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Con fines culturales y recreativos se puede disfrutar de la Ruta Cubana del Tabaco, un recorrido de atracción turística ideal para adentrarse en el arte del habano y conocer sus riquezas y tradiciones. Pero la ruta es más que eso; es también un viaje que entraña los sinsabores de hombres y mujeres que laboran la tierra y producen una amplia variedad de torcidos a mano desde las fábricas.


 

En el mundo existen pocas cosas que, sin lugar a duda, son las mejores de su clase. Casi ninguno de los experimentados y noveles apasionados por el consumo del tabaco sospecha que para llevarse un ejemplar a la boca se necesita de una cadena humana impensada que acompaña los procesos vinculados a su ciclo de producción. 

Con fines culturales y recreativos se puede disfrutar de la Ruta Cubana del Tabaco, un recorrido de atracción turística ideal para adentrarse en el arte del habano y conocer sus riquezas y tradiciones. Pero la ruta es más que eso; es también un viaje que entraña los sinsabores de hombres y mujeres que laboran la tierra y producen una amplia variedad de torcidos a mano desde las fábricas. 

Atraído por la práctica del cultivo y los procesos productivos de la hoja, emprendo un viaje de tres horas por la carretera, durante las cuales los maravillosos paisajes de la región me oxigenan y alimentan el alma. El verde de la extensa cordillera, con sus mogotes, las altas palmeras y los cristalinos arroyos que descienden de la sierra me conducen tras el rastro de las mejores vegas de tabaco del mundo. El recorrido me arrastra por caminos poco transitables, donde los desniveles y los constantes charcos provocados por las lluvias de días anteriores dificultan el acceso hasta La Ceiba, una comunidad tabacalera situada a cinco kilómetros del municipio de San Juan y Martínez, al sur de la provincia de Pinar del Río. Allí me esperan. 

A mi llegada me encuentro con Miguel, quien me estrecha su mano con un fuerte apretón, como si nos conociéramos de siempre. Sin vacilar, me invita a pasar a su humilde y acogedora casa de campo, donde podré descansar, acomodar mis pertenencias y dormir en la noche acompañado del silencio y la leve brisa de la campiña, resguardado del ruido tormentoso de la ciudad. 

El cultivo

En la pequeña comunidad de La Ceiba no se habla de otro tema que no sea de tabaco. Su tierra arenosa y las condiciones propicias que ofrece su clima favorecen el desarrollo del cultivo, avalado internacionalmente por su excelente calidad. 

Para quienes habitan allí la tierra lo es todo. Cultivarla requiere de sacrificio y voluntad. Miguel se levanta temprano cada mañana, se viste a la velocidad de un rayo y se aproxima a la cocina atraído por el aroma de un buen café. Acomoda una silla forrada en cuero y se inclina hacia atrás, dejándose caer sobre el marco de la puerta del patio. 

—El café está listo —le recuerda su esposa mientras se lo alcanza en un vaso de cristal opaco. 

La neblina de la mañana comienza a dispersarse y se puede divisar mejor el verde de las montañas a lo lejos. En varios sorbos, devora la bebida caliente y sin perder tiempo se alista para emprender la jornada antes de que el sol se empeñe en calentar la tierra. 

Trabajar el campo no es nada fácil. En esta campaña nos han entregado solo dos litros de combustible diésel por agricultor. El resto del combustible lo hemos comprado a precio de venta en los establecimientos estatales [gasolineras], teniendo que pagar un precio muy elevado de nuestro bolsillo, duplicando y triplicando los gastos”, comenta el joven agricultor mientras se empeña en ajustar un viejo equipo de riego mecanizado, de esos heredados por el extinto bloque soviético. 

Durante los meses de verano los campesinos inician los procesos de preparación de la tierra aprovechando la temporada de lluvia, en que se siembran las posturas, que meses después serán recolectadas y curadas durante el período seco o frío. El trabajo de preparación de la tierra se torna difícil, se ejerce bajo el intenso calor y en condiciones de faena a veces inadecuadas que limitan y entorpecen la actividad agrícola. 

