La pandemia en mayor o en menor medida impactó en la vida de todas y todos; en medio de esa cadena se encuentran las personas que emigraron a otros países para estudiar o especializarse en su carrera profesional y hoy están aisladas, tomando clases online.
Estudiar en otro país es una oportunidad con la que muchas y muchos jóvenes sueñan; hay quienes pueden solventar todos los gastos económicos que esta experiencia implica (vuelo, hospedaje, cuota universitaria y vida cotidiana); como también quienes necesitan del apoyo de una beca. Además, hay personas que trabajan durante años para ahorrar dinero para costear una nueva vida y estudios, universitarios y de grado en el exterior; mientras que otras reúnen el dinero necesario para viajar y una vez que emigraron estudian y trabajan a la vez.
Quienes emigran a otros países dejan en los suyos una vida que queda en pausa, sea por voluntad propia o por fuerza mayor emprenden su viaje con una mochila cargada de ilusiones, temores, sueños, expectativas, proyectos; pero sobre todo de incertidumbre.
Romina Chesini, licenciada en Psicología, explica que nunca se tiene certeza de qué va a suceder mañana y eso a veces puede ser angustiante; por eso, como mecanismo de defensa, muchas personas tienden a planificarlo todo, lo que les da cierta “seguridad” y “certeza”.
La pandemia en mayor o en menor medida impactó en la vida de todas y todos; como las fichas de un dominó que tras un empujón se caen una encima de la otra, la actual situación epidemiológica causó efecto: primero en las rutinas, luego en planes, proyectos y sueños. En medio de esta cadena de sucesos se encuentran también las personas que emigraron a otros países para estudiar o especializarse en su carrera profesional y hoy están aisladas, tomando clases online, llenas de preguntas sin respuestas y además temiéndole a la incertidumbre.
Con la irrupción del virus y su rápida propagación mundial la incertidumbre flotó a la superficie, ahora todas y todos son conscientes de que no saben qué va a pasar y que no tienen control sobre esta situación, en palabras de Romina Chesini esto implica un duelo.
“Lo que habíamos pensando para este año no va a suceder en los tiempos que habíamos pensado, entonces tenemos que duelar los proyectos; sin embargo, hay muchísimas personas para las que la incertidumbre no significa un temor, al contrario: planifican y se reinventan”.
Frente a la pregunta “¿por qué le tememos a la incertidumbre en este contexto?”, Paula Martínez, socióloga, reflexiona: “El coronavirus opera en una sociedad particular, desnudando la fragilidad y la desigualdad del capitalismo neoliberal. La incertidumbre en la que ya vivíamos se ha profundizado y es totalmente natural que ésta nos genere ansiedad”.
La sensación de lo incierto impacta en la rutina de acuerdo con muchas variables, desde la perspectiva de la psicología hay que tener en cuenta el funcionamiento psíquico de cada persona en particular y desde el punto de vista sociológico se debe contemplar el contexto.
De alguna u otra forma Florencia, Melisa, Sara y Rayko, cuatro jóvenes que entre 2018 y 2020 viajaron al exterior para estudiar, hacen referencia al temor a la incertidumbre: “¿Qué pasará con mis estudios?”. “¿Me voy o me quedo en el país”?. “¿Cuándo va a terminar todo esto”?, son preguntas sin respuestas que se han hecho a diario durante su aislamiento social.
Las experiencias de estos jóvenes que planearon todo con meses o años de anticipación y de repente ven cómo ante una pandemia todos sus planes se esfuman o se postergan, dan cuenta de cómo una misma situación puede impactar de distintas maneras en la vida cotidiana.
Las prácticas profesionales que no fueron
El 20 de mayo de 2020 Florencia Fraccarolli recibió el llamado del Consulado de la República Argentina en Cádiz, que le informaba que estaba dentro de la lista de un vuelo de regreso de ciudadanas y ciudadanos argentinos varados en España por motivo del Covid-19.
Después de esperar dos meses y medio comenzó la recta final de un viaje especial, atípico: “Estaba muy contenta, llamé a mi familia y amigas, pero desde el jueves de esa semana empecé a sufrir porque me llamaron para avisar que ese vuelo aún no estaba confirmado”.
Florencia Fraccarolli (Argentina, 1995) se graduó de médica en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales en Buenos Aires el 22 de diciembre de 2019, aún le quedaban pendientes las prácticas profesionales, que realizaría en la Universidad de Sevilla en España.
