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Guardianes de semillas es un proyecto fotográfico de Laura Rodríguez Salamanca que retrata la resistencia cotidiana de personas neorrurales y de origen campesino a las políticas privatizadoras y a la desaparición de semillas. Se trata de un programa surgido en Tabio, un municipio colombiano de unos 27 mil habitantes ubicado a poco más de 30 kilómetros de Bogotá. 


Este contenido es parte de #InteriorLATAM, un proyecto para contar historias y crear conversaciones más allá de las grandes ciudades de nuestra región. Suscríbete a nuestro newsletter mensual.

 

Texto y fotos: Laura Rodríguez Salamanca

Guardianes de semillas es un proyecto fotográfico que retrata la resistencia cotidiana de personas neorurales y de origen campesino a las políticas privatizadoras y a la desaparición de las semillas. Se trata de un programa surgido en Tabio, un municipio colombiano de unos 27 mil habitantes ubicado a poco más de 30 kilómetros de Bogotá. 

En sus huertas, que ocupan mucho menos de una hectárea, los gestores de Guardianes… conservan, limpian, reproducen y resiembran todo tipo de semillas nativas y criollas, aquellas que con el tiempo terminaron adaptándose a las condiciones propias de la zona. Tienen desde semillas de amaranto, cilantro, lechugas y habas hasta otras de papas nativas, cubios, tabaco, amapola y cacao. Muchos se las comparten entre sí para aumentar su circulación. 

Su labor es fundamental en un momento en el cual el mundo está enfrentándose a la pérdida de miles de variedades de semillas y, con esto, a la desaparición de alimentos fundamentales para la seguridad y la soberanía alimentaria de la humanidad. 

No en vano la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que durante el siglo pasado la humanidad perdió más del 75% de la diversidad agrícola mundial. En la India, por ejemplo, la cantidad de variedades de arroz cultivadas disminuyó de más de 100 mil a solamente 10 durante la Revolución Verde (1960 – 1970). México hoy solo cultiva el 20 por ciento de las variedades de maíz que existían en 1930.

Las razones van desde la expansión de los monocultivos y el cambio climático hasta la implantación de leyes semilleras que limitan su circulación entre los pueblos, favoreciendo los intereses de las grandes empresas. 

María Fernanda creció en Sabana de Torres (departamento de Santander) viendo los cultivos de sorgo y de maíz. Hace 18 años encontró el poder transformador y terapéutico (de hecho, es psicóloga) de trabajar la tierra y conservar semillas.
Desde que empezó la pandemia por COVID-19, ha usado las redes sociales para intercambiar semillas con otros guardianes. Las envía por correo.

El caso de Colombia no es muy diferente. Aunque desde hace décadas existen varias normativas sobre la protección vegetal, entre 2003 y 2012, con la negociación y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, se introdujeron cambios que limitan y penalizan la libre circulación de semillas. 

En 2006, por ejemplo, se introdujo un cambio en el Código Penal para autorizar la penalización de la comercialización, transportación y distribución de semillas protegidas legalmente e, incluso, de aquellas que puedan confundirse con éstas. Las sanciones oscilan entre los cuatro y los ocho años de cárcel. Las multas, que varían entre los 26 y los mil 500 salarios mínimos, equivalen a sumas que oscilan entre los 6 mil 300 y los 363 mil dólares. 

Algunos de los guardianes retratados en estas imágenes están conscientes del desafío político y contrahegemónico que implica la tenencia de sus semillas. Otros, no tanto. Pero en la práctica todos coinciden en la importancia de establecer nuevas relaciones con la producción alimentaria y las semillas, siempre a contracorriente de la hiperproductividad y la apropiación desmedida de nuestros alimentos. 

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Colombia (1995). Está a punto de terminar sus estudios de periodismo. El tema que más le interesa es la ruralidad; desde los problemas que la atraviesan, la privatización de las semillas y la producción alimentaria, hasta las diversas formas de ser mujer y feminista en el campo. Trabaja desde hace más de un año en Publicaciones Semana en Colombia.

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