Osmel, un agricultor de estatura mediana y piel trigueña, cuenta con un aval de diez campañas tabacaleras. Durante todo este tiempo ha sido testigo de continuas limitaciones en la entrega de insumos por parte de la empresa estatal, responsable de los buenos rendimientos de la cosecha. 

“Hay numerosas trabas para lograr la eficiencia, como es la lentitud y negación de créditos bancarios, burocracia para adquirir los componentes a tiempo y, a veces, no están disponibles. Los insumos aumentan de precio deliberadamente mientras el costo de la cosecha es estático. Por eso hay muchos tabacaleros endeudados”, comenta el experimentado recolector. 

Después de dos meses de largas jornadas de trabajo, la tierra está preparada para ser sembrada. El campesino, con la ayuda de los bueyes y el arado criollo, surca con cautela, logrando un adecuado ancho y separación entre cada carril para obtener un perfecto alineado. Mientras, las semillas crecen en los viveros y en un plazo de 25 a 50 días estarán listas para ser trasplantadas al surco, con lo que se dará inicio a una actividad de vital importancia: la siembra. 

Para Pablo, quien rebasa los cuarenta años de edad, la cosecha de tabaco es su vida. Su padre le transmitió desde edades tempranas los conocimientos acerca del cultivo de la hoja, saberes que ha puesto en práctica en beneficio de la cooperativa. 

Grupo de tabacaleros de la comunidad La Ceiba. Foto: Yunier Gutiérrez.

“Durante el período de siembra se debe de realizar al menos el porque en tres ocasiones para proteger el tallo de la planta de los fuertes vientos y eliminar las malezas”, me cuenta mientras nos disponemos a ir de regreso a su casa.

Antes de pasar al portal, nos quitamos las botas de trabajo —a pesar de que el piso es de tierra— para limpiarnos el fango del camino. Disimuladamente observo el reloj de pulsera de mi mano derecha, me percato de que faltan cinco minutos para que las dos manecillas se fundan en una sola y marquen el mediodía. Mi estómago me quiere hablar y me aseguro de no hacerle caso. Mientras, en la cocina se deja escuchar un escape de vapor. 

—Ya casi está el almuerzo, no se estén perdiendo —se escucha una voz desde el fondo de la casa. 

En el portal, Pablo continúa con la conversación. 

“Las fumigaciones con insecticidas se deben de efectuar como mínimo seis veces para evitar que las plagas exterminen la plantación, a pesar de los escasos medios de protección que contamos para realizar estas labores”, afirma mientras se retira el sombrero y, sentado en una estropeada silla de madera, alza sus pies descalzos para apoyarlos en el borde de la baranda y así aliviar la circulación de sus inflamadas piernas. 

La plantación, que debe contar con la suficiente preparación y la disponibilidad de fertilizantes, fuerza laboral y riego, se realiza en diferentes fechas para obtener una siembra escalonada y diversa. Según el tamaño alcanzado por la hoja en un término de 65 hasta 80 días, la cosecha está lista para ser trasladada cuidadosamente a las casas de tabaco, donde serán ensartadas en largas varas para su curado. 

“Las casas de cura son altísimas, en ocasiones miden más de diez metros y se trabaja sin protección, donde son frecuentes los accidentes e intoxicaciones por insecticidas”, asegura Osmel. 

Luego del secado de cada una de las hojas, se inicia el proceso de selección del tabaco en los centros de acopio pertenecientes al Estado, lugar donde se factura la entrega y la cosecha se fermenta antes de ser almacenada y embalada en grandes pacas a las fábricas. 

Resguardado bajo la sombra de una ceiba frondosa se encuentra Alfredo mientras espera por mi llegada. Él siempre se sintió atraído por el trabajo en el campo; tanto es así, que al terminar sus estudios universitarios se incorporó a las labores agrícolas consciente de los sacrificios que debía afrontar. Las lecciones aprendidas durante la carrera de Ingeniería Agrónoma fueron de gran utilidad para este joven con sobrada experiencia en los manejos de la tierra y los cultivos. 

“Lo que veo como explotación o como una estafa es que a la hora de vender la producción tengas que vendérsela al Estado cubano a un precio fijo, muy bajo y con mucho retraso en el pago”, acentuó. 

Para este agricultor, conversar estos temas no le resulta cómodo, aunque siente que se desahoga. Medita cada palabra al hablar y, sin apuros, continúa la charla. 

