Boyacá se considera como la gran despensa agrícola de Colombia. Hablar de Ginna Alejandra Jiménez Vergara es hablar de Boyacá. Ella es la fundadora de Comproagro, una plataforma que elimina los intermediarios y conecta a lxs agricultores directamente con lxs compradores.
Ginna Jiménez lleva zapatos deportivos, viste jeans y una camiseta de rayas con diferentes colores. Tiene el pelo largo, dientes blancos y cada vez que sonríe sus ojos se achinan. Sus cachetes colorados y su acento la delatan, pero ella no tiene vergüenza de nada, al contrario, habla con mucho orgullo y fuerza de sus raíces. Ginna es de la tierra del sumercé: esa expresión tan popular que usan las y los boyacenses en Colombia para dirigirse a otra persona con respeto y amabilidad.
Ginna tiene 22 años. Creció en la vereda de Cunuca, en Toca —un municipio ubicado a 22 km de la capital Boyacense—, rodeada de uno de los mejores paisajes del país: las cosechas de cebolla cabezona, la papita, la bebida mágica ‘el guarapo; con sus dos perros: Brad y Luna, y ese sabor inolvidable de la famosa sopa de arroz que le preparaba su abuela Crisanta todos los sábados a Brayan —su hermano mellizo— y a ella cuando tenían siete años; mientras su mamá se dedicaba a estudiar.
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Nuestra primera conversación ocurrió en una cafetería en Barcelona —antes de la covid-19 y mientras Ginna realizaba un viaje por Europa—, Ginna tomaba un café acompañado con un croissant. Lo mejor fueron, claro está, las anécdotas que guardaba en el baúl de sus recuerdos.
La memoria que más tiene presente de esos tiempos es cuando asistían a la misa mayor —una tradición de fines de semana en los pueblos—, donde cada persona va con sus mejores prendas, su mejor ruana o vestido y un sombrero. “Ni mi hermano ni yo podíamos hablar durante la misa porque mi abuela nos pegaba unos pellizcos”, confiesa mientras se ríe.
La historia de Ginna no fue suerte ni “se ganó la lotería”. Todo lo que ha construido su familia —en este caso, con su mamá Rosalba Vergara y su hermano Brayan— ha sido producto de sembrar y cosechar frutos para salir adelante y trabajar por y para los suyxs.
El campo y la tecnología
En marzo del 2014, Ginna tenía 16 años y cursaba grado 11 en la Institución Educativa Plinio Mendoza Neira, llegaron al colegio unos funcionarios que trabajaban para el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones a hablarles sobre la convocatoria que había para apoyar proyectos de negocio con el uso de la tecnología.
Por aquel entonces, Ginna aparte de dedicarse a estudiar y ser de las mejores estudiantes de su colegio, vendía dulces y en las noches trabajaba en un restaurante de comidas rápidas preparando pizza, hamburguesas o lasañas. Pero su espíritu salvaje le gritaba que era el momento de hacer algo y aprovechar esa oportunidad. Así fue, no se quedó con las ganas y le soltó la idea a Brayan y Rosalba de crear una aplicación.
“Brayan no estaba emocionado, al principio, me decía ‘ay no, qué pereza’. Pero me llamaron del colegio un día festivo para que fuera a hacer la inscripción y yo le dije a mi hermano que fuéramos, le insistí tanto que terminé convenciéndolo. Nos fuimos al colegio y escribimos una idea muy básica: una plataforma para vender los productos de los agricultores. Tocaba ponerle un nombre y Brayan le puso: ‘always’. Inscribimos a mi mami y a nosotros dos”.
Rosalba Vergara —madre de Ginna y Brayan— tiene 43 años, es hija de campesinos y toda su vida se ha dedicado a la siembra de la cebolla. Es licenciada en educación básica y trabaja en la escuela rural en Toca; es la única profesora que hay. Al hablar con ella por videollamada se le observa como una mujer seria pero amable, mirada muy atenta y con carácter. Su voz es serena y sonríe igual que su hija.
