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“Yo sí puedo” es un programa de alfabetización gestado en Cuba que desde 2003 se implementa en Argentina. El programa no solo ha permitido que miles de personas puedan leer y escribir, también muestra la potencia relacional entre ambos países.


 

Cuando Alfredo iba a hacer sus trámites al banco siempre buscaba sigilosamente a alguien que pudiera indicarle qué era lo que tenía que hacer. Las miradas hacia él cambiaban a medida que la gente confirmaba que no sabía leer ni escribir. Por eso intentaba evitar las actividades sociales.

En sus jornadas como mecánico, Alfredo le pedía a los demás empleados que se encargaran de administrar el dinero y de indicar por escrito las piezas que tenían que comprar. “Todo estaba en mi cabeza”, dice, “pero no tenía cómo transmitirlo de forma entendible para los que necesitaban llevar por escrito esa información”.

Alfredo Hidalgo de la ciudad de Córdoba Capital, en el centro de Argentina, es paciente del Hospital Rawson de Infectología desde hace veinte años. En uno de sus turnos médicos se enteró, a través de los profesionales de la salud, que “había una escuelita” donde podría aprender a leer y escribir. Así fue como Alfredo inició su camino como estudiante modelo del programa ‘Yo, sí puedo’.

 “Aprendí y logré ingresar a la escuela primaria”, cuenta Hidalgo. A sus 42 años Alfredo eleva la voz con orgullo y relata que llegó a escoltar la bandera en la escuela primaria donde continúa estudiando, esta vez en el programa “Vos podés seguir”.

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Cortesía Programa “Yo sí puedo”

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Por una alfabetización transformadora

“Las personas que no saben leer y escribir no son analfabetas, son iletradas. Todos somos analfabetos en algún aspecto”. Esas palabras elige Alcira Vaca para describir la esencia del programa “Yo, sí puedo”, que ella coordina a nivel nacional.

Alcira tiene trayecto docente y cooperativista. Llegó al programa porque forma parte del Movimiento Argentino de Solidaridad con Cuba, un espacio conformado por miembros de distintas extracciones que tienen como punto común la solidaridad ante el levantamiento del bloqueo comercial, económico y financiero impuesto por los Estados Unidos a Cuba y que esgrime la autodeterminación de los pueblos. “Se trata de un embargo que ha causado enormes daños al pueblo de Cuba”, reflexiona Alcira.

“Yo, sí puedo” comenzó en Argentina en el año 2003  con el apoyo de la ONG Juanita Moro encarnado en el trabajo de la Doctora Cristina Romano, Clara Íñiguez y Elva Castro entre otras mujeres que trabajaron por la alfabetización de adultos. El método del programa, cuenta Alcira, proviene de una iniciativa de alfabetización pensada en Cuba. El eje metodológico es combinar números y letras para enseñar a leer y escribir a personas adultas mediante la utilización de recursos audiovisuales. La tarea fue encomendada a la Doctora en Ciencias Pedagógicas Leonela Relys Díaz, quien fundó el programa “Yo, sí puedo”.

Lo fundamental del programa es trabajar con  lo conocido y lo desconocido. A través de estudios de la vida cotidiana de los iletrados, se llegó a la conclusión de que generalmente se conocen los números más que las letras. Esto se verificó en Haití, donde si bien existían grandes índices de analfabetismo, las compras y el juego de dominó representaban actividades sin ningún tipo de trabas. “Se parte entonces de lo conocido: 12345 por ejemplo equivalen a AEIOU”, explica Alcira.

“Yo, sí puedo” está dirigido a aquellas personas mayores de 15 años que nunca concurrieron a la escuela o que solo cursaron algunos años y olvidaron lo que aprendieron. El programa persigue una alfabetización concientizada y transformadora, además de educadora.

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Cortesía Programa “Yo sí puedo”

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Hilaria Puca es vendedora de pochoclo, maní y coca sueltos en las calles de Jujuy, un pueblo ubicado en el extremo norte argentino. En sus ratos libres lee revistas y cómics que su esposo vendía antes de jubilarse. Tiene 66 años y aprender a leer fue una de las primeras decisiones que tomó en su vida. Sus padres eran del norte de la Quiaca, el límite que une las alturas de Argentina con Bolivia, tuvo una madre pastora de ovejas y llamas que se casó con un trabajador de la tierra. En su casa eran cinco hermanos.

