Gustavo Mota, periodista mexicano radicado en Madrid, desde hace años entrevista escritores, en últimas fechas para el diario El País. Tiene un método: antes de la charla revisa los libros del entrevistado y busca lo que llama su ADN: “en Héctor Abad es la memoria, en Héctor Aguilar Camín es el poder, en Nélida Piñón es cómo ser alguien sin tener”.
En agosto de 2010 le propusieron conseguir una entrevista con el escritor argentino Rodolfo Fogwill. ¿Cuál sería su ADN?
De eso se trata el documental Fogwill. El último viaje.
“Un amigo me dijo: si vas a al Festival Eñe en Montevideo, trae una entrevista a Fogwill y y ya valió la pena el viaje.”
Aun en 2010, Rodolfo Fogwill era un escritor “para iniciados”: publicista, en 1980 ganó un premio patrocinado por la Coca Cola con su cuento “Muchacha Punk”, que se ha convertido en un clásico argentino. El mito creció en 1983, cuando en plena Guerra de las Malvinas escribe en tres días y con doce gramos de cocaína dentro Los pichiciegos, novela que contaba el absurdo de esta guerra y que profetizaba la derrota.
Desde entonces, Fogwill ocupa un lugar en las letras argentinas, que él se encargó de volver incómodo: se peleó con Borges, con Piglia, con las Madres de Mayo, con los medios de comunicación, con editores y con cualquiera que se le pusiera enfrente. Era un impertinente, pero además un impertinente con una pluma valiosa. ¿Cómo conviertes a un irrespetuoso de las instituciones y las formas, en un autor de exportación?
Pero hacia 2009 se publicaron en España sus Cuentos completos bajo el sello de Alfaguara, se reeditó Los pichiciegos en Editorial Periférica y con miedo de sus canalladas se le empezó a crear su nicho.
Entonces lo conoció Gustavo Mota Leyva, en Montevideo, el 6 de agosto de 2010.
Quince días después, el 21 de agosto:
Mota transcribía en Madrid lo que le dijo Fogwill, cuando un correo electrónico le anunció que el escritor había muerto.
Dos años después, Mota presentó por primera vez su documental. Algunos lo odiaron y otros lo recibieron con generosidad. “Mostré a otro Fogwill, un hombre que lo único que quería era respirar y como no puede escupe, escupió todo al final de su vida. Es lo que más se ha reconocido: la cercanía con la persona, más que con el personaje.”
En Fogwill. El último viaje se habla de literatura, de la experiencia de Fogwill como publicista de la Coca Cola, del tabaco, de Borges, de Levrero, de los gestores culturales que sólo saben pedir taxis, de la revista Eñe que lo invitó al Festival, que no era la revista Ñ del Clarín pero a Fogwill la parecía tan mala como aquélla. “Conseguir una pregunta-respuesta era complicadísimo porque era muy distraído. Tuve que pedirle a la cámara que lo grabara todo el tiempo. No sabíamos cuándo iba a decir la mayor barbaridad, la mayor incertidumbre, o la mayor verdad. Había que grabarlo permanentemente, desde que aparece en la librería y se pelea con los libreros, su conferencia o cuando va al baño a mear.”
Mota entrevistó a Fogwill en la librería Puro Verso en aquel 6 de agosto de 2010.
El escritor advirtió que no quería entrevistas. Pero vio a Mota y gritó: “A Mota sí”. La conversación, concede el periodista, no tiene orden ni profundidad. “No podía pretender una entrevista literaria con Fogwill cuando no lo había leído. Y siempre me he preguntado por qué no me aniquiló: le hice preguntas para que me aniquilara y no lo hizo; aniquilaba al sabihondo, al profundo, al literato. Ahí entendí a Fogwill: era amable con la gente que es “nadie” y con la gente del poder era extraordinariamente pesado porque estaba harto, porque su provocación es en realidad un acto de sinceridad y la sinceridad se sigue considerando una acto de grosería”.
La sinceridad: el ADN de Fogwill. “La sinceridad como método de provocación, en la medida que se considera una grosería; esta provocación como un instrumento para llegar a la verdad.”
Pero la generosidad de Fogwill tuvo una razón más.
Una noche antes, los organizadores del festival en Montevideo, la gente de prensa, los escritores, dejaron solos a Fogwill.
No lo soportaban y cuanto antes se deshicieran de él, mejor. Mota se quedó, en su insistencia de hacerlo aceptar la entrevista. Vio al escritor sacar la seretide, medicina para el enfisema. Mota dijo que su padre también tomaba eso. Fogwill le preguntó si no se había caído. “Esto te hace mierda los huesos, tu padre se debe estar cayendo y no te lo dice”, contó Fogwill. Mota le contó al escritor sobre su padre, que llevaba mucho tiempo con un tanque de oxígeno pegado al cuerpo. Fogwill se preocupó. “¿Qué pasa si se acaba el gas y se va la luz? Tu padre tiene que aprender a respirar.” Mota entendió: Fogwill llevaba a cuestas su enfisema con la menor ayuda posible. “Veía a un hombre parecido a mi padre, que camina y se está asfixiando, y ese elemento nos permitió conocernos, el tema de la enfermedad y del final. Él no me aniquiló porque sabía que yo era la persona que dos días antes estuve con él, porque me dio ternura.”
Mota dice que ha sido su mejor entrevista: cuando dejó de ser periodista. “Yo cuando veo a este hombre se me olvidó el periodismo y a él se le olvidó el escritor. Hablamos de sus drogas, lo que tomaba y no, que tenía medicaciones en su habitación, en la pileta; se burlaba de él mismo y su enfisema”.
Fogwill aún es lectura para iniciados, pero es cada vez más influyente en las discusiones literarias en lengua española. Gustavo Mota, seis años después, visita en México a su padre. Aprovecha para presentar, este 6 de julio de 2016, en el Palacio de Bellas Artes, el documental del escritor que tanto se pareció a su padre. “Me encantaría que me dijese qué opina del documental. Le enfadaría muchísimo, estaría podrido de rabia, pero es una duda que siempre tendré. Fogwill decía: escribo para no ser narrado, y mi acto de provocación fue narrarlo, porque eso me enseñó.”
Fogwill. El último viaje. Testimonios de Andrés Neuman, Rodrigo Fresán, Leila Guerriero y otros. Dirección de Gustavo Mota. 2012
http://www.fogwill-el-ultimo-viaje.com/index.html