Desde hace un par de años, Tecnología cívica es un término cada vez más conocido dentro de grupos y comunidades de activistas, defensores de derechos humanos, periodistas y desarrolladores en América Latina.
El término refiere, entre otras cosas, a la construcción, desarrollo, uso e implementación de tecnología que permita la participación de la ciudadanía o de la población en general, con el propósito de aumentar el bienestar social en diversos ámbitos y escalas. Ejemplos clásicos de tecnología cívica: aplicaciones de denuncia ciudadana o reportes de falta de servicios o infraestructura pública como Caminos de la Villa en Argentina o Supercívicos en México; plataformas de respuesta colectiva para hacer frente a desastres naturales como Verificado19S; proyectos de transparencia y fiscalización ciudadana de recursos públicos como Torre de Control.
Desde hace dos años, en Distintas Latitudes tenemos como una de nuestras líneas de investigación los temas de tecnología cívica y datos abiertos en América Latina. Creemos que muchas de las personas y las organizaciones que los impulsan son agentes de cambio y que vale la pena experimentar, probar y documentar cómo la tecnología puede ser un recurso para mejorar nuestras sociedades.
Por ello, antes de finalizar 2018, nos dimos a la tarea de preguntar a más de 15 personas de 7 países de América Latina cuál consideran que fue el mejor proyecto de tecnología cívica en la región. Si bien no todas las personas consultadas pudieron responder o quisieron ser citadas, las respuestas recibidas son ilustrativas: muestran una región de contrastes y claroscuros; hay menciones a proyectos específicos y movimientos inspiradores, también hay una opinión generalizada sobre lo mucho que falta por recorrer, y una reflexión sobre cómo la tecnología cívica sigue viviendo “en burbujas” que hace falta romper.
Aquí lo que nos dijeron:
- Andrés Snitcofsky (Argentina): “Para mí, lo más relevante fue la articulación de redes para conectar y contagiar a partir del movimiento por el aborto legal, gratuito y seguro en Argentina y América Latina. A estas alturas, hablar de tecnología como algo desarrollado o algo que se enchufa es obsoleto. Tecnología cívica también es hacer un pañuelo verde y que esto se vaya replicando.”
- Nelly Luna (Perú): “El proyecto de Agencia Lupa en Brasil, que consistió en verificación de cadenas y grupos de whatsapp durante las elecciones de este año”.
- Oscar Montiel (México): “Torre de Control. Creo que es de los pocos proyectos este año que realmente está usando datos, transformándolos en algo útil y dando una salida que no es solamente desde la misma organización, sino siendo usada como fuente para trabajos periodísticos”.
- Daniel Carranza (Uruguay): “Creo que hubo buenos trabajos en las elecciones mexicanas, la situación de Nicaragua, la defensa de la institucionalidad en Guatemala y la lucha por el aborto en Argentina. Pero me parece que los cuatro ejemplos hablan de trabajo en red y colaborativo, no de una iniciativa genial”.
- Renata Ávila (Guatemala): “Lamentablemente las innovaciones vinieron de la alt right, como la campaña de Jair Bolsonaro. En costo/resultado fue por mucho la más efectiva y demostró como en civic tech vivimos en burbujas que hay que pinchar. Fue una campaña que usó tecnología barata y datos fáciles de adquirir, aprovechó la ausencia de net neutrality y por tanto, el acceso gratuito a whatsapp de millones de personas. No reinventó nada, pero fue efectivo. Mucho más que nuestro cementerio de apps, que ni llegan a 10% de la población.”
- Juan Manuel Casanueva (México): “No me impactó particularmente ningún proyecto. Pero creo que todos los experimentos de análisis sobre contrataciones pública valen la pena mencionarse, por ejemplo, los que están en nuestro recuento de Datos y Mezcales. Sobre tecnología per sé no hubo nada del otro mundo. Los plugins para navegadores de Será Ley y Fuzzify.me me gustaron mucho aunque tienen mínimo impacto”. Aquí pueden leer: Lo mejor del Infoactivismo Latinoamericano en 2018.
- Eduard Martín-Borregón (Cataluña): “En términos de impacto y de los grandes cambios políticos o sociales de este año, que han cimbrado a algunos de los países, pondría dos. Uno, las discusiones del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco y lo que hizo Torre de Control, de PODER. Más allá de los afectos políticos o de las campañas a favor o en contra del nuevo aeropuerto, gracias a este proyecto se logró construir una narrativa basada en datos. Y no es poca cosa. Por otro lado, el movimiento por el aborto en Argentina. Y específicamente, cosas como las que hizo Economía Feminista y Andrés Snitcofsky, con Contando Porotos, de utilizar un Drive, una plantilla colaborativa y ver cómo se daban los votos en el Congreso fue impactante, pues lograron llegar incluso a las entrañas del recinto, aunque la votación al final fue desfavorable”.
- Fabrizio Scroliini (Uruguay): “…No sé si hemos vistos así como cosas groundbreaking. Pondría quizá por ejemplo lo que ha hecho Dymaxion Lab, en Argentina, que hacen análisis a partir de imágenes satelitales y datos georreferenciados. Por ejemplo, un mapeo de asentamientos urbanos, pero no estoy seguro si es lo que consideramos tecnología cívica en el marco de la comunidad datera. También me gustó, Prometea, cuyo uso no genera consenso aún, pero es Machine Learning para ayudar a la justicia de la ciudad de Buenos Aires.”
Y así, con buenos proyectos pero mucho camino por andar, despedimos este año que estuvo lleno de retos para la comunidad de tecnología cívica en América Latina.