“El campesino que ha vivido toda su vida en el campo no sabe hacer otra cosa que trabajar la tierra para vivir, y como no le queda otra opción, tiene que aceptar los términos y condiciones que le impone el Estado”, comenta mientras se alista para continuar con sus labores. 

El Estado le compra las producciones al campesino amparado en un listado oficial de precios de acopio del tabaco. La hoja de sol destinada a la tripa y capote es comprada por quintales (100 libras) mediante un sistema de precios que oscila entre los 345,00 CUP (USD 13,80) y los 2.564,00 CUP (USD 102,55) según la calidad, que se fija a través de un muestreo de la entrega. Las hojas de tapado destinadas a revertir los lujosos habanos se pagan por gavillas —40 o 50 hojas— y oscilan entre 154,00 CUP (USD 6,15) y 1.376,00 CUP (USD 55,05) dependiendo de la clasificación de la hoja plasmada en el registro de precios. 

Para la mayoría de los campesinos este es un proceso muy amañado, desconocen los términos de selección del tabaco y el empleo final de sus hojas destinadas a las fases productivas. Aún no están al tanto de las partes comerciales e industriales, y no existe una relación entre los productores y vendedores, o entre productores y clientes. Así, es muy difícil determinar la calidad de las producciones y el impacto que puedan generar. 

Nelson está ocupado con el trabajo, pero hace todo lo posible para lograr el encuentro. A lo lejos lo veo venir, me dicen que es él. Llega con el sombrero en la mano y con el rostro agotado, pero parece no detenerlo nada luego de una fatigosa jornada de trabajo. Me estrecha su mano e intercambiamos saludos cordiales. Atentamente me invita a sentarme en una gran piedra al borde de un sembrado. 

“El nivel de vida de los trabajadores tabacaleros es medio-bajo. Solo tenemos trabajo estable durante cinco meses al año y en el llamado “tiempo muerto” asumimos labores inestables y menos remuneradas”, comenta mientras aprovecha para tomarse un merecido descanso. 

El salario de los agricultores promedia los 75,00 CUP (USD 3,00) por día de duración de la cosecha, aunque algunos con mayor fortuna pueden llegar a cobrar hasta 100,00 CUP (USD 4,00) por jornada, un pago insuficiente si se tienen en cuenta los niveles de entrega en cada cosecha. 

Las labores en el campo culminan en cada campaña luego de finalizada la recogida. La mayoría de los trabajadores quedan laboralmente interruptos y se aventuran en la búsqueda de nuevos empleos para sustentar las necesidades básicas de la familia. El período muerto es desalentador para quienes no logran emplearse durante esos meses de ocio, cuando el desespero y la frustración serán los más probables compañeros del campesino.

Fábrica de tabaco torcido Partagás, Habana Vieja. Foto: Yunier Gutiérrez.

El torcido 

Durante más de dos siglos ha recaído en las manos de los torcedores gran parte de la responsabilidad y fama ganada por la confección de puros en la isla. El minucioso trabajo tras agotadoras jornadas caracteriza el excelente acabado de este producto preferido por muchos. Los torcedores, artistas con chaveta y tabla en mano, logran esculpir en las fábricas las hojas de tabaco procedentes de los puntos de acopio para obtener un amplio abanico de marcas y formatos, que sellen el anhelado aroma de un auténtico puro cubano. 

En la Empresa de Tabaco Torcido Carlos Baliño la juventud prevalece, en una plantilla laboral que sufre la inestabilidad constante de su fuerza de trabajo. A pesar de esta limitante, las acciones en la fábrica no se detienen y se elaboran reconocidos sellos como robusto, mareba, salomón, o más complejos, como las tradicionales pirámides. 

Daniel vive en una de las calles estrechas de la vieja Habana. Estrecho y reducido también es su cuarto, el cual comparte con su hermana desde que tiene uso de razón. Cuando culminó sus estudios en el bachillerato, tuvo que ponerse a trabajar para ayudar con los gastos del hogar.

