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El anuncio de la creación del Sur, una moneda común entre Argentina y Brasil, abre de nuevo el debate sobre la posibilidad de usar un instrumento así para la región. 


Texto: Fernanda Hernández Orozco (México)

Portada: Rocío Rojas (Perú)

 

Argentina y Brasil anunciaron en enero de este año los trabajos preparatorios para una “moneda de circulación sudamericana”, una noticia que economistas como Lawrence Summers, secretario del Tesoro de Estados Unidos en el gobierno de Bill Clinton, y Olivier Blanchard, execonomista en jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), tomaron con incredulidad. 

La divisa se denominaría Sur y se usaría para las transacciones comerciales entre ambos países. El objetivo, de acuerdo con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y su par argentino, Alberto Fernández, es reducir la dependencia al dólar en su comercio bilateral.

“Queremos que nuestros ministros de Hacienda, cada uno con sus equipos, puedan hacernos una propuesta de comercio exterior y transacciones entre los dos países que se hagan en una moneda común, que deberá construirse con mucho debate y muchas reuniones”, dijo Lula en una conferencia de prensa desde Buenos Aires, Argentina. 

Esta propuesta reabrió la puerta al debate de la creación de una moneda única para América Latina. Pero el debate sobre la pertinencia de un instrumento así no es nuevo. Esto son algunos de los puntos que hay que tomar en cuenta en esta discusión. 

¿Cómo surge la discusión de una moneda única?

La idea de integrar a América Latina en un solo bloque económico o político es tan antigua como la misma vida independiente de los países de la región. Simón Bolívar, el libertador de Colombia y Venezuela, buscó la creación de la Gran Colombia, el primer proyecto de integración latinoamericana. Él mismo reconocería tiempo después, en la Carta de Jamaica, que los jóvenes países tenían menos en común de lo que él creía, por lo que la idea de la integración era imposible. 

En términos de integración económica, tenemos que avanzar hasta mediados del siglo XX para encontrar las primeros intentos de creación de un mercado único latinoamericano, muchos intentos bajo el amparo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el proyecto regional del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. 

Es en ese momento, después del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando la creación de monedas comunes tomó fuerza, sobre todo en Europa, un continente que había sido destrozado por el conflicto y que necesitaba con urgencia soluciones económicas. Las discusiones avanzaron a lo largo del resto del siglo y culminaron con la creación del euro, una moneda de uso común para la mayoría de los miembros de la Unión Europea. 

En América Latina, la discusión tiene más de 30 años. La CEPAL publicó en noviembre de 1992 el documento “Las monedas comunes y la creación de liquidez regional”, que sostiene la necesidad de un mecanismo que permita el incremento de la disponibilidad de reservas internacionales y el acceso expedito a recursos financieros. 

“En alguna de las economías más importantes de América Latina —Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú—, en reuniones o foros latinoamericanos, se vuelve a plantear otra vez esa posibilidad de generar un proceso de integración económica que comience con una moneda común y que termine fundamentalmente con una integración económicamente latinoamericana. Lo cierto es que pocas veces se ha visto con la seriedad necesaria”, indica Cynthia López Valeriano,  profesora de Economía del Tec de Monterrey, en entrevista con Distintas Latitudes. 

En anuncio hecho por Lula y Fernández en enero, previo a la cumbre de líderes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Buenos Aires, ha sido la primera vez que la discusión ha tomado un tono más propositivo, considera Valeriano, sobre todo porque no tiene como objetivo sustituir ni al real brasileño ni al peso argentino. 

¿Qué ventajas y desventajas tendría una moneda común?

Para un país como Argentina, donde existen 15 tipos distintos de tipos de del dólar —algunos oficiales y otros creados por los propios ciudadanos— la inestabilidad económica es una realidad que se siente en el bolsillo todos los días.  Contar con una divisa única con Brasil, la economía más importante de América Latina, puede representar un respiro para la economía argentina. 

