Durante la última década, Brasil ha sido considerado como el país más peligroso en todo el mundo para defensores del medio ambiente. Conversamos con Ariane Araújo, abogada y militante en el sector de los derechos humanos del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, mientras visita Barcelona.
Portada: Rocío Rojas
Desde 2012, en Brasil han sido asesinados 342 defensores del medio ambiente. 342 personas campesinas, indígenas y afrodescendientes que protegían la selva más importante del mundo: la Amazonía brasileña. Estos datos corresponden al último informe de Global Witness (2022), que sitúa al gigante sudamericano como el país más peligroso para defensores del medio ambiente, particularmente bajo el gobierno de Jair Bolsonaro.
“Nosotros nos llamamos sem terra, que significa ‘sin tierras’. Es una terminología política, porque nosotros somos ingeridos en la lucha. Desde la crianza estamos peleando junto a nuestros papás y mamás; a las niñas y a los niños les llamamos sem terrinha, que es ‘sin tierritas’. Yo desde pequeña siempre estuve en espacios de movilización, de ocupación y de reuniones”, comenta Ariane Araújo (28), hija de padres campesinos y activistas de Bahía, en el nordeste de Brasil.
Ariane es feminista campesina y popular, abogada y militante de los derechos humanos del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST, por su siglas en portugués), que tiene como objetivos principales la reivindicación de una reforma agraria popular, la lucha por la educación en el campo y para el campo, la salud popular, entre otros.
Ese primer encuentro con Araújo se produjo en Barcelona —a 7.343 Km de su hogar— en el marco de la II Edición de la Escuela de Defensoras, un proyecto de la Asociación Acción Internacional por la Paz (IAP) y la Asociación Catalana por la Paz (ACP), dos organizaciones catalanas que trabajan por la justicia social.
La Escuela se ha convertido en un espacio de formación e intercambio de experiencias de resistencia y de reconocimiento de la labor de lideresas y/o líderes sociales. Este 2023, un grupo de defensores de diferentes países pusieron el foco en la justicia climática y sus consecuencias en países atravesados por conflictos armados y/o sociales, Brasil entre ellos.
Ariane se ilusiona al buscar fotos en su teléfono para mostrarnos los paisajes naturales que ve todos los días desde su casa, en Brasil. Conversar con ella es oírla hablar de la lucha social y política por la tierra que ha forjado su camino. Aunque también es verla sonreír cuando canta “Ojalá”, su canción favorita, mientras prepara unas caipiriñas.
Durante la II Edición de la Escuela de Defensoras, se realizó un mural colectivo junto a defensores de Colombia, Palestina, Kurdistán, República Democrática del Congo, Filipinas y dos artistas colombianas y migrantes: Tropidelia y Electric Bananas. El mural lleva la palabra en catalán “Defensem”, que significa Defendemos. Foto: Bernat Marrè.
¿Crees que Brasil ha vuelto a la senda medioambiental con Lula?
Sí, seguramente con la ministra de medio ambiente Marina Silva, que ya lo fue [de 2003 a 2008]. Ella tiene un debate muy amplio acerca de las cuestiones ambientales y una historia de militancia sobre el tema en la Amazonia, hoy con muchos conflictos, tanto por la extracción de madera como por la minería, con los indígenas y los movimientos campesinos. Marina conoce estos conflictos, y tener una ministra que los entienda es ya un gran paso. Lula pone otra vez el debate del medio ambiente, de la cuestión ambiental de Brasil, como una bandera de su gobierno, y eso es muy importante.
¿Cómo revertir el daño causado en la Amazonía, especialmente durante el gobierno de Bolsonaro?
Es muy difícil. Bolsonaro hizo mucho daño. Durante su gobierno se masacró a muchas personas, indígenas y campesinos. Esas vidas no se van a devolver. No hay cómo revertir esa situación, pero sí se puede empezar a trabajar con mucha más responsabilidad y mirando a los pueblos que están ahí, que no son sólo recursos naturales, sino también personas que viven y protegen la fauna y la flora. El Gobierno tiene la posibilidad de implementar nuevas políticas públicas que sean efectivas y funcionen para los campesinos, para los indígenas, para que la Amazonía sea un espacio de preservación y no de derramamiento ni venta de nuestros recursos.
Tenemos que mantener este ambiente porque no es solo de Brasil, sino del mundo. La Amazonia tiene todos los ojos mirándola, mucho más después de Bolsonaro. Todos los países están preocupados con qué pasa allá.
Brasil es un país donde las personas defensoras del medio ambiente son constantemente amenazadas e, incluso, asesinadas. ¿Qué puedes decir sobre esto?
Nosotros tenemos que hacer muchas estrategias de protección para que no seamos amenazados, para que los movimientos tengan sus espacios de debate y encuentros. Y muchas veces no es posible [tenerlos], porque hay muchos riesgos. Brasil no tiene un gran conflicto [político o militar], pero quienes somos campesinos y luchamos por la tierra sabemos que sí es un país muy peligroso, donde se mata, se amenaza y se despoja a la gente de sus territorios.