“Cada día debemos de cumplir normas de trabajo en dependencia del pedido que se nos entregue, dígase: robusto, 120; mareba, 135; salomón, 50; y pirámides, 110 unidades, según los planes establecidos. Casi no se descansa porque el sistema de pago es por resultados y estás forzado todo el tiempo a cumplir para no ver afectado tu salario al cierre de cada período”, comenta este joven torcedor, quien desde pequeño soñó con ser jugador de los Industriales, equipo de béisbol de la capital. 

Alrededor de 150 trabajadores se preparan cada mañana en el salón para poner en práctica sus habilidades en la confección de tabacos. Las hojas llegan a sus manos seleccionadas y listas para ser manufacturadas. Los torcedores con menos experiencia tienen que extenderse en cada jornada de trabajo para lograr cumplir con la norma establecida en el día. Cada tabaco pasa por los procesos de revisión, análisis de calidad, secado, anillado y embalaje, y posteriormente se depositan en los almacenes centrales para su futura distribución en los mercados nacionales y foráneos. 

Alexander, un mulato corpulento y cuarentón, lleva menos de seis meses en su puesto laboral. A pesar del poco tiempo ha sido ascendido por mostrar ciertas habilidades con sus manos, las mismas manos cómplices de hurtar tabacos para posicionarlos en el mercado negro. 

“Siempre tienes que ingeniártelas para llevarte algunos puros escondidos bajo la ropa, así los vendo en la calle y “raspo” algo de dinero para alimentar y complacer a los chamas”, comenta con rostro sereno mientras amasa y prende un tabaco de esos anillados que se cotizan a buen precio. 

Un torcedor llega a cobrar un salario de 215,00 CUP (USD 8,60) y un pago por resultado que oscila entre los 500,00 CUP y los 750,00 CUP (USD 20,00 y USD 30,00) cada quince días. Realmente, el sistema de pago está muy distante de ser justo y eficiente si se tiene en cuenta que solo un tabaco Cohiba Behike —confeccionado con 4 o 5 hojas— llega a cotizarse por un valor de 31,65 CUC (USD 36,35), prácticamente la suma del salario nominal y del pago por resultado devengado por un torcedor en una quincena de labor. 

María solo tiene 31 años y sus sueños quedaron tronchados cuando no pudo asistir a la universidad. Su primer hijo era lactante y la situación económica le exigió cambiar los libros de texto por largas jornadas de trabajo. Sus manos callosas y poco cuidadas reflejan su permanencia por más de diez años de labor en la fábrica. 

“Trabajo fuerte todos los días para quitarme la vista de los superiores. No puedo darme el lujo de perder mi empleo, porque la calle está mala y no tengo un título de nada. Lo que cobro no alcanza para comer, pero siempre busco la forma de sacar algunos anillos de tabaco Cohiba y los vendo a un “punto” en la calle que me los compra al seguro, y así voy pasando”, asegura mientras intenta sostener la mirada. 

La empresa tabacalera, la cual mantiene una incorrecta aplicación en los sistemas de pagos, el pasado año dejó de generar salario por más de 14,8 millones CUP (USD 593.000), mientras los ingresos por ventas reportaron cifras superiores a los 500 millones de dólares al cierre del período, según reportes de medios oficiales tras culminar la XXII edición del Festival del Habano, en el mes de febrero. 

La comercialización 

Actualmente el tabaco se comercializa a través de una amplia red de distribución en el mercado local y foráneo mediante el Grupo Empresarial de Tabaco de Cuba (Tabacuba), única organización económica del país que dirige integralmente la actividad tabacalera. 

Tabacuba es un grupo compuesto por más de 48.000 trabajadores del sector estatal y más de 41.000 que se desempeñan en el sector no estatal. 

El comercio internacional del tabaco cubano se encuentra actualmente avalado por 27 prestigiosas marcas comercializadas en más de 150 países en todo el orbe, y que han ganado aceptación en naciones como China, España, Francia, Alemania, Suiza, entre otras del Viejo Continente. 

Irving vive en Madrid hace más de cinco años, donde forma parte de la comunidad de cubanos que ha tomado la difícil decisión de marcharse al exilio. Su acento ya no es el mismo, aunque se esfuerza por disimularlo al hablar. A pesar de la distancia, no ha dejado de pensar en Cuba y anhela volver a sentarse en el malecón habanero y prender un buen tabaco contemplando el atardecer mientras se pierde en los movimientos de cintura de una mulata al pasar. 