“A mi me pareció espectacular la idea porque en el campo no tenemos muchas oportunidades para acceder a internet y Ginna me decía que a través de internet se podían vender las cosechas. Siempre ha sido una niña muy juiciosa, yo nunca he dudado en lo que dice. Si ella dice que quiere ir a la luna, yo le digo que vaya, pero si quiere que vayamos juntas, iremos. Siempre la voy apoyar”, comenta Rosalba mirando a la cámara fijamente.
Para Ginna su heroína y mujer a seguir ha sido Rosalba. No hace falta nombrarla para que sus ojos brillen y su voz se entrecorte. La idea que tuvo Ginna no nació de la noche a la mañana, nació de su propia historia.
“Mi mamá en el 2014 se tuvo que valer de un préstamo del banco Agrario de aproximadamente 10 millones de pesos colombianos (2594 USD) para la cosecha de la cebolla de ese momento; cuando salió la cosecha, la recogimos y el bulto estaba a 15 mil pesos, muy muy barato. Mi mamá perdió toda la inversión, fue terrible, pensamos que eso era muy injusto”.
Y, tristemente, ese problema no lo vive únicamente la familia de Ginna, es una situación que enfrentan desde hace décadas los pequeños y medianos productores agrarios en Colombia. A raíz de esto, en el año 2013 se presentó una de las protestas agrarias más fuertes en los últimos tiempos, bajo el lema: El tal paro agrario sí existe.
La movilización contó con la participación de varios sectores como lxs campesinxs, transportistas, mineros, paperos, paneleros, ganaderos, productores de leche y de algodón, estudiantes, etc. Sus peticiones se centraban en el abandono del gobierno y las consecuencias de su trabajo por el Tratado de Libre Comercio, donde primaba más lo que vendían las multinacionales que sus propios cultivos. Algunas de sus peticiones fueron: Acceso a la propiedad de la tierra, reconocimiento a la territorialidad campesina, implementación de medidas y acciones frente a la crisis de la producción agropecuaria.
Según datos del Ministerio de Agricultura, el 70% de los alimentos que se producen en el país los cultivan los pequeños agricultores en los que se destacan: papa, frutas y hortalizas, yuca, arracacha, ñame, plátanos, huevo, pollo y leche, entre otros. Lo que demuestra que los campesinos y las campesinas de Colombia trabajan con o sin ayudas, con o sin pandemia: siempre.
Ginna y Brayan no se iban a quedar de brazos cruzados y lo que empezó como una simple propuesta, hoy se ha convertido en una revolución para dignificar y transformar la realidad de ese campo olvidado, de esas manos bravas para trabajar.
“Después de inscribirnos, nos llamaron el 15 de mayo de 2014 para la siguiente fase, teníamos que hacer una exposición en Tunja junto a más de 50 grupos de otros municipios. Mi mamá desde un principio dijo: ¡Nosotros vamos a ganar! Yo nunca había hecho una exposición enfrente de un jurado ni nada, pero pasamos y entramos a la fase de asesoría, hicimos encuestas e íbamos a supermercados para ver si era viable la propuesta. Al final, con mentores elegimos el nombre: Comproagro, definimos los objetivos y pasamos a la fase de presentar un pitch y ganamos”.
Desde el 15 de mayo Comproagro —que significa compromiso con la agricultura— se constituyó como una plataforma online en la que los campesinos y las campesinas se registran de forma gratuita, crean su perfil y dan a conocer el producto que ofrecen por medio de una foto del cultivo, el precio, información de cuándo hay o no cosecha y cuántas cantidades disponibles hay en tiempo real. Todo esto se da sin intermediarios de por medio.
Lxs consumidores que estén interesados en el producto contactan directamente con los agricultores o las agricultoras y concretan la forma de pago para hacer llegar el producto. Es un sistema rápido, sin trabas por el camino, pero sobre todo justo.