Nosotros comprendimos que esta violencia es un instrumento para impedir que hagamos nuestras luchas. El interés de esas empresas y ese Estado que nos odian, que nos llaman “terroristas”, que dicen que somos vagabundos, es que seamos considerados malas personas para la sociedad. Pero no: nosotros estamos haciendo un proceso de lucha social que es fundamental para que logremos, incluso, otros derechos sociales que vienen junto con la reforma agraria. Para nosotros no es solo luchar por la tierra, sino por un proceso de educación, de salud, de inclusión de las mujeres negras, indígenas, campesinas y de las personas LGBTIQ+.
¿Hay justicia en Brasil para quienes defienden el territorio?
Hay impunidad, y es muy fuerte. Hasta hoy no tuvimos justicia para Marielle Franco ni para Fábio Santos, un compañero del MST que murió en Bahía. Tampoco tuvimos justicia para Márcio Matos, que fue nuestro dirigente nacional allí. Tenemos muchos líderes asesinados y ningún tipo de prisión o condena [para quienes acabaron con sus vidas]. Aunque nuestra Constitución es muy “linda”, nosotros sabemos que en la práctica no funciona. Además de ser muy lenta es injusta. Muchas veces somos criminalizados como los culpables, cuando somos las víctimas. No queremos ponernos como víctimas porque somos militantes, hacemos nuestro trabajo con orgullo, con pasión y comprometimiento por las demandas sociales, pero aun así somos vistos como criminales.
Ariane Araújo caminando por las calles de El Masnou, un municipio de la provincia de Barcelona, durante la II Edición de la Escuela de Defensoras. Foto: Javier Sulé.
¿Cómo crees que afecta la crisis climática a las mujeres?
Las mujeres son las primeras afectadas en todos los escenarios de crisis. Las mujeres campesinas, indígenas y negras son quienes llevan la sociedad sobre sus espaldas. ¿Cómo van a sobrevivir, a lograr su autonomía financiera, alimentaria? Es mucho peor para ellas, que trabajan con la tierra, la siembran, la producen y cuidan de las comunidades, aunque son los hombres quienes se quedan con los créditos.
No creo que debamos poner a las mujeres en un segundo plano. Ellas son las que [más] sufren la violencia, las primeras expulsadas y despojadas de sus tierras. O hay un cambio urgente y emergente en las políticas mundiales sobre la explotación de nuestra naturaleza o vamos a destinar a nuestro mundo a un suicidio colectivo.
Tú formas parte del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST). ¿Qué objetivos persigue esta organización?
El MST es un movimiento de lucha que tiene como objetivo la reforma agraria popular para las campesinas y los campesinos de Brasil. Nuestro primer instrumento de lucha es la ocupación de latifundios, de tierras improductivas. El MST es un instrumento de la clase trabajadora, de los movimientos, de los pueblos campesinos, para acceder a la tierra y que sea un territorio libre, de educación popular, campesina, de salud popular, de vivencia para todos los campesinos y las campesinas de Brasil, no solo en sus territorios, sino en todo el país.
Un momento especial que recuerdes junto al MST…
Son muchos, pero en 2020 tuvimos el Encuentro Nacional de Mujeres sin Tierra en Brasilia, un espacio en el que hasta hicimos bromas: “ni hace falta hombres aquí”. Éramos miles de mujeres conspirando todo el tiempo contra el machismo, el capitalismo, el patriarcado y el racismo. Somos mujeres resistentes y que nos pensamos desde la perspectiva feminista campesina, popular e interseccional.
Aparte de tu militancia, ¿con qué sueñas?
Son muchos sueños. Uno aprende a no soñar individualmente cuando se está en el Movimiento. Tengo ambiciones, obviamente, pero son más de conocimiento. Por ejemplo, quiero hacer una maestría desde un pensamiento crítico que contribuya con mi lucha. No es una ambición personal, sino para apoyar lo que ya hago en mi organización y que pueda hacerlo con más profesionalismo.
Mientras caminamos por una calle del Raval, en el centro de Barcelona, un altavoz reproduce “Olha A Explosão”, una canción de funk brasileño, un ritmo que nació en las favelas de Río de Janeiro a finales de los ochenta y que ha sido criminalizado y perseguido por su origen periférico. Aprovecho para preguntarle a Ariane qué sintió durante estos días en la Escuela de Defensoras, donde ha compartido espacio con otras activistas de Kurdistán, Filipinas, Colombia, Palestina y la República Democrática del Congo.
“Ha sido muy lindo”, dice. “Fue un espacio de mucho aprendizaje conocer otras compañeras y compañeros que pasan por procesos muy similares a los que vivimos en Brasil, aunque con realidades completamente distintas para nosotros. Eso nos fortalece. Aprendí, con cada paso compartido, que la lucha por la justicia y la paz no conoce límites. Nuestras voces se entrelazan como hilos de esperanza. Que estas experiencias transformadoras nos inspiren a todos. Que cada victoria se celebre y cada obstáculo superado sea un paso hacia un mundo más justo”.
***
Este contenido fue realizado con los aportes de nuestra Comu LATAM. Si quieres apoyar el periodismo latinoamericano y el crecimiento de nuevo talento periodístico en la región, vuélvete socio.