“Para ir a la escuela caminábamos 32 kilómetros por día. Salíamos para la escuela a las 9 y regresábamos a las 22 a casa”, recuerda.

Cuando Hilaria cumplió 13 años los niños de la casa tuvieron “que comenzar a trabajar en la caña. No nos faltaba nada pero hubiera deseado ser maestra y seguir asistiendo al colegio”, cuenta mientras recuerda haber tenido una infancia felíz.

La lectora se muestra comprensiva con sus progenitores: “A mi no podían comprarme ni cuaderno ni lápices, yo iba solita a comprarme todos los materiales. Cuando no había dinero cortaba mitades de lápices que le pedía a los puesteros. Yo hubiera podido ser maestra, pero tuvimos que trabajar mucho. Mis hermanos apenas saben firmar pero es algo que ellos decidieron porque no quisieron seguir yendo al colegio”, cuenta Hilaria.

La vendedora cuenta que un día “de grande” la llamaron para ir al programa “Yo, sí puedo” y terminar de alfabetizarse. “Yo ya tenía todos mis hijos creciditos y dije ‘bueno vamos a hacer algo por nosotros’ y fuimos con mi marido”, relata. Lo que más disfruta Hilaria es la matemática.

Hilaria fue abanderada del “Yo, sí puedo” en los inicios del programa en Jujuy. Es el máximo honor para los estudiantes. “Mis hijos estudiaron y fueron abanderados. A mi me puso contenta por ser abanderada recién ahora. El maestro que venía era de Cuba y nos ayudaba mucho”.

Puca logró que sus hijos se alfabetizaran, estudiaran y se graduaran en distintas profesiones. “A los hijos no se les puede obligar a que estudien… pero estudiar es lo mejor que una puede regalarse a sí misma”, reflexiona.

Ella fue de las primeras en recibir esta experiencia de colaboración entre Cuba y Argentina. “Yo, sí puedo” es implementado a través de la Fundación “Un Mundo Mejor es Posible”(U.M.M.E.P).

Su primer gran logro fue la primera declaración de territorio libre de analfabetismo en el país, situada en la Municipalidad Indígena de Tilcara en la Provincia de Jujuy, dentro de la región declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Luego se llegó a nuevos territorios libres de analfabetismo entre los que se cuentan Municipalidad de Fray Mamerto Esquiú, Provincia de Catamarca, el departamento de General La Madrid, Provincia de La Rioja , la Municipalidad de Maimará, Provincia de Jujuy, Salsipuedes, Córdoba, tres municipios de la Provincia de Misiones: Caraguatay, Wanda y Montecarlo, por último Juárez Celman de la Provincia de Córdoba. El año 2018, “Yo, sí puedo” sumó  un total de 33, 650 graduados desde que el proyecto cubano desembarcó en Argentina y transformó para siempre decenas de miles de vidas, según datos de la Fundación UMMEP.

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Cortesía Programa “Yo sí puedo”

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“Yo sí puedo” transforma vidas en hospitales

La idea de alfabetizar en las instalaciones del hospital Hospital Rawson surgió cuando comenzaron a detectar al menos 29 personas iletradas de las 500 que conforman la comunidad. “A lo largo del tratamiento, el personal de salud nota que no se entienden las indicaciones, la preferencia por comunicarse en vías telefónicas y no por escrito”, son los indicios, pero “la vergüenza y el estigma son el verdadero impedimento para admitir que lo único que sucede es que no pudieron aprender a leer y escribir”, asegura Patricio Godoy, enfermero del hospital Rawson de Córdoba capital.

Desde hace dos años Godoy coordina el Comité de Bioética integrado por 17 miembros de diversas áreas y que cuenta con el fuerte apoyo de la Dirección del Hospital. Patricio destaca que hoy son “el único hospital de argentina que alfabetiza a pacientes con este método”. 

Alfabetizar en un hospital epidemiológico no es una decisión fortuita: “En la práctica diaria hay pacientes a quienes hay que dibujarles las recetas: luna para tomar una pastilla de noche, sol si es de día, una cuchara y un plato para distinguir con qué comidas y este tipo de herramientas. Somos un hospital con patologías crónicas por lo que desde que se diagnostican quienes lleguen van a ser pacientes nuestros hasta el último día de sus vidas”. 

La alfabetización es clave para “acceder al tratamiento de forma autónoma”, detalla Godoy.

