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#EntrevistasLATAM, conversaciones a partir de 10 preguntas con personas que están transformando la región.


Cuando escuchamos sobre El Salvador, ¿qué imágenes explotan en nuestra cabeza?: ¿Pupusas?, ¿volcanes?, ¿migración?, ¿violencia?

Probablemente el primer pensamiento no tenga que ver con la naturaleza ni la comida pero sí con su gente. El Salvador tiene más de 6 millones de habitantes, de ese total el 30 por ciento son jóvenes de entre 15 y 29 años.

En 2015 la tasa de homicidios de jóvenes por cada 100 mil habitantes fue de 165.2 y en 2017 descendió a 105.9, según datos del informe Soy joven ¿y ahora qué? de la ONU.

Durante el periodo de 2007 a 2017 se reportaron un total de 44 mil 334 homicidios, de los cuales el 51.7 por ciento fueron en contra de personas jóvenes (entre 15 y 29 años). Si bien los homicidios han disminuido en el último año, la capital del país, San Salvador, sigue siendo la ciudad con la tasa de violencia homicida más alta en todo el país.

Carlos Marroquín a.k.a Slipt (Mejicanos, San Salvador, 1986) es un rapero que se autodenomina luchador social y que trabaja en comunidades vulnerables donde las juventudes viven en riesgo por la violencia organizada, la represión y la estigmatización.

Slipt, junto a comités juveniles de las comunidades y CusCambia (una organización que por medio del arte urbano y el deporte involucran a las y los jóvenes a ser agentes de paz en sus comunidades) organizan talleres, programas y proyectos para involucrar a la juventud y a las familias a rescatar sus comunidades, barrios y colonias.

Tras 14 años de trabajo social, Slipt sigue acompañando a las juventudes de las comunidades vulnerables de San Salvador porque cree que los barrios pueden ser distintos.

Sobre eso y algo más platicó Slipt con Distintas Latitudes.

¿Cómo fue crecer en Mejicanos?

Crecer en Mejicanos fue difícil, tampoco fue tan complicado. No tuve la oportunidad de crecer con mis papás pero crecí con mis dos abuelos y ellos, en lo poco que sabían, porque mi abuelito fue analfabeta y mi abuelita sólo hizo el segundo grado, me dieron una muy buena educación y creo que más que educación académica me dieron una educación de valores. Creo que eso me sostuvo porque donde crecí estuve rodeado de pandillas, bandas organizadas, narcomenudeo, de muchos malos ejemplos entonces eso me ayudó.

¿Cómo llegó la cultura hip hop a tu vida?

El hip hop llegó a mi vida en el 2002 cuando empecé a ver graffitis en la calle y tuve la oportunidad de conocer algunos graffiteros que curiosamente querían hablarme de Dios y usaron el graffiti para hacerlo. Me gustó, me llamó la atención y ellos comenzaron a enseñarme.

¿De dónde surge el nombre Slipt?

Al principio mi a.k.a. era Chele, porque como chele o canchas le dicen a las personas de tez blanca y luego era como muy común y todo mundo me conocía así. Luego surge Slipt porque me gustaron las letras y cómo se veían.

¿Qué historias cuentas con tu rap?

A finales del 2004 el rap llega a mi vida a través de uno de mis maestros del graffiti, que también se convirtió en mi maestro del rap, es una persona a quien le debo mucho, él ya descansa en paz, lastimosamente las problemáticas sociales de nuestros país se lo llevaron. Snoop fue mi maestro, él me regaló unos beats y me explicó: “mirá, tenés que hacer un coro, después un párrafo, un coro, un párrafo de 16 líneas y luego coro dos veces y al final hacé cosas movidas y no sé qué…”.

Pero fijáte que lo que yo cuento a través del rap es de las problemáticas sociales que vivimos y trato también de agradecerle a Dios por haberme ayudado a que no fuese uno más de las estadísticas, por hacerme entender que él no era una religión que te señala y juzga por tus errores o ser diferente sino que es una relación de esperanza, de vida y amor. Cosas que no tuve de niño las encontré ahí, entonces también hablo de eso a través de mi rap.

¿Qué ofrece la calle y qué ofrece el hip hop a los y las jóvenes de los barrios de San Salvador?

Yo creo que la calle a los jóvenes de El Salvador les ofrece tres caminos: la cárcel, el hospital y el cementerio. Y luego aparece por ahí un camino más difícil, más pequeñito con ganas de ser un camino enorme que es el hip hop que te ofrece cuatro cosas fundamentales, cuatro rocas pa’ que te puedas parar y estar firme: la paz, la unión, el amor y la diversión. Son los cuatro valores fundamentales del hip hop, entonces esa es la diferencia. El hip hop te ofrece esperanza, vida, amistad, convivencia y la calle te ofrece muerte, literal. O morís en un hospital herido o en una prisión o directamente te asesinan y formas parte de la estadística o haces las cosas bien y ahí está el hip hop como una de las opciones.

¿Qué tipo de relación tiene el hip hop con la policía, las familias, el gobierno y la religiosidad en El Salvador?

