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Rafael Kohanoff, ingeniero químico de profesión, está acostumbrado a la vocación de servicio. Desde que se jubiló, crea dispositivos para facilitar la cotidianidad de las personas de la tercera edad. En esta pandemia confeccionó, junto al equipo de EDAD (Educación Digital en la Adultez Diversa), la plataforma #DesdeCasa, una web que propone unificar toda la información necesaria para los adultos mayores en un solo lugar. Esta es su historia. 


 

Si hay algo que Rafael Kohanoff (Colonia Dora, Santiago del Estero, 1925) no conoce —no lo hizo nunca en su vida— es el concepto de detenerse, parar, aflojar. Con 94 años en su documento de identidad y una jubilación más en papeles que en la vida real, Rafael mantiene hoy, incluso en pandemia, un nivel de actividad que lo hace parecer varios años menor de su edad.

En un jueves de mayo de cuarentena, a las 11 de la mañana, la hora exacta pactada para la entrevista, Rafael manda un mensaje de Whatsapp. Avisa que espera el llamado, asegura que no tiene problema en que se haga por videollamada y pide un enlace de Zoom, no sin antes aclarar que así hace sus reuniones diarias hoy en día. Con algún que otro inconveniente técnico que soluciona a base de tiempo y paciencia, Rafael se conecta desde la biblioteca de su casa.

Al poco tiempo de entrevista, el micrófono se corta pero Rafael —que usa Whatsapp, celular, computadora e incluso teléfono fijo— no se rinde ante las fallas de la conversación y propone una charla “a la antigua”. Sin cortes ni interrupciones, la conversación sigue vía telefónica.

—No sé por qué se cortó, pero ya nos podremos volver a ver y pensar eso, para mí es lo importante —dice Rafael, optimista, una vez acomodado—. Ahora sí, podemos empezar la entrevista. ¿Hablamos del proyecto #DesdeCasa? —pregunta.

—Sí, claro. Queremos saber cómo creaste una web que unifica y ordena la información para que las personas adultas mayores puedan acceder a todo lo que necesitan, pero también queremos saber un poco de tu vida, de esta vocación por facilitar la cotidianidad, del recorrido que hiciste.

—Bueno, para eso tengo que hacer mucha memoria. Son muchos años y muchas historias para contar cómo llegué hasta dónde llegué. La verdad no tengo una idea muy clara. Sé que desde los 15, 16 años trato de que nuestro país, nuestro mundo, sea más equitativo. Esa sería la línea de mi vida. Para lo demás: ¿tenés tiempo?

Tiempo tenemos.

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Rafael Kohanoff  —ingeniero químico de profesión, actualmente responsable del área de salud y discapacidad del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) de Argentina— está acostumbrado a una vocación de servicio. Desde que se jubiló, crea dispositivos para facilitar la cotidianidad de las personas de la tercera edad tan simples como un apoya-bastón o un artefacto para abrocharse con facilidad los botones de la camisa (aún con artrosis) y, en pandemia, confeccionó, junto al equipo de EDAD: Educación Digital en la Adultez Diversa, la plataforma #DesdeCasa, una web que propone unificar toda la información necesaria para los adultos mayores en un solo lugar. 

Rafael, ¿cómo surge este proyecto?

Yo siempre me dediqué a los sectores más vulnerables: pobreza, personas con discapacidad, adultos mayores porque son los sectores que más me absorben y siempre pienso para ellos iniciativas y acciones. Entonces, con el tema del encierro, me contactó Lorena Paz, quien trabaja en el Laboratorio de Ideas Cooperativas dirigiendo el programa EDAD: Educación Digital en la Adultez Diversa, y me contó la idea de #DesdeCasa. Al instante me sumé. La iniciativa consiste en unificar en una sola web toda la información necesaria para una persona mayor (o abuelo, como le quieran decir, a mí ese debate la verdad que me da igual) porque, a mi edad, no es tan fácil bucear en internet. Hoy por hoy cada institución tiene una web donde te dice lo que ofrece y uno no sabe a qué prestar atención y a qué no, así que así lo solucionamos.

¿Qué proyectos vamos a encontrar en #DesdeCasa, Rafael?

Lo primero que van a ver es a qué números hay que contactar siendo adulto mayor y todo está dividido según el dispositivo que uses: en la web te explican a qué número llamar si usas un teléfono fijo, a cuál si llamas desde el celular o por Whatsapp y después hay de todo: consejos, programas recomendados, páginas para ver series, películas y hasta lugares donde hacer actividad física online. Yo, de hecho, hago ejercicios físicos que saqué de esa web. Me ocupo bastante de entrar y ver permanentemente qué hay y qué falta para poder avisar y complementarla. 

No es el primer proyecto que haces para los adultos mayores, tengo entendido. ¿Qué más creaste y cómo trabajas con tu equipo?

