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En años recientes se han presentado fenómenos de polarización política en varios países de América Latina. Aunque han tenido su epicentro en urnas de votación, sus efectos se han presentado en núcleos de amigos y familias, provocando rupturas que van más allá de lo ideológico. ¿Cómo podemos entender esta polarización? ¿Por qué se presentó? ¿Cómo la sobrellevamos?

 


 

Los procesos electorales o de consultas pública que se han llevado a cabo en distintos países de América Latina en años recientes, particularmente este 2018, han sacado a relucir más que las disputas entre grupos y figuras políticas. Si bien estos conflictos —con sus respectivos matices— tienen o han tenido un epicentro en los resultados en las urnas, sus efectos han llegado a núcleos privados.

No es extraño encontrar en países de la región casos de amigos, familias y/o parejas que se han distanciado o han roto relaciones debido a las diferencias políticas e ideológicas que tienen. Pero, ¿cómo entender estas “grietas” y “heridas políticas” luego de procesos altamente polarizados? El equipo de Distintas Latitudes se propuso situar casos de polarización en países como Costa Rica, Argentina, Colombia, Venezuela y México para dar una muestra de las consecuencias de estas tensiones. También buscó voces de especialistas para pensar cómo sobrellevarla y disminuirla.

Costa Rica: polarización en un país que le huye a la confrontación

Costa Rica es un país que no está acostumbrado a la polarización política. Los casos de que se tienen registro son pocos y aluden a momentos históricos. Un ejemplo fue cuando se realizó el referéndum sobre el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, que dividió a la mitad al país en 2007.

Por ello, la elección presidencial de 2018 ha quedado para la historia como uno de los momentos más polarizados en la política electoral del país. En este caso, lo que dividió al electorado fue la postura conservadora del aspirante presidencial Fabricio Alvarado, quien se opuso a la supuesta ideología de género. Esto ocurrió especialmente tras la opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En ella se señalaba que el estado costarricense debe garantizar el matrimonio igualitario y el derecho a la identidad de las personas trans y derechos a la población LGBTI+.

El resultado de la primera vuelta demostró esa polarización: con un 24,9% de los votos, el candidato evangélico, Fabricio Alvarado, frente a un 21,66% de Carlos Alvarado, quien abogó por el matrimonio igualitario en su campaña. Una reñida segunda ronda, según la encuesta, llevó a una victoria contundente de Carlos Alvarado, con un 60,59% frente a un 39,4% de su contrincante.

No obstante, las divisiones ya estaban dadas. Y las discusiones sobre los derechos de las personas LGBTI+ y la educación sexual causaron fricciones y discusiones entre familiares y amigos. Un ejemplo de eso lo narra Joselyne Sánchez, una joven de 21 años, activista en la organización LGBTI+ Beso Diverso, quien durante la campaña optó por eliminar a sus familiares de redes sociales. Inclusive rompió de forma definitiva con un amigo de su infancia.

Hice ruptura con familiares, y con amigos enteramente conservadores. Yo veía que publicaban constantemente en Facebook, compartían posts de Fabricio, o de gente que apoyaba a Fabricio, o publicaciones e imágenes que circulaban en contra de lo LGBT, y en contra del Estado Laico. […] Recuerdo más específicamente con un amigo. Era un amigo de mi infancia, tenía muchos años de conocerlo. Él es súper evangélico y comenzó a compartir este tipo de imágenes. Yo le comenté, y él me replicó. Yo le expliqué cómo me sentía, yo siendo mujer, siendo lesbiana, en esta coyuntura electoral y en esta coyuntura política […]

“Le dije que esto trascendía lo electoral y lo político, se trata que se estaba metiendo en mi vida personal y me está discriminando por mi manera de ser y mi manera de amar. Él empezó a discutir conmigo, y me lanzó un motón de cuestiones fundamentalistas. Yo le dije que ya no podía ni quería sostener vínculos de ese tipo, que lo mejor sería que él por su lado y yo por el mío. Porque no quiero tener cerca mío personas que me irrespetan, me violentan y me discriminan. Y ya no volví a saber absolutamente nada de él desde ese momento. Eso pasó en el transcurso entre la primera y la segunda ronda, que fue cuando estuvo más fuerte este tema y toda esta polarización”, dijo Sánchez a Distintas Latitudes.

