En un país devastado por la pandemia del covid-19 y una crisis económica, política y social, la influencer Lorrane Silva, una psicóloga de 24 años con un síndrome raro, proporciona alivio a millones de personas —entre niños y ancianos— con vídeos cortos de humor.
La primera vez que Lorrane Silva (Araxá, Brasil, 1996), de 24 años, salió de casa después de un año de cuarentena se llevó un susto. Estaba en el aeropuerto para mudarse de Uberaba, en Minas Gerais (Brasil), hacia São Paulo, cuando la gente empezó a pedirle fotos. Los niños se pusieron a llorar de emoción y una anciana se le acercó para decirle que le gustaba mucho su trabajo.
Desde 2015, Lorrane —que es psicóloga de formación— publica vídeos en YouTube. Pero fue en 2020, durante la pandemia del covid-19, que alcanzó a millones de personas (suma más de nueve millones de followers en Instagram y TikTok, donde se le conoce como Pequeña Lo) con píldoras de humor en las que, en menos de un minuto, retrata escenas cómicas de la vida cotidiana en Brasil.
Con vídeos sobre las mañanas de resaca tras una fiesta, los desencuentros en la era del coqueteo digital o la relación con la madre que se pelea a diario con la tecnología, la joven logra casi un milagro: hacer reír a la gente en un país con más de 579 mil fallecidos por el coronavirus y una crisis económica y política.
“Hacer humor no significa menospreciar toda la tragedia que está ocurriendo, pero yo intento ayudar un poco a las personas con lo poco que hago”, cuenta Lorrane en una entrevista por video. Ella suele recibir mensajes de gente diciendo que la única sonrisa de su día fue gracias a uno de sus videos. Sin embargo, la que más le tocó fue el de una madre contando que su hija, de cinco años, se pone dos escobas bajo los brazos, para hacerlas de muletas, y finge ser la influencer.
Lorrane nació con los miembros cortos —mide 1,30 de altura— debido a un síndrome no identificado que se asocia a la displasia ósea. Necesita muletas para andar. Cuando empezó en internet, quería hablar sobre todo de bullying y prejuicios, pero luego se dio cuenta de que hacer reír es lo que le hace feliz. “Hoy me alegro mucho de que la gente me reconozca por mi trabajo y no por mi discapacidad física”, afirma.
En 2020, durante la pandemia del covid-19, Lorrane alcanzó a millones de personas entre Instagram y TikTok con píldoras de humor en las que retrata escenas cómicas de la vida cotidiana en Brasil.
Cuando eras niña, ¿qué querías ser de mayor?
Siempre he soñado con salir en la tele, llamar la atención de alguna manera. Solía contar chistes a mi familia, hay muchos videos de eso… No pensaba en ser psicóloga, pero cuando estaba a punto de salir del colegio para ingresar en la universidad, me hicieron un test vocacional y me salió Psicología. Entonces me puse a buscar información sobre esa área y me identifiqué con la profesión, encajaba con mi perfil. La Psicología es un oficio muy bonito. Yo incluso aprendí a conocerme más a mí misma gracias al curso.
¿Y por qué decidiste producir contenido para las redes sociales?
Empecé a hacer videos en YouTube en el 2015, justo cuando ingresé en la universidad, porque tenía la meta de hablar a mucha gente. Comencé hablando sobre la importancia de la representatividad de personas con discapacidad, explicando qué es el prejuicio y qué es el bullying, por supuesto con un toque de humor. Pero aún así no era lo que me gustaba.
Gracias a un primo publicitario, que me animó a enseñar mi lado cómico, pasé a hacer videos de humor en Instagram en el 2018. Como no tenía, en aquel momento, referentes de personas con discapacidad en las redes, decidí ser yo misma y hablar a mi manera sobre las situaciones cotidianas que abarcan a todos. Quería demostrar que cada uno tiene sus problemas personales, sus limitaciones físicas, pero la sociedad en la que vivimos es la misma.
Los videos de fiesta, por ejemplo, muestran que no porque una persona esté en silla de ruedas o use muletas dejará de bailar y divertirse. Entendí que mi manera de hacer humor ya va de la mano con el tema de la representatividad. Hoy me alegro mucho que la gente me conozca más por mi trabajo que por mi discapacidad.
Al principio, me daba mucha inseguridad por las críticas, los comentarios innecesarios, los haters y tal, pero el hecho de saber que había gente a quien le gustaba mi contenido me dio fuerzas para seguir haciéndolo. Por supuesto, el prejuicio todavía existe y tardará mucho en desaparecer. Pero ya veo algo de evolución y eso da esperanza de que el mundo pueda cambiar.
¿Cómo sabes que la gente se va a identificar con tus videos?
Yo aprovecho muchas cosas que viví en mi infancia. A veces miro un objeto, recuerdo alguna situación graciosa y monto un guion sobre eso. También estudio a fondo los memes para entender cuáles van a generar más identificación con el público.
Además, saco mucha inspiración de mi madre, que vive conmigo, porque es increíble como nuestras madres, padres, abuelas son parecidos. Las familias, en general, solo cambian de dirección, pero viven las mismas situaciones. La Psicología me ayuda mucho en eso de entender qué es lo que generará empatía y hará a la gente reírse.
¿Y cuáles son los desafíos de hacer reír en Brasil, un país donde la gente se muere de covid-19 y también de hambre, donde el desempleo está al alza y hay una crisis sociopolítica generalizada?
