Las Troyanas nació con un grupo de estudiantes de la Universidad de los Andes, en Bogotá, que decidió conformar la colectiva con el propósito de visibilizar la violencia sexual en el contexto de conflicto armado Colombia, por medio de narrativas y lenguajes literarios. Esta es su historia.
“Entre los cuatro me quitaron la ropa.
Los cuatro abusaron de mí.
(…) Tenían más o menos treinta años,
Los cuatro.
Vestían de civil,
Los cuatro.
(…) Me decían que callada,
Que no me iban a matar,
Que solo me violaban
¡Que solo me violaban!”.
Fragmento del relato “Cuatro”, escrito por María Fernanda Rangel,
publicado en Relatos de las Troyanas-Tumaco.
Según la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV), en Colombia hay registradas más de 31 mil víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado. Sin embargo, el subregistro es alto, sobretodo cuando ésta ha sido una práctica silenciada por todos los actores del conflicto, desde la fuerza pública y otros agentes del Estado, hasta grupos guerrilleros y fuerzas paramilitares.
En 2015, un grupo de estudiantes de la Universidad de los Andes, en Bogotá, decidió conformar el colectivo “Las Troyanas” con el propósito de visibilizar la violencia sexual en el contexto de conflicto armado en el país, por medio de narrativas y lenguajes literarios. Las Troyanas, como ellas mismas señalan, adoptan este nombre de la tragedia griega de Eurípides en la que se privilegia la narrativa de los vencidos sobre la de los vencedores y en la que se habla de las mujeres después de la guerra de Troya. Desde su conformación, el grupo ha publicado hasta la fecha cuatro compilaciones de relatos. Conversamos con ellas sobre el nacimiento del grupo, sus apuestas y planes a futuro.
¿Cómo surge este proyecto?
Las Troyanas empezó en 2015, inicialmente éramos un grupo de estudiantes de Ciencias Sociales y Literatura de la Universidad de los Andes. La iniciativa surgió porque una de las integrantes quería hacer un proyecto que relacionara historias de violencia sexual, a las que tenía acceso por el trabajo de su mamá, y la academia. El grupo nace con el propósito de que sus integrantes pudieran narrar de una forma diferente la violencia sexual. Las historias salieron en un principio de las denuncias que presentaban víctimas de violencia sexual a través de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, que realiza un acompañamiento psicojurídico, y que además hace jornadas de denuncia colectiva en varias regiones, a la vez que facilita el acceso de las víctimas al proceso de demanda. Realizamos una primera publicación, la “Cartilla Visiblemente”, en la que se recogieron testimonios en varias regiones del país y, luego, comenzamos a trabajar los testimonios por departamentos: Antioquia, Cauca y Tumaco. La Red nos dio el acceso a las denuncias, pero cabe aclarar que el formato de denuncia tiende a ser muy rígido, lo que buscamos como grupo es transformar este formato frío en algo más cercano que nos permita resaltar los matices de las historias.
Nuestro objetivo principal es visibilizar la violencia sexual y narrarla desde otro lugar, con otro lenguaje.
El grupo comenzó como algo muy estudiantil, como un colectivo ligado a la universidad, con el tiempo comenzamos a diversificarnos y entraron personas de otras universidades. Nos convertimos en fundación y hubo un cambio generacional, pasamos de ser un grupo numeroso de casi veinte personas a seis personas fijas en la actualidad, entre politólogas, filósofas, literatas y artistas.
Si bien los hombres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado son casos minoritarios en comparación con los de las mujeres, ¿han considerado incluir estas voces en sus relatos?
Inicialmente, nuestros insumos se reducían a las denuncias y en su totalidad, a excepción de un solo caso, éstas eran de mujeres. Sólo hemos recibido una denuncia de un hombre, para ellos existen muchos estereotipos a la hora de denunciar, son feminizados. Sin embargo, con el tiempo comenzamos a explorar el carácter creativo que tiene cada historia, y así hemos encontrado diferentes ángulos de la misma.
¿Cómo es la metodología de trabajo creativo? ¿Cómo es el proceso de convertir una denuncia en un cuento, poema o en otro tipo de relato literario?
Primero leemos las denuncias, investigamos sobre el conflicto y la geografía en la región en la que se inscriben, luego cada una destaca puntos que le llamen la atención de la denuncia y piensa una posibilidad de escritura que se socializa. Posteriormente, y de forma individual, cada una realiza una propuesta de escritura que se revisa conjuntamente. Si bien todas las denuncias han sido de mujeres, en este ejercicio de escritura, apostamos por otros puntos de vista y por incluir la voz de los hombres; por ejemplo, hay un relato que construye la conversación por teléfono que tienen dos amigos, uno de ellos es la pareja de una mujer a la que violaron. Buscamos explorar diferentes puntos de vista.
