Familias comunes, felices y amorosas. ¿Te has preguntado cómo el núcleo familiar es parte del proceso de autodescubrimiento de niños, niñas y adolescentes trans? Este reportaje, publicado originalmente en Opovo, reúne algunas historias de familias con infantes trans.
Este contenido es parte de #InteriorLATAM, un proyecto para contar historias y crear conversaciones más allá de las grandes ciudades de nuestra región. Suscríbete a nuestro newsletter mensual.
Texto: Alice Sousa
Imágenes: Ribamar Neto / Yandra Lobo (registro familiar)
Traducción: Mariana Sanches Otta
Fue un martes por la mañana que conocí a Raúl Malu, de 6 años; a su madre, Yandra Lobo; a su padre, Ribamar Neto; a su hermano, Bernardo, de 10 años; y, además, al favorito de la familia: el perro Pirata. Tan pronto como Yandra y Neto abrieron la puerta, me mostraron la biblioteca sobre identidad transgénero que tienen en la sala de estar.
Al presentarme a Raúl Malu, Yandra le describió con esa fascinación apasionada típica de las madres: “Raúl es muy extrovertido. Le encanta el Carnaval, nadar, jugar a cantar y bailar, crear personajes, dibujar. Es muy valiente. Hay que ver a Raúl en el mar, es una cosa bonita cómo juega con las olas”.
Raúl transita entre los géneros. Puedes llamarle Raúl, Malu o Raúl Malu. Una vez, en Anna Karenina, Tolstoi dijo que todas las familias felices son iguales. Recordé ese pasaje.
Yandra dice que desde pequeño Bernardo jugaba con los llamados “juguetes de niñas” y veía dibujos animados “femeninos”, pero esto nunca fue un problema en relación al género. “No necesariamente jugar con juguetes de niña o probarse ropa de niña significa que un niño es transgénero”. Bernardo se identifica con el género con el que nació. Siempre le gustaron los juguetes “de niñas” pero en ningún momento rechazó su género.
De pequeño, Raúl también se interesó por los juguetes y dibujos animados de las niñas, hasta el momento en que, a los cuatro años, renegó de su género en tono interrogativo: “¿Puedo ser niña?”.
Desde pequeño, Raúl Malu se interesó por los juguetes y dibujos animados para niñas. Foto: Ribamar Neto y Yandra Lobo.
“¿Puedo ser una niña?”
“Nos tomó mucho tiempo y no fue fácil”, dice Yandra. “Una vez Bernando le dijo a Raúl que no podía ser niña porque tenía polla. Raúl se me acercó y me dijo que quería sacársela. Esa noche lloré mucho”.
Lo primero que pensó la familia tras esta situación fue que era necesario “comprarle” otro cuerpo, un cuerpo de mujer. “En nuestra mente, nuestra referencia transgénero era Roberta Close”, recuerda Neto. “Entonces nos dimos cuenta de que hay muchas formas de ser trans”, explicó.
Físicamente, Raúl es una niña. Se presenta como una desde la cabeza hasta los pies. Responde por él o ella, Raúl o Malu o Raúl Malu. Al poco rato se me acercó. Comencé a ganarme su confianza hasta que pasé de ser una extraña y me convertí en una cliente potencial para las pulseras que ella misma confecciona y vende a sus compañeros del colegio y del barrio.
Raúl estudia en una escuela que utiliza la pedagogía Waldorf, que impulsa prácticas educativas que desarrollan al alumno de manera integral, es decir, asociando habilidades corporales, cognitivas y emocionales.
“Como una manera de proteger a Raúl, hablamos con todas las familias de la escuela, una por una, y les abrimos espacios para que preguntaran. Así pudimos construir otra burbuja de convivencia, además de la que tenemos en casa ”, dice su madre.
Esa misma conversación sucedió inicialmente con los miembros de la familia, incluidos los padres de Yandra -los abuelos de Raúl-, quienes viven en la misma casa. Así mismo fue con los clientes de la tienda de su abuelo, en Aerolândia; niños y familias que iban notando el cambio de Raúl Malu en su físico, en la ropa que usaba.
“Iba a ver a tipa (madre de otro niño amigo de Raúl) y le decía: ‘tipa, ¿ves que Raúl está disfrutando con falda y vestido, no? Un día vino diciendo que es una chica y se siente bien así. Sí, sé que puede ser extraño para ti, pero si tienes alguna duda, estoy aquí, ¿de acuerdo?’. Y a partir de ahí empezó un diálogo [con los vecinos] sobre el amor, la felicidad”, dice Yandra.
“Es curioso darse cuenta de que cuando hablamos de nosotros la gente empieza a hablar de ellos. Tanto en estas conversaciones informales como en las conferencias de Mães pela Diversidade (ONG formada por madres y padres de lesbianas, gays, bisexuales, travestis y transexuales) siempre hay un sobrino, un hermano”, dice Yandra, fotógrafa de profesión.