“El hecho de que puedan ponerse de acuerdo con este tipo de cambio, que puedan incluso compartir con una parte de sus directrices, generar digamos una regulación independiente del resto de sus monedas, el resto de sus tipos de cambio, pero que esté debidamente respaldado por sus respectivos bancos centrales, me parece que hace mucho de la posibilidad de que este proyecto efectivamente se pueda concretar”, comenta la especialista del Tec de Monterrey. 

Además, una moneda común para los intercambios comerciales podría agilizar el comercio bilateral y avanzar e n el proceso de integración de las dos economías, que forman parte del Mercosur. 

“Mayor integración económica, mayor intercambio comercial, por supuesto, a Argentina particularmente le permitiría, si es que la moneda efectivamente funciona, si es que comienza a ser utilizada por exportadores y exportadores argentinos y brasileños como tal, le permitiría pues ir trazando un mapa de ruta hacia la estabilidad financiera”, explica Valeriano. 

Sin embargo, la implementación de esta moneda común también puede sumar más volatilidad al mercado cambiario argentino. 

¿Qué se necesita para tener una moneda común?

Los países que introducen con éxito monedas comunes necesitan niveles similares de inflación y tipos de interés, así como niveles comparables de deuda. En América Latina las disparidades en todos estos indicadores hacen que la creación de una moneda única sea, por lo menos, complicada. 

Solo en el caso de Brasil y Argentina, las disparidades en estos tres indicadores hacen que la firma de análisis económico Oxford Economics califique de inviable la creación de Sur. Hasta marzo del 2023, el Índice de Precio al Consumidor de Brasil era de 5.36%, muy lejos del 102.5% registrado en Argentina. 

“Si ya existe toda esta discusión y todos elementos entre dos economías cuya distancia es apenas de ocho a uno, imagínense cuando se tenga que integrar realidades económicas como por ejemplo la de Haití contra la de Brasil, cuya distancia es de 22 a uno”, señala Valeriano.

Una vez que las disparidades sean superadas, también será necesario la creación de nuevas instituciones reguladoras, para evitar que algún banco central nacional tome una mayor relevancia en la toma de decisiones sobre la moneda común. Y ahí, en la discusión de las soberanía en política económica viene otra dificultad. 

El gobierno de México, la segunda economía más grande de la región, ya rechazó la posibilidad de sumarse a la creación de una moneda común latinoamericana.

“Nosotros no estaríamos de acuerdo. Nosotros por muchas razones tenemos que seguir manteniendo como referencia al dólar”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia de prensa del 24 de enero. 

¿Qué tan viable es una moneda común latinoamericana ahora?

“Formar una unión monetaria al estilo de la zona euro en América Latina no es factible por ahora pero, en mi opinión, esta no es la verdadera historia”, escribe Dimitri Zabelin, asociado de la London School of Economics and Political Science, en un artículo para el Foro Económico Mundial. 

Aunque la fuerza de Estados Unidos como potencia dominante está cayendo, el dólar estadounidense es todavía la moneda de mayor liquidez en el mundo y el punto de base para el comercio internacional. Además, la mayor parte de la deuda mundial, las reservas de los bancos centrales y los activos de reserva internacionales usan esta divisa. El dólar será inevitable aún por  un tiempo. 

Por otra parte, América Latina tiene muchas asimetrías de desarrollo económico, que hacen muy complicado pensar en la posibilidad de una divisa única y de una integración económica en el mediano plazo. 

“No creo que ningún analista de forma muy seria realmente consideraría que en estos momentos están dadas las condiciones para hablar ni siquiera de la creación de una moneda común”, sostiene la académica del Tec de Monterrey. “De entrada pues existe una gran cantidad de asimetrías con una gran cantidad de realidades políticas, pues que no tienen que ser consideradas a la hora de tomar esta clase de decisiones”, concluye. 

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