Brasil: de la divergencia política al odio

Desde la victoria de Luiz Inácio “Lula” Da Silva como presidente de República, luego de tres intentos fallidos, en 2002, Brasil ha venido en un proceso de creciente polarización. Esta estalló en crisis política con el impeachment de la expresidenta Dilma Rousseff, en 2016.

El crecimiento de esta polarización puede evidenciarse con los resultados electorales desde 2002 a 2014. A partir de la elección de 2006, se empieza a notar una división geográfica del electorado. El sur del país vota por la derecha, y el norte por la izquierda, con resultados más ajustado en la primera ronda. Sin embargo, los puntos álgidos de polarización se han dado con el impeachment de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula. Según un estudio del Instituto da Democracia e da Democratização da Comunicação 47,9% de los brasileños cree que Rousseff sufrió un golpe de Estado, y 43,5% están a favor del impeachment. Mientras que una encuesta de IPSOS señala que 46% están en contra del encarcelamiento de Lula y 50% están a favor.

Esta polarización ha llevado a enfrentamientos en manifestaciones, pero también a encontronazos con amigos y familiares.

Marcus Vinicius Vieira, profesor de Historia en el estado de Río de Janeiro, asegura que ha pasado por varios episodios lamentables de encontronazos con diferentes personas por estos temas, incluyendo exalumnos. Para Vieira, todo empezó en 2013. Fue cuando la ola de protestas que arrancó por el incremento en el costo de pasajes de buses tomó mayores dimensiones, pero terminó por vaciarse de contenido y siendo cooptada por las derechas, desembocando en las movilizaciones que llevaron al impeachment de Rousseff.

“El problema no es hablar de política, sino hablar de política sin propiedad. Tenemos un pueblo que no tenía ese hábito, un sistema educacional estructurado para no politizar. El resultado: un pueblo acostumbrado a discutir fútbol pasó a discutir política. Y como en el fútbol, basándose en el machismo y la polarización […] Excluí a algunas personas de mis redes sociales porque cuestionaron mi honestidad, diciendo que yo estaba defendiendo a un corrupto. Pero no lograron entender que la defensa de la justicia es la defensa del Estado democrático de derecho. Que todo sea hecho dentro de la legalidad”, contó Vieira, quien considera que Brasil vive un momento de criminalización de la izquierda.

Argentina: cerrar heridas políticas en tiempos de Facebook

Cecilia y Sebastián se conocieron el 10 marzo de 2011 cuando comenzaron a cursar la carrera de periodismo. Sus ideologías políticas nunca habían sido un problema en su relación de amistad. Hasta que, en 2015, el fenómeno de “la grieta” explotó con efervescencia en Argentina.

En ese año, se realizaron las elecciones presidenciales. Daniel Scioli (del Frente para la Victoria) se enfrentó a Mauricio Macri (del bloque político Cambiemos). En el proceso, por supuesto, pesaba la figura de Cristina Fernández y del kirchnerismo, que se mantuvo desde el gobierno de Néstor Kirchner en 2003 en el poder. Macri asumió como presidente el 10 de diciembre de 2015.

La primera vez que Cecilia y Sebastián discutieron fue durante una salida con compañeros y compañeras de carrera. Cecilia con ironía dijo “Macri es un nene de papá”. A eso Sebastián le respondió que qué problema tenía con que el político venga de una familia con poder económico. Además hizo referencia a que no podía creer cómo ella podía militar a favor de una “negra sucia como Cristina”.

A la primera discusión le siguieron otras que surgían a través de estados de Facebook que cada uno publicaba en sus perfiles. Siempre era Sebastián el que “atacaba” los pensamientos exprés de Cecilia, sobre las políticas neoliberales de la “revolución de la alegría macrista”. Sus comentarios “agresivos” y “machistas” se intensificaron en octubre de 2015, cuando se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Argentina.

El 22 de noviembre de 2015 Cecilia votó a Daniel Scioli y Sebastián a Mauricio Macri. El primero obtuvo el 36,1 % de los votos, mientras que el segundo recibió el 34,9 %. Algo estaba cambiando en el país. “Vamos a volver”, le dijo Cecilia a Sebastián vía WhatsApp. “Te quiero pedazo de gorila”, respondió de inmediato él. Ellos siempre se dirigieron a sí mismos con esos léxicos políticos y palabras cariñosas. Sin embargo, desde esa fecha algo se quebró entre ellos dos. Aunque decidieron dar prioridad a su amistad, desde hace un año y medio no son más amigos de Facebook. Además prometieron no hablar de política en sus encuentros. De ser así quedaron en que será sólo una “pelea pasajera”.

