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Al menos 25 mil familias viven alrededor del lago Apanás, en Nicaragua. El acceso a hortalizas de unos 2 millones de personas podría verse afectado por su desaparición. 


 

En 1964 se inauguró en Nicaragua uno de los proyectos hidroeléctricos más importantes de Centroamérica que cambiaría por completo el paisaje de una ciudad, al construirse un exitoso embalse de 54 km² para fines energéticos. Sin embargo, más de medio siglo después, este agoniza por malas prácticas agrícolas y los efectos del cambio climático. Esta es la historia del Lago de Apanás, el primer lago artificial del país, hoy en peligro de extinción, y de un método que busca su conservación.  

En el departamento de Jinotega (norte), cerca del valle de La Cruz, rodeado de montañas y neblina, se encuentra este lago artificial que es el principal generador de energía para la red eléctrica nacional: representa el 35% del consumo total de Nicaragua. Con el paso de los años, además, sus aguas se convirtieron en el principal soporte para las actividades de 3 mil 500 caficultores y otros 3 mil agricultores dedicados a la producción de hortalizas. 

Su importancia para la seguridad alimentaria nacional se resume en que de sus alrededores proviene el 60% de las hortalizas que se consumen en los principales mercados y supermercados del país, así como en restaurantes y comercios vinculados a la alimentación que adquieren lechugas, tomates, chiltomas, cebollas y repollos, entre otros productos provenientes de las orillas del lago. Asimismo, el embalse representa todo para los pocos pescadores artesanales de la zona. 

Su importancia igualmente es ambiental: al crearse un hábitat en torno de un lago artificial se desarrolló con el tiempo un ecosistema que hoy alberga una gran biodiversidad y es sitio de anidación de aves migratorias durante algunos meses del año. Por ello, en 2001 fue declarado Humedal de Importancia Internacional o sitio Ramsar, según la Convención del mismo nombre patrocinada por la Unesco. Especies como el guapote, la tilapia, mojarras, garzas y patos encontraron un hogar al crearse el cuerpo de agua que es alimentado por las corrientes de los ríos Jigüina, Mancotal y Tuma. 

Pese a que el Lago de Apanás ofrece paisajes pintorescos con aguas calmas e islotes rodeados de magníficas montañas, dignas de ser fotografiadas, bajo sus aguas comienza a evidenciarse el progresivo deterioro a raíz de los múltiples usos que se le da. 

Piasaje del Lago de Apanás. Foto: Jorge Hurtado

Katia Montenegro, jefa del área de investigación del Centro para la Investigación en Recursos Acuáticos de Nicaragua (CIRA/UNAN-Managua), llegó a estudiarlo hace unos años a pedido de la Empresa Nicaragüense de Electricidad (ENEL). Comenta que el principal factor que está afectando el lago es la sedimentación, un fenómeno producido por la erosión de los suelos aledaños provocada por las actividades agrícolas de la zona. 

De acuerdo con la investigadora, “la sedimentación, es decir, la deposición del material suspendido que llega al fondo del embalse, provoca en primer lugar el arrastre de contaminantes como metales o residuos de plaguicidas, pero causa problemas de sólidos en suspensión en el ecosistema, afectando la calidad organoléptica responsable de la turbidez del agua. El agua es más turbia, más sucia, digamos”. 

Según Montenegro, pese a que la sedimentación no es un problema nuevo, esta ha desgastado el embalse en los últimos años, limitando su capacidad de producción y eventualmente su uso para las actividades agrícolas. “Las aguas turbias son aguas menos productivas en términos de producción de oxígeno por las algas, por el fitoplancton, que es la base de la cadena alimenticia en los recursos acuáticos”, destaca. 

A su vez, Domingo Rivas, un catedrático que ha estudiado la zona, advierte que “esta erosión en los terrenos agrícolas repercute en el sedimento transportado hacia el lago, lo cual va a afectar en un futuro la capacidad de generación hidroeléctrica y los productores van a sufrir directamente una pérdida en su capacidad de producción”. “Algunos hablan incluso de que ya hay una pérdida en la capacidad de almacenamiento de agua de un 50%”, agrega.