“Porque, de hecho, ese otro que se aparta de la norma heterosexual está mucho más cerca y mucho más disperso en la sociedad de lo que pensamos. Simplemente elegimos no verlo ”.
Una importante estrategia de protección para Raúl Malu fue el seguimiento psicológico y psiquiátrico. Foto: Ribamar Neto y Yandra Lobo
Seguimiento psicológico
Una importante estrategia de protección para Raúl fue el seguimiento psicológico y psiquiátrico, que comenzó a ser regular a partir de 2021. Según la doctora en psicología Marília Barreira, este tipo de apoyo es de suma importancia para la familia y el niño, niña o niñe transgénero.
En el caso de los padres, los ayuda a entenderse y reconocerse en el proceso de criar a una persona trangénero, reconociendo sus límites y posibilidades. Para lxs niñxs, se trata de darse cuenta de cómo se está dando este proceso.
Barreira dice que cuanto antes se busque un profesional especializado, mejor. “Los niños y las niñas mayores de ocho, nueve, diez años ya están comenzando a darse cuenta de los efectos psíquicos del prejuicio a través del sufrimiento”, explica.
En ningún momento Yandra quiso omitir el nombre de Raúl y su familia en este reportaje. Me dijo que no quería esconder ni contar la historia de su familia desde una perspectiva de pena. “El dolor y el sufrimiento, que conozco, son las semillas del disgusto que siente la sociedad por personas como Raúl” dice ella.
“Sabemos que la mayoría de las historias que escuchamos y leemos son historias de dolor y sufrimiento, pero queremos demostrar que no tiene por qué ser sólo eso”, agrega Neto, también fotógrafo.
Los niños y niñas que han conocido a Raúl con apariencia femenina le llaman La Raúl, pero los amigos que le conocen desde hace tiempo le dicen El Raúl, aunque le tratan como a una niña. “Me doy cuenta de que la socialización de Raúl con otros niños y niñas ocurre de una manera muy natural, no se requiere una explicación sobre su forma de ser”, dice Yandra.
“En ese momento (clase de natación), todavía no usaba traje de baño, sino bañador. Pero, por ejemplo, cuando la profesora decía: ‘Di un héroe y salta a la piscina’, sus compañeros decían Superman, Batman, y cuando llegaba su turno ella gritaba Wonder Woman y saltaba ”, cuenta Neto.
“[Con lxs niñxs trans] las cosas suceden de manera diferente a como se dan con un niño o una niña. Por ejemplo: cuando les preguntas sobre [si quieren ser reconocidxs como] él o ella. Conozco niñxs que lo niegan por completo. Otroxs quieren un nombre social y son totalmente chicas para el mundo”.
“Con Raúl aún vivimos esta fluidez, porque es menor. En ambientes que atendemos con personas trans adultas, solemos escuchar eso: ante la duda, preguntarle a la persona. Pero para un niño, niña o niñe, no es tan simple”.
“Se basa en tu ser. En ese caso, decidimos dejar caminos abiertos. Raúl es unx niñx trans. ¿Por qué? Porque no es cis, no se comporta como el mundo quisiera interpretar el género con que nació ”, explica la madre de Raúl.
Desde hace poco más de un año, Yandra participa en la ONG Mães Pela Diversidade. Esta ONG contribuyó a su propio fortalecimiento con la creación de una red de madres que están pasando por el mismo proceso.
“Nuestra familia es el activo que tenemos. Necesitamos usar eso y capturar el discurso sobre la familia, sobre la construcción de la familia. Hoy en día la narrativa familiar trata de proteger a niños y niñas de la ideología de género. Pero, ¿a quién estás protegiendo? ¡Estamos aquí y somos una familia!”, dice Yandra.
“Toda la vida”
La profesora universitaria Izabel Mesquita, miembro de Mães Pela Diversidade (MPD) desde 2013, es madre de trillizos adolescentes: dos hombres cis y uno trans. La profesora dice que, de niña, a Roberto, ahora de 15 años, no le gustaban las tiaras ni nada que se refiriera al universo femenino.
En ese momento estudiaba en una escuela católica. Al comienzo de la pubertad, alrededor de los 12, decidió decirle a su madre que no quería ser más una chica. Cuando ella le preguntó cuánto tiempo había sentido eso, respondió: “Toda la vida”.
Izabel cuenta varios episodios que sufrió Roberto en la escuela católica. Otras madres le dijeron que no estaba bien. A pesar de su pedido para que reconocieran el nombre social de su hijo, algunos maestros de la escuela insistieron en llamarlo por su nombre de registro.
A diferencia de la familia de Raúl, la familia paterna de Roberto es “tradicional y sexista”, como dice Izabel. El padre de Roberto no sabe nada de su cambio porque lleva seis años en coma. Izabel ya se había divorciado de él antes del infarto que lo golpeó. Sin embargo, la familia materna de Roberto sí lo aceptó y dio la bienvenida.