Su experiencia universitaria en el exterior comenzó el 6 de marzo pasado, con su llegada al país; el 14 de marzo el gobierno español declaró el estado de alarma y tomó como primera medida la imposición de una cuarentena nacional que empezó ese día a las 23:50 horas.
Durante los dos meses y medio de confinamiento Florencia sintió tristeza por estar sola y por la falta de certezas respecto al posible regreso a su país, menciona que la soledad fue lo peor de todo y que lo que más extrañaba eran los abrazos; pero aún así reconocía que estaba bien.
A través de un audio de WhatsApp de 25 segundos Florencia Fraccarolli cuenta que sólo pudo ir tres veces al hospital para realizar las prácticas; esperó que la situación mejorara un poco para ver pacientes, pero eso nunca sucedió, así que sólo tomó clases de modo virtual.
“El lunes 8 de marzo, dos días después de mi llegada a España, me enteré que por la cantidad de casos de coronavirus (600 infectados y 17 muertos en ese momento) se suspendían las prácticas médicas universitarias hasta nuevo aviso, pero realmente no pensé que nunca iba a hacer prácticas”.
Florencia mencionó que unos días más tarde le llegó un comunicado donde la invitaban a participar de un voluntariado médico, el cual rechazó al evaluar su situación: estaba sola en otro país y desconocía si su seguro médico cubría los gastos que implicaba contraer Covid.
Sus expectativas en torno a este viaje que planeó con un año de anticipación era “visitar un hospital nuevo, ver pacientes, conocer gente, pasear por España y conocer otros países”, pero nada de eso sucedió. Finalmente el lunes 25 de mayo a las siete de la tarde arribó a Argentina.
Vivir sin conocer a nadie
Melisa Rabanales (Guatemala, 1996) viajó a Argentina para estudiar la Maestría en Periodismo Narrativo en la Universidad Nacional de San Martín, pero nunca llegó a pasar frente al edificio: 10 días después de su llegada, el 20 de marzo, se dictó la cuarentena total. “Me da mucha frustración pensar que dejé todo para venir a estudiar y ahora recibo clases a través de una computadora, lo que podría estar haciendo sin perder tanto en lo afectivo y económico”, expresa Melisa Rabanales desde su departamento temporal en Buenos Aires.
Al comenzar la videollamada, Melisa Rabanales tiene hipo, entonces pide disculpas y se levanta a buscar un vaso con agua, dejando ver un ambiente pequeño, luminoso y moderno en el que pasa los días junto a su pareja, la única persona que ha visto en los últimos tres meses. “Los últimos años trabajé mucho para ahorrar, hoy por hoy no tengo ingreso fijo, vivo de mis ahorros, tenía mucha ilusión de venir acá y hacer amigos, amigas y ahora toca vivir sin conocer a nadie”, cuenta con una voz suave y dulce, con un dejo de amargura y nostalgia.
Melisa Rabanales es licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rafael Landívar, en Guatemala, antes de emigrar a Argentina era productora de Radio Ocote, un podcast de Agencia Ocote, y coordinaba La Revista, una publicación de la librería Sophos.
La Maestría en Periodismo Narrativo dura tres años y por la situación de la pandemia el primero será 100% modalidad online; situación que preocupa y angustia bastante a la joven, al punto que evaluó la posibilidad de volver a Guatemala en uno de los vuelos de rescate que salieron.
“Finalmente tomé la decisión de quedarme en Argentina, más que nada por el tema de la salud, en mi país esa área es súper precaria, por lo que me siento más segura acá”, explica frente a la pantalla de su computadora, una mañana de otoño soleada y fría en Buenos Aires. Melisa Rabanales lleva 84 días en cuarentena obligatoria, a medida que pasan los días, piensa en qué pasará con sus estudios, pero sobre todo que podría estar trabajando y ganando dinero en Guatemala, como le conocen y dicen muchas y muchos, “el país de la eterna primavera”.
Ver la universidad desde la terraza
Sara Ceballos (Bolivia, 1996) llegó a Perú entre el 18 y 19 de febrero de 2020, no recuerda con exactitud, estaba acompañada por su madre, quien viajó para asegurarse de que todo estuviera bien en la ciudad de San Miguel en Lima, donde estudia Comunicación Social. Desde la terraza de la residencia que compartía con catorce estudiantes (la mayoría decidió volver a sus países cuando se declaró la pandemia mundial) puede ver la Universidad Católica, donde se suponía que iba a cursar, pero a la que no entró más que una sola vez.