Colombia y sus desacuerdos de paz

“Obviamente todos queremos la paz”, dijo Adluri a Distintas Latitudes. Adluri es una mujer colombiana que tuvo problemas con su sobrina y el esposo de ésta por diferencias políticas. Sus discusiones ocurrieron en el contexto del plebiscito realizado para ver si los colombianos aprobaban los Acuerdos de Paz como los había negociado el presidente Juan Manuel Santos con las FARC. También de la posterior elección presidencial. “Yo he sido una de las que en su momento voté en el plebiscito por el NO. Y desde ahí empecé a tener ciertos desacuerdos con mi familia. Especialmente con mi sobrina. […] Llegamos al punto donde peleábamos por lo que ponía [el esposo de su sobrina] en mi muro y lo que yo le borraba del muro. Finalmente cada quien terminó votando por el candidato que quería.”

En 2012 Manuel Santos sometió a consulta de los colombianos la ejecución de los acuerdos de paz. El 50.2% decidió votar en contra y el 49.7% votó SÍ. La abstención fue de más del 60%. El principal abanderado del NO fue el expresidente Álvaro Uribe.

Este 2018, durante el periodo de campañas presidenciales, el uribismo se hizo presente a través del candidato Iván Duque. Tras la primera vuelta, la elección estaba entre el aspirante de Uribe y el representante de la izquierda Gustavo Petro. La decisión se convirtió en un segundo plebiscito, pues Duque ganó la presidencia con la promesa de realizar cambios a los acuerdos. Fue la primera elección presidencial tras la firma de la paz, comicios en los cuales participaron aproximadamente 52% de los electores. Colombia tiene altas tasas de abstención electoral, por lo cual las autoridades consideraron esta como una “participación histórica”. Iván Duque obtuvo 54% de la votación mientras que Gustavo Petro logró 41%.

La división de Colombia se hizo visible más allá de las urnas. En el caso de Adluri la situación se resolvió tras acordar que la familia era mucho más importante que pelear por diferencias políticas.

Tatiana es otra joven que le platicó a Distintas Latitudes las peleas que tuvo con su padre porque ella apoyaba el SÍ del plebiscito, mientras que su padre apoyaba el NO. Posteriormente ella tomó una postura completamente antiuribista mientras su padre se mostró totalmente en contra de “votar por un guerrillero”. Sin embargo han sabido limar las asperezas, “no es pelear, es yo te escucho tú me escuchas, cuéntame por qué crees que Uribe es malo y cuéntame tú por qué crees que Uribe es bueno. Él me pone todos sus argumentos y yo le pongo todos mis argumentos […]

“Yo creo que ese es el problema que ha tenido Colombia, nosotros nos indignamos por absolutamente todo pero no tenemos argumentos. Con mi papá no es una discusión de esto es malo, esto es bueno y ya está. No, pasa esto con argumentos y qué vamos a hacer. No es que sea una discusión de no nos hablamos, te odio. Es una discusión con argumentos”.

Venezuela, un país que sigue sin reconciliarse

¿Qué tiene que suceder para que Venezuela camine más allá de la polarización? La pregunta se ha vuelto una constante, sin embargo, la respuesta no se perfila sencilla. El país sigue sin romper la inercia que tuvo uno de sus puntos de inflexión en abril de 2013.

Entonces, en 2013, Nicolás Maduro se enfrentó a Henrique Capriles en las elecciones presidenciales. Hugo Chávez había muerto y la incertidumbre sobre el destino del país tuvo como escenario de disputa una elección. Los resultados del Consejo Nacional Electoral (CNE) arrojaron que Maduro, heredero del chavismo, obtuvo 50.61 por ciento de los votos, mientras que el antichavista Capriles se hizo del 49.12 por ciento de los sufragios.

“Los datos oficiales confirman la división de los venezolanos en dos mitades irreconciliables y siembra de incertidumbre el futuro del país”, escribió el periodista Luis Prados en El País.

El país estaba dividido. “Siempre voté por Chávez, pero Maduro no es Chávez”, dijo un joven de 28 años a The Guardian en medio de las protestas que se desataron por los resultados electorales. Cinco años después, el escenario venezolano ha dado algunos giros sin lograr romper con el encono político. Por ejemplo, en las elecciones presidenciales de mayo de este 2018, “todo ocurrió como estaba previsto”, señaló el sociólogo Tulio Hernández a The New York Times en español. Se refería a que éste 2018, Nicolás Maduro se consolidó en la presidencia con un 68 por ciento de los votos ante una oposición ya no tan decidida a contender por la vía electoral.