Más que un desafío, me lo tomo como una gran responsabilidad. Ahora, más que nunca, intento tener mucho cuidado con lo que voy a escribir o grabar para no herir a nadie en este momento tan delicado. El crecimiento de mi audiencia ocurrió precisamente durante la pandemia, cuando no me lo esperaba. Creo que eso pasó porque la gente necesita un alivio de las noticias tristes de cada día.
Decidí, entonces, dedicarme más y publicar vídeos con más frecuencia, porque sonreír también es algo que relaja los músculos, es un momento para que las personas se sientan más ligeras. Por supuesto, hacer humor no significa menospreciar toda la tragedia que está ocurriendo. Yo intento ayudar un poco a las personas con lo poco que hago.
Recibo muchos mensajes de gente diciendo que su única sonrisa después de un día duro fue gracias a mi Instagram. Hay gente que tiene ansiedad y cuenta que mi humor les ayuda. Padres y madres dicen que los videos son una distracción para los niños que están encerrados en casa, sin poder ir a la escuela.
Mãe de quem? 🗣 chega tá babando de tanto dormir
Aunque alertas a tus followers sobre el riesgo de la pandemia y animas a todos a quedarse en sus casas, no haces humor político. ¿Qué te parece el Gobierno de Jair Bolsonaro?
La política brasileña no está en las mejores condiciones. El número de muertos por la pandemia es un reflejo de la mala gestión del Gobierno. Es muy triste leer todas las noticias al respecto, muy desesperante pensar en lo que puede suceder mañana o incluso dentro de 10 minutos. Pero si el gobierno no está haciendo su parte, nosotros, como sociedad, tenemos que hacer la nuestra. No importa lo cansados que estemos, nos toca quedarnos en casa y proteger a los nuestros.
Pero es verdad que no me gusta hablar de política, porque respeto la ideología de todos y sé que tengo seguidores que piensan diferente a mí. Y como nos bombardean con información al respecto todos los días, prefiero mantener mi contenido más ligero.
¿Te da miedo la cultura de la cancelación?
Sí. Soy yo misma en todo momento, pero tengo que tener cuidado, porque mucha gente está mirando o leyendo de lo que hablo. Hoy en día no es posible opinar sobre [aquello con] lo que estoy de acuerdo o en desacuerdo. Si te conviertes en una persona pública, eres un referente para mucha gente, así que hay que pisar en huevos.
¿Y te da miedo convertirte en una esclava de la generación de contenido, de los likes y todo eso?
Existe la presión de publicar siempre, de producir más, sobre todo porque los seguidores se acostumbran a dos o tres videos al día. Se vuelve una rutina. Pero la creatividad viene de la salud mental y, sobre todo durante la pandemia, hay días en los que me despierto desanimada. Claro que todo me afecta.
Yo también perdí parientes y amigos de la familia por el covid-19. Hago terapia para lidiar con todo eso, porque mi vida ha cambiado mucho, tanto con mayor visibilidad como con la pandemia. Y, además de trabajar en la creatividad, gran parte del proceso pasa por la relación con el algoritmo, especialmente en Instagram, que puede cambiar el alcance del contenido de una hora a otra.
Eso también exige un equilibrio emocional, es una montaña rusa. Una cosa que me ayuda es que mis seguidores realmente interactúan y me escriben. Eso es realmente genial. Entonces, tal vez un video no llegue a millones de personas en un día determinado, pero siento que llego a quien tenía que llegar. Sí, el algoritmo es importante, pero siempre recuerdo que lo que más importa es la gente que está del otro lado de la pantalla.
Con vídeos cotidianos, Lorrane Silva logra casi un milagro: hacer reír a la gente en un país con más de 578 mil fallecidos por covid-19, y una crisis económica y política.
¿Sientes que sufres más prejuicios desde que empezaste a destacar en las redes sociales?
Sí, porque me acerqué a varias personas de diferentes culturas y formas de pensar. En la escuela siempre fui muy comunicativa y nunca tuve miedo de nada. Mis padres me enseñaron a estar segura de mí misma, a ser quien quería ser.
Por otro lado, la Psicología me ha enseñado que cualquiera que hace comentarios con prejuicios y difunde el odio probablemente tiene más problemas consigo mismo que conmigo, así que no me meto en debates. No respondo a los haters, excepto cuando publican discurso de odio contra las personas con discapacidad en general u otros grupos minoritarios.
Cuando eras niña, querías ser famosa. ¿Qué sueñas con hacer ahora?
Pienso estudiar Teatro, hacer una película, tal vez una serie sobre mi vida. Pero también me gustaría ser presentadora de mi propio programa, entrevistar gente y aportar información y humor de una forma más estructurada, para llegar a un público aún más amplio.
Si cerraras los ojos y te pusieras a imaginar, ¿cómo sería tu Brasil ideal? ¿Y de qué se reiría la gente de ese país sin problemas?
Sería un país con más empatía social, un país inclusivo, en todos los sentidos. Donde una persona fuese a una entrevista de trabajo, por ejemplo, y se tuviera en cuenta su currículo, no su raza, discapacidad física u orientación sexual, entre otras cosas. A los brasileños también nos gusta reírnos de nuestra propia tragedia. Yo, por ejemplo, me río del humor político que hacen algunos amigos, pero en un Brasil ideal, solo nos reiríamos de las cosas simples de la vida.
Ilustración de portada: Alma Ríos (México)