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La salsa cubana llegó a El Salvador en la década de los noventa. Fue Doris Álvarez,  la primera mujer trompetista graduada de Cuba quien abrió una escuela que se volvió un referente. Actualmente, pese a que ya no enseña como antes, Doris sigue saliendo a las pistas de baile.


 

Los pies de una morena de 1.75 centímetros se mueven al son una canción de Celia Cruz. No es una mujer particularmente guapa, pero es imponente. Tiene acento caribeño y cuerpo robusto. Su nombre es Doris Álvarez. Ella vino a El Salvador durante la época de los noventas. Hay quienes aseguran que con ella venía finalmente la salsa a este país.

Doris salió de la Habana, Cuba, en 1995. Es la primera mujer trompetista graduada del Instituto Superior de Artes de Cuba. Formó parte de la Orquesta Popular de Mujeres, esto le permitió conocer otros lugares, entre ellos Centroamérica.

Doris nunca se educó formalmente en baile pero baila desde que tiene memoria y buena parte de su vida la ha pasado en teatros y orquestas. “Es que de tanto ver hasta a actuar te puedo enseñar”, me dice sonriendo y con un poco de picardía en la mirada.

A Doris le tocó regresar a El Salvador en 1997 como parte de la banda manejada por El Circo Nacional de Cuba, Circuba. Su estancia coincidió con la aprobación del decreto 226 que permitía a los artistas trabajar de manera independiente fuera de la isla. Esto significaba que, gracias a ese decreto, Doris podía vivir donde quisiera sin ser representada por una orquesta, un circo o una autoridad estatal.

Doris eligió El Salvador. No hubo mucho romanticismo en su decisión. Ella no odia Cuba, no odia la dictadura, ni a la izquierda.

Han pasado 23 años desde que Doris viajó por primera vez a El Salvador,  ya tiene la ciudadanía salvadoreña. Doris no habla mucho de política. “Yo por la izquierda he tenido trabajo. Por la izquierda estoy comiendo aquí”, me dijo al iniciar nuestra entrevista y luego se comprometió a no mencionar más temas políticos.

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En los años 90 en El Salvador solo había dos academias de baile encargadas de enseñar la disciplina de manera formal, los demás solo enseñaban aeróbicos. Doris vio una oportunidad en esto y abrió La escuela de salsa Oshun, bautizada por en honor a la patrona de Cuba, pero con el pasar de los años la escuela fue rebautizada como Habana Salsa.

Cuando Doris abrió su estudio no esperaba algo grande, pero sabía que ya no quería arreglar uñas, ya no quería limpiar casas ni decorarlas, ni hacer otros trabajos. Doris pudo haberse dedicado a tocar en grandes orquestas pero vio en la danza una oportunidad de éxito. Recuerda cómo con su primera pareja iba a gimnasios y notaba como los aeróbicos eran recibidos con tanta popularidad.

Era la época de MTV, donde en todos los videoclips salían mujeres noventasecentanoventa con mayas brillantes, fluorescentes con un traje al estilo body pegado por encima de los leggins. Doris se dio cuenta que la gente quería bailar. Y en esa  época sin redes sociales empezó a hacer difusión de su proyecto pegando flyers en las calles alrededor del área metropolitana, a llamar a la prensa para que la incluyera en su sección de “sociales” o “cultura”.

Así inició la etapa más exitosa de Doris.

Luego de mucho trabajo y éxito entre sus estudiantes, Doris logró mudarse a ADEMAR (Asociación de exalumnos maristas), un club social en donde popularizó su escuela. Fue su locación más emblemática.

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En una casita modesta ubicada en Soyapango, una de las zonas más populares de El Salvador, conocida por ser terreno de pandillas, vive Doris con las puertas siempre abiertas de par en par. Es un lugar pequeño que comparte con su nieta de un mes de nacida, su hija, su yerno y su mamá.

Doris, que alguna vez fue la estrella de la salsa y una leyenda de las que se hablaba  como un mito en periódicos, ya no enseña casino cubano, para ella ahora bailar se limita a hacer un par de presentaciones en bares locales o dentro de su casa. Lo que en su momento fue una institución del baile nacional ahora se remonta a recuerdos comunes en pláticas de bar.

El descenso de Doris se debe a una mezcla entre la mala administración y las malas relaciones compuestas por exparejas que le intentaron quitar el negocio y exalumnos que se llevaron a sus clientes. Doris no pudo mantenerse en ese contexto de competitividad.

La historia con Daysi nos muestra esto.

Doris vio en Daysi mucho potencial. Daysi sentía la misma pasión que Doris por el baile y tenía muchas ganas de aprender. A partir de eso, Doris decidió dejarla como encargada del lugar desde los primeros días de conocerla. Esa confianza la llevó a ponerla como la maestra principal, justo un peldaño debajo de ella.

Ahora sentada en un restaurante de comida rápida, en donde conversamos, el rostro de Doris endurece al recordar a Daysi como una de sus más grandes traiciones. “En Cuba no tenemos esa competencia que hay acá. Allá  uno enseña y no hay nadie que aprenda para meterte el pie. Ahora ella se atreve a decir que su escuela es la primera escuela de salsa en El Salvador cuando conmigo aprendió”.

Daysi tiene otra opinión. “Doris dice que ella me enseñó, pero yo no creo que ella haya sido mi formadora […] Ella era más cumbia style que casino cubano. No había base de salsa”, me comenta Daysi, quien fue mano derecha de Doris durante los primeros tres años de su escuela.

Ahora Daysi es dueña y maestra de una de las escuelas más exitosas del país, Salsa latina. Daysi argumenta que ella tiene algo que Oshun luego bautizada como Habana Salsa le faltaba: la técnica. “En aquel tiempo su academia era más de baile popular que de técnica solo era más ir a sudar. Ahorita yo me atrevería a decirte que no era casino porque ese estilo tiene una técnica y creo que no le gustaba complicarse”.

Daysi aclara que también fue ella la primera en traer la salsa en línea al país. Actualmente, Daysi es otro icono vigente de la salsa en el país.

La comunidad salsera en El Salvador es bastante grande, solo basta con escribir “Salsa El Salvador” para encontrar al menos veinte escuelas.

Y mientras el género sigue creciendo vertiginosamente, Doris Álvarez, quien lo trajo al país, se niega a ser mera historia, decidida, sale todos los días a probar que con sus 60 años aún tiene mucho que enseñar.

[Este texto es parte del especial “Cuba en América Latina. América Latina en Cuba” que incorpora reportajes y crónicas desde 10 países de la región].

Cuba en América Latina. América Latina en Cuba” es una serie de historias elaboradas por la Tercera generación de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas para generar conversación regional con la isla caribeña a través de personajes y situaciones que permitan delinear una vinculación más profunda.

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Ilustración: Alma Ríos

Ilustración de portada: Alma Ríos

 

Carmen Valeria Escobar

El Salvador (1996). Estudia Comunicación Social en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. En el 2017 se sumó a Poderes de El Faro. Le gustan los temas sobre derechos humanos, salud, género y sexualidad e investigar sobre arte, cultura y subculturas. Es integrante de la Tercera Generación de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes.

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