“La aplicación funciona como páginas amarillas y tiene cobertura en todo el país. Los productores crean un perfil, ofrecen su producto, contamos con más de 1300 variedades de productos y el consumidor que esté interesado hace contacto directo. Nosotros desde un principio queríamos evitar cualquier cadena de intermediario; por ejemplo, a Corabastos ( la central de abastos más grande de Colombia), para nosotros era importante mejorar los ingresos y la calidad de vida de lxs agricultores”, comenta Ginna.
Ginna es la representante legal, su hermano Brayan —estudiante de derecho— es la persona encargada de verificar la calidad de los productos y Rosalba es la gerente del proyecto, quien acompaña continuamente a las mujeres en los centros de acopio y a lxs agricultores.
No fue hasta 2016 que Comproagro se posicionó fuertemente en la región y en el país. Ese mismo año ganó en la categoría de emprendimiento y generación de empleo de la convocatoria de RECON y a partir de ahí ha participado en infinitas convocatorias y ha obtenido reconocimientos: premio como una de las 10 jóvenes sobresalientes de Colombia, premio Bayer Young Community Innovators, premio de Héroes Fest, premio al mejor proyecto productivo con Reconciliación Colombia y la fundación el Nogal, entre otros.
Ginna reconoce que al principio fue extraño acercarse a lxs campesinxs, porque les sorprendía el hecho de poder integrar la tecnología en el campo. Incluso descubrieron que muchos de ellos quizá no usaban el teléfono; por eso fueron los hijxs de lxs agricultores quienes llaman a Comproagro para dar a conocer el producto de sus padres o madres.
Hoy hay 35 mil personas usuarias a nivel nacional que usan la plataforma. Además, cuentan con una alianza con el Grupo Éxito, quienes le compran a Comproagro papa y cebolla para comercializarlos en los supermercados de cadena (Ara, Olímpica) en Bogotá y Medellín.
Trabajar por y para los suyxs
Ginna, Brayan y Rosalba siempre han tenido claro de dónde vienen, su historia y el porqué querían aportar un cambio a la comunidad campesina. Comproagro fue el primer paso, después de eso se han centrado en crear dos centros de acopio para generar empleos directos: uno en Toca, donde reconstruyeron una parte de la casa de su abuela para hacer la bodega, allí trabajan aproximadamente 30 mujeres, campesinas y madres cabezas de familia, quienes seleccionan, encallan, limpian y empacan la cebolla cabezona, la papa y la lechuga. En la bodega de Aquitania, otro municipio de Boyacá, se centran en el producto de la cebolla larga y trabajan aproximadamente 16 mujeres. Estos procesos de limpieza aseguran la producción de calidad de cada producto y son pedidos para el grupo Éxito.
“Mi vida antes de ingresar aquí era muy diferente porque pasaba muchas necesidades, no tenía un trabajo estable y denegaba muchas cosas a mis hijas. Tuve la oportunidad de entrar aquí hace tres años. La vida me cambió mucho, cuento con un trabajo estable y he mejorado muchas cosas en mi hogar. Lo que me gusta del trabajo es que uno se distrae porque sale de la rutina diaria, se olvida de las problemas que hay en el entorno y las amistades que se han establecido con mis compañeras y mis jefes”, comenta Nubia Rocio Camargo, una de las mujeres que trabaja en el acopio de Toca.
La presencia femenina en Comproagro tiene una razón: Rosalba, quien representa el arduo trabajo y actitud berraquera (luchadora) que ha tenido durante tantos años. Ginna lo ha visto siempre como un ejemplo y le hace justicia para que las mujeres rurales tengan más participación, autonomía e independencia económica resignificando el trabajo rural.