“Inicialmente tuvimos 9 inscriptos de los que terminaron 6” entre los que se cuenta Alfredo Hidalgo. Llegaron a la etapa de “Vos Podés seguir”. Este método es importante porque tenemos un resultado rápido en 4 meses y luego los derivamos a la escuela del Hospital de la Fundación Oncológica de Córdoba donde continúan con sus estudios.

Desde la institución hospitalaria destacan que después de finalizar los primeros pasos, los egresados “cambiaron completamente en su imágen, comenzaron a expresarse mejor, empezaron a seguir los tratamientos”.

Sin embargo, la implementación del programa en un hospital no es sencilla. “Este año tuvimos tres pacientes que tuvieron que dejar el curso. No son personas sanas con las que trabajamos. Tuvimos a un diabético con amputación de parte de su pierna, gente que debió estar aislada y siguieron recibiendo el tratamiento pese a estar en estas condiciones”. La patología crónica complica mucho las cosas para quienes quieren aprender.

La realidad económica es lo que impide sostener la formación porque “comer es prioritario ante aprender a leer y a escribir”. Pese a los obstáculos y gracias a la dirección del hospital lograron avanzar en el sueño.

La del hospital Rawson no es la única experiencia con la salud de “Yo, sí puedo”. La línea coincide con una de las directrices iniciales de la Fundación UMMEP. Su fundadora, Claudia Camba, recuerda cómo en el año 2003 conoció a Fidel Castro y le manifestó su interés en poner en marcha este programa en Argentina. “Cuba es libre de analfabetismo desde los 60, pero recién en 2001 Haití pidió ayuda en el tema convirtiéndose en el primer paso de esta experiencia en centroamérica que luego se extendería a Latinoamérica. Llega entonces a través del Movimiento de Solidaridad con Cuba que se opone al bloqueo”.

Fue a través de la implementación de la experiencia que los facilitadores notaron cómo muchas personas “no aprendían no por falta de interés sino por problemas en la vista”. De allí surgió la “Operación Milagro”, programa paralelo al “Yo, sí puedo” que derivó en la creación del primer hospital con especialidad oftalmológica en Argentina. Claudia destaca que “los pueblos cubano y argentino tienen una relación de hermandad histórica que se refleja en numerosas de estas experiencias de colaboración”.

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Cortesía Programa “Yo sí puedo”

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Cuando no estudia, Alfredo todavía trabaja en el taller. “Ahora puedo usar mis conocimientos”, remarca Alfredo para quien hay un antes y un después en todas sus actividades desde que “entiende” lo escrito. La alfabetización también introdujo cambios en su salud. “La semana pasada tenía turno y me hicieron leer la receta y me felicitaron porque pude entenderlo todo”, recuerda con orgullo Alfredo para quien la gente del hospital es parte de su familia. A partir de ahora espera seguir la secundaria y trabajar como facilitador o trabajador social porque disfruta “escuchar y ayudar a la gente”.

Hilaria tiene tres nietas, ya nadie vive en el campo cerca de ella, pero le parece mejor que las chicas crezcan “cerca de la escuela”. Además, quiere seguir estudiando porque cree que “nunca es tarde: yo hoy aprendí lo que me faltaba y podía enseñar a mi hijo. Así lo he hecho. Creo que lo que yo podía ser, lo he logrado”, opina orgullosa.

“La experiencia del programa Yo sí puedo en Argentina es transformadora no sólo por el conocimiento sino también porque permite cambiar en lo personal, en la autoestima y la relación con la sociedad. En los cuatro meses se ve un cambio físico, cambia el vestirse, la actitud, tomar consciencia de que una realidad mejor es posible”, reflexiona Alcira Vaca.

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[Este texto es parte del especial “Cuba en América Latina. América Latina en Cuba” que incorpora reportajes y crónicas desde 10 países de la región].

“Cuba en América Latina. América Latina en Cuba” es una serie de historias elaboradas por la Tercera generación de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas para generar conversación regional con la isla caribeña a través de personajes y situaciones que permitan delinear una vinculación más profunda.

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Ilustración: Alma Ríos

Ilustración de portada: Alma Ríos

Maria Fernanda Rezzano

Argentina (1990). Licenciada por la UBA en Ciencias de la Comunicación. Colaboró en agencias TAO, Paco Urondo, Anccom y trabajó en el diario Página/12. Integrante de la tercera generación de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes.

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