Nuestra apuesta también es porque estos relatos, que son el resultado de una libertad creativa, sean una herramienta metodológica que evidencie un matiz de la violencia sexual o un aspecto específico que no se ha mostrado aún.
¿Tienen algún tipo de interacción con las víctimas cuyos relatos están reflejados en las compilaciones que han hecho?
Desde el año pasado no trabajamos con la Red, pero durante ese tiempo hubo dos jornadas de talleres en región en los que ésta tiene presencia. Fueron talleres de dos días en los que trabajamos con las víctimas, en sus propias narraciones, y en los que hicimos uso de cartografías del cuerpo para identificar los cambios que se produjeron después de la violación. El año pasado también realizamos un taller de tránsito de vida dirigido a desmovilizados de las FARC-EP, en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Icononzo, en el departamento del Tolima, ubicado entre las cordilleras Central y Oriental.
Si bien estas historias están localizadas en contextos geográficos diferentes y lejanos al de ustedes, es difícil tomar distancia, sobretodo cuando las denuncias son leídas una y otra vez para dar forma a los relatos. Tramitar estas historias dolorosas no es fácil, ¿cuál es el autocuidado que ustedes tienen?
Es difícil no involucrarse con las historias, es complejo tomar distancia porque hacer literatura, leer y escribir implica involucrarse desde lo personal, es algo que no podemos controlar, no es fácil gestionarlo. Pero convertir el relato en un texto ayuda, publicarlo nos ayuda. En el camino nos hemos hecho amigas y nos hemos convertido en nuestro propio grupo de apoyo. Comenzamos un diario colectivo para consignar lo que sentíamos y lo rotábamos para que todas escribiéramos allí. Nosotras disponemos alma, cuerpo, corazón y espíritu a esto. Reconocemos que esto es un trabajo en equipo y que no es fácil realizarlo. Tramitar estas historias es difícil.
¿Para Las Troyanas cuál es el alcance del arte, en sus diferentes expresiones, en los procesos de construcción de memoria y en darle un lugar dignificante a las víctimas?
Nosotras creemos que la literatura permite construir puentes entre las personas y que esos puentes suelen ser empáticos. Cuando escribimos nos ponemos en el lugar de la otra persona, como un ejercicio creativo y ficticio, y consideramos que quienes leen los relatos también lo pueden hacer. No puede haber una versión única de la historia y es imposible fijar una única verdad, aquí la literatura y el arte en general, permiten reconocer ese carácter situado de la memoria. Escribir desde un lugar personal es reconocer que tuve esa historia y que me tocó vivirla de esta manera y que la traduje de una forma en particular. Hay muchas posibilidades de construir memoria, la literatura es una de ellas. El arte ayuda a tramitar lo emocional. Queremos transformar estos relatos de dolor, ir más allá y mostrar esa trascendencia. Una persona es víctima, pero no sólo es eso.
¿Cuál ha sido el momento más difícil en este recorrido de Las Troyanas y cuál o cuáles los momentos más gratificantes?
Cada una de las integrantes ha tenido su propio momento difícil. El año pasado fue muy difícil como colectivo, hubo mucha incertidumbre cuando dejamos de trabajar con la Red. Por otra parte, cuando alguien se acerca con la confianza suficiente para contarnos su historia o compartirla, es muy duro, pero eso nos dice que de alguna forma nuestras publicaciones están teniendo algún impacto. Cada compilación que hemos realizado ha requerido de mucho trabajo, las historias que allí se encuentran son muy importantes. La última publicación, “Relatos de las Troyanas basados en denuncias de violencia sexual en Tumaco” fue autogestionada, todo el proceso estuvo a cargo nuestro, desde la diagramación hasta la venta de separalibros para conseguir recursos. En este recorrido, también reconocemos el proceso de cada una de Las Troyanas. A nivel personal, cada una está librando sus propias batallas.
¿Qué sueñan para Las Troyanas en el futuro próximo?
Estamos en una etapa de replantearnos varias cosas. Queremos seguir publicando historias de violencia sexual que no necesariamente estén determinadas por el conflicto armado. Queremos seguir con ese ojo curioso y que nuestro trabajo se difunda y que pueda ayudar a transformar realidades. Esperamos que nuestras compilaciones puedan ser material pedagógico y que ayuden a prevenir y evitar la violencia sexual. Queremos seguir encontrándonos en el camino.
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Imagen de portada: Alma Ríos.