En medio de la crispación política, está la población, que ha visto distintas etapas de la confrontación política y social. Tal como la que se avivó en mayo de 2017 cuando Maduro propuso una Asamblea Constituyente Comunal “para devolverle al pueblo el poder que Chávez me entregó”.

A esta situación se suman otros problemas como la seguridad alimentaria. En 2017 se agudizó el hambre y la crisis alimentaria: “la harina de maíz precocida dejó de ser el primer alimento en las mesas, las comidas se volvieron más monótonas, los tubérculos superaron en consumo a las carnes rojas y al queso y 6 de cada 10 venezolanos perdieron, en promedio, 11,4 kilogramos”, reportó Efecto Cocuyo.

México, el reto de que representa la cuarta transformación del país

Andrés Manuel López Obrador, líder de la izquierda partidista, logró 30 millones de votos en la elección presidencial del 1 de julio de este 2018. Una cifra récord que lo posiciona como uno de los candidatos que más votos ha recibido. Sin embargo, su figura no genera consensos: 21 millones de personas no votaron por él, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional Electoral (INE). La participación de los votantes fue de 63.44 por ciento.

La búsqueda de la presidencia (en dos procesos antes de este) ubican a AMLO, como se le conoce también, como una figura política polémica. Para muchos López Obrador es un líder en quien confiar, para otros, es un político que genera incertidumbre.

Luis y su amiga han vivido esta disyuntiva. “Si, la perspectiva política nos ha distanciado un tanto. Ella en algún momento estuvo apoyando la campaña de López Obrador en 2012. Pero años después ella estuvo asistiendo a un grupo de izquierda trotskista, anticapitalista que hace una crítica evidente, dicho sea de paso, a aquellos que se llaman de izquierda hoy en día y no tienen que ver con la izquierda histórica. […]

“Entonces ella plantea que Andrés Manuel es un capitalista que disfraza la intenciones del capital en buenos deseos y no representa un cambio estructural. Eso es evidente y lo respeto. Ahora, mi amiga es muy intensa y el hecho de que yo esté en Morena —Movimiento de Regeneración Nacional, el partido que conformó AMLO— en la campana de 2015 le causó malestar en su momento. Tampoco fue algo frontal ni grosero. […] Y poco a poco hemos ido alejándonos de temas políticos y hubo un distanciamiento, pero que también es enmendable. Yo no soy una persona que le deje de hablar a alguien por cuestiones ideológicas”.

Tras el triunfo de López Obrador, hubo emoción y celebración en las calles de la Ciudad de México. Pero también inició la reconfiguración de la oposición y la vigilancia de las acciones del presidente electo de México. A través de plataformas sociales como Twitter y Facebook los usuarios (simpatizantes y detractores del político tabasqueño) han mantenido discusiones sobre los primeros pasos que ha dado Obrador. Tales como la llamada con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hasta las designaciones de los que serán miembros de su gabinete.

Obrador dijo la noche del 1 de julio: “Llamo a todos los mexicanos a la reconciliación y a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés general.”. Y ese es uno de los retos que tanto él, como la población, buscarán sortear.

¿Cómo entender la polarización de América Latina?

Para Daniel Cholakian, sociólogo y periodista argentino, algunos de los países de América Latina en los que se han presentado casos de polarización se pueden entender a partir de dos tipos de contradicciones: primarias y secundarias.

Por ejemplo, dice Cholakian a Distintas Latitudes, que los casos de Brasil, Argentina e incluso México, con la reciente elección, corresponden a las contradicciones primarias. “En el caso de Brasil, Lula versus toda la derecha. En Argentina, el Kirchnerismo o todas las corrientes nacional populares frente a las corrientes conservadoras oligárquicas u conservadoras liberales. Sí hay contradicciones primarias. Éstas son tajantes porque, o uno tiene un proyecto nacional popular de desarrollo industrial con inclusión en los sectores populares, o uno tiene un proyecto oligárquico que no incluye a estos sectores y lo que se propone es una sociedad con una gran desigualdad económico social.