 

MASLAGO, un enfoque de producción sostenible

Norving Palma Luna es un habitante de Jinotega y responsable de proyectos de La Cuculmeca, una organización social y ambiental de la zona que comparte mesa en MASLAGO. Al igual que el resto de jinoteganos, él está consciente de la importancia de este lago para su ciudad. En 2016, cuando supo que Rikolto, otra organización que trabaja en la sostenibilidad ambiental, buscaba instituciones interesadas en rescatar el Lago de Apanás, no dudó en sumarse. 

Empresas privadas, diversas organizaciones no gubernamentales (ONG) ambientalistas, productores, universidades y algunas instituciones del Estado se sumaron a las convocatorias que no pretendían encontrar a los culpables del problema, sino las soluciones al mismo. Para ello, Rikolto propuso crear una plataforma multi-actor denominada MASLAGO que usa la Gestión Integrada del Paisaje, una metodología elaborada por EcoAgriculture Partners.

“Comenzamos a compartir la información que cada actor tenía y la que nos brindaron las universidades. Fue esa alarma la que impulsó la unión entre los diferentes sectores”, dice Norving Palma. 

Norving Palma

Norving Palma, responsable de proyectos de La Cuculmeca. Foto: Jorge Hurtado

En un inicio, Rikolto y La Cuculmeca mapearon actores locales. Al menos 20 instituciones que podrían estar interesadas en realizar acciones para combatir la sedimentación y contaminación del Lago de Apanás, respondieron a la convocatoria. 

“Desde ese enfoque no es que se pretenda que el grupo no produzca, sino que se haga de una manera diferente. Es darle un enfoque distinto a la producción en su entorno: una producción más sostenible, más amigable con la naturaleza y el lago mismo”, agrega Palma.

Hoy define a MASLAGO como un grupo “dinámico y libre” donde cada organización miembro realiza un trabajo voluntario enfocado y colaborativo para encontrar una solución a un problema que afecta a  un cuerpo de agua en agonía, así como a la vida de miles de nicaragüenses. 

Según los autores de El pequeño libro sobre los paisajes sostenibles, publicado por Global Canopy Programme (2015), “una mirada desde una escala más amplia como la del paisaje permite abordar desde el inicio un conjunto mucho mayor de factores que abarquen diversos sectores y actores, aumentando de esa manera la probabilidad de obtener resultados favorables”.

En el libro, que define este tipo de enfoque empleado ya en lugares como Madagascar, Tíbet, Brasil o Vietnam, se señala que “el nivel de cooperación para la gestión integrada del paisaje es variable, y puede contemplar desde el intercambio de información y la realización de consultas hasta modelos más formales de decisión compartida y de implementación conjunta”. 

Los expertos en Gestión Integrada del Paisaje agregan que lo que se busca es “construir relaciones colaborativas abordando de forma explícita las sinergias entre actores y entre diferentes áreas geográficas, así como las compensaciones que eventualmente puedan ser necesarias dentro del proceso de uso y manejo del paisaje”. 

En Nicaragua, una vez creado el grupo MASLAGO, se desarrolló un plan de acción sostenible de la zona alrededor del Lago de Apanás, centrados en ayudar a los productores a mejorar sus ingresos económicos, aplicar mejores prácticas agrícolas y generar hortalizas más saludables para el consumidor final, por medio de la creación de una alianza entre cuatro cooperativas de productores hortícolas. 

Guillermo Gutiérrez, coordinador de MASLAGO, explica que la plataforma permitió identificar acciones que estaban realizando alguna de las organizaciones participantes y que otros desconocían, pese a la cercanía del área de intervención y de estar situados en la misma ciudad. “Eso permitió tener sinergias y financiar todas esas acciones”, asegura. 

“Entre todos decidimos elaborar un plan de acción en una de las ocho microcuencas del Lago de Apanás, que es la microcuenca Sisle. Ahí comenzamos a converger todos y dijimos ‘está bien, con los recursos que tenemos enfoquémonos para que tengamos algunos resultados’”, recuerda Gutiérrez. 

Fincas modelo, una ventana de acciones replicables 

En 2019, MASLAGO seleccionó un área de 24 km2 denominada “vitrina” en el enfoque de Gestión Integrada del Paisaje. La delimitaron con siete fincas modelo ubicadas en una microcuenca conocida como San Antonio de Sisle, que está compuesta por dos ríos que se unen y drenan sus aguas hacia el Lago de Apanás. Para seleccionar estas fincas, sus dueños debían estar asociados a una cooperativa, contar con cinco a diez manzanas de terreno en producción agrícola y tener al menos algunas prácticas ambientales adecuadas. 

