La severa crisis económica que atraviesa Venezuela ha provocado un incremento súbito en la pesca incidental y la cacería de delfines y manatíes en el sur del Lago de Maracaibo. Junto a su equipo del Proyecto Sotalia, la bióloga Yurasi Briceño ha optado por educar a pescadores y pobladores, construir alianzas con otros científicos e investigar sobre las costas.
La vida de Yurasi Briceño transcurre en el agua. La bióloga y científica venezolana decidió abocarse a los 14 mil kilómetros cuadrados que abarca el Lago de Maracaibo —en el noroeste de Venezuela— para proteger a las poblaciones de cetáceos que viven en la zona.
La severa crisis económica que atraviesa Venezuela ha provocado un incremento súbito en la pesca incidental y la cacería de delfines y manatíes en el sur del Lago. Pero Briceño, quien tiene 36 años y trabaja en la zona desde 2017, no se amilana ante los reportes de los guardacostas, ni ante una frágil legislación que apenas penaliza la captura ilegal de estas especies.
Todo lo contrario. Junto a su equipo del Proyecto Sotalia, una organización que lucha por la conservación y la concientización sobre los cetáceos, ha optado por educar a pescadores y pobladores, construir alianzas con otros científicos e investigar sobre las costas de Venezuela.
Uno de sus proyectos más recientes, un libro para colorear, busca concientizar a las próximas generaciones para prevenir la extinción de ambas especies y proteger el ecosistema del sur del Lago Maracaibo.
¿En qué momento supiste que querías ser bióloga?
A mí siempre me ha gustado mucho estar en la naturaleza. Cuando me gradué de bachiller, estudiar biología era mi primera opción. En algún punto consideré ser médica porque mi mamá lo es.
Cuando estudiaba el bachillerato yo era bailarina de danza tradicional y ya había alcanzado cierto nivel, pero pensé que estudiar medicina me iba a quitar mucho tiempo, así que decidí estudiar biología. Después supe que no me había equivocado.
¿Recuerdas la primera vez que viste un delfín? ¿Qué sentiste?
¡Claro que lo recuerdo! Pasó en 2005, cuando fui a hacer mis pasantías en la Isla de Margarita (en el Mar Caribe, al norte de Venezuela). Fue extremadamente emocionante. Estaba haciendo mi entrenamiento de pasantías en el Centro de Investigación de Cetáceos. Tenía 19 años.
Fue sumamente maravilloso. A mí ya me gustaban los delfines y poder trabajar con ellos fue fascinante.
¿Cómo te enteraste de las primeras denuncias de caza ilegal de delfines costeros en el lago de Maracaibo?
En 2005 ya había varias personas estudiando la población de delfines en la zona, entre ellos mi esposo y yo, y empezamos a ver que los pobladores los consumían. Muchas veces era porque los delfines se enredaban en las redes y ellos se aprovechaban.
En el sur del lago se da algo que se llama captura incidental, que ocurre cuando los animales se enredan en las redes y los pescadores se aprovechan, que no es lo mismo que cazar especialmente esa especie.
Este aprovechamiento siempre ha existido, pero nunca había sido tan grande como ahora con la crisis. En el estado Zulia hay problemas para abastecerse de gasolina, lo que hace que los pescadores se queden cerca de la costa. Estos delfines son de hábitat costero, es decir, están a unos cinco kilómetros de las costas, por lo que es más fácil que se enreden en las redes de los pescadores si ellos permanecen ahí.
Esto es ilegal y se están aprovechando porque hay poco valor hacia el rol que cumple un delfín en el ecosistema. La gente no lo sabe.
Junto a su equipo del Proyecto Sotalia, la bióloga Yurasi Briceño ha optado por educar a pescadores y pobladores, construir alianzas con otros científicos e investigar sobre las costas. Foto: Cortesía de la entrevistada.
¿Puedes explicar cuál es ese rol?
Los cetáceos son los depredadores de los océanos. Los delfines se encargan de limpiar el ecosistema: se comen los animales más lentos, a los enfermos; garantizan que los peces que queden en el ecosistema sean los más aptos para vivir. Previenen que los peces enfermos contagien a otros.
Contribuyen con el equilibrio del ecosistema y al final eso beneficia al pescador, porque así puede tener seguridad de que está sacando los mejores productos para vender.
¿Y en los últimos años han incrementado las denuncias de estas capturas?
Sí. Antes no era tan común escucharlo pero, por ejemplo, en enero del año pasado (2020) capturaron un grupo de 17 delfines de entre seis y ocho kilos cada uno. Los pescadores se aprovechan porque no es que se trató de uno solo que quedó atrapado en las redes: cazaron toda una manada.
Entre julio de 2018 y enero de 2019 hubo dos casos puntuales en los que capturaron 51 delfines. Eso no es sustentable. Estamos hablando de animales que se reproducen una vez cada dos o tres años y solo tienen una cría.
Eso no es sustentable y no tenemos datos actualizados de la población de delfines en el sur del Lago. Para 2016 había unos mil 189 animales, pero es necesario volver a hacer ese estudio para tener idea del impacto de la caza incidental en esta población.
¿Cómo empezó el Proyecto Sotalia?
Yo soy bióloga de la ciudad de Maracaibo, egresada de la Universidad del Zulia, y desde que hice mis pasantías en la universidad siempre supe que quería trabajar con cetáceos.
Estudiando me di cuenta de que la única especie de delfines que hay en el Lago de Maracaibo, Sotalia guianensis, ha sido muy poco investigada. El Proyecto Sotalia surge después, cuando comencé a hacer mi doctorado en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Surge de la necesidad de promover la investigación sobre los mamíferos acuáticos en Venezuela. Hay muy pocos investigadores abarcando estas especies.
¿Algún científico o científica de Venezuela cuyo trabajo te inspire?
Me inspiran demasiadas personas como para mencionarlas en un espacio tan limitado. Son muchas, pero una de ellas es el biólogo Jon Paul Rodríguez, porque ha llevado el trabajo de la conservación a otro nivel. Da clases y nos apoya en la dirección de los proyectos. También hay muchos profesores universitarios, especialmente en el oriente del país, que se esfuerzan demasiado por preservar la academia.
¿Qué te motivó a escribir un libro para niños?
Nosotros tenemos ya varios años trabajando en el campo y siempre notamos que la gente tiene muy poca información. Una vez llevé unas hojas impresas a una actividad en el sur del Lago para que los niños colorearan un manatí y cuando una niña vio la figura me preguntó qué animal era ese.
Eso fue un llamado de atención porque en la zona en la que reside esa niña cazan manatíes para comerlos. La población de manatíes se ha reducido allí en 80%. Es muy probable que ella ya lo haya comido y no sepa.
¿Te imaginas haciendo otra cosa aparte de la biología?
No, eso no pasaría (ríe). Disfruto muchísimo la biología y disfruto mucho haciendo lo que hago: trabajar por la conservación de estas especies.
Si pudieras ser un animal marino, ¿cuál serías y por qué?
Sería una ballena jorobada porque podría nadar por todo el planeta. Podría saltar mucho, cantar, disfrutar de las aguas frías y cálidas, estar fuera y dentro del agua. Tendría lo mejor de los dos mundos.
Diseño de portada: Rocío Rojas