“En España, una caja de 25 unidades de Cohiba Espléndido se puede adquirir a 795,00 euros, el Romeo y Julieta Exhibición a 312,50 euros, Ramón Allones Specially Selected a 245,00 euros, Hoyo de Monterrey Doble Corona y Partagás Lusitanias se cotizan a 401,25 euros, según precios de ventas establecidos por el Ministerio de Hacienda y Función Pública de la nación ibérica”, asegura este cubano, que alardea de tener la misma preferencia por un habano que por un cuerpo de mujer. 

En La Habana existen establecimientos del comercio minorista donde los codiciados puros se adquieren a mejores precios. Una caja de 25 unidades del pretendido Cohiba Espléndido alcanza un valor de 575,00 CUC (USD 660,00), el Romeo y Julieta se cotiza por 252,50 CUC (USD 290,00), y las cajas de Ramón Allones Specially Selected, Hoyo de Monterrey Doble Corona y Partagás Lusitanias oscilan entre 261.00 CUC (USD 300,00) y 285,00 CUC (USD 328,00), por solo citar algunas de las marcas registradas por la corporación. Estas ofertas tienden a ser dirigidas a clientes foráneos porque, aun así, los precios de venta están muy distantes del poder adquisitivo de un cubano residente en la isla.

Tienda de habanos de la fábrica Partagás, Habana Vieja. Foto: Yunier Gutiérrez.

Luis está arribando a las siete décadas de vida y pasa la mayor parte de la tarde sentado en un banco de un viejo parque mientras deja caminar el tiempo. Exhala con paciencia el humo gris que llena sus pulmones y sutilmente lo deja escapar, disfrutando los últimos segundos de un pequeño y aplastado tabaco de poca calidad comercial, que pretende consumir hasta el final aunque se queme las puntas de los dedos. 

“Fumo desde muy joven y no dejaré de hacerlo ahora que me queda poco por vivir. Lamentablemente no puedo comprar un tabaco anillado porque mi pensión no es buena, a pesar de haber trabajado durante más de cuarenta años en mi vida”. Sin dejar de observar cómo se desvanece el tabaco, continúa la charla. “En una ocasión mi hijo mayor me regaló un Cohiba para mi cumpleaños, ¡y coño!, la diferencia es notable”, asegura. 

Al cierre de 2019, la corporación tabacalera logró ingresos globales de 531 millones de dólares, con lo que demostró un crecimiento del 2 % en relación con el año anterior. Similares crecimientos se reflejaron en los dos años anteriores, cuando lograron alcanzar un 12 % y 7 % de ganancias, lo que certifica el buen estado económico que vive la corporación. 

El recorrido contiene sus propios matices, para algunos agradables, para otros nebulosos. El sistema empresarial creado para incrementar la productividad del trabajo, minimizar los gastos y costos asociados a funciones productivas, y elevar los mermados salarios ha resultado ser una herramienta de doble filo con la cual atracan a hombres y mujeres durante cada etapa de la ruta. 

Para el próximo verano los arados volverán a surcar la tierra, las fábricas garantizarán sus producciones y se retomarán las cifras, los planes productivos, las promesas salariales, los compromisos y las metas. La Ceiba recobrará su estilo de vida y la comunidad girará en torno al tabaco; tal vez los actores no sean los mismos, pero es evidente que la función no admite cambios en el guion.

***

“La ruta del tabaco”, forma parte de Periodismo de investigación en Cuba: Nuevas voces, nuevos relatos, 2020, publicación de Espacio Público, organización basada en Chile que desarrolló con un grupo de jóvenes periodistas cubanos un taller en torno al oficio del periodismo investigativo y las distintas técnicas para llevarlo a cabo. Esta publicación recopila los artículos realizados por estos periodistas en el transcurso de dichos talleres. 

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Licenciado en Economía (2014) en la Universidad de Las Tunas. Desde el año 2019 se desempeña como reportero de la revista La Hora de Cuba, la cual le ofreció un espacio para contar el acontecer de la isla y mostrar el verdadero rostro de la sociedad cubana.

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