“Encontramos que estas fincas que manejan de tres a cinco prácticas ambientales son menos vulnerables al cambio de los precios o la afectación del clima en algún cultivo”, comenta Domingo Rivas, quien conoció al grupo MASLAGO como docente universitario y contribuyó con los productores en la implementación de prácticas sostenibles. 

Entre las principales prácticas que fueron enseñadas a los productores, Rivas subraya:

  1. La no quema: consiste en incorporar los residuos de la cosecha anterior en la tierra a utilizarse en la cosecha actual. 
  2. Cultivo en contorno: hacer surcos en la siembra de forma perpendicular, lo que impide que el agua fluya pendiente abajo rápidamente.
  3. Barreras vivas: son obstáculos sembrados en la pendiente como piñas, pasto y árboles. 
  4. Zanjas de drenaje: hoyos para captar agua. En caso de mucha lluvia permiten evacuar el agua en exceso para que el terreno no se dañe. 
  5. Cercos vivos: sembrar plantas vivas como linderos de la finca. Sirve como hábitat de aves o animales. 

José María Torres es un productor que habita en San Antonio de Sisle. Desde su finca, ubicada a unos 1.200 metros sobre el nivel del mar, tiene una vista privilegiada del Lago de Apanás. Vive en una de las partes más altas de la microcuenca y fue seleccionado para ser parte del programa de fincas modelo. En los últimos meses ha recibido la visita de estudiantes y académicos en un intercambio que nunca antes había sostenido en esta remota región del norte del país. 

José María Torres, productor de San Antonio de Sisle, y su familia

José María Torres, productor de San Antonio de Sisle, y su familia. Foto: Jorge Hurtado

“Aquí son los nacimientos, los ojos de agua. Yo tengo un ojito de agua que es el que protejo y cuido. A lo mejor eso hace que mi finquita sea finca modelo, el ojito es importante para el río San Francisco. Hay un pequeño bosque pero no saco leña, lo vivo cuidando y protegiendo”, relata con orgullo el productor. 

José María se dedica con su familia a cultivar maíz, frijoles, papa, repollo, lechuga y chiltoma. Reconoce que el paisaje ha cambiado considerablemente en los últimos años debido al avance de la frontera agrícola y el despale. “He sembrado aproximadamente unos 500 árboles pegado al bosquecito natural y han crecido y ahí se les da mantenimiento. El cuidado es no cortarlos. Eso no necesita fertilizantes, no necesita riego. Solo cuidarlo, no cortarlo”, insiste en medio de una plantación de papas. 

Además del apoyo de los universitarios que han llegado con MASLAGO a su finca, José María Torres recibió recursos como herramientas para que aplique las buenas prácticas tanto en el campo como en su hogar. En su cocina, por ejemplo, se ha instalado un Ecofogón, que sirve para reducir a la mitad la demanda de leña para consumo familiar y tiene un escape que permite que el humo salga hacia el exterior y no sea respirado por los miembros de su familia. 

Bismarck Gutiérrez tiene 30 años y es productor de la comunidad El Mojón, en Jinotega. A su finca, situada en la parte alta de las montañas que rodean el Lago de Apanás, solo se puede acceder con vehículos todoterreno. Nos comparte sus anécdotas: “Que yo recuerde este lago tenía buen caudal. Me acuerdo que mi papá decía ‘se está llenando de agua hasta arriba’ y en realidad era agua. Ahora se llena, pero no es de agua sino de mucho lodo, suciedad”, lamenta Gutiérrez, quien puede divisar el lago desde su finca.

Bismarck Gutiérrez, productor de la comunidad El Mojón, en Jinotega

Bismarck Gutiérrez, productor de la comunidad El Mojón, en Jinotega. Foto: Jorge Hurtado

“A veces  nos da pereza como productores fijarnos en la afectación. Por ejemplo, las aguas mieles y todo eso que se deposita en el río y va a dar al lago. Prácticamente allí llega toda la basura y todos los desechos que nosotros hacemos”, reflexiona.