Entre las consecuencias psicológicas que enfrentó Roberto durante este proceso, el aislamiento, la depresión y la ansiedad estuvieron muy presentes durante su crecimiento. Desde los 12 años sigue tratamiento psicológico de forma privada.
En Fortaleza, donde vive, hay una clínica trans en el hospital de salud mental Messejana. Sin embargo, no atiende a niños, niños, niñes, ni adolescentes. Este público depende de la disponibilidad económica de sus padres y familiares para tratarse.
Además, Roberto ha estado en tratamiento hormonal desde los 14 años. A los 12 comenzó a realizar un bloqueo hormonal, acompañado de un endocrino. Según la ley, sólo podrá someterse a una cirugía de extirpación de senos a los 18, algo que ya está en sus planes.
Según la psiquiatra Ionesia Amaral, en personas con disforia de género, las hormonas pueden tener un impacto en el bienestar y la satisfacción. “Pero lo que puedo decir, escuchando y leyendo sobre las personas que lo usan, es que es liberador, ya que algunas personas resuelven esta disforia adaptando sus cuerpos”, explica.
Izabel es cristiana, pero no suele ir a la iglesia. “Veo, como muchas madres del MPD, que el sufrimiento es aún mayor cuando entramos en este entorno. Nadie está obligado a aceptar a mi hijo, pero no quiero estar con los que no lo hacen”, dice.
Las historias de Yandra e Izabel no están simplemente cruzadas por la “desvinculación” de sus hijos de las normas de género. Izabel también se convirtió en madrina de Yandra cuando se unió a la ONG. Para la psicóloga Marília Maia Lincoln Barreira, esta red de fortalecimiento entre madres y familias es fundamental para ayudar a afrontar la disforia de género.
Izabel recuerda la emoción que sintió durante un encuentro realizado por la ONG en Camocim el 11 de enero en memoria de Keron Ravach. También menciona la manifestación de varios miembros del MPD frente a un centro comercial de Fortaleza que prohibió usar sus camerinos a una chica trans.
“Lo primero en lo que pensamos no es en la militancia, sino en el espacio de nuestros hijos en la sociedad. En estos espacios denegados asumimos el papel de militante. Juntas nos sentimos más seguras y más fuertes”, comenta.
Entender lo transgénero
Lo transgénero, o la disforia de género, se caracteriza por la identificación con un género que difiere del sexo asignado al nacer. Según la psiquiatra Ionesia Amaral, el niño, la niña o le niñe sufre y habla de este sufrimiento. “Con un niño pequeño o una niña pequeña que todavía es incapaz de interpretar y hablar de su propio sufrimiento, a veces se manifiesta como una negativa a ir a la escuela, a comer, tristeza. El niño, la niña o le niñe ya no juega como solía”.
“La literatura muestra que, a la edad de tres o cuatro años, el niño, la niña o le niñe ya demuestra y expresa su género de diversas formas: jugando, vistiendo, en la relación con sus compañeros, pero sólo a la edad de cinco o seis años empieza a comprender que el género es algo inmutable”.
No existe un diagnóstico psiquiátrico transgénero. El profesional observa cómo el niño, la niña o le niñe afronta el género que se le presenta y, a partir del diagnóstico, comienza un seguimiento por parte de un equipo multidisciplinario: pediatra, psiquiatra y psicólogo.
Amaral también enfatiza la necesidad de que la disforia de género sea un tema ampliamente debatido en las escuelas y barrios, que son los primeros entornos de socialización, además de la familia. “¿Por qué no tratamos también la disforia de género como algo importante y que debemos cuidar? Para que esa persona se desarrolle satisfactoriamente. No para una cura, sino para una integración en sus diversas identidades”.
Según ella, para trabajar con los problemas de las enfermedades psiquiátricas en la infancia y la adolescencia se necesita una perspectiva amplia que involucre la salud mental. De ahí la necesidad de un equipo multidisciplinario que acompañe a lxs niñxs transgénero.
“Este es el momento de escuchar a las familias y a los niños, las niñas y les niñes sobre cómo llevar a cabo este desarrollo. En la infancia no se puede hacer nada más que el tratamiento psicológico. Hay que entender que la psiquiatría no es solo farmacología. Hacemos observaciones, seguimientos e intervenciones, que pueden ser lúdicas, escolares o psicosociales”, añade Amaral.
Día de la Visibilidad Trans
En Brasil, esta fecha se remonta al 29 de enero de 2004, cuando mujeres trans, hombres trans y travestis fueron a Brasilia para lanzar la campaña “Travesti e Respeito”, promover la ciudadanía y el respeto entre las personas y mostrar la relevancia de sus acciones para el Congreso Nacional. El acto resonó tanto que todavía hoy se celebra la fecha como un símbolo de lucha.
Este reportaje, publicado originalmente en la revista brasileña Opovo, se realizó por el Programa Diversidad en las Salas de Redacción, un proyecto de Énois – Laboratório de Jornalismo, con el apoyo del Google News Initiative.
Ilustración de portada: Rocío Rojas