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Fotografías: Todas las imágenes que acompañan esta pieza fueron
tomadas el 18 de diciembre y la madrugada del 19. 

 

Las cacerolas volvieron a sonar en las calles de Buenos Aires, Argentina. Las primeras que le tocan al presidente Mauricio Macri. Con este método de protesta tan característico de finales de de 2001, cuando De la Rúa era presidente —y quien tras la represión en la que mataron a 39 personas y la grave recesión económica tuvo que huir de la Casa Rosada (el palacio de gobierno) en helicóptero—, los argentinos volvieron a expresarse y, tristemente, la represión también apareció.

Todo se podría contar en breves parpadeos, en el paso de una imagen a otra, donde cada una habla por sí misma y sólo muestran cómo el panorama cada vez se tensa más en Argentina.

La instantánea más reciente es la de la madrugada del 19 de diciembre —con todo el peso histórico de ésta época del año para el país—, cuando 128 diputados votaron afirmativo y se aprobó en la cámara baja la reforma previsional que atenta directamente contra el bolsillo de los jubilados y los deja en una situación de extrema vulnerabilidad, pues representa un recorte a su salario. Con esta reforma en lugar de ser de 12% el incremento, será de menos de la mitad, 5.7%. Por eso empezó todo. Porque, como decían algunas consignas, el gobierno “se está metiendo con nuestros viejitos”.

Fue el jueves 14 el primer intento del gobierno por aprobar esta reforma a través del Parlamento, pero la masiva protesta y la brutal represión que tuvo lugar en las inmediaciones del Palacio del Congreso hicieron que la sesión se levantara.

Ese día, un operativo que incluía efectivos de Gendarmería, Prefectura, Policía Federal y Policía de la Ciudad de Buenos Aires vallaron el perímetro de la casa legislativa y fueron puestos con una clara orden: Reprimir.

Jubilados, manifestantes, diputados de la oposición y trabajadores de presa —entre ellos el multipremiado fotoperiodista Pablo Piovano, ex Página 12, a quien le dispararon con alevosía por querer tomarle una foto a un policía— resultaron heridos por impactos de bala de goma, afectados por gases lacrimógenos —muchos de ellos vencidos hace años— y golpeados en enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

Pablo Piovano luego de ser atacado. Bruno Grappa capturó este momento en las protestas del 14 de diciembre, pues se encontraba a metros de distancia, antes de que un policía le disparara, cuando le estaba haciendo una foto de muy cerca.

Aproximadamente a las 17 horas de ese jueves comenzó a circular, entre quienes fueron a reclamar contra la reforma, la noticia de que la sesión había sido levantada. De pronto se empezaron a escuchar cantos de victoria, de alegría; pero pese a eso las fuerzas avanzaron nuevamente contra los manifestantes.

Para la noche, ya se empezaba a escuchar que el Ejecutivo evaluaba la posibilidad de hacer efectiva esta reforma a través de un Decreto de Necesidad de Urgencia. Todos se alebrestaron y se esperaba un rechazo y protestas aún mayores. Y aunque el decreto no sucedió, a todos les quedó claro el apuro del gobierno argentino por aprobar esta medida.

El lunes 18, diferentes asociaciones convocaron a movilizaciones al Congreso. Tras el fallido intento de los días anteriores, se iba a sesionar nuevamente esta reforma. No tardó en ocurrir el estallido; por un lado, la agentes policiales del gobierno con balas de goma, gases y coches hidrantes; por el otro, el pueblo resistiendo los embates con piedras y palos.

Cerca de las 20 horas dejaron de oírse disparos, pero la tensión estaba latente. Dentro del recinto los diputados seguían debatiendo y una convocatoria espontánea de reclamo comenzó a llenar nuevamente las inmediaciones del Congreso y las calles de todo el país, pero esta vez a través de una manera que ningún presidente argentino desea tener durante su mandato: los cacerolazos.

Pese a los manifestantes, policías y trabajadores de prensa heridos, pese a los cacerolazos —una forma de protesta con mucho peso histórico por lo sucedido en 2001—, pese a los detenidos arbitrariamente, los abusos de autoridad, la sangre derramada y las balas disparadas se aprobó esta reforma.

El descontento continúa, anoche se repitieron los reclamos en la calle, hoy se convocó nuevamente. La exigencia a dar marcha atrás con esta reforma reúne a miles a lo largo del país. La tensión no para de crecer, las garantías están ausentes.

Fotografías: Todas las imágenes que acompañan esta pieza fueron
tomadas el 18 de diciembre y la madrugada del 19. 

