos seguir poniendo en segundo o tercer lugar no solo a personas del colectivo, sino a trabajadores sexuales, la lucha de las mujeres con la del aborto gratuito, seguro y legal.
Son pilares que no se están entendiendo y se sigue legislando desde una mirada católica, conservadora e hipócrita. Porque si sos romántico y pensás que tu Dios le quiere a todos, por lo menos, en base a eso, dejá que el resto decida sobre su cuerpo y que eso sea legislado.
La prosa poética de Edu Barreto es una confesión de amor, un manifiesto de la vulnerabilidad y el dolor. Foto: Alejandro Balcázar
Cuando te conocí, Edu, allá por el 2017, vos estabas en la Plaza O’Leary con un cartelito que decía “te leo poesía bien cerca” acompañado por un grupo de jóvenes escritoras, ¿cómo nace el proyecto Bien Cerca y cuál es la idea detrás de una poesía íntima en espacios públicos?
Bien Cerca surge en los bancos de plazas. Cada vez que salía del país traía libros de diseño y poesía. Cada vez menos de diseño y cada vez más de poesía. Me empecé a preguntar: ¿Qué pasa si leo poesía a la gente? Fui varias veces a la plaza para investigar cuál sería la mejor estrategia. Lo menos invasivo parecía que nos sentáramos en un banco a ofrecer poesía.
¿De dónde viene esta cuestión y por qué al oído? Me di cuenta de que me acordaba de las conversaciones de mi abuela, mi tía, mientras cocinaban, como esas guardianas del fuego. Mi mamá siempre salía a trabajar y ellas hablaban despacio en guaraní, como contándose secretos para que yo no escuchara. Entonces, tiene que ver con esa cosa del cuchicheo, del susurro. En 2016 me animé a lanzar Bien Cerca, y es producto de otro duelo, pero más romántico.
Si pudieras elegir un texto encriptado de une autore y pudieras traerlx de la muerte para preguntarle sobre su poesía, ¿a quién elegirías?
Traería a Ida Talavera, que es una autora paraguaya de la década del 30. Se carteaba con Miguel de Unamuno y tiene poesía en español y guaraní. Ella abre el erotismo en guaraní, lo toma como esa lengua dejada para el ámbito privado no formal. En su poesía en español se nota mucho esa cuestión emancipadora. Dice: “yo soy toda relámpagos y truenos”.
Una segunda poeta sería Ester de Izaguirre, sobre quien tuve que hacer una investigación muy linda para el ciclo de Poco puede la lluvia con las palabras, al que me invitan la escritora Estela Asilvera y la escritora y actriz, Luz Saldívar. Ester de Izaguirre a los 5 años vive en Paraguay y después va a la Argentina. “Solo me quedarán las muñecas a quienes hablarles en guaraní”, dice ella en un poema. De niña se acuerda del guaraní y después ya no, a causa de ese duelo lingüístico por la migración.
¿Qué compone, para vos, un texto bien escrito y hermoso?
Que yo, una vez que haya terminado de leer el texto, no haya salido ileso. Si en el medio me distraigo es porque algo pasó ahí. Si no me resplandecen las palabras, dejo el libro. Por eso la poesía está tan de moda, por la inmediatez y lo breve, en general. Acompañado por el fenómeno de las redes sociales.
Es como que la poesía me tiene que golpear y ese golpe tiene que ser certero. Me gusta la idea de no salir ileso. La clave en esta vida es haber pasado por el alambre y que no haya dejado tanta piel en él. Me gusta esa cuestión del desgarre, de “acá hay algo y tiene que desgarrarme”. Si es una espina me la saco nomás, pero que me haya rozado el alambre. Que me estremezca.
Diseño de portada: Alma Ríos