Junto a Bismarck está Darwin Rizo, asesor técnico de una de las cooperativas locales, Coosenpoda, quien asesora a los agricultores acerca de las buenas prácticas que deben aplicar en sus fincas si quieren conservarla. “Esto es una cuestión de actitud de las personas y de los productores, porque estas cosas tienen que ver con el tradicionalismo que radica en que si mi abuelo cultivaba de esa forma yo sigo cultivando. Pero viendo el aspecto del cambio climático hay que hacer mejoras”, asegura. 

Rizo admite que el esfuerzo apenas inicia y que en esta zona al menos el 25% de productores se están involucrando. MASLAGO tiene pendiente un mayor alcance, mientras miden los primeros resultados con fincas modelos como la de Bismarck. “Buscamos que estas fincas sirvan de aprendizaje, como espejo para que las otras colindantes adopten estas prácticas. Estamos comenzando apenas y esto es un trabajo duro, pero creo que la gente a medida que la vaya golpeando el factor climático irá adaptando esta tecnología”, sostiene Rizo. 

Al amanecer, en otra parte de la cuenca de Apanás, Claudia González da instrucciones a sus trabajadores para su plantación de lechuga y remolachas. En su finca es hoy la única mujer. Ella dirige al grupo de trabajadores que aran el campo y recolectan lechugas. En su rutina ser la única mujer es algo común. Dirige la cooperativa Coosmoprojín que cuenta con 72 asociados de los cuales solamente 15 son mujeres. Claudia es la presidenta desde hace un año y dirige sus acciones a fin de involucrar a más mujeres en la toma de decisiones. 

Claudia González, presidenta de la cooperativa Coosmoprojín

Claudia González, presidenta de la cooperativa Coosmoprojín. Foto: Jorge Hurtado

“Uno de los principales retos es mantenerse en el mercado, producir bien, irse actualizando porque día a día uno tiene que actualizarse en todo, pues, desde la semilla hasta los productos que se utilizan. Cada día se trata de producir más a menor costo”, afirma Claudia mientras nos muestra algunas prácticas ambientales que le ganaron la certificación del Instituto de Protección y Sanidad Agropecuaria. Sus productos se comercializan en cadenas como Walmart. 

Para la fotografía, Claudia, menuda y de piel clara, desentierra sin reparos una remolacha del campo mientras explica que tiene una bodega de envases de agroquímicos que luego recolectan en la cooperativa para que no terminen en el lago. En su finca han realizado análisis de suelo y agua y llevan un registro de cada producto para mejorar la calidad, aunque dice que no todos realizan estas prácticas. 

 

Agroquímicos, del problema a la solución

El CIRA/UNAN-Managua, miembro del Grupo MASLAGO, aportó un estudio sobre los agroquímicos presentes en las hortalizas que se comercializan en el país y que provienen principalmente de los alrededores del Lago de Apanás. Los resultados sorprendieron a los miembros de MASLAGO y dieron la alerta para continuar estudiando y conservando la cuenca. 

El CIRA recolectó muestras de lechuga, tomate, repollo, chiltoma y zanahorias de los principales mercados y supermercados del país, así como de las producciones hortícolas de Apanás para determinar algunos compuestos de plaguicidas en sus matrices vegetales. Utilizaron un método derivado de las AOAC (Asociación de Químicos Analíticos Oficiales) y determinaron la presencia de residuos de al menos 22 plaguicidas. 

“Los resultados reflejan que más del 40% de las muestras analizadas presentan concentraciones de residuos de plaguicidas por encima de lo que establece el códex alimentario y las normas de la Unión Europea”, explicó Joseph Díaz, docente investigador del CIRA y miembro del colectivo de Laboratorio de Contaminantes Orgánicos que llevó a cabo el estudio. 

“Según los resultados que nosotros encontramos se determinó que las muestras de repollo, de lechuga y de tomate son las que presentan mayor concentración de residuos de plaguicidas y mayor variabilidad de plaguicidas en su conjunto”, comenta Díaz. Agrega que entre los plaguicidas que contenían las hortalizas se encontraron residuos de cipermetrina, betaciflutrina y plaguicidas organofosforados como el Mocap.