En un inicio su estadía en Perú sería hasta julio, luego por la situación actual se extendió hasta diciembre, pero Sara se debate entre tomar un vuelo de regreso en julio (siempre y cuando las condiciones acompañen) o averiguar por algún viaje para volver antes de ese mes. Mientras se decide cumple a rajatabla su rutina que consiste en despertar, bañarse, tomar clases online, cocinar, hacer tareas de la universidad y cuando hay ánimo mirar alguna película junto a sus compañeras y compañeros, en palabras de Sara: “Todo muy monótono”.
“La pandemia impactó sobre todo en los tiempos que tenía previstos para mi carrera, como estoy por comenzar mi tesis, ya estaba averiguando para hacer una maestría en Alemania, pero ahora ni siquiera sé cuándo me voy a graduar”, explica en videollamada Sara Ceballos. Al momento de escoger un país para migrar a estudiar la joven hizo una lista de cosas malas que podían suceder, entre risas confiesa que a su imaginación nunca llegó una pandemia, incluso cuando se hablaba del tema, ella pensaba que a Sudamérica no llegaría el virus.
Desde una nueva normalidad
Rayko Lazcano Silveira (Cuba, 1994) emigró a la ciudad de Harbin, capital de Heilongjiang en China, en septiembre de 2018, tras graduarse en la carrera de Bioquímica en la Universidad de La Habana, gracias a una beca del Instituto Confucio para mejorar el idioma.
Estaba nervioso porque era la primera vez que viajaba al exterior; sin embargo, ya en China una vez que adquirió la línea telefónica y tarjeta de banco todo fue muy sencillo; un año y medio después, a 2.360 kilómetros, la ciudad de Wuhan, sería el epicentro de la pandemia.
“Ante las primeras noticias del virus, a finales de diciembre de 2019, recuerdo que nadie parecía muy preocupado por eso, me incluyo, hablaban de una neumonía parecida al SARS, vinculada a un mercado de mariscos en Wuhan”, relata Rayko en un e-mail. Actualmente estudia la maestría en Biología Molecular en la Universidad Agrícola del Noreste (NEAU), su rutina antes, durante y después de la cuarentena ha sido la misma: despertar temprano, desayunar, hacer ejercicio, estudiar, descansar y volver a estudiar de manera virtual.
Rayko confiesa que el aislamiento no le afectó, al contrario, lo tomo como una oportunidad para repasar materias de la facultad, ejercitarse e incluso aprender a cocinar, pero explica que la clave para lograr eso está en ser constante, seguir un horario y construir una rutina.
Sin embargo, sí se vieron alterados sus planes de ocio por motivo de las medidas de prevención: “He visitado otras ciudades de China: Beijing, Dalian, Changchun y Daqing. Todas están en el norte, por lo que quería en las vacaciones de invierno ir al sur de China”.
El joven permaneció en su dormitorio (dentro del campus de la universidad) por más de tres meses en los que nunca sintió miedo al contagio, ya que el flujo de personas era mínimo: “Cuando veo la cantidad de personas afectadas, me doy cuenta que fui muy afortunado”. También estuvo tranquilo en lo económico ya que la beca que le fue otorgada era completa, sumado a eso durante el confinamiento la universidad habilitó una página web donde los alumnos y alumnas realizaban la compra mensual y sus profesores se encargaban de hacerla.
Desde que se anunció el 12 de marzo pasado que el pico de la pandemia había quedado atrás, China comenzó de manera progresiva a ser parte de la famosa “nueva normalidad” de la que tanto se habla en el mundo, que implica vivir con precaución, distanciamiento y mascarillas. Rayko cuenta que de momento espera la reanudación de las clases, lo cual es complicado porque en su universidad hay estudiantes de todas partes de China que tienen que compartir aulas, dormitorios, comedores y muchas áreas comunes y eso hace difícil el distanciamiento.
Las semanas pasan, algunas más rápidas que otras, a medida que algunos países levantan progresivamente sus cuarentenas y otros las extienden cada quince días, a cuentagotas.
Las personas siguen a resguardo, haciendo el duelo de proyectos que no verán la luz este año, aprendiendo a convivir con la incertidumbre y asimilando el vivir una nueva “normalidad”.
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Diseño de imagen: Alma Ríos.