“Pero esa contradicción no me parece que es necesariamente negativa porque constituye un Estado en definitiva. Por ejemplo, en el caso de México no se discutía esta contradicción que podemos considerar primaria. Pero con el triunfo de AMLO, tal vez por primera vez vemos que se expresa de forma contundente en las urnas. Un modelo absolutamente neoliberal o un modelo que pretenda una lógica emancipadora frente a lo que significa esta relación.”

Cholakian dice que Colombia y Costa Rica representan las contradicciones secundarias. “Yo no veo que las contradicciones entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe tengan que ver con el modelo económico que van a proponer. En el caso de los Alvarado en Costa Rica, tampoco había diferencias centrales en el modelo económico”.

El sociólogo agrega que lo que ocurre con esa polarización es cómo cada país o sociedad puede gestionar esa contradicción, y qué tan empatados están esos dos modelos. Y precisa: “Los medios de comunicación, en todos nuestros países, han pasado a ser jugadores importantísimos en estas definiciones de las tensiones entre los sectores conservadores, oligárquicos o como queramos llamarles”.

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Para explicar desde el enfoque psicológico como es que la ciudadanía vive estos fenómenos de polarización, Distintas Latitudes conversó con el mexicano Luis Ernesto Calixto Urquiza, maestro en Antropología social: “Podríamos no hablar de polarización política, podríamos hablar de segregación o de orientación política, porque una persona no elige un modelo político ni un modelo político económico, elige una persona, elige algo que le llama, que le es familiar.”.

Para el también licenciado en psicología clínica lo que es importante trabajar, ante este fenómeno, es el entendimiento de que el otro existe, “porque lo que nos molesta del otro, es que no piensa como yo, hace las cosas que no me agradan; asumimos que el otro hace las cosas a partir de nosotros mismos”.

“La política es el disparador de los fenómenos internos de un hogar, de una familia, es el pretexto por el cual se hacer la rotura de lo que ya estaba fracturado; por eso, la la polarización no es de afuera de adentro, sino de adentro hacia afuera. Un conflicto interno, se vuelve una disputa pública”, puntualiza Calixto.

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Para la psicóloga venezolana Mireya Lozada, autora del artículo “Polarización social en Venezuela: una aproximación psicopolítica”, en América Latina, con la polarización como un mecanismo de poder y control social, se han agudizado los conflictos entre sectores políticos y sociales, lo cual ha dificultado las posibilidades de lograr acuerdos en torno a asuntos de interés común.

A nivel relacional, continúa Lozada, la dinámica de la polarización genera cohesión y solidaridad al interior del propio grupo y conflicto latente o manifiesto entre grupos opuestos, ofreciendo una imagen de aparente homogeneidad intragrupo, que invisibiliza la diversidad de posiciones e incluso conflictos existentes en su interior.

Así, plantea Lozada, el impacto psicosocial de esta polarización “depende de una variabilidad de factores que incluyen desde la clase social, ubicación geográfica de la población (capital, regiones) hasta variables de edad, sexo, estado de salud, cercanía o exposición con situaciones de violencia directa y problemas personales, familiares, comunitarios o institucionales existentes previamente. Así mismo, el impacto de la polarización social se agudiza o disminuye en momentos de incremento o ‘tregua’ de la conflictividad sociopolítica”.

Además, “Los procesos y acontecimientos sociopolíticos son portadores de nuevas significaciones capaces de transformar, desencadenar y posibilitar nuevos discursos de la acción social y política de los imaginarios sociales emergentes. Hoy más que nunca toma vigencia el desafío que enfrentan los pueblos latinoamericanos: democracia, autonomía e identidad histórica, desafíos que se constituyen, en términos de historicidad y compromiso político-disciplinar, en tarea fundamental para la psicología política latinoamericana: Analizar con conciencia crítica, histórica y política las posibilidades y límites de la psicología para abordar e impulsar procesos democratizadores en la región”, dice Lozada.

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Laboratorio Distintas Latitudes es un ejercicio de investigación y experimentación periodística que realizan los reporteros y editores con temas diversos. El objetivo es aportar nuestra mirada ante la realidad, mientras aprendemos. En esta colaboración participaron: Jordy Meléndez Yúdico, Lizbeth Hernández, Ketzalli Rosas, Tania Chacón y Alma Ríos en México; Diego Pérez Damasco en Costa Rica y Florencia Luján en Argentina.

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Fotos Tomadas de Flickr bajo licencia CC.

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