 

Las cacerolas volvieron a sonar en las calles de Buenos Aires, Argentina. Las primeras que le tocan al presidente Mauricio Macri. Con este método de protesta tan característico de finales de de 2001, cuando De la Rúa era presidente —y quien tras la represión en la que mataron a 39 personas y la grave recesión económica tuvo que huir de la Casa Rosada (el palacio de gobierno) en helicóptero—, los argentinos volvieron a expresarse y, tristemente, la represión también apareció.

Todo se podría contar en breves parpadeos, en el paso de una imagen a otra, donde cada una habla por sí misma y sólo muestran cómo el panorama cada vez se tensa más en Argentina.

La instantánea más reciente es la de la madrugada del 19 de diciembre —con todo el peso histórico de ésta época del año para el país—, cuando 128 diputados votaron afirmativo y se aprobó en la cámara baja la reforma previsional que atenta directamente contra el bolsillo de los jubilados y los deja en una situación de extrema vulnerabilidad, pues representa un recorte a su salario. Con esta reforma en lugar de ser de 12% el incremento, será de menos de la mitad, 5.7%. Por eso empezó todo. Porque, como decían algunas consignas, el gobierno “se está metiendo con nuestros viejitos”.

Fue el jueves 14 el primer intento del gobierno por aprobar esta reforma a través del Parlamento, pero la masiva protesta y la brutal represión que tuvo lugar en las inmediaciones del Palacio del Congreso hicieron que la sesión se levantara.

Ese día, un operativo que incluía efectivos de Gendarmería, Prefectura, Policía Federal y Policía de la Ciudad de Buenos Aires vallaron el perímetro de la casa legislativa y fueron puestos con una clara orden: Reprimir.

Jubilados, manifestantes, diputados de la oposición y trabajadores de presa —entre ellos el multipremiado fotoperiodista Pablo Piovano, ex Página 12, a quien le dispararon con alevosía por querer tomarle una foto a un policía— resultaron heridos por impactos de bala de goma, afectados por gases lacrimógenos —muchos de ellos vencidos hace años— y golpeados en enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

Pablo Piovano luego de ser atacado. Bruno Grappa capturó este momento en las protestas del 14 de diciembre, pues se encontraba a metros de distancia, antes de que un policía le disparara, cuando le estaba haciendo una foto de muy cerca.

Aproximadamente a las 17 horas de ese jueves comenzó a circular, entre quienes fueron a reclamar contra la reforma, la noticia de que la sesión había sido levantada. De pronto se empezaron a escuchar cantos de victoria, de alegría; pero pese a eso las fuerzas avanzaron nuevamente contra los manifestantes.

Para la noche, ya se empezaba a escuchar que el Ejecutivo evaluaba la posibilidad de hacer efectiva esta reforma a través de un Decreto de Necesidad de Urgencia. Todos se alebrestaron y se esperaba un rechazo y protestas aún mayores. Y aunque el decreto no sucedió, a todos les quedó claro el apuro del gobierno argentino por aprobar esta medida.

El lunes 18, diferentes asociaciones convocaron a movilizaciones al Congreso. Tras el fallido intento de los días anteriores, se iba a sesionar nuevamente esta reforma. No tardó en ocurrir el estallido; por un lado, la agentes policiales del gobierno con balas de goma, gases y coches hidrantes; por el otro, el pueblo resistiendo los embates con piedras y palos.

Cerca de las 20 horas dejaron de oírse disparos, pero la tensión estaba latente. Dentro del recinto los diputados seguían debatiendo y una convocatoria espontánea de reclamo comenzó a llenar nuevamente las inmediaciones del Congreso y las calles de todo el país, pero esta vez a través de una manera que ningún presidente argentino desea tener durante su mandato: los cacerolazos.

Pese a los manifestantes, policías y trabajadores de prensa heridos, pese a los cacerolazos —una forma de protesta con mucho peso histórico por lo sucedido en 2001—, pese a los detenidos arbitrariamente, los abusos de autoridad, la sangre derramada y las balas disparadas se aprobó esta reforma.

El descontento continúa, anoche se repitieron los reclamos en la calle, hoy se convocó nuevamente. La exigencia a dar marcha atrás con esta reforma reúne a miles a lo largo del país. La tensión no para de crecer, las garantías están ausentes.

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Rosario, Argentina, 1996. Para dedicarse al oficio, encontró sus aspiraciones en una cámara de fotos, libros de Kapuściński y Walsh y una entrevista a un reportero de guerra. Periodista devenido en fotógrafo documental y realizador audiovisual. Migrante.

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