La relación con la policía, la familia, el gobierno y la religiosidad es bien complejo. Hay policías que lo entienden pero el mayor porcentaje de policías y militares, porque lastimosamente nuestro país está militarizado, tienen una relación totalmente represiva porque no entienden que hay jóvenes que lastimosamente no tienen todo el recurso como para vestirse con ropa de marca, de facha como ellos quisieran sino que con ropa mucho más barata. A veces te tenés que poner la ropa de tus hermanos y quizá tus hermanos son más grandes, entonces te queda floja.

Las familias juegan un papel importante cuando te apoyan, yo conozco a muchas madres y padres que apoyan a muchos chicos que están dentro de la movida y eso les ayuda, es un plus, entonces cuando la familia lo entiende las vidas pueden cambiar, pueden ser distintas. En mi caso no fue así, a mí me tildaron de vago en mi casa pero estoy hasta acá a donde he llegado porque primero apareció Jesús y él mismo trajo el hip hop a mí y ha sido una herramienta de vida.

El gobierno creo que sólo utiliza el hip hop en las campañas políticas, partidarias y a veces quizá por llenar recursos o conseguir un proyecto es que te buscan. Es bueno que surjan políticos nuevos y jóvenes que entiendan un poco la movida, que la juventud busca otro tipo de expresiones para poder salir adelante y liberar energía, como el presidente electo (Nayib Bukele). Pero lastimosamente durante muchos años anteriores ha sido bien difícil porque el gobierno nos reprime usando los cuerpos de seguridad, políticos como Norman Quijano, que es el actual presidente de la Asamblea Legislativa, él hizo una unidad anti-graffiti y borraban todos los graffitis de la calle, graffitis con muy buenos mensajes sobre prevención de la violencia fueron borrados por él.

La religiosidad es mucho más abierta porque hay muchísimas iglesias que te permiten que te organices con este tipo de expresiones, sobre todo las iglesias que son un poco más grandes. Pero también hay iglesias más pequeñas que dicen que “sos un hijo de Satanás” porque agarrás un micrófono, rapeas, hacés beat box o agarrás un aerosol.

¿Qué artistas del hip hop de El Salvador hay que tener en la mira y escucha?

Hay muchos freestylers como Jafet y Verso que son dos chicos que yo admiro muchísimo y que han sido muy destacados, han ido a otros países. En temas musicales está Zaki, que es salvadoreño y vive en Guatemala pero nos representa, es buenísimo, sé que va llegar muy lejos. Está también Oneime, hace un muy buen rap y tiene buen contenido, buen mensaje, es muy bueno rapeando. Todos ellos hay que tenerlos en la mira, tienen muchas cosas que decir.

De repente un extraterrestre se acerca contigo y te dice: “Slipt, ¿a qué huele el barrio?”, ¿con qué rima le respondes?

¿Dónde se comen las mejores mangoneadas? ¿Y qué son?

Mirá, las mejores mangoneadas te las vas a comer en la comunidad Santa Fé del distrito uno de San Salvador, exactamente en la casa de la Niña Daisy. Y una mangoneada es una paleta congelada de mango que la remojas con limón, alguashte, chile y salsa negra.

¿Qué te da paz y qué te da miedo?

Quien más paz me da es mi hija. Cuando yo anduve en la calle estuve tomando malas decisiones porque esa es una parte que deben de saber, yo también estuve en la calle, estuve a punto de perder mi vida, estuve en bandas, en cosas malas y nunca pensé en el futuro. Se me hace un nudo en la garganta, hace 14 o 15 años no pensaba en nada, no pensé que iba a llegar tan lejos y hoy estoy acá y tenerla a ella, verla, abrazarla, darle un beso a mi bebita de tres años y medio me hace tener mucha paz.

No quiero que suene un cliché pero hay cosas que me dan miedo como la indiferencia de la gente. Me da miedo también que nuestro país no pueda salir adelante porque el poder económico, la gente que estigmatiza, que señala, que reprime, que excluye a los grupos sociales no van a permitir que nuestro país sea distinto. Eso a mí me da miedo, todo eso que sufren los chicos en las comunidades me da miedo.

Y me da miedo que por trabajar con chicos que están en riesgo y que viven en una situación de vulnerabilidad social, y que acá en mi país las leyes lo prohíben, pueda ir a parar a una prisión y me puedan atar y detener de esa forma, créeme que me da terror, pero aprendí algo: si no enfrento los miedos no voy a saber qué va a pasar nunca. A pesar de que tenga miedo a la indiferencia de la gente, a que un día puedan llevarme a una prisión por hacer lo que amo hacer, que es trabajar con jóvenes, no me importan esos miedos, prefiero que las cosas pasen a quedarme sentado sin hacer nada.

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México (1991). Periodista independiente egresada de Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México. Le interesa escribir sobre las infinitas posibilidades de habitar el género, las resistencias desde una perspectiva de derechos humanos. Ha publicado en varios medios digitales como Kaja Negra, El Beisman, Revista Hysteria.

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