Al ser consultado si esto representa un riesgo para la salud respondió que esperan realizar más estudios, aunque estos resultados ya son preocupantes “Este es un problema que se deriva principalmente de las malas prácticas agrícolas. La única y mejor alternativa es impulsar las buenas prácticas ambientales en todas las zonas agrícolas del país para que el plaguicida sea utilizado, pero de manera eficiente, que no vaya a afectar al consumidor final y tampoco afecte a los mismos trabajadores del campo”, expresó. 

Los resultados de este estudio fueron compartidos a los miembros de MASLAGO así como a varias instituciones y al Parlamento nacional. Los científicos del CIRA buscan realizar nuevos estudios para tener una mejor visión del problema y que, como afirman, “mientras más grande sea la muestra es más representativa de la realidad”. 

600 mil envases convertidos en muebles reciclados

Uno de los actores que se sumaron a los esfuerzos de MASLAGO fue la Asociación Nicaragüense de Formuladores y Distribuidores de Agroquímicos (ANIFODA), que aglutina a 20 empresas comercializadoras de agroquímicos en Nicaragua y que, pese a que muchos podrían verlos parte del problema, una de sus campañas de reciclaje se ha convertido en evento insignia para las comunidades y MASLAGO. 

“Nosotros promovemos en el campo que los productores no quemen los envases, no los tiren a los ríos, a los lagos sino que sean regresados después de su triple lavado a los centros de acopio que tenemos a nivel nacional. En el caso de Tomatoya (Jinotega) tenemos nuestro propio centro de acopio gracias a la cooperativa de productores de hortalizas de esa zona que han colaborado con el tema de la divulgación”, expresa Flor de María Rivas, secretaria ejecutiva de ANIFODA. 

Los distribuidores de agroquímicos aglutinados en ANIFODA han invertido el 90% de sus acciones para la conservación ambiental por medio de charlas y capacitaciones a sus compradores productores, para que estos realicen un manejo cuidadoso de los envases y evitar así que terminen contaminando las aguas del Lago de Apanás. “Una vez que nosotros recuperamos estos envases los inutilizamos, los reciclamos y son convertidos en madera plástica para elaborar muebles reciclados”, asegura Rivas. 

 

“El triple lavado consiste en que una vez que se utiliza el producto del envase este debe ser llenado en un tercio de su capacidad, se enjuaga y se repite la operación tres veces. El exceso no se debe tirar al campo ni al suelo, sino que se debe volver a poner en la bomba de mochila y usarlo en la misma aplicación.” 

Flor de María Rivas, ANIFODA

 

“Sabemos que las casas comerciales están abriendo una línea de productos más amigables con el ambiente y en esa línea nosotros estamos trabajando de la mano con ellos. Que nos ayuden a sacar todos esos desechos que se generan de agroquímicos es un aporte importante”, dice Norvin Palma y asegura que el principal aprendizaje ha sido “encontrar un punto en común”. 

Según ANIFODA, en sus eventos de recolección de envases han conseguido rescatar 6.6 millones de recipientes. Tan solo en 2019 recolectaron 150.000 unidades de envases vacíos de agroquímicos a nivel nacional, una acción a la que se sumó MASLAGO y sus organizaciones miembros. 

 

Promover una agricultura inteligente 

Agustín Moreira Chon es director del Observatorio de Fenómenos Naturales (OFENA) y miembro de MASLAGO, aunque la mayoría lo conoce como el meteorólogo que advierte de las condiciones climáticas en Facebook. En los últimos tres años se ha dedicado a enseñar a utilizar estaciones meteorológicas a productores de cacao, café y hortalizas para proteger sus cultivos de las adversidades del cambio climático.

“Estamos creando perspectivas climáticas que son enviadas a los productores para que puedan capturar datos de unos 15 días, como la información diaria que se les hace llegar por medio del pronóstico del tiempo y sistemas de alerta temprana para la toma de decisiones”, expresa Moreira quien ayudó a montar tres estaciones meteorológicas en las cooperativas miembros de MASLAGO.

Moreira admite que al principio fue complejo, pero que ahora al menos 180 productores se benefician de esta información climática que él difunde a través de las redes sociales como Facebook y WhatsApp. “Como todo aprendizaje al principio es difícil y más aún cuando hablamos de la tecnología para pasar de una agricultura tradicional a una agricultura inteligente. Hay resistencia, pero esa resistencia disminuye cuando el productor comienza a ver resultados positivos”, asegura. 