“Las mujeres se han empoderado. En Toca se ve que toman mucha cerveza, los hombres llegan borrachos a la casa y las mujeres estaban ahí porque dependían únicamente de su esposo. Ahora eso ha cambiado, hay algunas que se han separado porque su calidad de vida es mejor, ellas ya no dependen de nadie ni tienen que sufrir ningún maltrato. Ellas quieren ser felices, comprar sus cosas, tener bien a sus hijos y no seguir viviendo una vida al lado de un borracho. Justamente nuestro modo de trabajar depende del tiempo libre que ellas tengan, generalmente, si a una le queda bien el lunes para ir pero el martes no puede, no pasa nada. Ellas tienen como prioridad a sus familias así que primero pasan tiempo con ellos y el tiempo que les queda van a la bodega”, explica Rosalba.
Dos mujeres trabajadoras del centro de acopio en Toca limpian las cebollas. Foto: César Melgarejo/CEET.
Según el estudio que realizó la dirección de Mujer Rural en 2019 sobre la situación de las mujeres rurales en Colombia entre 2010 y 2018, las mujeres representan el 47.2% de la población que habita en las zonas rurales del país. Sin embargo, su rol en la economía rural y familiar sigue históricamente invisibilizado y con bastantes brechas en su participación laboral. En el estudio se nombra que uno de los aspectos relacionados a la baja participación femenina en el mercado laboral se debe a la presencia de menores en el hogar: “La participación femenina, a mayor número de hijos en el hogar, tiende a decrecer”. Lo que conlleva a que las mujeres dediquen la mayoría de su tiempo a los trabajos asociados con el cuidado, los cuales no son remunerados.
“Mi sueño siempre ha sido aportar desde lo más pequeño. Todas las mujeres que trabajan con nosotros llegaron por el voz a voz. Logramos que varias personas donaran libros y acomodamos una biblioteca pequeña en la bodega de Toca, una fundación nos regaló computadores y tenemos internet para que las hijas y los hijos de ellas puedan hacer sus tareas mientras sus mamás trabajan. Además, las mujeres querían aprender otro tipo de cosas, así que brindamos talleres de: cómo hacer jabones, velas, shampoos, cursos de finanzas personales, cocina o costura. Queremos replicar más centros de acopio en otras partes del país y tener estos espacios”, explica Ginna con ilusión.
Ginna es una soñadora, pero no de las que se queda solo imaginando, sino de las que trabajan para lograr resultados lo antes posible. Y nunca ha parado. Ni lo hará. Actualmente, estudia con beca Administración de Negocios Internacionales en la Universidad de Boyacá.
“Me gustaría posicionar a Comproagro no solo en Colombia, sino, a mediano plazo, en toda Latinoamérica y que se convierta en el mercado online más grande de productos agrícolas. Sueño con seguir estudiando y preparándome más para aportar en mi comunidad ”, comenta con toda naturalidad la joven emprendedora.
Por su parte, Rosalba también lo tiene claro: “Mi sueño es que mis hijos sean muy felices y se sientan realizados en lo que ellos quieren hacer. Yo en el futuro quiero una casita en el campo, bien arreglada y bonita, que tenga una ventana bien grande para ver las mañanas y tener unos cuatro pollos. No aspiro a irme a ningún lado”.
Ginna lleva sangre boyacense en las venas y cada que habla hace hincapié que esto nada más es el inicio. Ginna no se entiende sin su familia, es su equipo.
“Las palabras de mi mamá siempre han sido: ustedes dos serán grandes. Y es chistoso porque mientras yo caminaba o jugaba con Brayan, cuando éramos niños y a quien ganaría empacando más cebollas, pensaba que alguna vez saldría en televisión, pero nunca me imaginé que sería por Comproagro. A mí me gusta todo lo que ha sido nuestras vidas”.
En Ginna reconozco la fuerza de la tierra en la que hemos nacido. Ese campo berraco para trabajar, con la ruana echada al hombro, esa sonrisa amable y sus cachetes colorados por el frío. Ese campo que batalla hasta el final. Desde Boyacá pa’l mundo con ustedes Ginna Jimenez: La joven que cambió la vida del campo, susmercedes.
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Foto de portada: Ginna se encuentra con Terry en el campo en Toca, Boyacá. Foto: César Melgarejo/CEET.