No, para nada. Es el primero en pandemia pero antes desde el INTI desarrollamos 8 dispositivos de uso cotidiano porque acá no se trata de reemplazar lo que el viejo no puede hacer, sino que se trata de darle la posibilidad para que tenga la mayor autonomía posible y pueda tener soluciones a sus problemas del día a día. Por eso nos ocupamos de hacerles llegar instructivos y manuales para la autofabricación de artefactos como un apoya-bastón, así logran que el bastón no se les caiga de la mesa o les hacemos llegar cartillas autoimprimibles que ayudan a detectar problemas visuales, como esas que están en los consultorios oftalmológicos. El trabajo con mi equipo es simple: preguntamos. Vamos a donde están los adultos mayores (centro de jubilados, geriátricos) y les preguntamos qué necesitan. Así surgió, por ejemplo, el tema del apoya-bastón.

¿Intentaron que alguna empresa diseñe estos dispositivos? ¿Qué respuesta tuvieron?

Sí, claro, pero nos dijeron que no era un negocio rentable. Imaginate: el apoya-bastón es, básicamente, un pedazo de goma eva (foamy). A nadie le convenía vender eso porque no rendía de la manera capitalista así que por eso decidimos fabricar los instructivos. Es una manera de que los adultos mayores puedan satisfacer su propia demanda. Y después, otra cosa que hacemos con mi equipo es viajar y visitar escuelas técnicas, para enseñarles a los estudiantes a crear dispositivos para adultos mayores y personas con discapacidad.

Cuéntame más de estos viajes

Según tengo calculado, más de 740 escuelas técnicas del país ya aprendieron a producir elementos para personas con discapacidad y adultos mayores como sillas de ruedas, postulares, andadores y mucho más. Yo creo que este modelo se tendría que replicar para todo. Hoy en día pienso mucho en esto, tras la pandemia.

¿Cuál sería el modelo a replicar? ¿Cómo lo harías?

Creo que el mercado tradicional del sistema capitalista —ese que se orienta a producir para quienes tienen plata— se tiene que acabar y creo realmente que cada localidad, cada municipio, cada barrio se tiene que volcar a resolver los problemas y producir cosas para los que llamamos los sectores vulnerables. La pandemia dejó claro que este sistema actual no funciona más y si logramos que escuelas técnicas produzcan para las personas con discapacidad y los adultos mayores, ¿por qué no podríamos lograrlo en otros ámbitos?

¿Crees que los adultos mayores son una población vulnerable entonces, Rafael?

Mirá, el tema de los adultos mayores lo sentí mucho cuando fui Secretario de Promoción social en la Ciudad de Buenos Aires. Ahí empecé a conocer esta realidad y, como yo me estaba poniendo medio adulto mayor también, vi todo lo que pasaba. Y una de las cosas que más vi fue la discriminación hacia este sector. 

¿Cómo los discriminaban?

Desde el punto de vista tecnológico, por ejemplo, de los viejos no se ocupa nadie y yo creo que no debería ser así. Cuando se inventó la jubilación se pensaba que esa persona se iba a morir en dos o tres años y esto era cierto, pero hoy no es así, no nos morimos nada, entonces no creo que se pueda decir “bueno, el viejo ya fue”. Hay que cambiar esa mentalidad.

¿Cuál es tu filosofía, Rafael? ¿Qué mentalidad crees que habría que tener?

Yo lo primero que decidí, cuando me jubilé, es no jubilarme de la vida y esto es lo que le aconsejo a todos. Uno se jubila de un trabajo, no de la vida. Y por eso yo, en particular, busqué que me daba satisfacción e intenté seguir por ese camino: en mi caso, descubrí que era volcar mi experiencia, mi vida, en algo que le sirva al otro. Pero lo importante, para todos, es lo que ya dije: no jubilarse de la vida. 

Y hoy, jubilado del trabajo aunque en actividad y no jubilado de la vida, ¿cómo es un día en la vida diaria de Rafael Kohanoff?

Por empezar, por la pandemia, me levanto más tarde que en épocas normales y hago todo con más tranquilidad. Antes de arrancar hago media hora de ejercicios de pierna y de brazos (los ejercicios que aprendí en #DesdeCasa), después camino 15 minutos de la sala al comedor, del comedor a la cocina y, bueno, después hago lo de siempre: miro el celular, la computadora, trato de contestar las llamadas, escribo algunos documentos sobre el momento actual y cada tanto miro alguna película, cómo no. 

Este momento es raro para mí porque estoy acostumbrado a estar en la calle, a ir a reuniones con las pequeñas empresas, a hacer contactos y demás cosas que desde casa es más difícil pero si llegué hasta los 94 años, la verdad, ¿por qué voy a parar ahora? Voy a seguir. 

Además, para lo otro, tengo toda la vida por delante.

***

Ilustración: Alma Ríos.

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Argentina, 1993. Le gusta contar historias en 20 mil caracteres, no en 180. Trabajó en Política Argentina, El Destape y colaboró en medios como Cosecha Roja. Es fanática de los perfiles. Disfruta ir por la vida buscando personajes curiosos, particulares, a los que ella llama “esos que parecen salidos de un cuento de García Márquez”.

One Comment

  • Liliana Avila dice:

    Envidiable el optimismo, la energía y la iniciativa de Rafael! Hoy escuché por la radio que está internado, con un pronóstico muy grave de salud y me entristeció. Confío en que otros podemos seguir su ejemplo y su lucha contra la desigualdad en homenaje hacia alguien tan valioso!

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