“Lo que hacen los productores con esa información es ver si pueden aplicar o no un producto, si pueden hacer las labores culturales. No solamente es la aplicación sino que tiene que ver desde el momento de preparar un terreno hasta el momento de ubicar su siembra”, dice Ana Herrera, una joven miembro de la cooperativa Coosmoprojín, encargada de recopilar los datos de la estación meteorológica. 

Ana Herrera, encargada de recopilar los datos de la estación meteorológica para la cooperativa Coosmoprojín

Ana Herrera, encargada de recopilar los datos de la estación meteorológica para la cooperativa Coosmoprojín. Foto: Jorge Hurtado

En su comunidad su fama la precede. Los productores miembros o no de la cooperativa llaman para saber si lloverá en los siguientes días a fin de planificar sus jornadas de cultivo. Herrera ríe al recordar que, a falta de acceso a Internet, algunos han llegado a buscarla hasta su casa para saber cómo va a estar el clima. “La estación tiene sus ventajas. Le ahorra tiempo y dinero a los productores que saben si ese día trabajarán no”, afirma Herrera quien dedica parte de su tiempo a recopilar información de la estación y subirla a una base de datos que está en construcción. 

MASLAGO pretende crear cartillas tecnológicas de algunos cultivos de importancia para la zona, y así documentar las variables del territorio con las condiciones óptimas que necesitan los cultivos para poder desarrollarse favorablemente y que sea de fácil comprensión para los productores.

La intervención de MASLAGO en el terreno apenas comienza a dar resultados y han llegado a involucrar al menos a unas 3 mil  personas en los primeros años de ejecución. La microcuenca de 24 km2 que hoy sirve de punto focal para centralizar sus acciones, puede servir como una guía para otros sitios que presenten problemas similares al Lago de Apanás, aunque el reto más grande por ahora es involucrar a más actores y que existan regulaciones o incentivos para una producción más sostenible.

“Uno de los retos ha sido cómo incorporamos a más actores que tengan presencia en el lago. El sector turismo todavía no está incorporado, lo mismo que el sector estatal. Las estrategias son vinculantes para todos los sectores”, recuerda Norving Palma de La Cuculmeca. 

Para Domingo Rivas, “aunque uno quiera hacerlo desde la sociedad civil se necesita un apoyo de las leyes y los reglamentos, y que todos los socios estatales estén enfocados en eso. Todavía falta lograr ese encaje, pero sí sería un buen modelo no solamente de la finca sino de gestión del paisaje dentro de toda la unidad hidrográfica. Podría ilustrar mucho para otras partes del país”.

Guillermo Gutiérrez, actual coordinador de MASLAGO, sostiene que este trabajo a largo plazo y los resultados dependerán de la concientización de los actuales y futuros actores que ingresen a esta plataforma de Paisaje Sostenible. “Esto pasa por la conciencia de las personas y de las instituciones. El concientizar es algo más fuerte que hacer algo físico. Uno puede hacer una mejora en una finca de alguna manera, incluso hasta reforestar. Pero si esa reforestación no pasa por la mente, por la conciencia de las personas entonces no va a ser sostenible”, agrega Gutiérrez. 

Los miembros de MASLAGO apuestan a estos primeros pasos para construir un territorio modelo que, estiman, podría reflejar un cambio significativo en los próximos 25 años. Actualmente tienen pendiente trabajar en un plan estratégico de cinco años que permita a las organizaciones obtener los fondos necesarios a fin de seguir impulsando acciones como estas, aunque por ahora pueden dar testimonio de sinergias, organización y concientización en un tema en común, algo que ya probaron y que están seguros puede ser replicable en otros paisajes del mundo. 


Fotos: Jorge Hurtado
Jorge Hurtado

Nicaragua (1989). Periodista, productor audiovisual y emprendedor, con más de 11 años en radio, prensa escrita y televisión. Ha sido vocero/organizador de causas sociales y proyectos de emprendimiento. Premio Ortiz Gurdián (2012) al periodismo televisivo. Fundador de la productora audiovisual 3Media. Es integrante de la Tercera Generación de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes.

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